EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



domingo, 27 de abril de 2014

DE AYER A HOY :
40 AÑOS

por
K A R I N E C H AT E I G N E R
D O S S I E R

LE JOURNAL SPIRITE N° 96 avril 2014


Hace 40 años, en aquel mes de febrero de 1974, dos
jóvenes de unos veinte años no sospechaban que
una experiencia cambiaría el curso de sus vidas. Esta
experiencia comienza por una sesión de oui-ja, que
se supone permite comunicarse con los desencarnados.
Impresionados por los resultados obtenidos,
renuevan la experiencia y los mensajes se suceden de
sesión en sesión.
Estos primeros mensajes son breves y sin embargo
significativos, los “espíritus” dan a conocer su identidad,
dan fechas e indican las circunstancias de su
muerte. Estos personajes, venidos del pasado han
salido de sus tumbas para responder a la vida que se
hace preguntas. Sus identidades son a menudo desconocidas
por nuestros dos aprendices de espíritas.
¿Pueden surgir de sus consciencias? No, pues después
de investigar, encuentran el sentido de sus anterioridades
y más allá de la muerte se materializan a la vida
expresando su continuidad, su supervivencia.
¿Hay una vida después de la muerte? Por otra parte,
¿no fue esta interrogante de orden metafísico la que
llevó a nuestros amigos a emprender esos experimentos?
Prosiguen pues, dejando salir a escena todos
los clamores de esa muerte desconocida, y es así
como rápidamente se presenta a la mesa de madera,
redonda como un sol, Allan Kardec, invitando a los
dos muchachos, Michel Pantin y Jacques Peccatte a
dirigirse a su sepultura en el Père Lachaise, junto a su
dolmen.
Y el hombre convertido en espíritu que descubren
entonces, no es otro que el fundador, el codificador del
espiritismo en Francia. Sin dejar de proseguir sus experimentos
que permiten abrir esa puerta de eternidad,
se instruyen acerca del tema sobre el que Allan Kardec
dejó numerosos libros.
¿Sería el espiritismo tan simple como eso? Sí, pues
así lo fue en el pasado, en la historia del espiritismo
donde, más allá de las reuniones fútiles y alegres alrededor
de un velador saltarín y bailador, los investigadores,
hombres y mujeres médiums se unieron en el
mismo camino: el de la observación, de las hipótesis,
del análisis, dejando filtrar la luz de sus certezas por
nacer.
La muerte no existe, ella sigue siendo la vida en otro
plano de existencia. Si bien los comienzos de la aventura
emprendida por Jacques y Michel en febrero de
1974 fue determinante para el curso de las cosas, el
círculo Allan Kardec, del que celebramos los 40 años,
comenzó a adquirir sus contornos en 1976, cuando
nuestros dos amigos llegaron a Lorena en circunstancias
que no fueron producto del azar, sino de una cita.
Los encuentros se multiplicaron y la retrospectiva de
las cosas, tapizada de numerosas informaciones provenientes
del mundo de los espíritus, nos demostró que
esos encuentros no eran fortuitos. ¿Fueron todos sinónimos
de persistencia? ¿Y por consiguiente de la construcción
de nuestra empresa espírita? Por supuesto
que no, y desgraciadamente. Ese es un aspecto de la
naturaleza humana que reclama y enriquece simultáneamente.
El hombre puede encontrarse pues frente
a la verdad y sin embargo rechazarla, incluso negarla.
¿Por qué? Porque la verdad invita a la transformación
de sí mismo.
Las fronteras se borran, los muertos hablan a los vivos,
no es cuestión de la supervivencia del alma a la que
uno se adhiere o no, el profundo deseo de todos y
cada uno: tener noticias, conversar con ese muerto
que sigue viviendo en otro plano, apaciguar su dolor,
sus angustias, saber que un día u otro lo volveremos
a ver.
Pero el espiritismo sobrepasa y trasciende ese aspecto
consolador, pues ese muerto muy vivo, que representa
a los espíritus que entonces se manifestarán,
tiene, cualquiera que sea la forma, su testimonio que
aportar, sus mensajes que enviar, sus consejos e invitaciones
que dar a los vivos.
De estos años pasados, de estos cambios plurales,
de estos variados mensajes según los autores, sus
funciones, sus deseos y sus preocupaciones, es la
riqueza que retengo primero que nada. Si el espiritismo
se limitara a los mensajes de nuestros parientes,
de nuestros amigos, de nuestros padres, a los consejos
dados, al amor y la emoción que se desprende de tales
comunicaciones, no podría corresponder a los calificativos
que lo definen desde la época de Allan Kardec: el
espiritismo es ciencia y filosofía. La prueba de la existencia
en cada uno de nosotros de un elemento inmaterial,
consciente y activo, que sobrevive al cuerpo
físico no podría tener sólo consecuencias filosóficas.
En su tiempo, Allan Kardec fue el que mejor definió
la filosofía espírita. Esta filosofía puede resumirse en
tres puntos que son: Dios, el espíritu y el hombre. Para
nosotros, los espíritas, el universo no nació de una
explosión fortuita y el mundo, los mundos en todas sus
manifestaciones, son el resultado de un pensamiento
superior y amoroso de carácter infinito que denominamos
Dios. Aún hoy, esa palabra, esa denominación,
implica para muchas personas un sentido religioso.
Ser de justicia, símbolo de la obediencia y la abnegación,
objeto de numerosos temores en cuanto a su
juicio, Dios representa aún con demasiada frecuencia
ese ser sagrado de figura humana, revestido de todos
los misterios y enemigo de nuestra razón.
¿Es necesario creer en Dios? El espiritismo no nos
invita, ni a imaginarlo y aun menos a adorarlo, sino a
intentar aprehenderlo, comprenderlo para integrarlo a
nuestro razonamiento.
El segundo punto de nuestra filosofía lleva por nombre
espíritu. En efecto, la verdadera naturaleza del hombre
es ante todo una naturaleza espiritual, una naturaleza
inmaterial que se desarrollará progresivamente
y encontrará su emancipación, es decir su evolución,
por medio de la materia.
La historia del hombre es pues la historia de un espíritu
que comenzó su carrera ascendente debatiéndose en
las formas más primarias de su entorno físico y material.
La humanidad de hoy, lejos todavía de la perfección,
comprende todo el camino recorrido en lo que
se refiere a sus orígenes. Es en este sentido que planteamos
la idea de la reencarnación, otro punto fundamental
en el origen de la filosofía espírita. En efecto, no
puede bastar una vida para considerarse como un ser
completo, sería muy presumido y sería injusto suponer
o pensar que todo se acaba al término de una sola
vida. Afirmar que todo hombre es un espíritu y que ese
espíritu evoluciona lentamente hacia el bien, excluye
toda forma de condena y de regresión.
En fin es el hombre, espíritu revestido de materia,
que sufre las vicisitudes de esa misma materia, que a
menudo rechaza su naturaleza espiritual y se interroga
sobre el sentido de la vida. Ese sentido, esa dirección
nos son designados por los que nos precedieron en este
otro mundo, en la reseña de la vida de un hombre, en
la reseña del amor del hombre, definido por el profeta
Jesús. Es por eso que los espíritas se dicen cristianos.
Una máxima fácil de pronunciar, mucho más difícil
de aplicar define al cristianismo: “Amaos los unos a los
otros”. Muchos dicen yo soy cristiano, pero responden
más a los ritos que a la acción. Ser cristiano, es vivir el
verbo amar. Entonces lo esencial no es nutrirse con la
hostia sino dar el pan.
“Es preciso un comienzo para el amor y ese comienzo es
el hombre”. (Jesús)
En resumen, somos deístas porque pensamos y
sabemos que el universo conlleva su causa paterna,
somos espiritualistas porque sabemos que el hombre
no se limita a un accidente biológico y que su verdadera
naturaleza sobrepasa los límites de la materia;
somos humanistas porque sabemos ser invitados a
vivir juntos y porque el profeta Jesús nos ha enseñado
muy ciertamente de qué manera. Pero la fuerza y la
belleza de la comunicación espírita residen en la suma.
El hombre necesitaba saber, comprender y esperar.
Los que se nos han adelantado en ese más allá que
será el mañana de todos, aportan sus respuestas y
comprometen a los hombres convertidos en espíritas
en la lucha contra el mal, contra el egoísmo, contra la
ceguera, contra las injusticias, contra las guerras, contra
el dinero-rey, contra todo lo que está todavía demasiado
presente en el planeta de los hombres. Al comunicarnos
con nuestro futuro, no salimos de nuestro
presente ni de nuestra humanidad, porque es el presente
lo que tenemos que vivir, porque es con los hombres
con quienes vivimos, y la verdadera espiritualidad se
confunde con el humanismo que debe convertirse en
ley, ley de altruismo, ley de evolución, ley cristiana.
La suma significa igualmente que al comunicarse con los
hombres, los espíritus al recordar su verdadera naturaleza,
al recordar simultáneamente su humanidad nos necesitan
para actuar en esas luchas plurales. Eso significa que
aunque vivan y sobrevivan en el más allá, los espíritus no
están lejos de las circunstancias humanas, que fueron de
cerca o de lejos sus propias preocupaciones.
Este espiritismo vivido y aplicado en el Círculo Allan
Kardec desde hace 40 años, es el que deseo para toda la
humanidad pues allí ella encontrará su salvación.

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