El
notable escrito que reproducimos a continuación, del que es autor el
Profesor Asmara (Eduardo Anaya Mena), presidente por muchos años de la
Federación Espiritista Española y a partir de 1934 de la Federación
Espiritista Internacional, apareció en el periódico El Heraldo de
Madrid, en dos entregas, en las ediciones del 6 y el 8 de febrero de
1935, bajo el título “PÍO BAROJA. RETADO A SINGULAR
COMBATE POR EL PROFESOR ASMARA. Interesante réplica del ilustre
definidor espiritista a un artículo publicado en "Ahora", del eximio
literato”.
Es
este un acabado ejemplo del tono educado y la calidad intelectual,
filosófica y moral con que los polemistas espíritas afrontaban los
insultos, las maledicencias, las denigraciones y juicios interesados que
sobre la escuela que sustentamos periódicamente aparecían en la prensa y
en otros foros públicos.
Desconocemos
si Pío Baroja (1872-1956), una de las figuras literarias más destacadas
de la Generación del 98 recogió el guante y si la polémica siguió
adelante, pero estas líneas son por sí mismas un prototipo de por dónde
deben ir y la actitud a tomar por quienes nos declaramos espíritas. Nos
sobran las razones, nos sobran los argumentos para saber encarar con
altura las confrontaciones que nos quieran proponer sin caer en las
redes tramposas del insulto y el menosprecio de los que no piensan como
nosotros. El mismo derecho que reclamamos para sostener unas ideas que
nos parecen sólidamente sustentadas en hechos experimentales,
filosóficamente fundamentadas y éticamente elevadas, respetamos para los
que discrepan argumentadamente, con consideración y buena voluntad.
Llamo
la atención al lector sobre las conclusiones del Congreso Espiritista
Internacional de Barcelona de 1934 que se reproducen en el artículo como
sustento de la postura netamente espiritista que el Profesor Asmara
representa. Nunca antes y posiblemente tampoco después, en ningún
Congreso Espiritista, fueron mejor definidos los fundamentos, objetivos y
alcances de la ciencia, la filosofía y la ética espiritistas. Quizá lo
único que precisaríamos más es aquello que en el texto llama
“sentimiento religioso”: concordamos con el espíritu de la letra, aún
así si se substituyera por la expresión “sentimiento espiritual”, el
argumento no perdería nada y sin embargo ganaría mucho.
METEMPSICOSIS Y ESPIRITISMO
Carta abierta a don Pío Baroja.
Leo
en «Ahora» su artículo del domingo sobre «... Metempsícosis y otras
fantasías», y me pregunto, un tanto perplejo, quién ha podido decir a
usted que los espiritistas creen en la metempsicosis. ¿Ha sido quizá la
Enciclopedia Espasa?
Para
no agraviar a la verdad ha debido escribirse «palingenesia», o sea la
definición moderna y cabal de la reencarnación progresiva, única que
juega en la concepción evolucionista que admite el espiritismo, cuyo
lema es éste: «Semper ascendens».

En
su consecuencia, no hay para qué hablar del gallo de Madagascar. En eso
no creen ya ni las porteras medianamente ilustradas. Y es deplorable,
mi admirado amigo, que el pobre cretino de las sesiones espiritistas
resulte en ese punto mejor informado que un prócer de la pluma. Por
algo dice nuestra doctrina: «Nadie tan sabio que no tenga cosas que
aprender, ni nadie tan ignorante que no tenga alguna que enseñar».
Admitido
desde luego que hay porteras que creen haber sido Cleopatras, o
carboneros que aseguran haber sido faraones. Por esa parte está mejor
fundada su información; pero yo le diré que esa portera y ese carbonero
no son espiritistas en serio. Como no son católicos, por ejemplo, esas
beatas que, en fuerza de extravíos y de ignorancias, deforman por
completo su devoción. Como no será nada, en ningún sistema, todo el que
se fanatiza o cae en una aberración.
Y
añado a renglón seguido, sin ánimo de decirle nada nuevo, que la
crítica serena no puede combatir al catolicismo por las beatas, sino
discutiendo con teólogos, filósofos y santos padres. O fustigará al
fanático en su propio extravío, distinguiendo las cosas que están en los
hombres de aquellas que están en las doctrinas.
Por
último, es muy del caso advertir que cuando el espiritismo sitúa a la
reencarnación, no a la metempsicosis, como instrumento de la ley de
evolución, como explicación plausible de las cualidades innatas o de la
precocidad y como el mejor exponente de la justicia distributiva y
retributiva, se funda en conclusiones científicas y filosóficas que
merecen, cuando menos, ser conocidas antes que vituperadas.
Pruebe
usted, si quiere, a refutarlas y ya veremos de medir las armas.
Advirtiéndole que si usted nos vence, el espiritismo en masa le
agradecerá el esfuerzo hecho para sacarnos del error.
Porque
hasta el símil del hombre afeminado y de la mujer hombruna que usted
esgrime con mal disimulada ironía, es posible que tengan en este
sistema, como una aberración o accidente de las leyes de herencia
psicológica y fisiología, una explicación científica y plausible que
acaso no encontrará usted en la ciencia positiva materialista. Y éste
sería otro punto por paradoja en el cual el cretino de marras pudiera
codearse con las eminencias.
¿Ha leído usted algo moderno y solvente sobre espiritismo? Los
prejuicios que fluyen de su bien cortada pluma dan a entender que no.
O, lo que es peor todavía, que sólo ha leído lo malo; la exudación oral o
literaria de sujetos audaces o aprovechados, la extravagancia de quien
se llama espiritista como pudiera llamarse musulmán.
Conviene
al caso decir además que en orden al espiritismo, a su fenomenología y a
sus postulados nos encontramos hoy como en aquellos tiempos gloriosos
para la Astronomía que han inmortalizado a Galileo. Gran parte de la
masa vive aferrada a la ciencia de Ptolomeo. La Tierra es plana y es
fija; los astros giran a nuestro alrededor rindiéndonos pleitesía.
Y
por cierto que los hechos, muchos hechos consagrados por la ciencia
positiva de aquel tiempo, se ofrecían a la contemplación de los sentidos
como si realmente fuera plano e inmóvil nuestro pequeño mundo,
confirmando los errores del geocentrismo.
Pero,
entretanto, ese mundo seguía navegando por el piélago. Copérnico tenía
razón, aunque no se le entendía, porque su verdad chocaba contra la fe
religiosa o la fe científica de la masa. Y surgieron la conmoción y los
ataques personales, la persecución y la injuria. Como en los tiempos de
Cristo, el vulgo propende a crucificar a los redentores.
Es
que el movimiento de la Tierra no implica un simple problema de
mecánica celeste, sino la caída vertical de todo un sistema; y no todo
el mundo tiene preparación o agilidad mental para resistir estas
conmociones.
Tenemos
la pretensión de creer que estamos frente a una colisión semejante,
ante dos corrientes de ideas que huyen respectivamente del materialismo y
del espiritualismo. Si usted quiere, de la interpretación
materialista o espiritualista de la Historia, una de esas corrientes se
aferra a lo que pudiéramos llamar ciencia de Ptolomeo y, naturalmente,
no ve, ni siente los hechos y las razones, que son solamente
comprensibles en los nuevos horizontes abiertos por Galileo.
Transportando
la imagen a nuestro tiempo y al meridiano de Zaragoza, para seguir a
usted en su misino razonamiento, ¿qué duda cabe que se han tenido que
decir muchas tonterías, como usted indica, al interpretar el caso
paranormal del supuesto duende? Como habrían dicho de un meteoro o de un
cometa en tiempos de Ptolomeo.
Cuando
no estaremos tan de acuerdo es al elucidar las que lo son y las que no
lo son. Dónde están las que realmente han sido dignas de Zululandia,
aunque no lo parezcan.
Y
cuáles otras, en fin, recuerdan la anécdota de aquel otro prócer que,
indignado ante lo incomprendido, gritaba airadamente en la Academia
Francesa, cuando la primera demostración del gramófono: ¡Superchería...! ¡Superchería...!
Tonterías
aparte, usted convendrá conmigo en que el nódulo de la cuestión estriba
en saber si ese meteoro es una realidad o una ilusión de los sentidos.
Si explica su mecanismo la teoría ptolomeica o la de Galileo.
Y,
en definitiva, supuesto que por falta de tiempo o de medios se nos ha
escapado la manifestación del fenómeno, si tenemos la evidencia de «su
posibilidad», lo que vale tanto como su «realidad» en esos casos
desdichados, como el de Zaragoza1, en que los astrónomos nos quedamos sin prueba ni garantía momentáneamente.
Sí,
mi buen amigo. No se resuelven los problemas que usted ataca
estableciendo con criterio simplista que la paciencia es el genio para
el avance maravilloso de la ciencia. Lo que importa aclarar es si la
paciencia sirve para algo sin el concurso del conocimiento. Y si lo uno y
lo otro, el complejo de la inteligencia y el de la conciencia, como el
complejo vital, son un producto natural de la materia, secreción del
cerebro, resultado de la sinergia de la células, o si, contrariamente,
esos complejos son instrumentos de una entidad distinta, foco energético
e inteligente, anterior y posterior al hombre, y en función directiva y
activa en nosotros durante nuestra vida orgánica.
A
fin de que podamos entendernos, si usted lo quiere, partiendo de una
base concreta en la discusión, soy yo el obligado a decirle qué es en
rigor el espiritismo, según sus más altos definidores. Para ello nada
más adecuado que ofrecerle las conclusiones que nos acaba de dar el
Congreso Espirita Internacional celebrado en Barcelona durante la
primera decena de septiembre último.
Helas aquí;
«Esta
doctrina se propone hacer luz en el misterio del ser y del destino,
situando racionalmente los problemas que atañen a la naturaleza del
hombre y a su posición relativa en el Universo. ¿Qué somos? ¿Por qué
vivimos? ¿De dónde venimos y a dónde vamos?
¿Qué es la vida y qué la muerte ? ¿Qué el Universo como escenario de la Vida?
¿Qué
principio ordenador, qué causas o qué poderes han formado ese Universo?
¿Qué leyes lo rigen, y hacia qué fines lo conducen?
El espiritismo pretende, en fin, establecer un orden de verdades sobre todas aquellas cuestiones
Y
partiendo de ese orden propugna que los hombres se impongan
conscientemente un Código moral, una ley social, económica o política,
que se inspire en los «valores universales», científicos y filosóficos,
que estas verdades contengan.»
«Como instrumento para llegar a esas verdades, el espiritismo es, en primer término, una ciencia integral que abarca:
El estudio del alma y de sus facultades normales y paranormales.
El
de la relación posible, y desde luego cierta, del mundo visible con el
invisible; de los seres que viven en la carne y los que viven separados
de ella, después de la transición que se llama muerte.
El
de la posibilidad y la realidad de que todo lo que existe, desde los
átomos hasta los soles, esté regido o formado por la actividad de focos
energéticos o inteligentes; en definitiva, por fuerzas espirituales más o
menos complejas y en grado mayor o menor de evolución.
Pero
el espiritismo es, también por razón de sus fines, una ciencia de lo
universal, enciclopédica, en cuanto necesita aceptar, discutir o
depurar, mediante procesos estrictamente científicos, los conocimientos
conquistados por toda otra ciencia conexa, para formar de concierto con
ellas, la constelación de VERDADES DE FACTO2, madre de nuestra Filosofía.»
«Porque,
subiendo de grado, el espiritismo es, por propia naturaleza, una
filosofía que arranca unas veces de los hechos y otras do los fueros de
la razón para establecer nuestras VERDADES DE RATIO3
Y
es, también, necesariamente, ecléctica por las mismas razones que se
dieron para la ciencia a todo lo ancho y a todo lo largo de la Historia
de la Filosofía, constituyendo, por lo tanto, una Epistemología.»
Por
último, el Espiritismo tiene la clave de la verdad intuitiva y del
sentimiento religioso innato en el hombre: de esos frutos
criptestésicos, subconscientes, que toman su parte en los problemas del
conocimiento, con determinación específica en nuestro modo de sentir, de
pensar o de querer.
Esa es NUESTRA VERDAD DE FIDE4
y esa es la fuente escondida de donde fluye la religión natural: la que
no necesita de templos; ni santos, ni rito, ni clero para poner a cada
uno en, consonancia con lo superior, con la Mente Suprema,
incomprensible, que es nuestro Dios.»
"Dicho
cuanto antecede, le importa al Congreso consignar que el espiritismo
sitúa al hombre como ningún otro sistema sobre las rutas gloriosas del
conocimiento. Más cerca que ninguno de las facultades maravillosas del
espíritu, única entidad que conoce, y más cerca también de los
mecanismos somático-psicológicos que regulan la función subalterna de
conocer, marcándole vías naturales a la experiencia, a la razón o a la
fe.
Esos
mecanismos, en fin, que determinan en cada uno su ecuación personal,
«su modo de conocer». Que nadie es escéptico o crédulo, místico o
crítico, genio u obtuso, porque él lo quiera o lo haya aprendido, sino
por los fueros del espíritu y de su momento evolutivo.»
«El
espiritismo ofrece solamente verdades relativas, sólidas y bien
fundadas para cada tiempo, aunque mutables y perfectibles en el tiempo,
FACTO, RATIO y FIDE dan en esencia verdades complementarias entre sí,
que a lo largo de la función de conocimiento se perfeccionan
necesariamente.
«Semper
ascendens». Ni dogmas ni verdades transmitidas «personalmente» por los
dioses. Nuestra revelación no es en ese concepto divina, sino humana.
Porque aunque Dios está revelando eternamente su Verdad; aunque vivimos
sumergidos en ella y «somos» a causa de ella, solo podemos tener de ella
una noción finita, limitada a nuestra posibilidad de cada tiempo,
necesariamente antropolátrica, o sea captada y digerida a través de los
medios humanos, aunque estos medios hayan correspondido a hombres
cumbres, faros de la Humanidad; pero, en definitiva, hombres, por muy
altos, que se contemplen en el mundo de la Ciencia, de la Filosofía o de
la Moral.
El
Congreso subraya esta declaración para combatir desde ahora la
sugestión, el fanatismo o el extravío que crea en las almas sencillas el
mal uso dé las llamadas «verdades divinas ».
Y
ofrece, en cambio, a la consideración del mundo profano, el estímulo de
verdades humanas perfectibles, que nos brindan cada día motivos para
una superación, acercándose cada vez más a la auténtica verdad por
nuestro propio esfuerzo.»
Puede
que le parezca a usted ese plan una utopía, sobre todo si nos tasa el
tiempo para su realización. Como puede que le parezca equivocado; pero
no podrá negar que es generoso. Y que los hombres que son capaces de
sentir y de servir ese ideal no pueden ser confundidos con la gente
irregular, inmoral o extraviada. Le ruego, pues, que nos reintegre a la
consideración de personas decentes.
No
es que nos apeste la compañía de esos desdichados, criminales,
invertidos y prostitutas, aunque no frecuentamos su trato. Antes al
contrario: si queremos redimir a alguien o servir para algo en bien de
la Humanidad no hay otro remedio que empezar por los ignorantes y los
pecadores, entre los cuales se suele encontrar tantas veces, por ironías
del destino, gente sana espiritualmente hablando; como no es raro
encontrar gente degradada espiritualmente entre los sabios y los
virtuosos.
Y,
dentro del mismo orden de ideas, resulta a lo mejor que entre esa gente
que usted considera degradada y creyendo en fantasías, no siempre
encuentra el humanista o el buen psicólogo al individuo decadente y
execrable, sino a elementos que tienen inquietud espiritual: la
intuición de que más allá del horizonte sensible de la vida, en sus
horizontes racionales, hay, como presentía Hamlet, algo más de lo que
puede pesar y medir la ciencia positiva, cuyos fueros defiende usted,
sin que el espiritismo se los niegue, ya que los admite complacido en lo
que valen.
Lo
que no es científico ni caritativo es suponer que todo sea patología y
corrupción en esos bajos fondos ni que deban despreciarse sólo por ser
bajos, con criterio de egoísta, de escéptico o de miope.
Vamos
a discurrir sobre todo eso, si a usted le interesa, supuesto que el
objetivo de su artículo habrá sido poner en carne viva los problemas
involucrados en su diatriba. En cualquier caso, yo espero que ayudará
usted a corregirlos participando con su cultura en las altas funciones
de la educación popular, como diría el maestro Altamira.
Prof. ASMARA, presidente de la Federación Espirita Internacional. París, 25 de Enero de 1935
NOTAS:
1.
Se alude aquí a un famoso hecho que sucedió en una casa de Zaragoza
entre mediados del mes de septiembre y noviembre de 1934, conocido como
el “Duende Zaragoza”. En un edificio situado en el nº 2 de la calle
Gastón de Gotor habitado por la familia Grijalba y una criada llamada
Pascuala Alcocer, comienza a manifestarse una voz que sale del hornillo
de la cocina. La voz llamaba a la criada por su nombre, emitía risas,
luego insultos y llegó a establecer dialogo con los presentes, incluida
la policía que terminó por acercarse a la casa a la vista de la
dimensión pública que fue cobrando el caso. Estos enigmáticos hechos
fueron incluso reflejados en la prensa extranjera.
Los
jueces llegaron a dictaminar que El “duende” se debía a un fenómeno
psíquico que se producía tan solo en determinadas ocasiones. Todo estaba
aclarado según el juez, sin embargo, el problema aún seguía en pie, ya
que no por ello el “duende” se marchó. Sin embargo, el caso debía ser
cerrado rápidamente para “devolver el orden” a la ciudad.
El
informe forense apuntó a Pascuala Alcocer como responsable de la voz
que salía de la hornilla, a pesar de que ésta también se manifestase
incluso cuando ella no estaba en casa. Aún así Pascuala fue desterrada a
su ciudad natal.
Finalmente en diciembre de 1934, el “duende” desapareció no sin antes proferir una inquietante amenaza: “¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa, cobardes!”
Este
tipo de fenómenos los explica perfectamente el Espiritismo como
producidos por entidades espirituales que por su escasa conciencia
quedan apegadas al plano físico y que encontrando alguien que les
proporciona la energía intermediaria necesaria –alguna forma de
ectoplasma- por ser médiums inconsciente –muy probablemente Pascuala
Alcocer lo era-, pueden afectar a los medios físicos y producir
fenómenos como movimientos de objetos, golpes y raps y hasta, como en el
caso que nos ocupa, la voz directa.
2. “De facto” (de hecho) es aquello que
tiene existencia en la práctica o en la realidad sin que se ajuste a
una normativa. Por tanto las realidades que se definen o se derivan de
los mismos hechos.
3.
“Ratio” es un vocablo latino que se utiliza como sinónimo de razón. Por
tanto, es lo que es por su misma racionalidad intrínseca.
4.
“De fide”, literalmente y según su significado latino, aquellas que
tienen que ver con la fe, en este caso con una fe racional no basada en
creencias sino en convicciones fundamentadas y sentidas.