EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



sábado, 5 de marzo de 2011

MICHEL LE MUL LER LA MUERTE Y EL ESPIRITISMO LE JOURNAL SPIRITE N° 79 ENERO 2010

Con frecuencia es luego de la pérdida dolorosa de un
ser querido cuando surgen las interrogantes sobre la
muerte. Y la ayuda de una religión o de una filosofía no
basta para romper el muro de silencio. Sobre este punto,
la filosofía espírita, experimentada y codificada por
Allan Kardec, brinda respuestas a nuestras preguntas en
cuanto a la aceptación de la partida de un ser querido y
las formas de actuar.
COMPORTAMIENTO ANTE LA MUERTE
Ante la muerte de otro, somos impotentes y al mismo
tiempo advertidos de nuestra propia muerte por venir. No
sabemos cómo reaccionar cuando desaparece un pariente
o un amigo, sabiendo que toda relación o contacto físico
se han vuelto imposibles para siempre. El dolor es aún más
intenso durante la ceremonia mortuoria del entierro del ser
querido, como por ejemplo en nuestras tristes ceremonias
religiosas. Esos rituales existen desde la prehistoria, pero
se diferencian de una región a otra. Aquí, se depositan
alimentos o flores perfumadas en un lugar de la casa, allá
flores o grandes caracoles sobre la tumba y en varios países
del sur, se acompaña al difunto a su última morada con
alegría y buen humor, luego es servida una copiosa comida
durante la cual se dedican al difunto risas y canciones.
Estas costumbres varían según las etnias impregnadas de
una cultura religiosa o tradicional, a partir de la cual los
hombres siempre se han hecho, y se hacen todavía, la
pregunta del después de la vida o del después de la muerte.
Es por eso que, según la educación recibida en ciertas
regiones, se hacen ofrendas y honores al fallecido a fin
de que no merodee alrededor de la casa o para ayudarle
a regresar a lo eterno. En efecto, desde la llegada de los
primeros hombres, el ser humano siempre se ha interrogado
sobre la perspectiva de la existencia de una vida después de
la muerte, porque el hombre en su condición física, tiene
deseo de eternidad. Intuitivamente, sabe que es algo más
que un cuerpo, siempre ha presentido que era espíritu.
En nuestros momentos de soledad o cuando vamos a
depositar flores sobre la tumba del ser querido, conversamos
con él en la esperanza de que sea feliz. Igualmente,
cuando se elogia en la televisión la memoria de un artista
desaparecido, el animador se expresa como si el cantante
o el actor nos vieran. ¿No hay entonces en nosotros la idea
de una vida después de la muerte? Pero poco a poco, con
el pasar del tiempo, esta idea se vuelve incierta. Platón
que, en vida, tenía la certeza de una existencia después de
la muerte, del espíritu y de su reencarnación, ha venido a
aportar su reflexión:
“En la expectativa por resolver los problemas fundamentales
planteados, con toda legitimidad por su naturaleza
espiritual, respecto a los misterios de la creación, el
intelecto humano siempre ha tropezado en sus búsquedas
dentro de una confusión total, con una serie de preguntas
todas tan enigmáticas respecto a las otras, que la mayoría
queda sin respuesta. Desde su llegada al globo terráqueo,
el hombre tiene el sentimiento de su devenir espiritual.
El de las cavernas ya lo había presentido y adivinado en el
culto acordado a la muerte. La naturaleza espiritual del ser
humano que fue pensada por la fuerza divina, amorosa y
creadora, sabe recordar en su instinto de vida, el sentido de
esta vida al tamaño de su eternidad. No existe período en la
historia del hombre sobre el globo terráqueo que no evoque
en un momento u otro la reflexión metafísica del espíritu
encarnado en la materia. La llamada divina está contenida
en nuestras células físicas, la llamada divina está contenida
en nuestras naturalezas carnales porque somos hijos de
Dios. Los espíritus se han multiplicado y, en su llegada al
planeta, han ocupado progresivamente los suelos, se han
desarrollado, se han organizado, se han convertido en razas
por los climas, se han convertido en naciones. La angustia
metafísica ha proseguido su obra, y la interrogante de la
muerte se le ha seguido planteando al hombre a través de los
milenios existenciales, contenido sustancial de la evolución
terrena. Entonces las creencias han sido las primeras
respuestas a la angustia metafísica. Nacieron entonces
las representaciones de la angustia, las representaciones
metafóricas de la sempiterna interrogante del ser humano
temeroso ante la muerte, ante esa detención total, brusca
y repentina de los sentidos físicos que parece paralizar
los cuerpos para la eternidad, y que trae temor al que no
sabe. Ellos aún no sabían, eran los recién llegados a este
globo, necesitaban el soporte de la imagen, necesitaban
el soporte de la creencia y de proyectar la sombra de la
muerte sobre una pantalla de imaginerías popularizadas
en el seno de nuestra historia. Más que de filosofía, tenían
necesidad de más mitos y religiones. Así aparecieron las
primeras creencias, cercanas a los elementos del universo,
cercanas al viento, cercanas al agua, cercanas a las
tormentas, cercanas al fuego y, para cada uno de estos
elementos, era necesario inventar un poder supremo, un
comando directivo, un Dios para cada cosa; el mundo
antiguo es la expresión directa de ello. Así nacieron sobre
este globo, las religiones politeístas. En su tiempo tuvieron
razón de ser, respondían a las interrogantes del momento”.
PAPEL DE LA FILOSOFÍA ESPÍRITA ANTE LA MUERTE
Esta filosofía es un compartir del espíritu con el ser
humano. El objetivo es iluminar nuestras conciencias
para comprender mejor la razón de ciertas dificultades
de la vida y reaccionar en consecuencia. Con intervención
de diferentes médiums Allan Kardec hizo a los espíritus
desencarnados diversas preguntas respecto al misterioso
fenómeno de la muerte. He aquí algunos ejemplos:
El temor a la muerte es para mucha gente causa de
perplejidad. ¿De dónde viene ese temor puesto que
tiene el porvenir por delante?
“Es un error que tenga ese temor; pero, ¡qué vas a hacer! Se
trata de persuadirla en su juventud de que hay un infierno
y un paraíso, pero que lo más seguro es que irá al infierno,
porque se le dice que lo que está en la naturaleza es un
pecado mortal para el alma: entonces, cuando crece, si
tiene algo de juicio, no puede admitir eso, y se vuelve atea
o materialista; así es como se la lleva a creer que fuera de
la vida presente, no hay más nada. En cuanto a los que han
persistido en sus creencias de la infancia, temen a ese fuego
eterno que debe quemarlos sin aniquilarlos”.
Si la muerte nos debe llevar a una vida mejor, que nos
libera de los males de esta, y que siendo así es más de
desear que de temer, ¿por qué el hombre le tiene un
horror instintivo que hace que le tema?
“El hombre debe tratar de prolongar su vida para cumplir
su tarea; es por eso que Dios le ha dado el instinto de
conservación y ese instinto lo sostiene en las pruebas; sin
él se dejaría llevar demasiado a menudo por el desaliento.
La voz secreta que le hace rechazar la muerte le dice que
todavía puede hacer algo para avanzar. Cuando un peligro
lo amenaza, es una advertencia. Para que saque el mejor
provecho de la tregua que Dios le otorga; pero con más
frecuencia da las gracias a su estrella que a su creador”.
La pérdida de las personas que nos son queridas, ¿no
es algo que nos causa un pesar, tanto más legítimo por
cuanto esta pérdida es irreparable e independiente de
nuestra voluntad?
“Esta causa de pesar alcanza tanto al rico como al pobre;
es una prueba y la ley común; pero es un consuelo poder
comunicarse con vuestros amigos por los medios que
poseéis, a la espera de tener otros más directos y más
accesibles a vuestros sentidos”.
¿Cómo afectan los dolores inconsolables de los
supervivientes a los espíritus que son objeto de ellos?
“El espíritu es sensible al recuerdo y a las tristezas de
aquellos a los que ha amado, pero un dolor incesante y poco
razonable le afecta penosamente; porque ve en ese dolor
excesivo, una falta de fe en el porvenir y de confianza en
Dios y, por consiguiente, un obstáculo al avance y, quizás, a
su reencuentro”.
Debemos entender entonces que el espíritu que ha
encontrado su más allá, está profundamente entristecido
por la incomprensión de sus parientes en cuanto a la
separación, lo cual se añade a su turbación natural antes de
reunirse con su guía en la serenidad. En realidad, la persona
que fallece puede encontrarse en una turbación donde no
está consciente de su nuevo estado, se halla en un estado
disminuido como al salir de un desvanecimiento. Quiere
comunicarse con sus parientes, pero éstos no le responden,
ni la miran. Poco a poco, toma conciencia de que está
muerta y que no puede reintegrarse a su cuerpo sin vida.

La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy
variable, puede ser de algunas horas, como de varios meses
y hasta de varios años, según el estado de conciencia de la
persona antes de su muerte y las circunstancias del deceso.
El conocimiento de las realidades espíritas ejerce una
influencia importante en cuanto a la salida de la turbación,
de acuerdo a la toma de conciencia que tuvo lugar durante
esa misma existencia.
Nosotros, los seres humanos, podemos abreviar la
turbación de los que nos dejan, con un impulso de
pensamiento solidario, por la fuerza de un sentimiento
que libera y da libertad al espíritu. Esa oración puede ser
individual, pero también colectiva según el procedimiento
de la cadena fluídica, que recomendamos a todos, espíritas
o no espíritas. Consiste en transmitir nuestro pensamiento
y nuestro amor a la persona recién fallecida. Al menos tres
personas se toman de las manos formando un círculo, en
un recogimiento de amor y compartir hacia el espíritu que
sufre. Cada uno puede encontrar su fórmula y su modo de
rezar, por ejemplo, se puede pensar en el espíritu diciendo
esto: “Ve hacia el túnel, al extremo del cual hay una luz,
avanza, no tengas miedo, serás acogido por los que has
amado y por tu guía espiritual que has conocido. No sufrirás
más, serás inundado de alegría y de amor”. Este pensamiento
se hace mentalmente durante tres minutos, acompañado
eventualmente por un soporte musical. Un asistente
dará la señal de inicio de la cadena fluídica y la detendrá
después de algunos minutos, rompiendo rápidamente el
círculo soltando las manos. Se aconseja repetir el acto en
los días que siguen para asegurarse de su mejor resultado.
Recordemos que es alentado también para toda defunción,
el espíritu sentirá la fuerza y el amor que lo impulsarán más
rápido hacia la luz.
El espíritu Jojo, un gran amigo de Jacques Brel, expresó así
su alegría al descubrir el más allá y a su guía:
“Cuando llegas al final del túnel, no sabes exactamente
lo que ocurrirá. Ves claramente personas que se acercan.
Reconoces algunas de ellas, amigos o parientes. Están
rodeadas por un halo blancuzco que delimita sus cuerpos.
Avanzas con cierta angustia, tienes miedo de caer en el
vacío, sientes desconfianza, no sabes y te preguntas si estás
soñando, y luego llega el momento de la conciencia. Es
un despertar brutal, en dos palabras, estoy muerto pero
vivo. Entonces comprendes todo, te despejas totalmente,
el tiempo ya no existe. Las vidas anteriores brotan como
géiseres de conciencia y si tienes amor en el corazón, es
una fiesta. La desconfianza cede el paso a la alegría, a la
confianza sobre todo cuando viene el amigo tendiendo los
brazos, riendo y diciéndote: ‘Ves, es simple’, es justo, basta
con dejarse llevar por él, él te guía y con él marchas sobre las
nubes descubriendo el más allá”.
Por medio de la oración, podemos ayudar a los muertos
y también a los vivos, amigos o parientes que sufren en
la vida presente de un problema psicológico o físico. Esta
“petición” no es un “Padrenuestro” o un “Ave María”, sino
nuestro propio pensamiento dirigido hacia la persona
querida. Debe ser positivo y constructivo según la necesidad
de la persona. Piensen en mejoría, restablecimiento,
alegría, serenidad, curación. Un espíritu que fue sacerdote
dio su nueva definición de oración: “La oración no es una
expectativa, sino una acción del espíritu responsable que
da su amor. La oración no es un recitativo sino un verbo que
lleva su función hacia quien tiene más necesidad de ella. La
oración no consiste en implorar a Dios con aire falsamente
contrito y rostro contraído de dolor. La oración es una
alegría, una función inherente al espíritu, una telepatía del
alma. La palabra prostituida por los hombres ha perdido su
sentido primero. Rezad, sí, rezad, amigos míos, con todas
vuestras fuerzas, es decir con todo vuestro deseo de aportar
al otro lo que espera de vosotros. Dios no es responsable —
vosotros sois libres— y es por ello que vuestra oración es un
acto de amor que no exige su intercesión”.
En efecto, la cadena y la oración son una forma de telepatía
que llega directamente a la persona involucrada y el flujo
de pensamiento se concreta por el siguiente proceso
explicado por el espíritu José Arigó, quien fue médium
sanador brasileño:
“El fluido es ante todo el resultado de vuestro pensamiento.
Pensáis bien y obtenéis buen fluido. Pensáis mal y obtenéis
mal fluido. El fluido creado por vuestro propio pensamiento
ejercerá una salida extra-corporal. Se desprenderá, se
liberará progresivamente de vuestro cuerpo físico. En cuanto
el pensamiento, en cuanto el fluido se despega del cuerpo
físico, entonces ya no se habla más de fluido sino de vibración.
El pensamiento exteriorizado se convierte en una vibración.
El carácter de esta vibración es la forma ondulatoria. La
forma ondulatoria, tal como un trazo en forma de curva,
se prolonga también en el espacio, a partir de lo que habéis
pensado, a partir de vuestra reflexión espiritual. Cuando
la vibración alcance a aquel, a aquellos, o a los elementos
hacia los que va dirigido, entonces se convierte en un efluvio.
Lo que quiere decir que el pensamiento es un fluido cuando
pertenece al cuerpo, que se convierte en vibración cuando se
exterioriza del cuerpo y que se convierte en efluvio cuando
alcanza otro cuerpo o un elemento inerte de la materia. Es
muy importante saber establecer estas diferencias dentro del
vocabulario por cuanto el vocabulario es el único vehículo
de vuestra reflexión en el seno de vuestro mundo físico, un
vehículo a veces muy difícil a manipular, un vehículo que a
veces traiciona el pensamiento, tanto más por cuanto vivís
en países diferentes, bajo climas diferentes, que sois a pesar
de vosotros hijos de una cultura, de una historia, y que la
diferencia de lenguaje confiere todavía más dificultad a
la manifestación de vuestros pensamientos respectivos o
globales”.
A la luz del espiritismo, podemos comprender la muerte
con menos temor, y aceptar más serenamente la partida
de nuestros seres queridos fallecidos. Por el pensamiento,
podemos aportarles ayuda con la alegría de saberlos felices,
sin sufrimiento físico y con la perspectiva de encontrar
felicidad en el más allá o en una vida futura.

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