EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



sábado, 25 de abril de 2015



                                                              DOCTOR IAN STEVENSON

DOSSIER
EL ENFOQUE ESPÍRITA DE LA REENCARNACIÓN LOS PRINCIPIOS DEL ESPIRITISMO
 por EMMANUELLE PÊCHEUR & CATHERINE COURTIOL   
LE JOURNAL SPIRITE N° 100 avril 2015
“Nacer, morir, renacer y progresar sin cesar, tal es la ley” es la máxima grabada en el frontón del dolmen de Allan Kardec. Esta sola afirmación contiene el principio filosófico fundador del espiritismo: la ley de evolución para todos por la reencarnación, y por tanto, la necesidad de las vidas sucesivas.
En un primer momento, evocaremos las diferentes concepciones de este principio a través de las edades, sabiendo que son multitudes, cambiantes y sobre todo siempre el reflejo del pensamiento y la comprensión de los hombres a lo largo de sus historias y según sus culturas. Luego, definiremos el enfoque espírita de la reencarnación.
LAS DIFERENTES CREENCIAS
Desde siempre, se han ensayado diferentes teorías sobre la vida y después de la vida: la nada, la supervivencia del alma después de la muerte y las diversas creencias en vidas sucesivas. Sin embargo, en la historia de la humanidad, la noción de reencarnación siempre ha estado presente ya sea en forma de una creencia religiosa, o bajo la forma de una filosofía más elaborada.
El enfoque materialista: la nada Ciertos filósofos, como Jean-Paul Sartre, con una visión materialista, postulan la nada, planteando así el asunto metafísico: la vida no tiene sentido, el mundo es absurdo, entonces por su propia libertad el hombre puede dar un sentido a la vida para hacerla menos absurda. Todos los pensadores materialistas, al negar la noción de fuerza organizadora, Dios, colocan al hombre en el centro de todo, con la esperanza de que la humanidad, librada a ella misma, pueda desenvolverse por sí misma dentro de una idea de justicia y libertad, a pesar de que cada ser humano está condenado a desaparecer para siempre… Sin embargo, actualmente, esta corriente de pensamiento materialista pierde fuelle a favor del retorno a un pensamiento más espiritualista que todavía se hace preguntas sobre el porvenir del hombre y sobre el origen de la vida, de la que se piensa que no es única en el universo.
Los enfoques espiritualistas En el origen de las doctrinas religiosas monoteístas, se enseñaba la idea de reencarnación pero fue abandonada por hebreos, cristianos y musulmanes, a menudo por razones de poder, de cohesión social y para mantener a los pueblos con el temor de un infierno eterno. Ese fue el caso de la religión cristiana en el año 553, durante el Concilio de Nicea. Quedan, sin embargo, algunos resurgimientos de fe reencarnacionista en ciertas sectas disidentes de las grandes religiones. Entre los musulmanes, se encuentra una minoría que fue perseguida por haber preservado el principio de la reencarnación, los Drusos diseminados entre el Líbano, Siria, el norte de Israel y Jordania. Habiendo sido abandonado el concepto de la reencarnación, el dogma de la vida única ha reemplazado la creencia en las vidas sucesivas. En estas diferentes teologías, el hombre no tiene más que una sola vida; que será sancionada por un juicio divino, como el juicio final de la tradición cristiana. Se plantea entonces la cuestión de la justicia divina. Si una fuerza divina es el origen de nuestras vidas, ¿cómo concebir todas las anomalías y desigualdades de toda suerte: vidas breves, niños muertos a corta edad, diferencias extremas en cuanto a inteligencia, capacidad de amar, riqueza, pobreza, guerra y enfermedad? ¿Por qué esos millones de espíritus no tienen las mismas oportunidades durante su vida física única pero tampoco en el momento del juicio post mortem? ¿Cómo concebir un Dios injusto? ¿Cómo llegar, en una sola vida, es decir en un solo ensayo, a asimilar y practicar las virtudes universales del conocimiento y el amor?
En Grecia Examinemos otros enfoques espiritualistas que basan su reflexión en las vidas sucesivas como los de los filósofos de la antigüedad. Pitágoras y Platón consideraban el ciclo de la vida según el principio de la transmigración de las almas. La vida creada por Dios se concibe dentro de un proceso evolutivo palingenésico, que permite al alma perfeccionarse de vida en vida. Son, sin duda, los filósofos griegos y neoplatónicos quienes mejor plantearon la cuestión de la evolución reencarnacionista.
En Oriente Otras tradiciones religiosas han preservado esta idea bajo formas más ingenuas, como en el budismo y el hinduismo herederos del brahmanismo. Además, en estas tradiciones existe una diferencia entre la enseñanza vulgar destinada al pueblo y la destinada a las castas de iniciados, siendo el objetivo mantener al pueblo en un estado de ignorancia y servidumbre y así asentar el poder sobre un pueblo sometido. La idea de metempsicosis jerarquiza a la sociedad; para el pueblo dejado en la ignorancia, las almas culpables de sus malas acciones son condenadas a renacer en cuerpos de animales como sanción. Ese es el principio de un karma punitivo. En cuanto a los iniciados, ellos se benefician del privilegio de no estar sometidos a la ley kármica, y para escapar del ciclo infernal de las reencarnaciones, se debe practicar la meditación, reprimir las pasiones y dominar el cuerpo físico. La evolución es percibida únicamente en el plano individual, donde cada uno busca su propio “nirvana” independientemente del grupo social. Además, entre los budistas la finalidad significa la fusión con el “gran todo” y por tanto corresponde a una desaparición de la individualidad. Existen múltiples variantes de estos enfoques en la historia y según los países.
El druidismo La tradición celta, a través de los edificios megalíticos todavía en pie, da testimonio de un saber prodigioso y de un conocimiento iniciático que aún deja muchas interrogantes. Contrariamente a las acusaciones de barbarie señaladas por los romanos, la organización de la colectividad bajo la influencia de los druidas ya era muy elaborada; lo cual encontramos en algunos textos y en los mensajes espíritas. Las invasiones romanas hasta las fronteras de Escocia así como la cristianización de la Galia destruyeron finalmente una cultura de gran riqueza, sin duda una de las más adelantadas de toda la antigüedad. La reencarnación era comprendida allí como una evolución progresiva dentro de un ciclo que no se detenía en el planeta Tierra, sino que debía proseguir en otros mundos habitados. Los comentarios de Julio César en La guerra de las Galias aportan testimonios sobre la creencia del pueblo celta en la reencarnación. La concepción druídica era muy cercana a la idea espírita, sabiendo que los druidas practicaban la comunicación con el más allá. Desgraciadamente, no dejaron sino pocos documentos. No obstante, sabemos que hubo puntos de convergencia entre druidismo y cristianismo. En efecto, Jesús, espíritu de gran evolución, reencarnado para hacer avanzar las conciencias, recibió una enseñanza druídica durante sus desplazamientos por la Galia y Gran Bretaña. Instruyó a los apóstoles acerca de la necesidad de reencarnar para progresar. Igualmente, en la época del rey Arturo, alrededor de la Mesa Redonda se practicaba el contacto con el otro mundo. Lo cual explica que en la época de los primeros cristianos, era admitida la idea de la reencarnación que luego desapareció bajo el yugo calculador de los hombres de poder.
Las otras creencias Por otra parte, en el continente americano, de Norte a Sur, diversas tribus indígenas, los Incas de siglos pasados, los indios de la Amazonia hoy, y finalmente los Inuits del Gran Norte han creído y creen en la reencarnación según principios ancestrales que se remontan a la noche de los tiempos. Los Inuits de Alaska creen en la reencarnación igual que el pueblo Tlingit en el sureste de Alaska. El profesor Ian Stevenson, psiquiatra norteamericano fallecido en 2007, estudió largamente este pueblo, y otros, en diferentes puntos del planeta. Condujo la investigación para catalogar casos convincentes de niños que recuerdan su última vida. Pudo descubrir así toda una cultura muy apegada a la reencarnación. Los Tlingits se apoyan en el sentido de la observación y soñar con un pariente difunto es interpretado como el anuncio del renacimiento de ese mismo pariente en el entorno cercano. Ellos conciben la reencarnación en función de las afinidades y afirman que lo más frecuente es que el regreso ocurra en la misma familia. Las marcas de nacimiento son observadas para deducir de ellas la identidad de tal o cual pariente fallecido, así como los recuerdos de un niño que cuenta su existencia anterior ante padres atentos. Entre los Tlingits, la reencarnación comporta además la idea de progreso, con la esperanza de que las desdichas de una vida se borren en la siguiente. Antes de morir, ellos ya hacen proyectos para su vida futura.
El enfoque espírita de la reencarnación Abordemos ahora, la enseñanza de los Espíritus respecto a la reencarnación. La demostración se hace a un triple nivel. 1 Los Espíritus han revelado a los hombres la existencia de un principio divino; cada espíritu, creado por la fuerza causal, simple e ignorante, tiene necesidad de encarnar muchas veces en la materia para evolucionar en conocimientos y sentimientos. Conserva siempre su libre albedrío en ese recorrido evolutivo intelectual y moral que la llevará a reencarnar sobre muchas esferas (pluralidad de los mundos). 2 La trayectoria filosófica de Allan Kardec y sus sucesores respecto a esta revelación, demuestra, punto por punto, cómo esta ley cumple con las exigencias de la razón y del sentido común. Numerosos pensadores espíritas, de esa época hasta hoy, han dedicado libros al seguimiento de esta reflexión, como Gabriel Delanne en La Reencarnación, Gustave Geley en La Reencarnación y Léon Denis en Las Vidas Sucesivas. 3 Las observaciones y numerosos experimentos vienen a confirmar el principio de la reencarnación enunciado por los Espíritus. En las revistas Nº 42, 59 y 77, podrán encontrar ustedes artículos que tratan sobre las pruebas materiales y psicológicas estudiadas a través del mundo por numerosos investigadores. Los hechos han podido ser puestos en evidencia por la hipnosis (regresión a vidas anteriores de un sujeto hipnotizado), por los recuerdos espontáneos de personas que relatan su vida anterior (trabajos de Ian Stevenson y de su sucesor Jim B. Tucker, psiquiatras norteamericanos) y por las marcas físicas (marcas de nacimiento o malformaciones) cuyo origen puede ser explicado por un traumatismo vivido en una vida anterior. Durante nuestras comunicaciones espíritas, hemos podido establecer paralelismos entre elementos de vidas anteriores, revelados por los Espíritus y elementos de la vida presente. Por ejemplo, una fobia al agua en la vida presente puede explicarse por una muerte por ahogamiento en una vida anterior.

La ley de evolución
Por la enseñanza y el testimonio de los Espíritus, el principio de las vidas sucesivas ha permitido salir de concepciones religiosas y de creencias demasiado poco explícitas que conllevan numerosas inexactitudes. Veamos en qué consiste esta ley de la evolución. Cada ser humano ha tenido un punto de partida que corresponde al impulso divino. Esta fuerza causal llamada Dios, crea Espíritus individualizados en bruto, que por instinto programado, experimentan la necesidad natural de encarnar para desarrollarse en un mundo de materia. Las primeras encarnaciones se harán en mundos primitivos donde predominan los sentimientos de miedo, de angustia y el instinto de supervivencia. Poco a poco, de un planeta primario a un planeta más elaborado, el espíritu progresivamente tomará conciencia de su individualidad y despertará su comprensión, su intelecto y su emotividad. Ese progreso se cumple en múltiples vidas, necesarias para el florecimiento individual. El planeta Tierra, esfera de poca evolución, acoge Espíritus en ese camino evolutivo. Para ensanchar su conciencia, más allá del ciclo terrestre, cada uno será llevado a vivir en mundos cada vez más evolucionados. Los planetas llamados superiores son mundos muy etéreos, de menor densidad de materia,
donde son prácticamente inexistentes las vicisitudes físicas que conocemos. Para el espíritu convertido en “puro”, el punto omega corresponderá a un estadio último, donde comprende el infinito, entiende la creación y vive la felicidad suprema. Ya no tiene necesidad de reencarnar pero conserva su individualidad y participa en la creación con la fuerza activa de su amor. Para nosotros los Terrícolas, se trata de una perspectiva más que lejana, pero que nos da el sentido de la evolución que es trabajar y luchar para un mayor bienestar a compartir desde hoy.
Para comprender el proceso de la reencarnación, es necesario conocer los tres componentes del ser humano: el espíritu completamente inmaterial, el cuerpo físico y el periespíritu. Este cuerpo intermedio o cuerpo etérico es un agente fluídico de energía, una envoltura sutil de textura muy tenue, indispensable para el proceso de reencarnación. Es el vehículo del espíritu; le permite manifestarse, actuar a través del componente material, conservar la conciencia y el recuerdo. Actúa como un aparato registrador y almacena el conjunto de lo vivido durante las sucesivas encarnaciones. El periespíritu permite el proceso vital sin el cual la materia no tendría realidad organizada. Es el principio organizador y activo del alma definido por Gustave Geley como el dínamo-psiquismo. Abordemos ahora el aspecto psicológico de la reencarnación a través del inconsciente y el consciente. Las primeras encarnaciones responden a un proceso natural espontáneo e instintivo para el espíritu que aún no tiene conciencia de sí mismo. Es la inconsciencia. Necesitará cierto número de vidas instintivas, pasos por el más allá, también inconscientes, que corresponden a la turbación, luego regresos instintivos para que, progresivamente, emerja en él, en primer lugar una conciencia de sí mismo, después de los otros, luego la conciencia también progresiva de su origen divino y de su naturaleza espiritual. El espiritismo nos enseña que la evolución es un fenómeno lento, largo y difícil, pues el espíritu siempre es libre de negarse a avanzar, aprender y corregirse, hasta el momento en que su comprensión amorosa del mundo prevalezca sobre su egoísmo. Es preciso, pues, aceptar que la reencarnación corresponde a la emergencia lenta y difícil, pero necesaria, de la conciencia del espíritu, haciéndole salir de sí mismo para ir hacia los demás dentro de un amor siempre creciente. Es así como hay que comprender la reencarnación o palingenesia según la fórmula espírita.
Conociendo esta realidad espiritual evolutiva, una sociedad reencarnacionista permitiría acoger mejor a los Espíritus que regresan teniendo información, por medio de la comunicación espírita, acerca de una o muchas de sus vidas anteriores para ayudarlos y guiarlos mejor en su vida presente. Nuestra sociedad no sería sino más solidaria pues, quiérase o no, todos estamos vinculados unos a los otros por esta ley universal y amorosa que es la palingenesia.


martes, 21 de abril de 2015



CIENCIA & ESPIRITUALIDAD

DEL MATERIALISMO AL ESPIRITUALISMO: LOS AVANCES DE LA CIENCIA ACTUAL
por ETIENNE BERTHAUT

LE JOURNAL SPIRITE N° 100 avril 2015

«Como todos los hombres, sin duda, desde los pintores de Lascaux —quizás mucho antes—hago la pregunta del sentido de nuestra vida y de la existencia de un más allá, de una trascendencia, cualquiera que sea su forma. El azar, una vez más, es un elemento fundamental del crecimiento de la complejidad. Pero, ¿es él la suprema instancia? ¿Todo “eso” es fruto del puro azar? No lo creo. ¿Pero entonces? ¿Qué o quién? Me gustaría tanto saberlo… Con frecuencia me preguntan: “¿Es creyente?” Yo respondo: “Pienso que sí, ¡pero no sé en qué”!» - Hubert Reeves (Convicciones Íntimas)

Desde hace más de un siglo, la ciencia oficial se ha desmarcado totalmente del espiritualismo, rompiendo ese vínculo natural y secular que se había establecido desde los precursores de la Antigüedad conciliando la noción de ciencia, dentro del enfoque fenomenológico explicativo de las cosas a partir de la observación experimental de los hechos, y la noción de filosofía, respondiendo ésta a la reflexión metafísica innata del hombre, por ese enfoque intuitivo de una dimensión espiritual, incluso divino, de la explicación de la realidad. Sin embargo, por una parte las teorías llamadas materialistas responden cada vez menos a las preocupaciones fundamentales de una humanidad que aún se busca, y por otra parte la ciencia oficial ve llegar cada vez más investigadores y científicos que, confrontados a la evidencia de ciertos hechos o descubrimientos, pero también a la apertura de un pensamiento menos presuntuoso, toman el camino contrario y se comprometen en reflexiones más metafísicas. A la hora de estas dos comprobaciones, la ciencia actual parece efectuar desde hace varios años un cambio fundamental de rumbo. Y es a través de varios campos, como la física de las partículas y la comprensión de lo infinitamente pequeño a través de la física cuántica; como la medicina con la consideración de nuevos enfoques médicos, hasta entonces vilipendiados como el magnetismo o la hipnosis; y como también la astrofísica que ya no excluye la posibilidad de vida más allá de la Tierra, que estos avances de una ciencia que comienza una verdadera mutación son los más significativos. Vamos a ver cómo lo impensable de ayer, dentro del estrecho espíritu cientificista de los inmutables conocimientos del siglo XIX, se convierte en lo posible de hoy y en una certeza para el mañana, en ese camino renovador de una reconciliación definitiva de la ciencia con lo espiritual, la noción de Dios, y la existencia del espíritu.

EN LAS FUENTES DE UNA CIENCIA MATERIALISTA
En 1898, el gran químico Marcellin Berthelot afirmaba: “Gracias a la ciencia, desde ahora el conocimiento del universo está concluido”. Los descubrimientos científicos del siglo XX desmintieron rápidamente sus palabras y hoy los sabios son mucho más modestos ante la complejidad y sutileza de las leyes que rigen un Universo todavía muy enigmático. Pero esta afirmación es sintomática de un estado de espíritu científico heredado del cientificismo,(*) verdadera “religión de la razón” que de manera recurrente había anunciado la muerte de Dios gracias a las victorias de la ciencia, y teniendo él mismo sus raíces en el racionalismo de Descartes, las ideas de Condorcet sobre las ciencias positivas, y más cerca de él, el positivismo de Auguste Comte. En cuanto al espiritismo científico, sin embargo, éste conoció su edad de oro entre las dos guerras, con cientos de experiencias con médiums de efectos físicos (ectoplasmia, materializaciones…) y, gracias a formas operacionales y condiciones experimentales sin concesiones, y a través de múltiples actas e informes, dio testimonio de manera absoluta de la existencia del Espíritu en su dimensión
espiritual. No obstante, después de la desaparición de los principales protagonistas de estos trabajos que —es preciso recordarlo— eran (o se volvieron) espíritas convencidos, los científicos embarcados en el desarrollo del movimiento metapsíquico a partir de los años 1925-1930, no se interesarían más que en el aspecto puramente físico de los fenómenos, dejando a un lado la causa original y olvidando la dimensión filosófica. ¿Cuáles fueron las razones de este deslizamiento de la ciencia hacia el puro materialismo? Son múltiples, pero llaman la atención algunas ideas fundamentales. La primera —y más importante— reúne un desvío del enfoque experimental, con la aparición en la época de medios de investigación inéditos que redujeron la investigación al mero aspecto mecanicista de las cosas. Limitándose así al campo estrictamente material, la naciente ciencia metódica y experimental creyó entonces erradamente demostrar la no existencia de un principio inmaterial, libre, inteligente y no sometido a las leyes mecánicas universales, porque se liberaba de él. El error fundamental de los materialistas ha sido entonces creer que su concepción era científica porque se alejaba de los dogmas religiosos. Como observó con justeza el filosofo Henri Bergson, se ha ataviado con el título de afirmación científica esta concepción llamada materialista que no es, de hecho, más que una hipótesis puramente ideológica o un simple postulado. Derivando de la misma desviación del enfoque experimental, el segundo error fundamental de la ciencia moderna fue no querer considerar a toda costa que sólo podía ser calificado de científico el fenómeno renovable en condiciones rigurosamente dadas. Este dogma reductor excluía entonces de entrada una multitud de conocimientos científicos del campo de la ciencia estándar como la astronomía, la meteorología, la sismología, o más aún, las ciencias humanas en las cuales el método científico tradicional es prácticamente inaplicable. Esta rigidez científica, basada en un enfoque estrictamente material de las cosas, no ha podido, ni ha sabido, integrar las especificidades de la fenomenología en la que ciertos hechos —como en espiritismo— no pueden responder satisfactoriamente a todas las exigencias propuestas. Y para rematar todo, a partir de la misma época la ciencia se dividió cada vez más en diversas disciplinas. Hasta comienzos del siglo XIX, por lo menos, los científicos que se llamaban, más comúnmente “sabios” abarcaban una amplia diversidad de campos: se era tanto filósofo como matemático, se ocupaba de física sin omitir estudiar la teología o las nacientes ciencias humanas, se podía ser igualmente escritor o hasta artista. Desde hacía siglos había, pues, esa conexión natural y auténtica entre lo material y lo espiritual, entre la ciencia pura y la filosofía, la una sabía nutrirse de la otra y aportar chispas de reflexión suplementarias, suplementos de alma de alguna manera, que ciertamente permitían avanzar en armonía, pero sobre todo en totalidad, dentro de la comprensión de las cosas, del mundo y de la naturaleza. Esta multidisciplinariedad en una sola persona autodidacta ya no fue más posible desde el instante en que los descubrimientos y teorías acumuladas complicaron notablemente cada naciente disciplina científica. Considerando que un solo cerebro no podía dominarlo todo, los científicos se vieron obligados a especializarse para adquirir el dominio necesario de su disciplina, mientras que las enseñanzas escolares y universitarias también se especificaron y se volvieron pasos obligados. Así ya no hubo más ninguna posibilidad de aprendizaje autodidacta ni de vínculos entre los diversos campos y saberes que hasta entonces habían alimentado el espíritu humano. Irremediablemente, la ciencia se desconectó entonces de lo inmaterial en el sentido amplio, es decir de la filosofía y de la espiritualidad. Materialismo que rechaza un principio no material, rigidez de la repetitividad experimental, separación entre las disciplinas científicas, es todavía hoy en día la situación que perdura notablemente en la ciencia de hoy, con esta dicotomía un tanto caricaturesca pero exactamente representativa: espíritu = religión, y ciencia = materia.

OTRO ESTADO DE ÁNIMO CIENTÍFICO PARA UN NUEVO ENFOQUE ENTRE CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD
Relanzar el enfoque científico por un camino nuevo, por el camino perdido donde ciencia y espiritualidad eran hermanas complementarias, donde el valor del razonamiento metafísico tenía igual fuerza que el valor de la observación de un hecho reproducible, responde ante todo a un asunto de estado de espíritu de la comunidad científica. En el tiempo del espiritismo científico, fueron numerosos los sabios e investigadores, a cual más eminente y respetable, que con paciencia y objetividad, supieron afirmar con absoluta certeza la existencia de un principio espiritual llamado espíritu. Entre ayer y hoy, las cosas no han cambiado fundamentalmente, y aquellos hombres de ciencia no tenían nada de particular, o nada más que los de hoy, excepto la amplitud de miras, la apreciación y la humildad necesarias. La ciencia de hoy no difiere de la de ayer más que por la notable evolución de las técnicas de investigación y experimentación, y un conocimiento mucho mejor de ciertas leyes físicas y materiales, pero el enfoque fenomenológico por el método de la observación sigue siendo absolutamente el mismo. Lo que hace el resto, es la actitud y la ética del científico, en el noble sentido del espíritu científico, que acepta por ejemplo la parte de incertidumbre y lo inesperado de los fenómenos espíritas, lo cual no impide en absoluto la rigurosa observación de los hechos y su repetición. Ser científico, es tener la perspectiva necesaria para darse cuenta de que el conocimiento es sólo una herramienta y no el saber total, es admitir que hace falta aprender sin escuelas, sin definiciones, sin prejuicios y sin definiciones materialistas. Durante ciertos fracasos en los años 20, en experimentos con médiums de efectos físicos realizados por científicos que no tenían el estado de ánimo adecuado y la apertura necesaria, el error fundamental fue concluir: “Puesto que no hemos visto nada, ¡es porque nunca hubo nada!” Aún hoy, existe esa dificultad en el mundo científico, de aceptar experiencias vinculadas a las
fuerzas del espíritu y su existencia, de considerarlas como serias y susceptibles de abrir otros campos de investigación científica. En la medida en que allí no se puede aportar una explicación “racional”, el consenso es decir más bien que eso no existe. Finalmente, ser científico es saber salir del marco inicial de su saber para adaptarse a la realidad de la cosa estudiada que existe como tal delante de él, y no tratar altaneramente de hacerla entrar en ese marco fatalmente restrictivo e imperfecto de un conocimiento limitado por el enfoque materialista o mecanicista. Ahora bien, ¿qué comprobamos hoy, en ciertos campos científicos? Que numerosos experimentos, numerosos hechos observados o descubrimientos recientes, a fuerza de ir cada vez más lejos en la complejidad y el detalle del análisis, ponen a los científicos justamente fuera del marco. Y a fuerza de repetitividad, esos mismos científicos se encuentran enfrentados finalmente a evidencias que obligan a revisar juicios y certezas establecidos, pero sobre todo, que invitan a más humildad. Esta situación trae en paralelo todo un conjunto de reflexiones, personales o compartidas entre colegas, que plantean preguntas sobre el principio mismo de la ciencia, sus objetivos, su trayectoria, su autenticidad. Se trata allí de una verdadera revolución de carácter filosófico de la ciencia acerca de ella misma. Y en muchos libros, en las palabras de cada vez más investigadores, se encuentra poco a poco el camino de la reflexión metafísica que se inicia de nuevo. Es un cambio de estado de espíritu de gran importancia, nuevo desde hace algunos años, donde ya no se vacila —cosa inimaginable hace algunos decenios— en afirmar hasta convicciones personales, filosóficas, espirituales, incluso religiosas, que pueden alimentar de nuevo la reflexión científica fundamental. La ciencia está aprendiendo —o reaprendiendo— cómo estar más cómoda con todos estos temas. El muro que, desde hace más de siglo y medio, separaba ciencia y espiritualidad se derrumba, la costumbre que tenían los científicos de oponerse, ahora se pulveriza, y vamos a ver de qué manera a través de algunos representantes significativos.

JEAN STAUNE Y UN DIÁLOGO RESTABLECIDO ENTRE CIENCIA Y FILOSOFÍA
Hay personas como Jean Staune, que tratan de reconciliar más intensamente la ciencia y la filosofía, para restaurar el lugar de la ciencia en el terreno de la espiritualidad. Este filósofo de las ciencias y ensayista, nacido en 1963, es diplomado en paleontología, matemáticas, gestión y ciencias políticas y económicas. Antiguo colaborador científico de la Escuela Politécnica de Lausana, es secretario general de la Universidad Interdisciplinaria de París. Ha escrito numerosos libros fundamentales sobre las implicaciones filosóficas de la ciencia. Estableciendo una notable síntesis sobre las implicaciones metafísicas de la ciencia contemporánea, su última obra Notre Existence a-t-elle un sens? (¿Tiene sentido nuestra existencia?) ha sido celebrada por la crítica científica. Afirma que recientes descubrimientos científicos, como el que ha llevado a la física cuántica que abordaremos más adelante, tienen en sí iguales implicaciones filosóficas y metafísicas, independientemente de toda implicación teológica o religiosa. Estos descubrimientos dan incluso una nueva credibilidad a las concepciones no materialistas del mundo y del hombre, y coinciden con ciertas intuiciones de las grandes tradiciones, monoteístas o no. Organizador desde hace veinte años de numerosos coloquios internacionales, sobre temas vinculados a la ciencia, la filosofía y la religión, defendiendo un diálogo entre ciencias y religiones, denunciando las desviaciones oscurantistas comprobadas en este campo. A propósito de la física cuántica afirma, por ejemplo, que “vivimos una revolución conceptual que hace más fácil tener una visión religiosa del mundo y más difícil una visión materialista de éste. Hay pues, en nuestros días, una mayor compatibilidad entre la ciencia y una visión espiritual del mundo”. He aquí una visión muy nueva que se introduce poco a poco en los debates sobre la ciencia, compartidos con científicos de renombre que pueden conservar todavía una impregnación materialista, pues hasta los materialistas, todavía ampliamente mayoritarios en la comunidad científica, ya no cierran la puerta a este diálogo, más que estimulante, donde los cuestionamientos de fondo sobre la existencia de Dios, el porqué del universo y la espiritualidad en sentido amplio, ya no son considerados como tabús.

TRINH XUAN THUAN Y EL PRINCIPIO ANTRÓPICO
Otro caso particular, característico de esta nueva generación de científicos que progresivamente comienzan a considerar y sostener una extrapolación espiritualista de la ciencia, es el de Trinh Xuan Thuan. Nacido en 1948 en Vietnam, Trinh Xuan Thuan es un renombrado astrofísico, profesor en la Universidad de Virginia, investigador en el Instituto de Astrofísica de París, y miembro también de la Universidad Interdisciplinaria de París. Es igualmente escritor, pero también budista, y a través de sus libros ha explicado y desarrollado especialmente sus posiciones en favor del principio antrópico. El principio antrópico no es una concepción filosófica carente de argumentación científica según la cual, puesto que existen seres como el humano (anthropos en griego), el Universo es necesariamente compatible con su existencia. En otras palabras, se estipula que el Universo (y por tanto los parámetros fundamentales de los que éste depende) debe ser de tal manera que permita el nacimiento en su seno de observadores en cierto estadio de desarrollo. El estudio pormenorizado de las consecuencias de esta afirmación lleva a profundas consecuencias en física y en particular en cosmología, donde parece que las leyes de la física están sujetas a un número asombrosamente importante “de finos ajustes” sin los cuales jamás hubiera podido producirse en el Universo la emergencia de complejas estructuras biológicas. En efecto, así lo afirma Trinh Xuan Thuan: “La moderna astrofísica nos dice que la aparición de la vida y la conciencia a partir de la ‘sopa primordial’ depende de un arreglo extremadamente preciso de las leyes de la naturaleza y de las condiciones iniciales del Universo. ¡Se hubiera cambiado aunque fuera algo la intensidad de las fuerzas fundamentales y no estaríamos aquí para hablar de ello! Entonces, ¿azar o necesidad?” Si existe esa comprobación de un arreglo tan fino de las constantes físicas del Universo, como para permitir la existencia del ser humano tal y como es, entonces ciertos científicos defienden la idea de que en el origen de la vida sobre la Tierra habría una “Intención”, pues sus condiciones de aparición son tan precisas que no podrían ser fruto del azar. Frente a esta armonía del universo, su coherencia, su perfección y también su belleza, nos encontramos ante la idea de un origen extra-normal, como la noción de una suerte de Gran Arquitecto como causa de todo. Desembocamos así en el Dios explicado por los espíritas, la gran fuerza creadora en el origen de todas las cosas. Este principio suscita desde hace veinte años numerosos debates en la comunidad científica, porque entra abiertamente en una reflexión metafísica, incluso teológica y religiosa del Universo. De allí la afirmación de ciertos astrofísicos de convicciones de orden espiritual a título más personal, pero a este título dejemos concluir a Trinh Xuan Thuan: “No puedo pensar que la armonía, simetría, unidad y belleza que percibimos en el mundo —desde los delicados contornos de una rosa hasta la majestuosa arquitectura de las galaxias— pero también, de manera mucho más sutil y elegante, las leyes de la naturaleza, sean sólo producto de la casualidad. Si aceptamos la hipótesis de un Universo único, el nuestro, creo que debemos postular la existencia de una causa primera que ha reglamentado el Universo desde su comienzo para que tome conciencia de sí mismo”. (El Caos y la armonía).

FRÉDÉRIC LENOIR Y EL PUNTO DE VISTA DE LOS FILÓSOFOS
Si bien corresponde a los científicos reconsiderar el punto de vista filosófico, es necesario observar también que los literatos se interesen por este nuevo enfoque científico y por el discurso de estos investigadores que quieren preconizar un diálogo recuperado entre ciencia y espiritualidad. Al mantener esta relación encontrada, todos alaban los cuestionamientos y debates que parecen esenciales para una mejor comprensión del mundo y de nosotros. Citemos a Frédéric Lenoir, nacido en 1962, filósofo, sociólogo, conferenciante, periodista y escritor, y autor de numerosas obras de filosofía y sobre las religiones. Antiguo director de la revista Le Monde des Religions, firmó en enero de 2010 el editorial de un dossier especial dedicado a Dios y la ciencia, dando “la palabra a científicos de renombre internacional que llaman a tal diálogo. En efecto, no son tanto los religiosos como los hombres de ciencia, que cada vez son más numerosos, los que preconizan un nuevo diálogo entre ciencia y espiritualidad. Para una gran parte eso mantiene la evolución de la propia ciencia durante el siglo pasado. A partir del estudio de lo infinitamente pequeño (mundo subatómico), las teorías de la mecánica cuántica han mostrado que la realidad material era mucho más compleja, profunda y misteriosa que no se la podía imaginar según los modelos de la física clásica heredada de Newton. Al otro extremo, el de lo infinitamente grande, los descubrimientos en astrofísica sobre los orígenes del Universo, y especialmente la teoría del Big Bang, han barrido las teorías de un Universo eterno y estático, sobre las que se apoyaban numerosos sabios para sostener la imposibilidad de un principio creador. En menor medida, las investigaciones sobre la evolución de la vida y sobre la conciencia tienden hoy a relativizar las visiones cientificistas del ‘azar que lo explica todo’ y de ‘el hombre neuronal’. Los científicos forman parte a la vez de los hechos —lo que se ha convertido en ciencia desde hace un siglo— y de su propia opinión filosófica: ¿por qué la ciencia y la espiritualidad pueden dialogar de manera fecunda dentro del respeto a su respectivo método? Yendo más lejos aún, otros investigadores aportan su propio testimonio de científicos y creyentes, y dicen las razones que les hacen pensar que, lejos de oponerse, ciencia y religión tienden más bien a converger”.
Según la opinión de los filósofos que se interesan en la cuestión, el pensamiento científico permite a los seres humanos liberarse de una parte de sus temores, rechazando sin cesar las fronteras de lo desconocido. Reconectándose con la espiritualidad, compromete el pensamiento humano a excluirse además de todos los dogmas, incluido el de su propia omnipotencia. Rechazar en su propio campo todo principio de autoridad arbitraria, allí está quien es tan salvador como para ayudar a la ciencia a (re) descender de su pedestal materialista.

UNA CONDUCTA SOSTENIDA POR EL MÁS ALLÁ DESDE AYER HASTA HOY
Se comprueba entonces una saludable competencia, una nueva efervescencia, en estos cambios e interacciones entre científicos por una parte y filósofos o espiritualistas por otra. Considerar lo que como espíritas damos por sentado, a saber la existencia del espíritu, desgraciadamente nosotros aún no contamos allí. Pero, desde hace decenios, los Espíritus científicos que se han manifestado en sesiones espíritas siempre han recordado lo que la ciencia tenía que reconquistar. Y siempre ha habido una esperanza impulsada por estos espíritus desencarnados, físicos de ayer, que han podido participar en esta reconquista y que tratan de influenciar a todos estos investigadores encarnados de hoy para ir a largo plazo en el tan esperado sentido del reconocimiento del Espíritu. Así se expresó ya el espíritu Paul Langevin, físico francés, en un mensaje recibido en marzo de 1984: “… Ahora Dios debe intervenir en la Tierra, en el seno de la investigación física fundamental, lo que hubiera podido parecer hace treinta años, una aberración mental. Una extrapolación espiritualista de la ciencia comienza progresivamente sobre el planeta Tierra a volverse posible, presumible, factible, sin que eso estorbe para la investigación fundamental de carácter oficial. El progreso está pues allí, está presente. En cuanto a nuestros espíritus, ellos no están presentes sólo en la sesión espírita, están presentes en los laboratorios de investigación, están presentes al lado de ciertos investigadores actuales encarnados sobre este globo, y se manifiestan como pueden, es decir tratan de influenciar a esos mismos investigadores en un sentido profundamente humanista que, por consiguiente, no puede ser sino de esencia espiritual. La humanidad no puede encontrar su verdadera dimensión más que en el reconocimiento del espíritu. El reconocimiento del espíritu, a nivel de la estructura atómica de la materia, está a la orden del día y, en eso, nuestras esperanzas son grandes”. Mucho camino queda todavía por recorrer, pero mensajes recientes nos han llamado la atención sobre este innegable acercamiento entre ciencia y metafísica, y al parecer descubrimientos afines, a la manera del reconocimiento del doble etérico, poniendo de manera evidente al materialismo frente a su propio crepúsculo. Mensaje del espíritu Albert Einstein recibido en abril de 2014: “Vengo a alentar un trabajo científico que, poco a poco, año tras año, orienta su pensamiento de manera diferente tratando de debilitar ciertos límites que el materialismo había impuesto desde hace muchos decenios. La esperanza es grande, de ver en adelante una reflexión metafísica invadiendo a investigadores cada vez más numerosos a los que sin descanso tratamos de influenciar hacia otras vías, otras perspectivas. No hay otras orientaciones, y cada vez más, se comprueban límites infranqueables sin integrar otros criterios, espirituales, divinos; es decir abrir la puerta a un campo de exploración que hará acercar al hombre de ciencia a su naturaleza espiritual y a su paternidad divina. Cada vez hay más hombres y mujeres sinceros que se aventuran, con prudencia pero con lucidez, sobre todo en el campo de la astrofísica, la cosmología y la exo-biología. Somos muchos los que acompañamos esta transformación. Estén atentos a ciertas declaraciones en los años por venir”. Mensaje del espíritu Marie Curie recibido en junio de 2014: “Mi acción en el más allá tiene continuidad y materialización tanto en investigación como en nuestra influencia cierta sobre los científicos encarnados en vuestro globo. A este respecto podemos decir que las conclusiones y apariciones oficiales civiles con vistas a la incontestable puesta en evidencia del periespíritu están a punto de llegar a buen término. No puedo decir lo mismo respecto a la puesta en evidencia del principio espiritual necesario para la realización duradera y explotable del fenómeno fusional del átomo. Es perjudicial que en nombre de su complejidad la ciencia se haya dividido en compartimientos, y que los intercambios interdisciplinarios sean insuficientes, pues nadie duda que la convergencia hacia la realidad del espíritu sería más rápida. Muchos de vuestros hombres de ciencia integran la idea de un gran arquitecto, pero omiten la posibilidad de que el hombre pueda poseer esa parcela divina, piedra angular en la comprensión y puesta en práctica de fuerzas decuplicadas. Es hacia ellos que dirijo mis pensamientos”.

LOS AVANCES CONCRETOS 
En la práctica, es así en algunos campos precisos, incluso muy concretos, donde los avances de una ciencia que comienza una real mutación metafísica son más significativos. Los hombres de ciencia no siempre explican las cosas, pero comprueban y
trabajan a partir de análisis y de comprobaciones que les hacen salir ampliamente del campo estrictamente materialista. El primero de ellos se refiere al de la física de las partículas y más precisamente los recientes avances desde hace algunos decenios en lo que se llama la física cuántica (del nombre “quanta” que significa “partícula”). El estudio de la estructura de la materia se ha complicado cada vez más desde comienzos del siglo XX para describir las partículas, las fuerzas a las que están sometidas, y los campos intercambiados entre ellas (ver artículo p. 23 “De la materia a lo espiritual, una historia de partículas” - Journal Spirite Nº 92). Y es el estudio de las interacciones a nivel subatómico entre estas partículas lo que constituye la física cuántica, disciplina que sigue siendo ante todo una teoría probabilista de predicción de ocurrencia de ciertos estados de las partículas. Y es forzoso constatar que son comprobadas, y verificadas por la experiencia, propiedades muy extrañas, que revolucionan la noción del determinismo y chocan hasta con el sentido común habitual del razonamiento intuitivo. Así, partículas sin masa, sin realidad material aparente, pero cuyas demostraciones implican su existencia, bordean las partículas materiales más conocidas que componen la materia inerte. El último gran descubrimiento hasta la fecha es el de julio de 2012 de la partícula del boson de Higgs, denominada la “partícula de Dios”, ¡porque era inasequible desde hacía decenios y permitiría explicar por qué ciertas partículas tienen masa y otras no! En otras circunstancias, es hasta la noción de espacio-tiempo la que es preciso repensar con el principio de la no-localidad o no-separabilidad: bajo ciertas condiciones, dos partículas están en relación de tal manera que una tiene influencia sobre la otra y eso instantáneamente, o sea mucho más rápido que la velocidad de la luz, y ya sea que las partículas estén a algunos metros o a decenas de kilómetros una de la otra… ¡En cierta forma a la imagen misma de la transmisión instantánea del pensamiento! Otro campo, mucho más accesible a nuestra cotidianidad, se refiere a los avances de la medicina que desde ahora puede integrar otros tipos de medicina, terapias hasta ahora rechazadas porque no son oficiales, terapias complementarias no alopáticas, como el magnetismo o la hipnosis. Desde hace varios años, son cada vez más utilizadas para disminuir los efectos indeseables de tratamientos agresivos o para calmar el dolor, entre otras cosas. Respecto al magnetismo, finalmente se ha instaurado un diálogo entre curanderos, magnetizadores y médicos reputados que hoy ya no dudan en recurrir a esta técnica. Ciertos servicios hospitalarios, servicios de emergencia, como en Saint-Brieuc, Rodez, Annemasse, Marsella, o París para citar sólo algunos, pero también en Suiza o los Estados Unidos, confirman que han recurrido de manera oficiosa a la práctica magnética para detener las quemaduras luego de un accidente o durante tratamientos de cáncer por radioterapia, calmar esguinces, hacer desaparecer un herpes, acelerar una cicatrización, etc. Otra terapia cada vez más utilizada es también la hipnosis. Ésta ha encontrado sus cartas de nobleza desde la creación en el año 2000 del primer diploma universitario de hipnosis en la Pitié-Salpêtrière de París. Utilizada oficialmente, pues desde entonces es reconocida, la hipnosis se desarrolla en numerosas especialidades, especialmente en Bretaña, región piloto en este campo, con el CHU (*) de Rennes: muchos médicos, internistas, psiquiatras y psicólogos, pediatras, anestesistas, dentistas, oftalmólogos y tantos otros han recurrido a la hipnosis en múltiples campos de aplicación. El CHU de Lieja en Bélgica la utiliza mucho, por ejemplo en anestesia-reanimación, para administrarla en operaciones quirúrgicas benignas. (*) Hospital Universitario (N. del T.)
Un tercer dominio donde el campo del procedimiento científico permite la reflexión espiritual y filosófica se refiere a la comprensión de lo infinitamente grande, en disciplinas como la astrofísica, la cosmología y la eventualidad de una vida extraterrestre. Con el descubrimiento desde 1995 de exo-planetas fuera del sistema solar, existe un interés creciente en cierto sector de la comunidad científica por la posibilidad de vida extraterrestre: físicos y astrofísicos reputados, tales como Hubert Reeves, Jean-Pierre Luminet o Trinh Xuan Thuan, al que ya hemos citado, son favorables al carácter universalmente extendido del principio de vida en todas partes del cosmos. En enero de 2015, había 1.804 exo-planetas censados oficialmente, en 1.109 diferentes sistemas planetarios. Varios miles de exo-planetas suplementarios, descubiertos por medio de telescopios terrestres o de observatorios espaciales, como el Kepler, están en espera de confirmación. Extrapolando a partir de los descubrimientos ya efectuados, existirían por lo menos 100 mil millones de planetas nada más que en nuestra galaxia, como lo confirma un estudio reciente llevado a cabo por un equipo internacional de investigadores (información Science & Avenir Febrero de 2015). Sin abordar, no obstante, el fenómeno OVNI, de difícil acceso entre verdades, mentiras y desinformación, hablar de la vida extraterrestre con todas las consecuencias filosóficas que ello implica, ya hoy no es un tabú, como ya daba testimonio de ello el astrofísico Hubert Reeves en 2002: “Uno de los descubrimientos fundamentales de estos diez últimos años, es que la vida es mucho más robusta de lo que se pensaba. Antes, se creía que ésta sólo existía en límites físicos muy estrechos. Que la vida sea mucho más resistente de lo previsto nos lleva a cuestionarnos. Hoy en día, uno es mucho menos categórico, la comprobación de ignorancia nos inclina a más modestia. Hasta se dice que quizás todavía hay vida que duerme en Marte, pues ciertas bacterias parecen poder hibernar durante millones de años. Menos personas se atreven a afirmar que la vida sólo puede aparecer sobre una hermana gemela de la Tierra”.

CONCLUSIÓN
Cercano a las ideas de Spinoza, sobre un Dios que se revela a sí mismo en el orden armonioso de lo que existe, autor de varios textos que tratan de las relaciones entre ciencia y religión, el célebre Albert Einstein nos ha dejado algunas hermosas reflexiones filosóficas, donde lo espiritual, pero también Dios, se mezclan, a veces con humor, a la reflexión científica. Una de sus famosas observaciones está inscrita en alemán en el vestíbulo de la universidad de Princeton (Estados Unidos) donde enseña: “Dios es sutil, pero no es malicioso”. Eso significa que el mundo que Dios ha creado es complejo y difícil de comprender para todos, científicos incluidos, pero que no es arbitrario e ilógico, es decir inaccesible a la razón humana. La ciencia y la espiritualidad representan, ambas, los esfuerzos del hombre que trata de comprender su Universo y a fin de cuentas deben tratar de la misma “sustancia”. Mientras el pensamiento humano parece querer progresar en estos dos campos, estos últimos deben evolucionar juntos por un mismo camino, y nosotros, espíritas y Espíritus reunidos, no podemos sino regocijarnos y alentar este acercamiento comprobado desde hace ya varios años. Ciencia y espiritualidad deben converger, y de esa convergencia nacerá una nueva fuerza para ambas, que sabrá hacer emerger por fin un hombre nuevo, en el reconocimiento de su naturaleza intrínsecamente espiritual, la del espíritu finalmente comprendido y reconocido. n (*) Cientificismo: Visión del mundo surgida en el siglo XIX según la cual la ciencia experimental tiene prioridad para interpretar el mundo por encima de las formas más antiguas de referencia (revelación religiosa, tradición, costumbres e ideas recibidas). El cientificismo quiere, según la fórmula de Ernest Renan (1823-1892), “organizar científicamente a la humanidad”. Se trata pues de una confianza (el término fe no se aplica en el campo experimental) en la aplicación de los principios y métodos de la ciencia experimental en todos los campos.

domingo, 19 de abril de 2015



LOS PRECURSORES DEL ESPIRITISMO  por  CATHERINE GOUTTIÈRE 
LE JOURNAL SPIRITE N° 100 avril 2015

ELLOS ASEGURARON LA CONTINUIDAD ESPÍRITA 

La historia del espiritismo se remonta a la segunda mitad del siglo XIX. Esta historia, si uno se detiene para abordarla con seriedad, nos hace descubrir, más allá de Allan Kardec, pensadores y científicos que aportaron su contribución al reconocimiento de la supervivencia del alma gracias al concurso de médiums que, por la sensibilidad que los caracterizaba, permitieron numerosas comunicaciones. Esta contribución representa una multitud de hechos mediúmnicos sabiamente estudiados y consignados en obras filosóficas y científicas propuestas a la reflexión humana. No podemos citar a todos estos hombres valientes que, aunque escarnecidos por sus pares, lucharon por el reconocimiento del espiritismo como ciencia y filosofía. Detengámonos, sin embargo, en cinco de ellos y descubramos su compromiso indefectible con la causa espírita.

LÉON DENIS (1846-1927) Nacido en 1846 en Foug en Lorena, Léon Denis descubre El Libro de los Espíritus a los dieciocho años, y a los veintiuno conoce a Allan Kardec durante una conferencia en Tours. Su convicción estaba hecha: el espiritismo es la clave del mundo que buscaba, es la respuesta a todas las preguntas de orden metafísico que se planteaba. Decide entonces adherirse al grupo espírita fundado en Tours después del paso de Allan Kardec. Desde entonces, no dejaría de compartir y difundir la idea de la supervivencia del alma. Lee todos los libros y artículos que puede encontrar sobre el tema. En diciembre de 1882, es nombrado miembro de un congreso nacional destinado a crear la Fundación de Estudios Espíritas, encargada de la difusión de las ideas espíritas especialmente con un periódico: Le Spiritisme. En adelante frecuenta a Amélie Boudet, viuda de Allan Kardec; conoce a Gabriel Delanne y a Pierre Gaëtan Leymarie y juntos avanzan por ese camino tan criticado por los materialistas. Léon Denis colabora en la redacción de las revistas espíritas; es reconocido como orador y como autor de obras en toda la línea de la enseñanza de Allan Kardec. Defiende brillantemente las tesis durante el Congreso Internacional Espírita de 1889 donde los numerosos adversarios del espiritismo hacen la vida dura a sus propagadores. Aparece como un ardiente defensor del espiritismo experimental y científico. Es así como asiste a varios congresos espíritas y en treinta y cinco años, dicta trescientas conferencias y participa en seis congresos internacionales en numerosas ciudades de Francia, pero igualmente en Bélgica, Suiza, Holanda, Italia y África del Norte. En todas partes recibe la ovación del público, llamando la atención de la prensa y de los hombres de ciencia y de letras. De él se dice que es “el apóstol del espiritismo”. Paralelamente a la difusión oral, se ocupa de redactar varios libros entre los cuales Después de la muerte en 1890, Cristianismo y espiritismo en 1898, En lo invisible en 1903, El problema del ser y del destino en 1905, Juana de Arco médium en 1909, El gran enigma, Dios en el universo en 1911. Tiene entonces sesenta y cinco años. Dieciséis años más tarde, publica El genio celta en homenaje a Allan Kardec. La aparición de cada una de sus obras está resaltada por su enseñanza espírita en un estilo claro y poético. Pero continuamente debe hacer frente a las invectivas y sarcasmos de todo orden relacionados con su toma de posición. Cada minuto de su tiempo está dedicado a la investigación para preparar sus conferencias, sus libros y los numerosos artículos destinados a la Revue Spirite, sin olvidar la voluminosa correspondencia que mantiene con sus admiradores y sus detractores. En 1925, aunque se quedó ciego, preside el Congreso Espírita Internacional donde están representadas veinticuatro naciones. Seduce a numerosas personalidades como Arthur Conan Doyle especialmente, que lo traducirá al inglés y lo difundirá en el
mundo anglosajón, así como Jean Jaurès que le testimoniará su amistad. Fallece en 1927. Su compromiso estuvo a la altura de sus esperanzas de un espiritismo que representaba, para él, el porvenir filosófico y social de la humanidad.

GABRIEL DELANNE (1857 - 1926) La obra de Gabriel Delanne presenta el doble aspecto de un espiritismo a la vez filosófico y experimental. Nacido en una familia espírita (los Delanne son amigos de la pareja Kardec) Gabriel desarrolla rápidamente una reflexión y un compromiso que serán la esencia misma de su vida de hombre. Se interesa por todos los descubrimientos del siglo y obtiene un diploma de ingeniero profesión que ejercerá a lo largo de toda su vida. Para él, el espiritismo debe ser estudiado como ciencia. Sus desplazamientos profesionales le permiten surcar las carreteras de Francia y así ir al encuentro del público y popularizar la filosofía espírita. Se propone igualmente como misión, desarrollar los círculos espíritas que progresivamente ganan el conjunto del país. Su objetivo es la difusión de la enseñanza espírita, a partir de un estudio de las manifestaciones post mortem para ubicarla en el rango de una ciencia reconocida y aplicada. Gabriel Delanne se convierte antes de Léon Denis en una verdadera enciclopedia del espiritismo. Escribe muchas obras donde, como científico que es, demuestra y aporta la prueba de la existencia del espíritu. Citemos como ejemplo El espiritismo ante la ciencia en 1885, El fenómeno espírita en 1896, La evolución anímica en 1897, Investigaciones sobre la mediumnidad en 1898, El alma es inmortal en 1899, Las apariciones de los vivos y los muertos, tomo 1 en 1900 y tomo 2 en 1911, La reencarnación en 1927. En sus obras, reseña todas las experiencias realizadas por los metapsiquistas de su tiempo junto a médiums de efectos físicos, experiencias en las cuales participa y estudia con todo el rigor científico del que daba muestras. Citemos especialmente las sesiones realizadas en la Villa Carmen en Argel en 1903, donde, durante cerca de dos meses, acompañado por Charles Richet, observó a la médium Eva Carrière y los fenómenos de materialización de espíritus. Paralelamente a sus libros, escribe en La Revue Spirite de la que rápidamente se convierte en animador y gerente. Concibe igualmente una Revue scientifique et morale du spiritisme de la cual es redactor jefe. Junto con Hector Durville ayuda a la creación de la Facultad de Ciencias Espíritas, para la cual da una enseñanza regular todos los martes por la tarde. En 1882, pone en marcha junto con su padre, Alexandre Delanne, la Unión Espírita Francesa y el mismo año se convierte igualmente en secretario de la Federación Espírita franco-belga. En 1884, es recibido como delegado al Congreso Nacional Espírita Belga en Bruselas e igualmente al de Londres en 1898. En 1885, participa en la fundación de la Société Française d’Etudes des Phénomènes Psychiques 
de la que se convierte en vicepresidente. En 1898 con Léon Denis, dicta conferencias con motivo del quincuagésimo aniversario del espiritismo. En 1918, participa junto con Jean Meyer, mecenas y espírita comprometido, en el nacimiento del Instituto Metapsíquico Internacional, donde aporta su talento de orador y de ponente. En 1919, lanza de nuevo la Unión Espírita Francesa de la que se convierte en presidente. Murió en 1926, cuando trabajaba en una obra sobre la ideoplastia. Gabriel Delanne, continuador de Allan Kardec, supo aliar los grandes principios espíritas y la ciencia metapsíquica, cuando algunos comenzaban a perder de vista la enseñanza filosófica del espiritismo. Supo hacer la síntesis indispensable entre ciencia y filosofía, insistiendo en los hechos, analizando todas las pruebas que venían a confirmar las teorías de Allan Kardec, para concluir una vez más en la realidad de la existencia del espíritu.

GUSTAVE GELEY (1865-1924) Doctor en medicina, Gustave Geley se apasiona por la investigación metapsíquica y se convierte en miembro activo de la Sociedad de Estudios Psíquicos de Ginebra en 1895. A partir de 1916 y hasta 1918, conduce una serie de experiencias con la médium Eva Carrière que produce cantidad de efectos físicos y apariciones fantasmales. Publica sus primeras obras Essai de revue générale et d’interprétation synthétique du spiritisme et L’Etre subconscient (Ensayo de revista general y de interpretación sintética del espiritismo y el Ser subconsciente), en las cuales se pronuncia por la existencia de un principio psíquico independiente del cuerpo físico, preexistente a él y que le sobrevive, dentro de una evolución reencarnacionista. En 1919, abandona su actividad profesional, es nombrado director del Instituto Metapsíquico en París y se encarga de la Revue Métapsychique. El mismo año publica su obra fundamental Del inconsciente al consciente, síntesis filosófica y científica sobre el ser, la vida y el universo. Realiza numerosos trabajos sobre telepatía y clarividencia con Pascal Fortuny, y sobre ectoplasmia con los grandes médiums de la época, Franek Kluski, Jean Gusik, Eva Carrière… Gustave Geley logra obtener, gracias a estos médiums, moldes de manos y de pies, pruebas físicas de la manifestación de los Espíritus por la ectoplasmia. Un examen serio de estos moldes demuestra la absoluta imposibilidad material de operar el retiro de un miembro vivo de una cubierta de parafina sin romper el molde. Consigue igualmente huellas, contactos físicos y manifestaciones luminosas. El médium Jean Gusik, por ejemplo, producía formas humanas de las que se veía sobre todo el rostro luminoso. Estos rostros estaban vivos y de sus bocas salía una voz ronca, indefinible. Todo bajo la mirada de una numerosa asistencia entre ellos miembros de la Academia de Ciencias y de la Academia Francesa.
Gustave Geley está igualmente en el origen del Manifiesto de los 34 que generó gran ruido en su aparición. Es un texto firmado por personalidades sabias e intelectuales, que reconocían haber asistido a esos fenómenos, dando testimonio de que no estaban vinculados a ningún fraude o ilusión. Ese manifiesto saltó a los titulares y fue luego rechazado por una comisión de la Sorbona. Gustave Geley aborda igualmente el estudio de otra forma de manifestación espiritual: las correspondencias cruzadas. Un médium recibe una parte de un mensaje procedente de un Espíritu, comunicación que será completada luego por este mismo Espíritu, gracias al concurso de otro médium, desconocido del primero, y ubicado en un lugar geográfico diferente. Estas medidas desembocaron incluso en comunicaciones dadas en lenguas diferentes. Las investigaciones de Gustave Geley se detienen brutalmente en 1924, cuando de regreso de Varsovia, donde acababa de efectuar nuevas producciones ectoplásmicas con Franek Kluski, su avión se estrella, matando al piloto así como a su ilustre pasajero. Desde un punto de vista estrictamente experimental, Gustave Geley aportó una verdadera revolución científica. Desgraciadamente, la ciencia materialista no ha ratificado sus trabajos y todavía hoy los resultados de sus experiencias no son tomados en cuenta, aunque los moldes ectoplásmicos siempre se conservan en el Instituto Metapsíquico de París.

WILLIAM CROOKES (1832-1919) Químico y físico inglés, William Crookes es miembro de la Royal Society, el equivalente de nuestra Academia de Ciencias. Profesor del colegio real y director del Observatorio Meteorológico de Oxford, es igualmente director de dos de los más grandes periódicos científicos británicos del siglo XIX el Quarterly Journal of Science (Periódico Científico Trimestral) y el Chemical News (Noticias de Química). Además de importantes trabajos sobre la luz polarizada, por ejemplo, o la espectroscopia, en 1861 descubre el talio y en 1886 los rayos catódicos que estudió por medio de un tubo al vacío que lleva su nombre (el tubo de Crookes) permitiendo así una era nueva, la del estudio de lo que él llamará el “cuarto estado de la materia”, el estado “radiante”. Abre así la vía al descubrimiento de los rayos X por Roentgen y toda la atomística moderna. Su vida como científico se caracteriza por la seriedad, la precisión y el rigor científico. Aunque todavía joven, es reconocido por sus pares y es así como en 1870, es nombrado miembro de un comité designado por la Sociedad dialéctica de Londres (el equivalente de nuestra Academia de Ciencias), para estudiar los supuestos fenómenos espíritas y presentar un informe a dicha sociedad. En este trabajo es ayudado por hombres eminentes, como Alfred Russel Wallace, el gran naturalista. Los periódicos ingleses piensan entonces que ese será el fin
del espiritismo. Pero para la sorpresa general, y después de dieciocho meses de trabajo, la comisión concluye en la realidad de las manifestaciones. Entonces, la rabia de la crítica se abate sobre William Crookes. Es considerado como un hombre acabado. Toda su vida, además, es objeto de ataques y él los desdeña todos. Dirá: “Si hubiera querido responder a todas las críticas, habría pasado todo mi tiempo en eso desde hace treinta años y yo tenía cosas mejores que hacer”. Crookes trabaja con tres médiums, sucesivamente: Kate Fox, Daniel Dunglas Home y Florence Cook con la que vive fenómenos de materializaciones de espíritus y de ectoplasmia. El informe de todas estas investigaciones está reunido en un volumen bajo el título Fuerza psíquica. Su conclusión es célebre: “No digo que eso es posible,  digo que eso es”. La publicación de sus resultados provoca un clamor general de protesta entre los sabios incrédulos que se enfurecen contra él. Nada le es escatimado y hasta se habla de privarlo de su calidad de miembro de la Royal Society. De William Crookes se dice que ha perdido la razón, que está enamorado de su fantasma (y por extensión de su médium), y paradójicamente que en ciertos puntos es un hombre brillante, excelente en su campo, que recibe los aplausos de sus cofrades y del mundo entero, sus detractores admiten que sus “saltos de razón”  pueden producirse en el mismo día. Por intermedio de Florence Cook se materializa un Espíritu que dice llamarse Katie King y que se manifestará durante tres años, en una experimentación que ella misma había deseado en su primera aparición. Se toman todas las precauciones posibles e imaginables para evitar el fraude. Crookes y los asistentes a las sesiones pueden asegurarse con sus manos de la realidad tangible del fantasma. Podrán cortar mechones de su cabello y trozos de su vestido. Podrán contemplar a la luz de una lámpara de fósforo al espíritu Katie King sonriente y alegre, hermosa y esbelta, rubia y blanca en su vestido blanco al mismo tiempo que a su médium, Florence Cook, dormida, pequeña y morena, vestida de terciopelo negro o de lana azul. Crookes podrá tomar su pulso y compararlo con el de Florence Cook que es diferente. Podrá poner su oído sobre el pecho del fantasma y escuchar latir un corazón cuyas pulsaciones son de mayor regularidad que las de la médium. Igualmente se tomarán numerosas fotografías de Katie King sola, y luego con Florence Cook. Después de estos trabajos, Crookes prosigue sus investigaciones sobre la vida después de la muerte y sobre las facultades psíquicas del hombre. Presidente de la Society for Psychical Research en 1898, se interesa igualmente en la telepatía. Redacta muchas obras de las cuales las principales son: Discurso sobre las investigaciones psíquicas, Nuevas experiencias sobre la fuerza psíquica, Investigaciones sobre los Fenómenos del Espiritualismo, Notas sobre las investigaciones hechas sobre los fenómenos llamados espíritas.
Podemos citar igualmente a PierreGaëtan Leymarie (1817-1901), librero y espírita, amigo de Allan Kardec, continuador del espiritismo después de la muerte de este último y ardiente defensor de la causa espírita al lado de su viuda Amélie Boudet; Ernest Bozzano (1862-1913), científico italiano, defensor de la mediumnidad que estudió por las manifestaciones obtenidas con Eusapia Palladino, y autor de numerosas obras espíritas; Alfred Russel Wallace (1823-1913), naturalista inglés, espírita y también defensor de la filosofía espírita. Dictó conferencias sobre el tema en Inglaterra y en Norteamérica y repetidas veces se enfrentó a los adversarios del espiritismo en la prensa escrita. Acabamos de evocar a algunos de los precursores, la lista por supuesto es incompleta, el objetivo era describir con estos testimonios, los trabajos efectuados, las obras escritas y presentar una parte del patrimonio existente en este campo. Ustedes pueden encontrar algunos de los libros citados, pero no todos han tenido la suerte de una reedición. A pesar de todo, tratamos de darles a conocer esta historia por medio de nuestro Journal, para que descubrieran el empeño de científicos, sin tener en cuenta los ataques de sus pares, lo mismo que el de los médiums, herramientas indispensables para las manifestaciones, sin quienes todas estas vivencias no hubieran sido posibles, y que se entregaron en cuerpo y alma, a menudo con peligro de su equilibrio, de su salud y a veces de su vida, al reconocimiento de la inmortalidad del alma.