EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



sábado, 30 de enero de 2016






                                                                                                   LE PETIT TRIANON

FANTASMAS Y CASAS ENCANTADAS  
por JACQUES PECCATTE  
LE JOURNAL SPIRITE N° 103 janvier 2016 L
LOS FANTASMAS DEL TRIANÓN

L A  AV E N T U R A  D E  D O S  I N G L E S A S 

A cierta distancia del castillo de Versalles, se encuentran en el mismo conjunto del inmenso parque, el Gran Trianón, el Pequeño Trianón y la Aldea. En la encrucijada de estos tres sitios muy visitados, han sido reportadas asombrosas manifestaciones durante más de medio siglo.
El primer testimonio, y el más conocido, se remonta a 1901 y proviene de dos institutrices inglesas, Miss Moberly y Miss Jourdain. El 10 de agosto de 1901, en visita a Versalles, caminando desde el Gran Trianón hacia el Pequeño Trianón, encontraron a dos hombres que les parecieron ser jardineros, a causa de una carretilla y una pala depositadas cerca de ellos. Estos hombres tenían un aspecto de gran dignidad, y su traje era arcaico: abrigo largo gris-verde y sombrero de tres picos.
Miss Jourdain, sin asombrarse en el momento por aquella anomalía, les preguntó el camino hacia el Pequeño Trianón. Y se le respondió con un tono muy natural que siguiera derecho. Al mirar a su derecha, Miss Jourdain vio una casita. En el umbral, sobre algunos escalones de piedra, había una mujer con una chiquilla cuyos trajes impresionaron a la inglesa: una pañoleta metida en una blusa y la chiquilla tenía un vestido que le llegaba hasta los tobillos, y sobre la cabeza un gorro blanco.
Poco a poco las dos turistas se dieron cuenta de lo insólito de esos encuentros en un ambiente que evocaba otros tiempos. Y tuvieron la extraña sensación de “un extraordinario sentimiento de depresión”. 
Los árboles tenían la apariencia de estar inmóviles y sin vida, “haciendo pensar en un bosque tal y como lo representan los tapices”.
Miss Jourdain experimentaba “una impresión de desolación y soledad que subía de ese lugar. Tenía la ilusión de caminar en sueños. La tristeza era opresiva”.
Llegaron a un kiosco redondo, a un lado del cual se encontraba un hombre sentado, con un abrigo y un gran sombrero. Tenía el rostro sombrío marcado de viruela. Luego, con un ruido de carreras detrás de ellas, apareció repentinamente un gentilhombre que les hizo pensar en la época de Luis XVI.
El hombre con viva excitación les gritó: “¡Señoras, señoras, no es preciso pasar por allá! Por aquí… Buscad la casa”. 
Luego se alejó, siempre corriendo. Ellas siguieron la dirección indicada, alejándose con alivio del hombre siniestro sentado cerca del kiosco. Vieron un puente rústico sobre un pequeño barranco, un arroyo, un estrecho sendero, luego el Pequeño Trianón y sobre la terraza, dándoles la espalda, una dama dibujaba. Tenía un sombrero de paja blanca de donde salían bucles rubios, llevaba un vestido corto y ligero, que se ensanchaba con amplitud en la parte baja, y sobre los hombros, escondiendo una parte de la blusa, una pañoleta bordada con un ribete verde y oro.
Parece que Miss Moberly fue la única en percibir esta aparición de la mujer, que se volvió hacia ella, y se identificó como la reina María Antonieta. Al llegar al otro extremo de la terraza, un joven las detuvo, les precisó que la entrada se encontraba en el patio de honor, y se dispuso a mostrarles el camino. Entonces fueron presa de una sensación aún más intensa de depresión.
Cuando llegaron ante la entrada principal del Pequeño Trianón, tuvieron por fin la sensación de encontrarse en la realidad del tiempo presente. Los dos inglesas llegaron a la conclusión de que el Pequeño Trianón estaba encantado por María Antonieta y las gentes de su entorno.

N U E VA S  I N C U R S I O N E S  E N  E L  PA S A D O 

El 2 de enero de 1902, Miss Jourdain volvió sola a Versalles. Por un camino diferente, tomó una alameda que conducía a la Aldea. En el momento de franquear un puente, se encontró asaltada por la misma sensación deprimente del mes de agosto anterior: “Era como si hubiera cruzado una línea y me encontrara en su zona de influencia”.
Había una carreta que dos hombres llenaban de ramas muertas. Los hombres tenían túnicas y esclavinas con capuchones puntiagudos. Uno de los capuchones era rojo y el otro azul. Regresando de la Aldea, la paseante se perdió y se encontró en un bosque espeso donde experimentó la impresión de estar rodeada de personas con trajes de seda, mientras que le llegaban los sonidos de una música lejana.
Según las informaciones recibidas, aquel día no había orquesta tocando en el parque.
Miss Jourdain volvió una vez más al Trianón, el 12 de septiembre de 1908.
Se dirigía hacia la antigua vivienda de los guardias, cuando vio a dos mujeres sentadas en la sombra, riñendo con violencia. Una vez más, tuvo un sentimiento extraño con la misma sensación deprimente que en 1901 y 1902
“Toda la escena, cielo, árboles, edificios, temblaba como el telón de fondo de un teatro”. 
Miss Jourdain sentía dificultad para moverse, como en ciertas pesadillas. Hizo un esfuerzo para seguir caminando y abandonar la alameda. “En cuanto salí, las cosas volvieron a ser normales”.

LAS  D O S  I N G L E S A S  D I R I G E N  L A  I N V E ST I G A C I Ó N 

Mientras tanto, las dos institutrices hicieron juntas dos nuevas visitas a Versalles en 1904.
Mismo recorrido, pero todo había cambiado: ya no había kiosco, ni puente, ni el pequeño barranco, tampoco los viejos senderos cuya imagen habían conservado. Un terraplén de grava había reemplazado al césped que se extendía hasta la terraza y donde, tres años antes, estaba la dama que dibujaba, había un matorral aparentemente plantado desde hacía varios años.
Igualmente había desaparecido el espeso bosque donde Miss Jourdain se había extraviado en enero de 1902. Convencidas de haber sido transportadas a otro tiempo, Miss Jourdain y Miss Moberly hicieron investigaciones históricas, a partir de documentos (viejos libros, planos antiguos) y visitas detalladas de diversos monumentos. Encontrando numerosos detalles que correspondían a sus visiones, hicieron su extraordinario relato en An adventure que apareció en 1911.

OT R O S  T E ST I G O S 

Una familia norteamericana, el Sr. y la Sra. Crooke y su hijo, fueron confrontados a una experiencia semejante en el parque del Gran Trianón en 1908: trajes de otros tiempos y la dama que dibujaba. Ellos también habían experimentado la sensación de que aquellas imágenes  “no estaban conformes al presente” y que los trajes “pertenecían a un siglo pasado”.
Otra vez, la Sra. Cooke percibió a un hombre con traje del siglo XVIII, llevando a guisa de tocado, un sombrero de tres picos. Otro día, el Sr. Cooke, paseándose solo, oyó la música, que no podía tener lugar en ese momento: se trataba de viejas melodías tocadas con instrumentos de cuerdas de otros tiempos. A veces un curioso silbido había precedido a las apariciones, como si el aire se hubiera cargado de efluvios eléctricos o de vibraciones desconocidas.
Los Crooke se sentían oprimidos en el parque de Versalles, en una atmósfera anormal y asfixiante. Otros detalles complementarios sobre la disposición de los lugares, reúnen las observaciones consignadas por las dos inglesas. Las experiencias de la familia Crooke se remontan a 1908, tres años antes de la publicación del relato de las dos institutrices. Fue sólo en 1914 cuando la familia Crooke las conoció, comprobando numerosas observaciones semejantes. Más tarde, en 1928, otra institutriz inglesa acompañada por una antigua alumna, aunque desconociendo la existencia del libro An adventure, vivieron una situación semejante. Encontraron al jardinero vestido de gris-verde y de repente se sintieron deprimidas.
Percibieron a una mujer que llevaba una cofia alta, luego a un anciano vestido con una larga librea de un verde algo desteñido y galoneada en plata. Estaba tocado con un sombrero de tres picos. Le pidieron informaciones sobre el Pequeño Trianón, y respondió con voz fuerte y ruda, en un francés ininteligible. Tenía aspecto siniestro. Las dos mujeres se alejaron apretando el paso. Echaron un vistazo atrás, y había desaparecido. De regreso a Inglaterra, contaron su aventura y se enteraron entonces de que dos institutrices ya habían relatado eventos parecidos.
Últimos testigos conocidos: un procurador londinense y su esposa se encontraban en el camino que lleva a la Aldea el 21 de mayo de 1955. Vinieron a su encuentro una mujer y dos hombres que charlaban pacíficamente. Cuando el terceto estuvo más cerca, la inglesa fue seducida por el color del traje: un amarillo maravilloso y tornasolado, un vestido muy amplio que bajaba hasta el suelo. El marido fue más atento a los trajes de los hombres: largos abrigos negros, bragas, medias y zapatillas del mismo color, estas últimas adornadas con hebillas de plata. Al principio no percibieron lo insólito y extraño de aquellos atavíos, hasta el momento en que el marido le dijo a su esposa: “¡Es curioso! ¿Por dónde pasaron estas personas?” Esta pareja también sintió un clima opresivo y un malestar como en los otros casos.

¿ES ESE EL FANTASMA DE MARÍA ANTONIETA?

Naturalmente, Miss Jourdain y Miss Moberly pensaron que la dama que dibujaba debía corresponder al personaje de María Antonieta, reina de Francia. Los diversos testimonios fueron analizados por Andrew Mac Kenzie que llegó a identificar a ciertos personajes, ubicando la escena en el mes de agosto de 1770. Así, los dos hombres con largos abrigos gris-verde podrían ser los jardineros reales, Claude Richard y su hijo Antoine. Pero la dama dibujando no podía ser María Antonieta que no tenía entonces sino quince años. Ahora bien, la dama vista por Miss Moberly en 1901 parecía de más edad: “Su rostro no era joven, aunque bonito, no me atrajo…”.

P O S I B L E S  E X P L I C A C I O N E S 

Sensación de depresión o de cansancio, tal es el punto común que marca los diversos testimonios. Se ha sugerido la existencia de corrientes telúricas particulares en estos parajes, allí donde convergen los relatos, un lugar situado en los caminos arbolados entre el Pequeño Trianón, el Gran Trianón y la Aldea. Para explicar estas apariciones, cuyo intervalo entre la primera y la última es de más de cincuenta años, se ha sugerido la presencia de fantasmas, como en un lugar encantado.
Pero, no nos encontramos verdaderamente ante la configuración habitual de un caso de encantamiento. Los fantasmas actúan por aparición, poltergeist u otra forma en un entorno familiar que no se transforma ante los ojos de los testigos.
Se trata de fenómenos insólitos comprobados en lugares habituales: es una intervención de los invisibles en nuestro mundo sensible. En cambio en Versalles, es todo el entorno lo que se modifica. Los testigos son como transportados a otra época, a una decoración y un ambiente diferentes que ya no corresponden al entorno del tiempo presente.
Las sensaciones de extrañeza y depresión que afectan a los testigos hacen pensar en otra dimensión, como si hubieran incursionado en otro tiempo, como si hubieran franqueado una “puerta del tiempo”. 
Es la tesis que elegiremos, según lo que llamamos comúnmente un pasaje de cuarta dimensión.
Por un mensaje espírita tuvimos conocimiento de la existencia de un punto de cuarta dimensión no lejos de la Aldea de Versalles y cuya localización aproximada coincide completamente con los testimonios que acaban de ser relatados.
Entre otros fenómenos, estos lugares cargados de una teluria particular son “puertas” que trascienden nuestros datos espaciotemporales. La mayoría de las personas que atraviesan esta clase de “campos magnéticos”, no siente ni percibe nada de particular.
Pero algunas personas que se encuentran en un momento determinado en una disposición psicológica particular, pueden vivir este género de acontecimiento. ¿Por qué más precisamente estos cuatro grupos de testigos vinculados al Trianón?
Una hipótesis podría llevar a pensar que estas personas han vivido en los lugares en una vida anterior a la época dada, y que la particularidad telúrica del lugar hace resonar un lejano pasado al que se trasladan las personas.
O bien, otra hipótesis, la sensibilidad de estas personas sería propicia a que se encuentren de repente en otra dimensión, allí donde la teluria es particular. El fenómeno sigue siendo complejo, pues humanos del siglo XX se encuentran transportados a una dimensión espaciotemporal pasada, y se comunican con personajes del pasado. ¿Cómo se opera esta traslación de un tiempo a otro entre individuos que viven con más de cien años de intervalo? No tenemos todos los datos para descifrar esta asombrosa serie de fenómenos.

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