“En la casa de mi Padre hay muchas moradas.”
(Jesús de Nazareth)
¿Cuál es la casa del Padre?: Gracias a
las explicaciones que nos facilita el Espiritismo y que está comenzando a
refrendar la física cuántica, desaparece cualquier género de duda. Es
todo el Universo pero, no sólo el Universo físico, sino también el
Espiritual. Merced a los grandes avances de la Ciencia en el transcurso
de estas últimas décadas en todas las áreas del conocimiento y, más
especialmente en materia de física cuántica, genética y astronomía,
nuestra Vía Láctea, nuestra galaxia, el lugar cósmico dónde se ubica
nuestro diminuto planeta, se nos está quedando muy pequeño, al
considerar las vastas proporciones del Universo.
Cuando decimos diferentes moradas, nos
estamos refiriendo más explícitamente, a los innumerables y variados
grados de adelanto del espíritu en su larguísima ascensión evolutiva. En
paralelo, en cada planeta y en la Humanidad que lo habita, existen
múltiples niveles evolutivos y estados de conciencia.
Allan Kardec, en el Libro de los
Espíritus, establece una escala a nivel material entre los diferentes
mundos físicos desde: Mundos Primitivos a Mundos Divinos. En idéntica
medida, podemos establecer una similar escala de Mundos Espirituales,
que iría desde: Los Mundos Inferiores a los Mundos Superiores. El
infierno o purgatorio, el umbral, bajo astral, el cielo, los planos
angélicos (El Nirvana de los budistas), etc., son algunas de las
diferentes denominaciones que a lo largo del tiempo se les han venido
asignando.
También resumiremos los diferentes
grados de evolución de los espíritus fijando una escala que partiría de:
Los espíritus imperfectos o impuros hasta llegar a los espíritus
perfectos. Con ello venimos a confirmar la gran diferencia existente
desde el inicio de la evolución individual hasta la llegada a la
anhelada meta de la perfección; desde el hombre primitivo hasta el
espíritu angélico. Es un enorme camino que todos, sin excepción, estamos
obligados a recorrer. El tiempo empleado depende tan sólo de nosotros
mismos. Jesús el maestro, nos recuerda esta máxima suya: “Sed pues
vosotros perfectos, como perfecto es mi Padre”.
Sabemos que la vida del espíritu es
únicamente de una sola y única vida y, cuando decimos que tenemos
muchísimas vidas nos referimos siempre a las vidas en la materia física,
es decir cuando estamos encarnados. El hecho de encarnar, (tomar cuerpo
físico) y desencarnar, (abandonarlo), para el espíritu es sólo un
estado circunstancial. Tomamos y dejamos el cuerpo físico, (encarnamos y
desencarnamos) incesantemente, con el fin de adquirir experiencia, para
que nuestro espíritu, vida tras vida, vaya labrándose un futuro y
ascienda en la escala evolutiva de los mundos.
Lo cierto es que permanecemos más tiempo
en el espacio sin un cuerpo físico, (desencarnados), que en la Tierra
encarnados y, a medida que el espíritu crece y evoluciona, requiere
menos experiencias en los mundos físicos, hasta que finalmente, llega un
momento en su desarrollo espiritual que puede prescindir de usar nuevos
cuerpos físicos. Únicamente reencarnará cuando se le requiera, en
misiones especiales de ayuda, para servir de ejemplo y transmitir
conocimientos a las sociedades de los Mundos Primitivos y de los Mundos
de Expiación y Prueba.
Sabemos que pertenecemos a esa Cuarta
Dimensión, que podríamos también enumerar como Mundo de los Espíritus,
el Más Allá, Plano Astral, etc. Son todas ellas, diferentes
denominaciones para un mismo concepto. Pero, realmente ¿Qué sabemos
sobre esa Cuarta Dimensión?, ¿Qué misterio la envuelve?, ¿Tenemos remota
idea de cómo se vive allí?, ¿Cómo funciona?, ¿Qué nos espera en ese
Mundo?, ¿Con quién compartiremos el futuro?.
Merced a la filosofía espiritista,
contamos con muchos más conocimientos y nociones de todo aquello que nos
espera tras el fallecimiento, es decir, tras la muerte del cuerpo
físico. Existen innumerables obras dedicadas a informar cómo se vive en
ese otro mundo, ese “Mundo de los Espíritus”. Sabemos que la vida en los
planos más cercanos a la Tierra no es muy distinta a la nuestra. Y es
que la evolución no avanza a saltos, sino que se mueve paulatinamente,
paso a paso.
Por informaciones recibidas, sabemos que
existen ciudades similares a las de la Tierra, pero mucho más
adelantadas que nuestra civilización. Ciudades que sirven al espíritu de
diferentes formas, como descanso, como continuidad en los estudios,
para la investigación en numerosas áreas del conocimiento, de la
cultura, de las artes, etc. Todo ello, siempre, con el fin primordial de
aplicarlo posteriormente en los mundos físicos y alcanzar un mayor
grado de adelanto para las Humanidades que los habitan, a la vez qué,
como incentivo para el espíritu en el trabajo y la caridad.
Sin embargo en relación a los planos
superiores, nuestra mente es incapaz de alcanzar a comprender su grado
de actividad, belleza y amor. Imaginemos por un momento, cuan distante
es nuestro modo de vida en relación a las tribus perdidas que aún
subsisten y que han tenido muy escasos o nulos contactos con la
civilización. De modo similar y aún a distancia muy superior, existe una
gran diferencia evolutiva entre los habitantes de esta Humanidad y
aquellos Seres Espirituales Superiores que cuentan con miles de años más
de evolución. Ellos representan la pureza, el amor y la sabiduría.
Es necesario entender que en la vida del
espacio, no existe la contemplación, el inmovilismo o la inactividad.
La pereza es sólo propia de los espíritus atrasados que aún no han
comprendido el Plan Divino de la Evolución. El espíritu, ya en su mundo
de origen y libre de los lazos de la materia, se encuentra mucho más
desenvuelto, recupera cualidades que tenía adormecidas en la vida física
y siente en su interior impulsos de superación y progreso, de conquista
de sus valores morales. Es la semilla que se siente empujada a crecer.
Esta cuarta dimensión es la morada del
espíritu, nuestra casa espiritual. Los mundos físicos apenas llegan a
convertirse en nuestro hogar, pero son indispensables en las primeras
fases de evolución del espíritu, son la escuela, el gimnasio, dónde el
espíritu realiza su duro esfuerzo para iniciar el camino de la
evolución. Cual semilla, tiene que crecer desde las entrañas de la
tierra y luchar contra la gravedad hasta alcanzar el aire, es decir, su
elevación.
Mientras permanecemos en estas primeras
fases de evolución, apenas somos conscientes de ello, creemos incluso
que no hay más vidas y que al morir el cuerpo todo acaba con él. Muy al
contrario, la vida física es un préstamo, es la herramienta
imprescindible al ser espiritual para comenzar su larga carrera de
evolución. Finalmente, con el paso del tiempo y el aprovechamiento de
las experiencias, el espíritu ya suficientemente evolucionado, no
necesitará un cuerpo físico.
“Como es arriba es abajo”.
Cuantas lecciones y conocimientos se desprenden de este axioma que nos
llega del antiguo Egipto y que nos transmitió el sabio Hermes, “el tres
veces grande”. En la cuarta dimensión hay tantos planos espirituales,
como características de los espíritus y su grado de evolución, siempre
en función de su desarrollo; que nunca es el mismo para cada uno de
ellos, dado que no existen dos espíritus iguales en el vasto Universo.
Llegados al plano espiritual, con un
despertar bien sufriente o feliz, el espíritu es arrastrado por una
fuerza superior que le lleva al ambiente en el que debe desenvolverse.
En muchos casos, será arropado, auxiliado y protegido para llegar al
lugar que le corresponde por Ley de Afinidad para proseguir su trabajo y
progreso. En otros casos, deberá pasar por una etapa de purgatorio en
la que el dolor avivará su conciencia y, dónde comenzará a comprender el
áspero camino que le aguarda para alcanzar unas mejores condiciones.
Condiciones que habrá de ganarse con el fruto de su esfuerzo en la vida
terrena.
En definitiva, cada espíritu llegará al
lugar que le corresponda según su grado de adelanto y, allí vivirá en
las condiciones más convenientes a sus necesidades espirituales. Serán
sus propias características espirituales las que establecerán su estatus
y, junto con su determinación y voluntad para progresar y obtener
méritos, le permitirán encarnar lo antes posible y romper las ataduras
que le impidieron llevar una vida más provechosa en la Tierra. Su deseo
de mejora, el reconocimiento de los errores, su predisposición para
aprender y finalmente, su actitud frente a los cambios, harán que su
estancia en el plano espiritual sea la adecuada, estableciendo de ese
modo límites a su desdicha.
Las Leyes Universales creadas por Dios
para el adelanto y evolución de sus criaturas son justas y perfectas. A
cada uno de nosotros se nos devuelve aquello que sembramos,
ofreciéndonos a la vez expectativas que nos hagan proseguir el camino
con las mejores garantías.
La cuarta dimensión por: Fermín Hernández Hernández
©2016, Amor, Paz y Caridad
“La consecuencia de la vida futura es la resultante de la responsabilidad de nuestros actos. La razón y la justicia nos dicen que en el reparto de la felicidad a que todo hombre aspira, los buenos y los malos, no podrían hallarse mezclados. Dios no puede querer que algunos disfruten sin trabajo, de bienes que otros alcanzan sólo a costa de esfuerzos y de perseverancia.”
Allan Kardec, libro de los espíritus, “II.- Intuición de las penas y goces futuros”