EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



miércoles, 16 de marzo de 2011

LE JOURNAL SPIRITE N° 80 ABRIL 2010 por MICHEL PANTIN ¿QUÉ ES EL ESPIRITISMO?

H O M E N A J E
A MICHEL PANTIN
Con motivo de la publicación de un pequeño
fascículo explicativo sobre nuestra asociación,
Michel Pantin firmó un artículo titulado
“¿Qué es el espiritismo?”, en el cual ponía
en evidencia el doble aspecto filosófico y
científico reivindicado por el espiritismo, en
oposición a las creencias religiosas.
Artículo aparecido en 1980, en este fascículo
titulado “El Círculo Allan Kardec o
el renacimiento del
espiritismo”:

MICHEL PANTIN
¿QUÉ ES
EL ESPIRITISMO?
“No es de fe inquebrantable sino aquello que puede
mirar frente a frente a la razón en todas las épocas de la
humanidad” (Allan Kardec)
Para definir el espiritismo, es conveniente decir en
primer lugar lo que no es.
El espiritismo no es una religión
Creer o saber son dos cosas diferentes; si no fuera así,
no tendrían razón de ser los dos verbos.
A lo largo de los siglos, incluso de los milenios, el
hombre ha respondido más a su instinto que a su razón.
Adorador de la luna y del sol, adorador de la tormenta y
del viento, no ha hecho sino temer a una realidad que no
podía comprender. La experiencia de las civilizaciones
antiguas nos prueba que con mucha frecuencia la
naturaleza ha sido objeto de cultos, de rituales que
respondían a la angustia de los hombres, es decir al
desconocimiento del mundo que los rodeaba. De allí
nacieron toda clase de creencias que progresivamente
dieron nacimiento a los fenómenos religiosos.
La historia del hombre puede reducirse a su angustia
instintiva, pues la historia del hombre, es también la
historia de su conciencia. Desprovistos de toda razón,
es probable que nunca hubiéramos superado ese grado
de creencia. Ahora bien, para nosotros los espíritas, el
hombre evoluciona. Por otra parte, esa es la razón por la
cual la historia del hombre evidencia también su sed de
comprensión, su necesidad de conocimiento, su avidez
por dominar su entorno. Así, lentamente, se desarrolló
en nuestra historia lo que llamamos el razonamiento
científico.
Prisionero de su miedo y al mismo tiempo de su
necesidad de comprender, hasta hoy el hombre nunca
ha logrado realmente vencer esa paradoja. Esa es la
razón por la cual se han elaborado progresivamente
dos sistemas de pensamiento, por un lado el idealismo
religioso, y por otra parte el materialismo ateo.
Desdichadamente estas dos tendencias, a menudo
llevadas hasta el extremo, no han desaparecido. Con
frecuencia son causa de una gran incomprensión entre
los hombres, víctimas de los sistemas filosóficos y
políticos que a ellas se vinculan.
El espiritismo no es una síntesis del materialismo y de
la religión, el espiritismo no puede ser síntesis de dos
errores. Para nosotros, los espíritas, la naturaleza del
hombre sobrepasa su contexto físico y por consiguiente
sigue siendo espiritual, lo cual le da una dimensión
infinita y eterna.
Esta concepción no proviene de un postulado religioso,
sino más bien de una experiencia histórica que, para
nosotros, tiene valor de prueba. Es por eso que, dentro
del respeto a los pensamientos religiosos y de la
búsqueda científica, el espiritismo propone una idea
nueva que pondrá fin a las oposiciones filosóficas de las
que el hombre ha sufrido demasiado hasta ahora.
Partiendo del principio de que es mejor saber poco
que pretender creerlo todo, responderemos a nuestros
adversarios que es engañar el público afirmar que el
espiritismo es una religión.
La idea de Dios está incluida en el carácter infinito
que damos a la dimensión humana. Se trata de un
razonamiento y no de un acto de fe.
El espiritismo es una ciencia
El vocabulario provoca a menudo lamentables
equivocaciones. Según nosotros, la paternidad de la
palabra “ciencia” no pertenece a los únicos poseedores
de un saber físico de resonancias materialistas.
El espiritismo es científico pues ha sido objeto de
numerosas investigaciones, de múltiples estudios, de
observaciones sabias, todos trabajos establecidos para
probar la existencia en el hombre de su naturaleza
espiritual, de su vida y de su manifestación más allá de
la muerte.
Contrariamente a lo que podrían pensar algunos de
nuestros detractores, la historia científica y la historia
espírita están íntimamente unidas.
Es tiempo de denunciar el olvido en que los científicos
de hoy han colocado a sus ilustres antepasados,
cubriendo así con un velo púdico, todo el interés que
estos hombres de ciencia aportaron a los fenómenos
espíritas.
Es por lo menos singular ocultar al público los
sentimientos espíritas de hombres tales como William
Crookes, Thomas Edison, Edouard Branly, Camille
Flammarion, Pierre y Marie Curie… y sería muy larga
la lista de todos los científicos que en su tiempo
estudiaron y a la vez se adhirieron a los fenómenos
espíritas.
La ciencia dirá que no basta con perderse en citas y
tendría razón si nos quedáramos allí; pero, he aquí que
todos esos nombres tienen una historia, y esa historia
está estrechamente vinculada con la prueba científica
de la vida después de la muerte.
Cuando afirmamos que el espiritismo es una ciencia,
nos referimos al conjunto de estudios realizados a
este respecto, a ejemplo de
los grandes nombres que
acabamos de citar.
El hecho científico es por
definición rigurosamente
observable y aporta sin lugar a
dudas la prueba de su realidad.
En la historia del espiritismo, son
numerosas las pruebas. Porque
se ubica justamente fuera
de las coacciones del estado
material, el espíritu es capaz de
realizar grandes prodigios, tales
como apariciones, aportes y
materializaciones.
A fines del siglo pasado y
comienzos de este, esos
fenómenos fueron estudiados
por grandes sabios en medio
de las condiciones más
rigurosas. La manifestación de
los espíritus en nuestro mundo
físico implica la presencia de un
intermediario que llamamos
“médium”, una palabra
prostituida con demasiada frecuencia. El médium es
por definición un ser humano particularmente sensible
a las presencias invisibles. Esas presencias pueden
manifestarse bajo todas las formas. Es así como en el
siglo pasado, fueron definidas por Allan Kardec en su
importante obra El Libro de los Médiums. Los espíritus
pueden hacerse ver, oír y algunas veces hasta tocar.
Pueden escribir y hablar. En resumen, emplean cada
vez que es posible, todos los medios de comunicación
inherentes a nuestro mundo material, con la ayuda de
un sujeto llamado médium.
Recordemos para la ocasión el fenómeno de aparición
materializada, llamado también fenómeno de
ectoplasmia. A partir de 1880, el sabio inglés William
Crookes estudió las capacidades mediúmnicas de una
joven de 17 años llamada Florence Cook.
La sesión espírita se desarrollaba del modo siguiente: la
joven médium, después de haberse concentrado, caía
en un estado segundo comparable a la inconsciencia
de un desmayo. Era entonces cuando los asistentes
eran testigos de un fenómeno prodigioso. De la boca
de Florence Cook, brotaba una sustancia blancuzca y
viva llamada ectoplasma. Muy rápidamente, en algunos
minutos, esa sustancia tomaba forma, dando lugar
a la materialización de manos que podían palparse,
de rostros y a veces, más extraordinario todavía, de
cuerpos completos. Era encontrarse en presencia de
fantasmas materializados.
Florence Cook perdía cuarenta kilos durante la sesión,
kilos que recuperaba al final de la experiencia, luego
de que la materia ectoplásmica había retornado a
su cuerpo. El rigor de esta
experiencia es incontestable.
Estos hechos se repitieron
durante varios años, y de cada
sesión fue levantada un acta.
No es inútil añadir que los
testimonios de los científicos
asistentes a esas sesiones
fueron corroborados por clisés
fotográficos. Y no se trata sino
de un ejemplo entre muchos
otros pertenecientes a la
historia espírita.
¿Sabían ustedes que Pierre
Curie fue asustado por una
mesita que levitó en el espacio,
yendo a golpear su hombro?
Eso desafiaba todas las leyes
de la física. Sin embargo, él
fue testigo de ello. En este
solo folleto no nos es posible
restituir todo el acervo
científico del pasado que nos
ha probado la existencia de la
supervivencia del alma, pero
como lo veremos luego, el espiritismo ha sabido cumplir
con las exigencias científicas de hombres eminentes
para quienes no había ninguna duda de la existencia
del alma. Deseamos simplemente que la información
se apropie de estos hechos para compartirlos mejor
con aquellos que los desconocen.
El espiritismo es una filosofía
La observación de los hechos y la prueba de su realidad
llevan a los experimentadores a reflexionar sobre sus
consecuencias. La prueba de la existencia en cada uno
de nosotros de un elemento inmaterial, consciente y
activo, que sobrevive al cuerpo físico, sólo puede tener
consecuencias filosóficas.
Allan Kardec, al mismo tiempo observador y analista,
fue ciertamente el hombre que mejor definió en
su época la filosofía de los espíritus. Considerando
que el hombre no se reducía sólo a su envoltura
carnal, considerando las palabras de aquellos que se
manifestaban después de la muerte, el que más tarde
se convertiría en el codificador de la teoría espírita, fue
revelando progresivamente esta nueva filosofía.
¿Cuáles son los principios? Los resumiremos en tres
puntos que denominaremos Dios, espíritu y hombre.
Para los espíritas, el universo no nació de una explosión
al azar; el mundo en todas sus manifestaciones, es el
resultado de un pensamiento superior y amoroso de
carácter infinito que llamamos Dios.
Sabemos que esa palabra conlleva, todavía hoy, en
muchos de nuestros contemporáneos, un sentido ante
todo religioso. Ser de justicia, símbolo de la obediencia
y de la abnegación, objeto de
todos los temores, para los
hombres Dios tiene todavía,
con demasiada frecuencia, el
aspecto de un ser humano de
carácter sagrado, revestido de
todos los misterios y enemigo
de nuestra razón. ¿Hace falta
creer en Dios? Estaríamos
tentados a contestar que sí,
con la condición de saber que
existe. Esa es toda la diferencia
entre una filosofía y una
religión.
Para nosotros, los espíritas,
no se trata de obedecer
ciegamente a una fuerza
suprema, sino más bien de
comprender que hemos nacido
de esa fuerza que es la vida, que
ha querido nuestra libertad.
No hace falta imaginar a Dios,
menos aún adorarlo, sino sobre
todo comprenderlo.
El segundo punto de nuestra
filosofía lleva por nombre espíritu. Como hemos dicho
antes, la verdadera naturaleza del hombre es ante todo
de orden espiritual, una naturaleza inmaterial que
progresivamente encuentra su desarrollo, queremos
decir su evolución, por medio de la materia.
La historia del hombre es ante todo la historia de
un espíritu que se ha debatido entre las formas más
primarias de su entorno físico. Tenemos que guardar
siempre en la memoria el temor, pero también el
coraje, de nuestros antepasados de la prehistoria, al
buscar el fuego, el abrigo del frío y que se defendían
como podían contra las adversidades naturales, para
sobrevivir. Esa lucha, a no dudarlo, supone un sentido
filosófico, prueba de nuestra evolución. La humanidad,
lejos todavía de alcanzar su perfección, comprende
todo el camino recorrido respecto a sus orígenes.
Para el individuo, no puede ser de otra manera. Es por
eso que proponemos la idea de la reencarnación, idea
que está en el origen de la filosofía espírita. No basta
con una vida para considerarse un ser hecho y derecho.
Sería pedante pensar lo contrario, y a la vez injusto
suponer que todo se acaba al término de una sola vida.
Desde este punto de vista, las pruebas también
son abundantes. Cuántos testimonios a favor de la
reencarnación, como los niños que se acuerdan de sus
vidas anteriores hasta en los mínimos detalles, y cuyos
padres quedan estupefactos después de comprobar sus
palabras. También como los adultos que, bajo hipnosis, no
dejan de revelar sus vidas pasadas, aliviándose también
a veces de una carga difícil de llevar. Una vez más, todo
nos lleva a pensar que el espíritu no solamente es
nuestra verdadera naturaleza,
sino que tiene la extraordinaria
capacidad de registrar todo lo
vivido. Afirmar que el hombre
es un espíritu, que cada uno de
nosotros es un espíritu, y que
ese espíritu evoluciona hacia
el bien, excluye toda forma de
condena, de escarmiento y de
regresión, lo que no puede sino
satisfacer nuestra aspiración a
la felicidad.
Nuestra filosofía no tendría
ningún sentido si omitiéramos
mencionar lo que es esencial
en nuestro presente, a saber el
hombre.
El espiritismo aporta a nuestra
reflexión, por el recuerdo de
nuestra naturaleza humana
entre dos encarnaciones,
un compromiso cristiano. El
cristianismo responde ante
todo al amor del otro, sin
límites. No tenemos que
obedecer a ese amor, tenemos que practicarlo. Por
consiguiente, el amor del hombre definido por el
profeta Jesús, no debe ser objeto de un culto o de una
celebración; lo repetimos aquí, eso le atañe a la religión
pero no a la filosofía.
Los espíritas consideran, apoyándose en los mensajes
que reciben, que la palabra de Jesús ha sido traicionada
por todos los que la han encerrado en una jerarquía
dominante, más preocupada por su brillo temporal que
por el destino de esa palabra.
Todo el significado de la encarnación del profeta Jesús
tiende a su carácter humano. Haber dado al hombre la
naturaleza de un Dios sólo ha hecho que nos alejemos.
En resumen, somos deístas porque sabemos
que el universo admite su causa paterna. Somos
espiritualistas porque sabemos que el hombre no se
limita a un accidente biológico y que su verdadera
naturaleza sobrepasa los límites de la materia. Somos
humanistas porque sabemos ser invitados a vivir
juntos y porque el profeta Jesús nos enseñó muy
ciertamente de qué manera.

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