EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



jueves, 24 de enero de 2013


LE JOURNAL SPIRITE N° 91 JANVIER 2013
D O S S I E R
ALLAN KARDEC, LE FONDATEUR DU SPIRITISME
por
É T I E N N E B E RTHAUT

LA FINALIDAD ESPÍRITA

El 10 de marzo de 1985, durante una sesión de incorporación,
el espíritu Allan Kardec aportó un mensaje esencial
de nuestro patrimonio espírita. Este mensaje, muy
completo, sintetiza por sí solo toda la quintaesencia del
espiritismo en su definición, principios y consecuencias
morales para nuestra condición de seres humanos
encarnados en la Tierra. Un poco a la imagen de un testamento
moral, estas palabras de Allan Kardec siempre han
marcado época y referencia en nuestra difusión, reflexión
y comprensión de la filosofía espírita. Entre la multitud de
mensajes recibidos de los espíritus desde hace cerca de
cuarenta años, este, entre muchos otros, sigue siendo un
mensaje universal y atemporal que conserva casi todo su
valor treinta años después de haber sido recibido. De gran
exhaustividad en cuanto a los pormenores del espiritismo,
es propuesto regularmente al intercambio y la discusión
entre los nuevos adherentes que se unen a nosotros y
desean inscribirse, a través de nuestra asociación, en la
trayectoria y herencia dejadas por Allan Kardec.
“Nuestra presencia entre los hombres en la fórmula espírita
debe aportar a la Tierra una respuesta global al conjunto de
los problemas. Por consiguiente, la entrada en contacto con
los espíritus requiere por parte de los espíritas una exigencia
cualitativa en nuestras relaciones, y exponer la necesidad de
solventar la ignorancia de la naturaleza humana en todos
los campos.
Por su definición, el espiritismo responde a los criterios de
la ciencia y la filosofía. Implica por parte de los comunicantes
expectativas que realcen estos dos aspectos de la
reflexión intelectual.
El espírita no vive en el más allá, en la negativa de la
realidad física, material y social de su existencia. El espírita,
consciente de su eternidad y de la relatividad de sus conocimientos,
utiliza el contacto con lo invisible con la finalidad
de transformar su conciencia y compartir su metamorfosis
dentro de la propuesta de una sociedad más justa, a
dimensión planetaria.
Al no sufrir de ninguna clase de dogma ni rito iniciático, el
espiritismo se dirige a todos los hombres ávidos de conocimientos
y emancipación moral e intelectual.
El espírita sobrepasa las fronteras habituales del razonamiento
establecido, sabe que el cuerpo provisional está allí
para conducirlo hacia el mejoramiento de su espíritu que
no tendrá fin. Sabe que el universo está poblado de miles de
planetas habitados y que los poderes ilusorios en las sociedades
de la Tierra deben desaparecer un día en pro del reconocimiento
de la vida extra-planetaria.
El espírita es también un hombre de razón, lo que pone un
término a todas las conjeturas herméticas del ocultismo, el
esoterismo y la magia, que son formas de pensamiento a la
vez elitistas y opresivas.
El espírita ha comprendido que la única respuesta al mal
lleva por nombre amor dentro del conocimiento, y que ese
amor y ese conocimiento son accesibles a todos, en el origen
divino de la vida.
El espírita está consciente del ritmo natural de la evolución
universal, sabe que la lucha por el bien exige de su parte
la ayuda a los espíritus inferiores que rodean el planeta y
actúan sobre los espíritus encarnados.
El espírita es ante todo un individuo consciente de que su
individualidad no significa nada sin los demás, encarnados
o desencarnados. Por consiguiente rechaza las propuestas
idílicas del Nirvana personal, egoísta y envilecedor.
El espírita es el hombre del mañana, artesano riguroso del
porvenir, fundador del ideal astral a la luz de los mensajes
que recibe.
Todas las especies vivientes de la Tierra y de los mundos
habitados evolucionan dentro de un deseo direccional de
carácter atractivo y al cual denomino Dios.
El espiritismo renaciente encontrará su desarrollo para los
que hayan sabido en qué lugar ubicarlo. Los poderes superiores
desencarnados no se manifestarán jamás a los grupos
inferiores encarnados que no buscan nada exigiendo a los
espíritus que se ocupen de su vida.
Convertidos en responsables y conscientes al reconocer su
dimensión divina, los hombres del mañana habrán hecho
de la Tierra una esfera superior dentro de la ley del amor.
Es así como este que os protege define en el momento, la
finalidad ESPÍRITA”.
Recordando los grandes principios que caracterizan al
espiritismo (pluralidad de mundos habitados, noción del
espíritu, fuerza divina, evolución a fin de mejorar, vida
encarnada provisional, manifestaciones del más allá…),
Allan Kardec presenta muy claramente las consecuencias
morales que su aplicación engendra o engendraría en la
medida de una exigencia, una reflexión y una aplicación
por los hombres a la altura de las enseñanzas e incitaciones
de los espíritus. En el hecho de ser espírita y estar
conforme con él en toda su extensión, en este sentido
definió un estado de ánimo que debe conducir hacia un
estado de ser, un comportamiento, en coherencia con los
objetivos de una evolución que se inscribe en una ley de
amor de carácter divino.
Ya hay una lucidez en cuanto a su condición de humano
dentro de los límites de sus propios conocimientos, condición
de encarnado consciente de su naturaleza ante todo
espiritual, pero que adopta la materialidad sin rechazarla
jamás. Luego, el hecho de ser de naturaleza espiritual, es
llegar a ser él mismo como espíritu, y es saber adquirir, o al
menos encontrar, una libertad que trasciende las contingencias
materiales. El espíritu libre se convierte entonces
en un ser de razón y de conciencia que no puede ser
encerrado en un corsé de pensamientos que le serían
impuestos. La noción de libertad siempre se ha opuesto a
todas las formas de fatalismo, determinismo, conservadurismo
o pensamientos negativos, ya sean éstas filosóficas,
religiosas o políticas, y que arrastran al hombre al rechazo,
la renuncia, la pasividad, el silencio o la abnegación.
Esta libertad incorpora entonces la noción de responsabilidad,
al mismo tiempo individual y colectiva, pues
la conciencia de una emancipación hacia el sentido del
bien y el amor, que es el atributo del origen divino de la
vida, debe comprometer a este ser humano espírita en
una ayuda mutua colectiva junto a sus semejantes, pero
también en el rechazo a todo lo que impida esa libertad y
esa emancipación. Ese rechazo puede tomar la forma de
un combate muy concreto contra lo inaceptable y lo intolerable,
contra los orgullos y egoísmos de toda naturaleza,
en la defensa de valores humanistas universales. En espiritismo,
estamos pues al lado opuesto de un pensamiento
con atributos sectarios, como demasiado a menudo se le
califica, por desconocimiento o ignorancia, pero también
por necedad y calumnia, porque linda con lo espiritual.
El espírita es entonces un ser libre y responsable, dotado
de una razón que sabe ejercer, consciente del carácter
universal de la vida y de lo que eso significa, y activo y
actuando para avanzar ayudando a los demás, ya sean
encarnados o desencarnados, por el camino del amor.
Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de todo esto?
¿Qué perspectivas de porvenir podemos avizorar?
Estamos actualmente sobre un planeta considerado
inferior. La humanidad sufre: cada radio, periódico o información,
desgrana todos los días su rosario de catástrofes,
miserias, injusticias y sangre vertida, en múltiples conflictos
de todo orden. Como reacción a este sufrimiento, ser espírita
es promover el espíritu cristiano en cada uno, con la
aplicación de un mensaje de amor y de paz. A largo plazo,
¿qué provoca eso? Una esfera de amor que habiendo
alcanzado a su Creador se convierta en el objetivo de una
evolución ya en marcha, por supuesto muy lenta y difícil,
pero que compromete a todas las fuerzas del progreso.
Los espíritus siempre han alabado, alentado y apoyado,
todas las luchas —y a los actores que las conducen— que
saben inscribirse en estos valores humanistas fundamentales
de respeto, tolerancia, compartimiento y paz. Esa paz
tan esperada, siempre ha sido una preocupación mayor
de los espíritus para nuestro globo. Pues una esfera de
amor es una esfera que conoce ya la paz a nivel planetario:
no más guerras, no más conflictos, no más destrucción, no
más fronteras, sino más bien un gobierno de tipo planetario
que vela por el equilibrio del planeta sin armas y sin
violencia.
Una esfera de amor, es también una esfera donde los
habitantes tendrían de qué vivir su materialidad de
manera justa, dentro de la noción del reparto para todos
sin provecho para algunos, por lo tanto sin más hambre
mortal para unos y descarada opulencia para otros, pero
también con la desaparición del dinero que ya no sería
más un fin en sí mismo, si es que aún subsistiera. Una
esfera de amor, es además una esfera sin religiones, pero
más allá de las religiones, sin el dominio de cualquier
forma de pensamientos intelectuales que encierren la
razón en un corsé ideológico, cualquiera que sea su naturaleza
y contenido.
Una esfera de amor, es también una esfera con un
modelo de sociedad y de civilización totalmente repensado,
donde el otro es la riqueza dentro de la diversidad
de su cultura, su origen, su color de piel o su sexualidad,
sin injusticias sociales, donde cada uno sabe actuar en el
lugar que le corresponde participando en la construcción,
equilibrio y emancipación de ese mundo nuevo, y dentro
de la complementariedad de las aptitudes de cada uno.
Una esfera de amor es, finalmente, una esfera que integra
una comunicación natural entre el mundo encarnado y
el mundo desencarnado, siendo ambos nada más que
un estado de la vida natural del espíritu, donde el pensamiento
se convierte en el medio de intercambio y acción,
dirigida hacia el bien, hacia Dios, pero también hacia sus
semejantes de otras esferas dentro del reconocimiento de
una vida en el infinito de la Creación.
Henri Regnault, uno de los pioneros del espiritismo en la
primera mitad del siglo XX, había comprendido bien en
su libro Sólo el Espiritismo puede renovar al Mundo, que
“La principal consecuencia del conocimiento y la práctica
del espiritismo es dar a su adepto la más completa felicidad
terrenal”. Sí, se trata de esa felicidad adyacente a
un planeta convertido en superior por la ley del amor.
Pero, ¡cuánto camino hay aún por recorrer! ¡Cuántos
combates qué realizar! Sin embargo, no hay otra vía,
no hay otra ley. Ese es el sentido de la vida, el sentido
mismo de nuestra existencia, nuestra finalidad como
seres estimulados por Dios. Ese es la finalidad Espírita
revelada por los espíritus y puesta en evidencia para ser
cumplida por los hombres, por Allan Kardec, profeta de
pleno derecho de ese mensaje divino dirigido desde
hace ciento cincuenta años a nuestra reflexión, nuestro
sentimiento y nuestra conciencia.

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