EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



miércoles, 17 de enero de 2018

A GERMAN PHYSICAL SEANCE CIRCLE

 

   EN LA FOTO EL ESCRITOR ALDOUS HUXLEY Y SU ESPOSA LAURA

 

   Un mensaje del más allá de Aldous Huxley con Keith M.Rhinehart

 

  1. .Un mensaje del más allá de Aldous Huxley a Laura Huxley Traducción de Myrna Ortega
  2.  
  3. En días pasados, José Gordon publicó un artículo en que hacía mención a uno de los testimonios más insólitos y excepcionales de la literatura: el que Aldous Huxley le envió a su esposa Laura desde el “más allá” —y del que fue testigo otro escritor de gran solvencia, Christopher Isherwood—, lo que motivó la presente traducción. Por lo demás, el mensaje puede leerse también como la culminación en relación con el arte de morir y la vida después de la muerte, Aldous escribió al doctor Osmond el 14 de diciembre de 1960: Durante los últimos ritos, el énfasis tiene que ponerse en el momento presente y en el futuro post-humano, el cual debemos asumir —y creo que con razón— como una realidad. En las siguientes páginas se reporta lo que sucedió quince meses después de la muerte de Aldous, en su futuro post-humano. 
  4. Nunca he intentado el estudio de los poderes extra-sensoriales (ESP), de la mediumnidad o del espiritismo. Fue de manera indirecta y por casualidad que, en 1965, utilicé los servicios de un médium. El año que siguió a la muerte de Aldous estuve de las preocupaciones que ocuparon los últimos años de la vida y gran parte de la obra del autor inglés.
  5. continuamente abrumada con decisiones y responsabilidades. En esa etapa de baja vitalidad, las demandas emocionales e intelectuales me pesaban mucho, además de que contaba con poca ayuda. Un día decidí dejar de preocuparme por tantos asuntos intrascendentes que se me planteaban por correo. Para tomar decisiones menores, intentaría tener días sí y días no. Cuando llegó la carta que cito a continuación había pasado la semana respondiendo no, así es que era momento para un día sí. Se trataba de una larga carta de Keith Milton Rhinehart, el director de una fundación en Seattle. Decía así: ...nuestros miembros están profundamente interesados en los aspectos parapsicológicos, antropológicos, filosó-ficos, sociales y científicos de las sociedades y culturas del mundo pasado y presente. La carta concluía con la petición para que participara en una entrevista para la televisión que sería grabada en mi casa. Puesto que estaba en un día sí, dije que sí. Hicimos una cita para grabar la entrevista el 29 de no-viembre. Rhinehart y los camarógrafos vinieron. Rhinehart era un buen entrevistador, sus preguntas abarcaron varios temas. Se mencionaron los poderes extrasensoriales, la mediumnidad, así como la reencarnación, pero hice poco hincapié en ellos. Considero que, en relación a estos temas, sólo debe hablarse de los hechos, no así de nuestras emociones. Por esta razón, procuraré realizar un informe objetivo de los acontecimientos que a continuación voy a narrar, sin opiniones ni emociones: sólo hechos. Esa tarde estuvimos tan absortos en nuestro trabajo que no pregunté a Rhinehart sobre la fundación cuyo nombre aparecía en el membrete de su carta, ni sobre su línea principal de trabajo. Puesto que estaba por iniciar una gira alrededor del mundo, supuse que era conferenciante y entrevistador. Al concluir la filmación 
  6. Rhinehart dijo que estaba muy agradecido por la entrevista y que deseaba, a su vez, hacer algo por mí. Me ofreció una sesión privada. Yo no sabía exactamente a lo que se refería y así se lo hice saber. Rhinehart debe haber supuesto que yo no había entendido, puesto que dijo: “no sé si usted lo sabe, pero yo soy médium”. Después supe que era un médium muy conocido. Me explicó que su fundación en buena medida se basaba y estaba sustentada en su trabajo como médium. Sin embargo, no quería limitarlo a la mediumnidad. Por esta razón, iba a emprender una gira mundial para entrevistar a educadores, científicos, doctores y curanderos —algunos de los cuales no estaban involucrados con el estudio de los poderes extrasensoriales ni con la mediumnidad, inclusive se declaraban abiertamente contrarios a ella. Rhinehart partía a Londres la mañana siguiente y yo tenía un compromiso esa noche, así es que le pedí que pospusieramos la sesión. Planeamos realizarla cuando él volviera; de esa manera, podría enseñarme sus grabaciones antes de que las entregara. Le deseé buena suerte, de alguna manera sintiendo que le haría falta. Algunas de las personalidades que pensaba ver eran gente ocupada y difícil de contactar: ¿hallarían el tiempo para recibir a un joven desconocido sin referencias y que no sólo quería hacerles todo tipo de preguntas sino también filmarlos? Lo dudé. Me sorprendió cuando, tres meses después, Rhinehart llamó. Su gira había resultado sorprendentemente exitosa: había entrevistado y filmado a una docena de personas prominentes en los tres continentes y había contado con un magnífico apoyo. Quería que yo viera las películas. “ ¿Viste a Bertrand Russell?”, le pregunté. Yo no lo conocía, pero Aldous hablaba frecuentemente, con afecto y admiración, de su viejo amigo.
  7. “Tuve una maravillosa reunión con él” dijo Rhinehart . “Vas a ver y a oír lo que tiene que decir; tengo media hora filmada con él”. Estaba sorprendida. Bertrand Russell, que para en-tonces tenía noventa y cuatro años, débil y no fácilmente accesible, había encontrado el tiempo y la energía para dar una entrevista a este americano desconocido. Rhinehart y yo acordamos reunirnos la siguiente semana para ver y discutir la película. Yo había realizado trabajos de edición y él pensaba que podría darle algunas ideas útiles para la presentación general de la serie. Pero, por un malentendido, llegó un día antes de lo acordado, la tarde de una cena informal en casa de Ginny (se refiere a Virginia Pfeiffer, la mejor amiga de Aldous y Laura. N. de la T.). Le pedí a Rhinehart que nos acompañara; podríamos ver las películas al día siguiente en la tarde. Con Rhinehart, éramos siete a la mesa: J.M. —un viejo amigo de Ginny que venía de San Francisco—; una ilustradora, G.E. con su esposo que era constructor; R.M., un cercano amigo mío; Ginny y yo. Presenté a Rhinehart como un conferenciante y entrevistador que recién volvía de una gira alrededor del mundo. Pensé que hablaría en la cena sobre la gente prominente que había visitado en Europa y Asia. En vez de ello, se mantuvo callado y más bien tratando de pasar desapercibido. Al final de la cena me llevó aparte y me dijo: “no olvido mi promesa. Te debo una sesión. ¿Quisieras tenerla esta noche?”. Yo había olvidado todo lo relacionado con la sesión, “preferiría tenerla mañana cuando estemos solos”. R h i n e h a rt estuvo de acuerdo. Después, trás volverlo a pensar, añadió: “a menos que prefieras tener una sesión de grupo ahora con tus amigos”. La idea era magnífica. Nunca había participado en una sesión de grupo y mis amigos tampoco. Este ecuánime grupo, en principio, ni aceptaba ni rechazaba los fenómenos espiritistas. La pintora y Ginny estaban dedicadas a educar a sus hijos de la mejor manera posible en un lugar como Hollywood, donde una tarea así es especialmente difícil. Asimismo, estaban involucradas en actividades artistícas y humanísticas. Los tres hombres eran de tipos diferentes entre sí y con distintos niveles de conformidad. El menos convencional, el arquitecto, fue el único que decidió no participar en la sesión. Debo aclarar que el sentimiento predominante en relación con la mediumnidad y la vida después de la muerte era de escepticismo y curiosidad. Un médium es como un teléfono, es un canal de co-municación entre los diferentes estados de la conciencia y quizás entre los vivos y los muertos. Si en la Edad Media de pronto hubieran aparecido unos cuantos teléfonos, sin mediar explicación alguna sobre su operación, la gente los hubiera considerado obra del diablo y sus usuarios hubieran sido quemados en una estaca. ¿Qué? ¿Hablar con alguien en Florencia mientras se está en Siena? Cualquiera sabe que entre las dos ciudades median ochenta kilómetros; nadie puede hablar tan fuerte: ¡es imposible! Y el que diga que puede —oh, Dios nos libre, pueda— es, sin lugar a duda, sospechoso. ¿Qué? Poder comunicarse entre éste, nuestro universo, y el universo invisible de los muertos, del cual ni siquiera tenemos la certeza de que exista es ¡extremadamente sospechoso! La posesión de este misterioso canal de comunicación no implica necesariamente poseer también alguna virtud específica moral, intelectual o ética. Pero la sociedad piensa lo contrario. La opinión que la sociedad en general tiene sobre los médiums toca los extremos. Unos creen que el médium posee una naturaleza espiritual superior. En el otro extremo, hay gente que está completamente condicionada a reaccionar frente a un médium como si fuera un estafador. Si el médium no puede desempeñar su papel en el momento indicado, nuestra actitud es de cierta manera intolerante —evi-dentemente no lo aceptamos de la misma manera que aceptamos un resfriado en un cantante. Aquéllos que están convencidos de que se trata de un fraude desacreditarán por principio al médium, y creerán en él quienes lo consideran omnisciente. Esta situación es lamentable pues impide un desarrollo inteligente y metódico de talentos valiosos cuya existencia ya no se niega —además, dichos talentos son más fugaces y vulnerables que los que requieren otras artes y profesiones. Los hechos relacionados con la mediumnidad y con los poderes extrasensoriales no son los únicos que resultan difíciles de aceptar sin que medie algún tipo de preparación previa.
  8. ¿Cuántos de nosotros habríamos aceptado las proezas científicas y técnicas de los últimos años si no se hubieran popularizado ampliamente? Supongamos que no hubiéramos sido informados por la prensa, la radio y la televisión de los arduos preparativos para los viajes en el espacio. Supongamos que no hubiéramos visto en la pantalla el lanzamiento de las naves espaciales. ¿Cómo habríamos reaccionado ante un hombre que nos mostrara una fotografía borrosa de arena y piedras y nos dijera: “esto es la luna”? Es fácil de adivinar. Lo llamaríamos loco o charlatán. Pero hoy, seguros de lo que sabemos, todos estaremos de acuerdo en que la borrosa fotografía es, sin lugar a duda, de la luna. Saber nos tranquiliza, no saber provoca inseguridad emocional. Tenemos la certeza de la muerte corporal pero, ¿qué viene después? Esto es, para un vasto segmento de la humanidad, uno de los problemas fundamentales de la vida. En lo futuro hay un universo misterioso de dimensiones incalculables al que comúnmente tememos. Olvidamos que muchos de los hechos fundamentales de la vida son también incalculables. “¿Cuánto me amas?”, preguntamos. “Estás tan distante esta noche”, le decimos a alguien que está junto. ¿Cómo puede medirse ese amor o esa distancia? Muchos creemos sentirnos mejor si todo está medido, pesado, catalogado y ha sido puesto en una caja limpia, justa y claramente etiquetada, sin posibilidad de contemplar el misterio, sin lugar para expandirse. La gente que piensa así espera que la ciencia les dé esa seguridad, que satisfaga esa necesidad. Es significativo el hecho de que uno de los más grandes seres humanos y uno de los científicos más importantes de todos los tiempos, Albert Einstein, no haya tenido esa necesidad. Decía: ...saber que lo que nos resulta impenetrable existe en rea-lidad, que se manifiesta con la más alta sabiduría y la más radiante belleza... Esa noche no hicimos hincapié en lo “impenetra-ble”. Habíamos tenido una cena agradable en la cual la conversación pasó del mercado de valores a los viajes, de la educación a las técnicas de pintura. La mediumnidad y la vida después de la muerte no estuvieron ni en mi mente ni en la del resto de los invitados. Rhinehart no había mencionado ni la mediumnidad ni el espiritismo. Pero cuando decidimos llevar a cabo la sesión, nos explicó de qué se trataba. Hablaba muy bien y con una autoridad madura que llamaba la atención en un hombre de veintiocho años. Nos explicó que era médium y que tenía un espíritu guía que era capaz de entrar en contacto con otros entes descarnados y traernos su mensaje. A cada uno de nosotros nos entregó una tarjeta de archivo de tres por cinco pulgadas en cuya esquina estaba impreso: Dirige tu petición en la tarjeta hacia quienes amas: guías, amigos o relaciones en espíritu. Escribe nombres completos. Anota la pregunta en el centro. En la parte inferior firma con tu nombre completo. Gracias. Seguimos las instrucciones. Entonces coloqué cada tarjeta por separado en sobres que traje de mi propio escritorio y sellé los sobres. Para completar los preparativos, Rhinehart me pidió que le cubriera los ojos con varias capas de cinta y después envolviera su cabeza con mascadas y toallas. Este procedimietno parecía completamente superfluo, con toda intención había utilizado mis propios sobres opacos, pues sabía que es casi imposible evitar que alguien vea; el agujero más pequeño es bastante grande para permitir un campo de visión suficiente para leer. Rhinehart nos dijo que podíamos pedir que viniera cualquier persona, con excepción de Aldous. Era tan conocido que sentiríamos que el médium utilizaba lo que de Aldous sabía a través de sus escritos y de otras fuentes. Además, dijo, sentía muy fuerte la presencia de Aldous. Estabámos sentados en la sala, las luces eran las de siempre, ni muy fuertes ni muy suaves. Cinco de nosotros habíamos escrito una tarjeta cada uno, la habíamos colocado en un sobre y lo habíamos sellado. Los sobres se encontraban en una mesa cercana. Rhinehart tomó uno por uno y los sostuvo entre sus manos por algunos segundos. Con ese contacto supo el nombre de la persona muerta, sabía de quién y cuál era la pregunta. El médium ya se encontraba en trance. Hablaba con claridad y definición. Estando así, se supone que es el espíritu guía el que habla por medio del cuerpo físico del médium. Éste tomó primero mi tarjeta. La había escrito con lápiz, muy suavemente. Estaba en francés, dirigida a un amigo mío francés que había sido asesinado hacía como diez años; nunca se encontró al culpable. Casi al mismo tiempo que el médium recogió mi tarjeta, empezó a mostrar signos de sufrimiento. Dijo que mi amigo, cuyo nombre en francés mencionó, había tenido una muerte horrible, que su cuerpo había sido mutilado. Era demasiado terrible para ha-blar de ello. El médium sintió que mi amigo no quería evocar el relato de su asesinato pero quería que yo recordara un viaje muy agradable que habíamos hecho juntos a la orilla del mar, la belleza de la naturaleza, y cuán a gusto habíamos estado. De momento no me acordaba. El médium insistió —había sido un maravilloso fin de semana—, mencionó Ensenada y a al-gunas personas que estuvieron con nosotros. Por un momento, probablemente impactada por esta presencia asombrosa y la exactitud de lo que el médium había dicho sobre el asesinato, no lograba recordar el viaje. Entonces, mi amigo de San Francisco, que había sido también amigo del asesinado, recordó que le habíamos enviado fotos de aquel viaje. Aún las conservaba (las mías habían sido arrasadas por el fuego) y coincidían exactamente con la descripción que el médium daba y que a mi vez no lograba recordar. El médium procedió a sacar otra tarjeta. El turno correspondió a la de Ginny quien preguntaba por su padre, muerto veinte años antes. Nuevamente el médium proporcionó el nombre de la persona, señaló que sus fechas de muerte y de nacimiento estaban separadas, la una de la otra, por unos cuantos días y que la fecha de su cumpleaños había acontecido apenas unas semanas antes. Todo era ciert o. El médium informó que el padre de Ginny se encontraba presente, que le agra-decía a su hija lo que había hecho, unas semanas atrás, para conmemorar su cumpleaños. “Hiciste lo correcto”, dijo. De momento Ginny no supo a qué se refería el médium, pero al día siguiente recibió una carta de agra-decimiento de un amigo a quien ella había enviado dinero en la fecha del cumpleaños de su padre, pensando que eso hubiera hecho él en circunstancias parecidas y que seguramente era lo que habría preferido para conmemorar su cumpleaños. Durante la siguiente hora y media el médium habló a cada uno de los asistentes y les comunicó mensajes de la persona muerta por la que cada quien había preguntado. Presenciábamos un fenómeno completamente inexplicable para el que existen dos teorías. Una afirma que hay un mundo de seres separados de su cuerpo que pueden comunicarse con nosotros a través de un médium. La otra teoría sostiene que el médium no contacta ningún ser separado de su cuerpo sino que tiene acceso a la mente consciente e inconsciente de la persona para quien realiza la sesión. De cualquier manera, hay veces en que ésta última es inaplicable. 
  9. Por ejemplo, cuando preguntó por la madre muerta de una amiga suya que aún sufría por la pérdida. El médium proporcionó correctamente el nombre de la madre, quien envió a su hija un mensaje en el que decía que estaba tranquila y que, en ese momento, tocaba la pieza de piano preferida por las dos. Más tarde R.M. supo que, en el preciso momento en que se transmitía el mensaje, la hija también estaba tocando el piano... ¡y precisamente tocaba la misma pieza! ¿En la mente de quién habría podido el médium leer esa información? La velada resultó inolvidable para todos los participantes puesto que a la mayoría les cambió su concepción de la muerte. Yo también estaba impresionada y ahora sí deseaba tener una sesión privada. Sobre todo cuando, durante la sesión, el médium repetía que Aldous se encontraba presente. La noche siguiente, el médium y yo subimos a mi cuarto que, por cierto, había sido el cuarto de Aldous. La sesión fue ahora algo diferente: no hubo ni tarjetas ni ojos cubiertos. El médium y yo nos sentamos frente a frente, cada uno a un lado de la mesa; era la mesa en la que Aldous escribía. Grabé la totalidad de lo ahí acontecido, con excepción de cuando el médium se refirió a asuntos privados. A lo largo de la sesión hubo muchos comentarios de tipo personal. Al principio de la sesión el médium me preguntó con respecto al hombre asesinado por quién había indagado la noche anterior. Afirmó que había algunas facetas del asesinato que no había querido revelar en presencia de los demás. También dijo que Aldous conocía al asesinado y que ambos se encontraban presentes en ese momento. De hecho sólo se habían visto una vez en vida. Los mensajes y las referencias personales que sólo conocíamos Aldous y yo fueron varias veces interrumpidas con comunicaciones como: Aldous dice que vas a recibir lo que con el tiempo se considerará como una evidencia clásica de sobrevivencia de la personalidad y de la conciencia: algo distinto a lo que puede ser explicado por medio de la telepatía u otras teorías. Siento que vas a tener lo que en el lenguaje técnico se conoce como una “evidencia clásica”. Según el médium, parecía ser que Aldous estaba ansioso por dar una prueba de sobrevivencia y que dicha prueba no sería un simple incidente o algo que pudiera atribuirse a la intuición, a la imaginación o a la probabilidad sino una demostración que no dejara lugar a dudas. La sesión había concluido. Yo estaba profundamente impresionada. Sin embargo, al escuchar la grabación podría objetarse que el médium pudo haber leído mi mente, aun en la profundidad del inconsciente. Esta explicación eliminaría la hipótesis de la sobrevivencia de la conciencia trás la muerte del cuerpo y se podría atribuir la comunicación a facultades extrasensoriales. Pero lo que sucedió cuando el médium hubo salido del trance indica un conocimiento que rebasa el consciente o el inconsciente de cualquier persona viva, incluyendo el de Aldous cuando vivía. Rhinehart y yo bajamos las escaleras. Ginny y sus hijos iniciaban los preparativos para ver las entrevistas filmadas que Rhinehart había traido de su viaje. Unos cuantos minutos antes, Gina Cerminara, la conocida escritora de parapsicología, había llegado para pasar la velada con nosotros y ver las filmaciones. Más tarde me di cuenta que fue un hecho fortuito el que ella hubiera estado presente en lo que a continuación sucedió. En ese momento todos estaban ocupados en la preparación del proyector, la pantalla y las películas. Rhinehart trataba de rebobinar la cinta cuando, sin desatender lo que hacía, me dijo: “dame lápiz y papel; Aldous me está diciendo algo que debo escribir”. Le ofrecí un pedazo de papel y Gina Cerminara le dio un lápiz. Escribió: página diecisiete Sexto libro a partir de la izquierda Tercer estante Sexto estante Tercer libro desde la izquierda Línea veintitrés Entonces me tendió el papel, se volvió hacia el proyector y dijo sin entusiasmo: “Aldous quiere que busques estos libros”. Quedé con ese pedazo de papel en mis manos, pasmada. Hasta entonces no había oído hablar sobre lo que en parapsicología se conoce como “prueba de libro”
  10. Permanecí viendo las palabras y los números. Entonces, despacio y reflexivamente, subí al cuarto de Aldous donde se había llevado a cabo la sesión. Dos paredes del cuarto están cubiertas con estantes para libros. Me dirigí hacia la pequeña pared, junto a la puerta, en donde hay seis estantes de unos cuatro pies de largo. A partir del suelo, conté hasta el tercer estante; empezando por el lado izquierdo, conté hasta el sexto libro y lo saqué. Era un libro de seis y cuarto por nueve y cuarto pulgadas, de doscientas cincuenta y siete páginas. Se trataba de un libro de pasta suave inserto en un estuche de cartón, en español. Parecía que nunca hubiera sido abierto antes. El título, Coloquio de Buenos Aires, 1962, editado por el PEN Club de Argentina en Buenos Aires; se había terminado de imprimir el 20 de agosto de 1963. Abrí el libro en la página diecisiete. Aun antes de contar hasta la línea veintitrés me saltó el nombre de Aldous Huxley desde el centro de la página. Este es el párrafo que contiene la línea veintitrés: Marcos Victoria: Aldous Huxley no nos sorprende en esta admirable comunicación, donde la paradoja y la erudición en el sentido poético y el sentido del “humor” se entrelazan en forma tan eficaz. Quizá la mayoría de los oyentes de este coloquio no tengan una idea completa de la riqueza espiritual de esta comunicación a través del resumen que acaba de leernos la fiel traductora y también erudita en disciplinas científicas que es Alina Jurado. Pero no es culpa de ella, sino de la complejidad extrema del pensamiento del escritor inglés que exige la lectura repetida del texto completo de cuarenta páginas. No hablo español, pero es un idioma muy parecido al italiano, la lengua de mi madre, para que algo pudiera yo entender. Observé esas líneas sin comprender del todo pero conociendo plenamente “la riqueza espiritual de esta comunicación”. Después de pensarlo por un momento, me vino a la mente con fuerza la idea de que este suceso debía tener testigos y que lo que yo hacía debía estar controlado por alguién más. Había marcado el lugar de donde saqué el libro —el sexto desde la izquierda— jalando cerca de una pulgada el quinto y séptimo libros del estante; el espacio que correspondía al sexto libro se encontraba vacío. Regresé el libro donde estaba antes de que yo lo tocara. Bajé las escaleras y exhorté a los demás a que subieran. Cuando todos estaban en el cuarto, le pedí a Rhinehart que hiciera lo que Aldous había dictado. Rhinehart siguió el mismo procedimiento que yo, sacó el libro y leyó el mismo párrafo. Parados junto al librero, los cuatro veíamos el párrafo mientras Gina Cerminara lo traducía en voz alta al inglés. Quedamos mudos. Entonces, inmediatamente, nos planteamos el que Aldous supiera del libro y de su ubicación. No la sabía. Muchos libros se habían acumulado durante los últimos meses de la vida de Aldous, primero durante el verano de 1963 que pasamos en Europa y después durante los últimos tres meses cuando ya estaba demasiado enfermo para leer. Este libro debía haber llegado o bien poco antes de la muerte de Aldous o después de ella. Mi hermana, que había venido de Italia de visita pocas semanas después del fallecimiento de Aldous, había reorganizado la biblioteca; la ubicación de los es-tantes en el cuarto había sido cambiada lo mismo que el acomodo de los libros en los estantes. Desde que ella había puesto los libros en orden, nadie más había tocado los que estaban en los estantes cerca de la puerta. Yo no había visto el libro antes. Es un informe de un encuentro literario sostendio en Buenos Aires en octubre de 1962. Aldous y yo deberíamos haber ido y él tenía que dar una conferencia sobre literatura y ciencia. Pero no fuimos. El párrafo citado se refiere al último libro de Aldous Literatura y ciencia. Leímos el párrafo varias veces y escribimos la traducción al inglés. Una vez que nos sentimos parcialmente recuperados de la impresión, empezamos a pensar que podría haber otro libro. Observábamos los estantes que se reproducen en el dibujo. Si preguntáramos a diferentes personas cuál consideran que es el primer estante, algunas empezarían a contar de abajo había arriba; otras comenzarían a contar por arriba. Nosotros habíamos empezado desde el suelo. Esta vez contamos a partir del techo. En el estante de hasta abajo había tres pilas de libros, como se observa en la ilustración. Sacamos el tercer libro a partir de la izquierda. Era un libro pequeño, negro, de pasta dura, que medía ocho por cinco y media pulgadas, con ochenta y seis páginas, impreso en 1961 por la Parapsychological Foundation Inc. y se titulaba Proceedings of the Two Conferences on Parapsychology and Pharmacology. 
  11. En la página diecisiete, el párrafo que contiene la línea veintitrés dice así: La parapsicología se debate aún en su primera etapa. Por lo general, la ciencia no acepta dichos fenómenos aunque muchos científicos están firmemente convencidos de su existencia. Por esta razón, el mayor esfuerzo de la investigación parapsicológica ha sido por demostrar y probar que están trabajando con fenómenos reales. Encontramos aun un libro más que reunía los requisitos de ubicación y página. Era My life in Court de Louis Nizer. Si se compara con el asombroso significado de los dos mensajes anteriores, éste puede parecer relativamente insignificante. El párrafo que contiene la línea veintitrés describe a un hombre que no se parece a Aldous, excepto por su excepcional altura de seis pies con cinco pulgadas. Aldous media seis pies con cuatro pulgadas. Si a alguien se le pidiera una descripción física de Aldous, seguramente sería su altura lo que primero se mencionaría. Era como si la inteligencia que había motivado los sucesos previos quisiera ahora dar también una prueba física. Estábamos pasmados. Ginny fue la primera en recuperarse. Sugirió que quizás en cualquier libro de la biblioteca, en la página diecisiete, línea veintitrés, contendría algo que pudiera relacionarse con Aldous. Probamos sobre esta posibilidad; ninguno de los libros que escogimos al azar tenía, en la línea veintitrés de la página diecisiete, significados que específicamente o remotamente se relacionaran con Aldous o con lo que ahí pasaba esa noche. Cuando platiqué este extraño suceso, hubo quien sugirió la posibilidad de que el médium hubiera revisado los estantes antes de la lectura. Pero el médium no estuvo nunca solo en ese cuarto. Estuvo ahí, la noche anterior, con otras seis personas, incluyéndome a mí, durante cerca de quince minutos, queríamos ver un programa de televisión. Para hacerlo, habíamos traído el aparato de televisión de otra recámara. Estábamos presentes siete de nosotros, vimos el programa durante cerca de quince minutos y salimos del cuarto. Durante la sesión privada, Rhinehart y yo estuvimos en el cuarto poco más de una hora, sentados a la mesa. Rhinehart nunca estuvo solo en el cuarto. Christopher Isherwood observó que aun cuando así hubiera sido, le habría tomado muchísimas horas de lectura encontrar tres libros que, en una determinada ubicación, tuvieran tres párrafos tan directamente relacionados con Aldous y el experimento de aquella noche. Para concluir: 1. Yo desconocía la existencia de esos libros o el que estuvieran en la biblioteca. 2. Tampoco lo sabían Ginny o el médium y menos Gina Cerminara que nunca había estado en la casa antes. 3. Los impresores de esos dos libros, uno en Sudamérica y el otro en Norteamérica, y quizás otras personas podían conocer el lugar de esos párrafos en ambos libros. 4. Sin embargo, esas personas desconocían su ubi-cación lo mismo que el hecho de que los libros estuvieran en mi biblioteca. 5. Mi hermana en Italia, que organizó la biblioteca, podría vagamente conocer la ubicación de esos tres libros, pero no su contenido pues nunca llegó a leerlos. 6. Debo añadir que Aldous no hubiera sido capaz de señalar esos libros, de la manera como lo hizo, cuando vivía. Aldous tenía una memoria maravillosa, pero no era una memoria visual. No hubiera podido visualizar la página en que estos párrafos aparecían ni el renglón, aunque, si hubiera leído los libros habría recordado su contenido. He informado sobre estos hechos con la mayor exactitud posible teniendo en mente uno de los pasajes favoritos de Aldous, extraído de una carta de su abuelo, T.H. Huxley a Charles Kingsley: Me parece que la ciencia enseña, de la mejor y más eficaz manera, la gran verdad que encarna el concepto cristiano del absoluto abandono a la voluntad de Dios. Siéntate frente al hecho como un niño pequeño y prepárate a re-nunciar a toda noción preconcebida, sigue con humildad cualesquiera y por donde sean los abismos a los que la Naturaleza te lleve, de lo contrario nunca aprenderás nada. Yo he empezado a conocer la satisfacción y la paz mental desde que resolví hacer esto a cualquier precio.
  12.  
  13.  REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO 
 TOMADO DE:https://es.slideshare.net/cienciaspsiquicas/un-mensaje-del-ms-all-de-aldous-huxley-con-keith-milton-rhinehart

domingo, 14 de enero de 2018





                                                                       CHARLES RICHET PADRE DE LA METAPSÍQUICA

GABRIEL DELANNE Y LA METAPSÍQUICA

 por CATHERINE GOUTTIÈRE
 LE JOURNAL SPIRITE N° 87 JANVIER 2012


La historia de lo paranormal ha conocido dos épocas distintas: la de la interpretación mística y sobrenatural de los fenómenos, y la del advenimiento del espiritismo con la aparición de El Libro de los Espíritus. Antes, la mayoría de las veces los fenómenos extraños eran interpretados de manera religiosa: o bien las manifestaciones estaban en relación con la Divinidad, y los sujetos médiums eran considerados santos, o bien esas mismas manifestaciones eran consideradas obras del Maligno, y en este caso los sujetos eran acusados de brujería y condenados a las purificadoras llamas de la hoguera. Con el advenimiento del espiritismo y los trabajos fundamentales de Allan Kardec, se pasó una nueva página. Finalmente los fenómenos tenían una explicación racional, natural y lógica. Había nacido la filosofía espírita, como resultado de múltiples manifestaciones con el más allá; las grandes interrogantes metafísicas encontraban su respuesta y nuevos conocimientos eran propuestos a la reflexión humana. Paralelamente, nacía la ciencia espírita. La observación imparcial y sistemática de los hechos y el establecimiento de una teoría como hipótesis, hipótesis verificada experimentalmente, permitieron a los científicos establecer leyes generales, las mismas causas debían generar los mismos efectos, y poner en evidencia la realidad de la manifestación de los espíritus. Del hecho de que el espiritismo, como ciencia de observación y experimentación no respondiera a los criterios oficiales de la ciencia clásica, nació el movimiento llamado “metapsíquico”, antecesor de la moderna parapsicología. Fue Charles Richet (1850-1935), premio Nobel de medicina, quien propuso este término por primera vez en 1905 para designar “el estudio de los fenómenos mecánicos o psicológicos debidos a fuerzas que parecen inteligentes o a poderes desconocidos latentes en la inteligencia humana”. Charles Richet se interesó principalmente por el estudio de la telepatía, la clarividencia, la premonición y la psicoquinesia. Él otorgaba un gran valor a la realidad de los hechos. Estaba convencido de que el pensamiento no podía concebirse fuera del cerebro. Como sus colegas, rechazaba la realidad de la individualidad del alma, independiente del cuerpo y superviviente a la muerte física. Su marco de investigación era pues radicalmente opuesto al de los espíritas. La metapsíquica proponía entonces nuevas interpretaciones de los hechos paranormales. La primera, para los más escépticos, era la del fraude. El médium, valiéndose de subterfugios, abusaba de la credulidad de los espectadores para hacerles creer en una manifestación del espíritu. La segunda interpretación era la de la alucinación colectiva. Según ciertos metapsiquistas, los participantes en una sesión eran víctimas de una ilusión colectiva e imaginaban vivir fenómenos que no tenían ninguna realidad. La tercera interpretación era la del inconsciente del médium que habría estado en el origen Charles Richet de los fenómenos. La cuarta y última interpretación se refería al inconsciente colectivo, vasto depósito cósmico del cual el médium extraía informaciones pasadas o presentes. De todas estas conclusiones nació la moderna parapsicología que ya no reconoce la presencia espiritual de un espíritu desencarnado y que se limita a estudiar los fenómenos psi. Los metapsiquistas no tenían en cuenta todos los hechos. Más allá de ciertas experiencias dudosas, hubo casos auténticos de manifestaciones espirituales. Ellos preferían dudar, pues como decían, dudar es hacer progresar la ciencia. Únicamente creían en la experimentación, en el estudio de los fenómenos sin aportar conclusiones auténticas. Fue sólo al final de su vida cuando Charles Richet se adhirió a la tesis espírita que con tanta frecuencia había combatido. Citemos una de sus reflexiones: “Respecto a mi opinión sobre los hechos espíritas, ésta puede resumirse en una palabra: ciertamente sí, y por mi parte, no veo, a priori, ningún motivo para rechazar la intervención de seres inteligentes distintos al hombre”. Paralelamente a Charles Richet, otro científico, Gustave Geley (1868-1924), doctor en medicina, se interesó en los fenómenos psíquicos. Estuvo entre los fundadores del Instituto Metapsíquico Internacional (IMI), organismo destinado a la investigación experimental de la supervivencia del alma y que en 1919 sería reconocido de utilidad pública por el gobierno francés. Llegó a ser su director (tal como más tarde Charles Richet) y trabajó con numerosas eminencias científicas e intelectuales, especialmente Charles Richet, Sir Oliver Lodge y Ernest Bozzano. Los trabajos realizados obtuvieron resultados sorprendentes en el campo de la ectoplasmia. Gustave Geley trabajó principalmente con los médiums Eva Carrière, Franek Klusky y Jean Guzik, que permitieron cantidad de efectos físicos y apariciones fantasmales, ectoplásmicas, tan sólidas y palpables que se llegaron a hacer moldes de ellas. Ante todas estas improntas producidas por los espíritus, manos masculinas, femeninas e infantiles, rostros, pies, entrelazados y de una perfecta autenticidad anatómica, un examen serio de estos moldes demostraría la absoluta imposibilidad material de retirar un miembro vivo de una cubierta de parafina sin romper el molde. Geley recibió todas estas pruebas de manera incontestable. Y se expresó en estos términos: “No diré simplemente que no hay fraude, diré que no ha habido ninguna posibilidad de fraude. Lo que hemos visto es la muerte del materialismo. Ya no hay más lugar para él en el mundo”. Gustave Geley supo adherirse a la causa espírita en detrimento de sus colegas metapsíquicos. Su muerte prematura le impidió presentar al mundo científico los últimos moldes obtenidos durante su viaje a Polonia. En cuanto a Gabriel Delanne, toda su vida fue un científico espírita. Ante el progreso de la fracción científica que excluía los trabajos de Allan Kardec, permaneció siempre en una perspectiva resueltamente espírita. Redactó así numerosas obras, insistiendo en el carácter científico de las realidades experimentales que había estudiado. De esa manera Delanne prosiguió la obra espírita en su doble aspecto filosófico y científico, analizando todas las pruebas que venían a confirmar las teorías de Allan Kardec. Dejó una abundante literatura, como por ejemplo, Investigaciones sobre la mediumnidad publicado en 1898, El alma es inmortal publicado en 1899, Las apariciones de los vivos y los muertos publicado en 1909. En su obra El espiritismo ante la Ciencia publicado en 1885, demuestra que el cerebro humano es esencialmente el agente material del espíritu, espíritu que puede manifestarse en diferentes fenómenos. Aborda igualmente la existencia del periespíritu, sus diferentes funciones, definió el sonambulismo, el hipnotismo, el magnetismo, y describe las pruebas experimentales de la supervivencia del alma. En La evolución anímica publicado en 1897, los roles del periespíritu y de la reencarnación son sacados a la luz paralelamente con la idea filosófica que emana de estas nociones. La obra El fenómeno espírita, publicado igualmente en 1897, hace referencia a todos los investigadores, científicos, filósofos, etc., que han estudiado el espiritismo. Delanne subraya que un buen número de los que han profundizado suficientemente en este asunto han pasado del estado de incrédulos al de espíritas convencidos. Ante una ciencia que comenzaba a olvidar el sentido de lo filosófico, Gabriel Delanne llegó a hacer la síntesis indispensable entre los enunciados de la ciencia de su época y la filosofía espírita que supo poner en evidencia durante su vida. Este hombre erudito y profundamente espírita se impuso así como el digno continuador de Allan Kardec.