EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



miércoles, 13 de enero de 2016




                                                                      BEETHOVEN A LOS TRECE AÑOS
REENCARNACIÓN:LAS PRUEBAS
NIÑOS PRODIGIO y reencarnación
por IGOR MANOUCHIAN  
LE JOURNAL SPIRITE N° 102 octobre 2015

Hoy en día la ciencia no siempre llega a explicar los casos de los niños prodigio, esos niños que, muy temprano, muestran extraordinarias capacidades para memorizar, aprender idiomas y sobresalen en el mundo artístico, por ejemplo en la ejecución de obras musicales.
La historia abunda en casos de precocidad tanto célebres como anónimos. Con frecuencia proceden de entornos que no favorecen directamente el talento innato y es allí donde el asunto aparece claramente. Igualmente, la herencia no puede explicar por sí sola tales facultades y predisposiciones, tanto intelectuales como artísticas.
Esos talentos que se encuentran en todos los lugares de nuestro mundo, pasado y presente, llaman la atención de la sociedad sobre un aspecto educativo, pero también sobre los orígenes de la naturaleza humana.
El caso de Mozart es muy conocido. Es notorio que a la edad de cuatro años ejecutó una sonata, y su facultad musical se desarrolló tan rápidamente que a los once años compuso dos pequeñas óperas La finta semplice, y Bastien und Bastienne; y es sabido con cuanto éxito prosiguió su brillante carrera. Beethoven, a quien se ha llamado dios de la música, se distinguía ya a los diez años por su notable talento de ejecutante. En otro género, la precocidad del gran violinista Paganini era tal que a los nueve años se le aplaudía en un concierto en Génova.
Lo mismo Liszt, Rubinstein, San-Saëns y muchos otros que muy temprano desarrollaron la capacidad de creación y dominio del instrumento. En el campo de la pintura también se encuentran casos de realización y logro de obras, que dejan estupefacto al observador que comprueba que su autor es un niño. El italiano Giotto di Bondone es un ejemplo de esas disposiciones innatas. Aun niño, simple pastor, trazaba ya instintivamente esbozos tan llenos de naturalidad que Cimabue, un gran pintor del pre-Renacimiento en el siglo XIV, al conocerlo, lo llevó a su taller.
Miguel Ángel, uno de los mayores genios de Italia, a los ocho años conocía ya tanto la técnica de su oficio, que Ghirlandaio, su maestro, afirmó que ya no tenía más nada que enseñarle. El campo de las ciencias no se ha salvado de la aparición de pequeños genios. Gauss de Brunswick, astrónomo y matemático, resolvía problemas de aritmética cuando tenía sólo tres años; se sabe con cuanto éxito prosiguió su carrera matemática.
Ericson, fallecido en 1869, mostraba tal genio para las ciencias mecánicas, que a los doce años fue nombrado por el gobierno inspector del gran canal marítimo de Suecia. Dirigía a seiscientos obreros. Henri Mondeux, nacido en 1826 cerca de Tours, hijo de un campesino carente de toda instrucción, se reveló temprano como una prodigiosa máquina de calcular. A los catorce años fue presentado en la Academia de Ciencias de París; por otra parte no tenía otras facultades.
En 1837 Vita Mangiamel, un joven pastor, casi un niño, atraía a eruditos de todos los países por su incomparable facultad de cálculo. A un matemático que le hizo esta pregunta: “¿Cuál es el número que, elevado al cubo y sumado a la suma de cinco veces su cuadrado, es igual a cuarenta y dos veces él mismo más cuarenta?” respondió en menos de un minuto: “Es el número cinco”.
Hay tantos ejemplos que llaman la atención sobre el origen de la inteligencia y el poder de creación. Algunos pretenden que los cambios celulares pueden explicar estos casos, otros se apoyan en las capacidades del cerebro que captaría las ondas vibratorias. La respuesta se encuentra ante todo en la preexistencia del alma y su trayectoria por el camino de las vidas sucesivas. El recuerdo voluntario o accidental demuestra que un niño puede manifestar en su vida presente capacidades adquiridas en su pasado espiritual. Excepto los casos de mediumnidades, que hacen intervenir una inteligencia desencarnada que se manifiesta sólo en forma puntual, la mayoría de estos niños precoces ciertamente ha decidido antes de reencarnar, proseguir su evolución como misionero para participar en el progreso humano. Estos sorprendentes niños, que se convierten luego en asombrosos adultos, marcan con su huella una revolución en todos los campos de la inteligencia humana. Lo mismo sucede en el registro de la inteligencia y el sentimiento, cuando se observa que la mayoría de los profetas que se han inscrito en la historia de los hombres, son ante todo grandes espíritus que, por su precocidad manifestada en su infancia, demuestran hasta qué punto el hombre no puede reducirse a un aglomerado de células. La idea del regreso a la vida para proseguir el camino evolutivo, permite comprender mejor el genio humano. La reencarnación se convierte entonces en un dato imprescindible para admitir las desigualdades evolutivas de los humanos y por tanto la evidencia de una justicia divina. Así, a la luz de la filosofía espírita, nosotros ya no consideramos los casos de precocidad como extraordinarios, sino como hechos evidentes de reminiscencias del pasado del alma humana.


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