EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



jueves, 16 de agosto de 2012


                                                      DOCTOR RAYMOND MOODY


 E D I T O R I A L
¿CONVICCIÓN FILOSÓFICA
O PRUEBA CIENTÍFICA?
por
JACQUES PECCATTE


LE JOURNAL SPIRITE N° 70 OCTUBRE 2007


El principio del recorrido espírita es haber vinculado
íntimamente dos órdenes de investigaciones: por
una parte, la puesta en evidencia de la existencia y
manifestación de los espíritus por la mediumnidad; y por otra,
la reflexión filosófica y metafísica a partir de la enseñanza
de esos mismos espíritus. La particularidad espírita es pues
reunir ciencia y filosofía en una demostración que sobrepasa
las reglas habituales de la división de los compartimientos,
según la cual la ciencia está desconectada, en general, de
toda metafísica que a su vez raramente se apoya en la
ciencia para apuntalar sus principios filosóficos o religiosos.
Allan Kardec, fue uno de los escasos pensadores que
reconciliaron una y otra, un poco a la manera de los filósofos
griegos, y ello a partir de un estudio hasta entonces inédito,
apoyándose en las comunicaciones post mortem de los
desencarnados. Así, a partir de una nueva forma de considerar
al ser en su continuidad espiritual, nuevos elementos de
comprensión permitieron enlazar el estudio experimental
de los fenómenos paranormales con un estudio filosófico
que les daba todo su sentido. La manifestación de los
espíritus, hasta entonces indescifrable, encontraba por fin
un sentido, gracias a un estudio riguroso de la mediumnidad
en sus diversos componentes, poniendo en evidencia
diferentes categorías de espíritus, desde los más turbados
hasta los más sensatos cuyas palabras sirvieron de base a
la edificación de la filosofía espírita. Más tarde, las cosas
se complicaron en la interpretación de los hechos, pues se
trataba de hechos bien reales, científicamente observables,
pero cuyas interpretaciones se han diversificado después
de la gran época del naciente espiritismo.
Debía desarrollarse luego la metapsíquica, investigación a
través la cual los puntos de vista comenzaron a divergir.
Los primeros fundadores de esta nueva ciencia eran
espíritas, y lo siguieron siendo, entre ellos William Crookes,
Gabriel Delanne, Gustave Geley, Ernest Bozzano, etc.,
mientras que otros, a imagen de Charles Richet, estimaron
que la existencia de los espíritus era sólo un postulado
espírita, susceptible de ser revisado e incluso totalmente
cuestionado. Después de la metapsíquica, que conoció su
apogeo a comienzos del siglo XX, conservando todavía
una fuerte connotación espírita, para apagarse a finales
de los años ‘20, nació la parapsicología, movimiento
caracterizado por la impronta de un rigor científico
todavía más marcado, en detrimento de un aspecto
filosófico que pasaba al segundo plano, hasta desaparecer
prácticamente en ciertos medios de investigación. La
manifestación de los espíritus se convertía sólo en una
hipótesis improbable sobre la que ya no era oportuno
detenerse. Se trabajaba además con las facultades
psíquicas del ser humano, puestas en evidencia en gran
cantidad de experiencias repetidas y renovadas por medio
de las estadísticas, lo cual fue el trabajo de Rhine en los
Estados Unidos, en relación, por ejemplo, con la telepatía
y la clarividencia. Así se redujo pues la investigación a
las facultades humanas, descuidando voluntariamente
los estudios sobre la mediumnidad. Cuando se busca el
espíritu a través de las experiencias mediúmnicas, como se
hizo en épocas anteriores, se acaba por encontrarlo. Pero
si se decreta arbitrariamente que esas investigaciones ya
no tienen ningún objeto, se reduce entonces el campo de
investigación, sobre todo porque ya no se desea saber si
el espíritu sobrevive al cuerpo con alguna oportunidad
de manifestarse. Y es a partir de allí que desaparece la
metafísica y se desvinculan ciencia y filosofía, dando
marcha atrás con relación a los significativos avances que
se habían realizado en el espiritismo.
Se llegó al punto en que la mayoría de los parapsicólogos
modernos, los de la segunda mitad del siglo XX, con gran
frecuencia recrearon la frontera entre la ciencia, que estudia
lo que se ha decidido estudiar, y la metafísica que es relegada
al rango de las convicciones religiosas de cada uno. Así, no
era raro ver a un parapsicólogo fijar una creencia religiosa,
cristiana, budista u otra, mientras estudiaba doctamente
con todo rigor científico los fenómenos psíquicos. Entonces,
el lazo se había roto en el sentido de que “no se mezcla
todo”: el estudio científico de fenómenos a ser probados
ya no debe tener resonancia filosófica. Hay, por una parte,
la investigación pura, científicamente aceptable, y por la
otra una vida espiritual que pertenece a cada uno según
sus propias convicciones religiosas.
El espiritismo, que sigue estando en el origen de todas estas
investigaciones, de metapsíquica y luego de parapsicología,
se ha encontrado así en resistencia contra estas nuevas ciencias del espíritu
humano. Los espíritas nunca han rechazado estos estudios específicos, pero
siempre han deplorado que no hayan estudiado el aspecto esencial de la
posible manifestación de los desencarnados.
Existe sin embargo todo un aspecto de la investigación que puede incluirse
en la parapsicología. Se trata de los trabajos sobre las NDE iniciados por
Raymond Moody, y sobre los niños que recuerdan su última encarnación
(investigaciones de Ian Stevenson). En estos campos de investigación nacidos
en América, finalmente se vuelve a vincular con la filosofía, planteando de
nuevo las cuestiones de la supervivencia del espíritu, de la existencia de Dios
y de la reencarnación.
Es pues una apertura nueva en parapsicología que ha visto la luz desde que
se tomaron en cuenta los trabajos de Moody y de Stevenson, permitiendo
ver resurgir las cuestiones filosóficas fundamentales. Queda en evidencia
que, en estos campos, los investigadores franceses siguen siendo más
timoratos, dentro de su racionalismo, que los de otros países y en particular
de los Estados Unidos. El problema específico de nuestros investigadores
sigue siendo el de una disociación entre ciencia y filosofía, siendo el único
aspecto filosófico que prevalece el de la epistemología: estudiar y reflexionar
sobre los métodos y los sistemas que darán cuenta del verdadero espíritu
científico; es de hecho la ciencia que se hace preguntas filosóficas sobre si
misma y sobre su propio funcionamiento.
Confusión entre postulado e hipótesis
Cuando nació el espiritismo bajo el impulso de Allan Kardec, se trataba de
una corriente metafísica que se apoyaba sobre hechos. La manifestación
de los espíritus no fue planteada como un postulado de base, sino como
un resultado que daba cuenta de ciertos hechos mediúmnicos, cuya única
explicación plausible era la de la supervivencia. Y fue a partir de esa hipótesis
más que probable, que prosiguieron las investigaciones, para finalmente
reforzar y confirmar esa teoría.
Por el contrario, en la moderna parapsicología, ya no se plantea ninguna
hipótesis a priori, para contentarse sólo con examinar los hechos y
experimentar, cuidándose bien de no concluir, sino planteando diversas tesis
entre las cuales no se puede determinar cuál es la buena.
Mientras en espiritismo, se parte del principio de que los espíritus pueden
manifestarse, ésta no es en sí una posición filosófica, sino más bien una
eventualidad probable y variable según la calidad de los médiums, y que es
preciso demostrar después. La ciencia ha funcionado con frecuencia de la
siguiente manera: es a partir de una idea o de una intuición que se orienta
la investigación, se parte de una presunción probable para tratar luego de
confirmarla o invalidarla. En cambio, si no se parte de nada, no se sabe lo que
se busca y no se encuentra nada. Puede hacerse un paralelo con los avances
de la física cuántica: De Broglie, Einstein y otros, desarrollaron teorías nuevas,
sobre todo a partir de intuiciones y no a partir de conclusiones que hubieran
surgido solas de tal o cual ecuación.
Hay pues en primer lugar la idea, la intuición o hasta el razonamiento
que procede de una reflexión filosófica. Y luego, se trata de demostrar
científicamente la validez de esa idea. La trayectoria espírita desde sus
orígenes no ha sido otra que esta. Si se miran los dos grandes períodos del
espiritismo y de la metapsíquica, se comprueba que la investigación científica
seguía una proposición filosófica y que la misma filosofía podía encontrarse
modificada, ajustada y afinada. Se vio por ejemplo que era más necesario
tener en cuenta las influencias subconscientes que pueden intervenir en lo
paranormal, lo cual fue ampliamente estudiado y precisado por Gustave
Geley o Alexandre Aksakov, y desde entonces se ha seguido estudiando.
Se llega hoy a nuevas síntesis que, conservando los trabajos del pasado,
los han refinado y completado con las investigaciones más recientes. Por
una parte, la parapsicología clásica ha aportado demostraciones más que
suficientes respecto a la telepatía o la clarividencia; por otra,
el espiritismo ha proseguido su camino en una evolución
que toma en cuenta los avances de la psicología humana
y de la ciencia con todos sus descubrimientos. Y tal vez sea
finalmente, gracias a los trabajos de Moody y Stevenson,
que la parapsicología regrese inexorablemente a las grandes
cuestiones metafísicas con conclusiones que se acercan a
pasos agigantados a las del espiritismo.
La ciencia del espíritu
Con frecuencia ha sido a causa de arbitrarios principios
materialistas que se ha frenado la investigación psíquica
o espírita. Así se pudo decretar que ciertos hechos eran
imposibles, por no responder a los postulados materialistas.
Todavía hay algunos irreductibles que aún hoy piensan en ese
sentido, pero les haría bien admitir que la ciencia ha terminado
por sobrepasarlos. Desde hace mucho tiempo se ha entrado en
una nueva era donde ya no es cuestión de oponer espíritu y
materia, sino de estudiar las interacciones de uno sobre el otro,
para descubrir allí las nociones más sutiles ya sea en fisiología,
en psicología o en física fundamental.
En el universo de lo infinitamente pequeño, ya no se habla
de partículas elementales sino de granos de energía. Y en
el campo de lo infinitamente grande, ya no se habla en
términos de mecánica tipo newtoniana, sino que se hacen
preguntas sobre la relatividad, la dilatación del espaciotiempo,
del papel de los agujeros negros, de las super novas,
de los conjuntos de galaxias, etc.
Y luego, en el campo de la metafísica, se sabe muy bien que,
por su parte, las religiones ya no pueden tener la menor
conexión con los avances de la ciencia. Y entonces se está
obligado a regresar a una metafísica de tipo, no religioso, sino
filosófico, a la manera de Bergson o de Gabriel Marcel, o de
un Allan Kardec que planteó las bases esenciales de una nueva
visión del universo a partir de la existencia de un mundo
invisible cuya realidad inteligible e inteligente no ha cesado
de demostrarse desde entonces.
Perspectivas de porvenir
El momento ya no es pues de confrontación entre ciencia
y creencia, sino de una visión que vincula ciencia y filosofía.
El ser humano no puede desligarse de una reflexión sobre
su existencia, individual y social, ni sobre el sentido de esta
existencia que lo lleva a plantearse las preguntas metafísicas
sobre su origen y su porvenir. La ciencia no puede responder
directamente a eso, pero posee los medios para proseguir las
investigaciones sobre los fenómenos paranormales o espíritas;
en el marco de las ciencias humanas, puede estudiar la psicología,
lo psicosomático, la hipnosis, y por tanto las interacciones
entre el espíritu y el cuerpo. Puede proseguir igualmente, con
el rigor que le incumbe, la investigación en los campos de las
NDE, las salidas fuera del cuerpo y las reminiscencias anteriores.
Además, realiza considerables avances en el dominio de la física
cuántica y de la astrofísica. Reuniendo todos estos campos de
investigación, surgen nuevas verdades, que todavía y siempre
hace falta afinar y profundizar, para una síntesis que no está
muy lejana y cuyos contornos pueden adivinarse, una síntesis
que nos llevará de nuevo a conocimientos filosóficos, que en
parte ya están contenidos en el pensamiento espírita.

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