EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



viernes, 30 de mayo de 2014

UN CASO DE OBSESIÓN ESPIRITUAL EN MONGOLIA, RECOGIDO POR NICOLÁS ROERICH

by idafe

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INTRODUCCIÓN

INFLUENCIAS NEGATIVAS DE LOS ESPÍRITUS: LA OBSESIÓN ESPIRITUAL

El Espiritismo, que codificado por Allan Kardec con el concurso de espíritus de elevado tenor espiritual, nos enseña que no estamos solos, que hay un enjambre de espíritus alrededor nuestro y que, desde que el hombre habita en la Tierra, existen los espíritus, siendo estos los mismos hombres y mujeres que vivieron en este mundo corporal pero sin su envoltorio carnal, los cuales se codean con nosotros, los que estamos encarnados, e influyen en nuestras vidas, aunque no nos demos cuenta. Estas influencias han sido y son bien de espíritus amigos - familiares, protectores, instructores - o bien de espíritus muy materializados; es decir, de escasa evolución espiritual. Y dependiendo del estado de cada persona así será el carácter de esta influencia.
Aquel que se deja dominar por las malas pasiones y pone toda su atención y alegría en la satisfacción de los apetitos groseros, se aproxima a los espíritus atrasados, dando permiso implícito a sus ideas y energías acompañantes. Por el contrario, si tenemos ideas positivas y trabajamos por el bien, estarán junto a nosotros los amigos y guías espirituales.
En el Libro de los Espíritus, pregunta nº 459, se dice:
- ¿Influyen los espíritus en nuestros pensamientos y acciones? “Su influencia es mucho mayor de lo que creéis, porque a menudo son ellos quienes os dirigen”
Para que se pueda producir la obsesión, sea del tipo y en el grado que sea, es imprescindible que haya un punto de conexión entre el obsesado y el obsesor, algo que facilite el enlace entre ambos. Y este punto de conexión siempre tiene su raíz, de una u otra forma, en los valores negativos e inferiores del espíritu, es decir, en su imperfección moral.
La Tierra, debido a su actual estado evolutivo, es todavía un mundo de orden inferior, que denota la precariedad de las conquistas espirituales del hombre. Una gran mayoría de sus habitantes es de una condición moral baja que, al desencarnar, continua con los mismos gustos, vicios y pasiones que tenía en la vida física.
Vivimos en este tiempo, más que nunca, inmersos en un universo en el que no hay fronteras entre la dimensión física y la dimensión espiritual, donde éstas coexisten y se interpenetran constantemente, produciéndose un intercambio permanente de energías, de vibraciones… en que la mente, tanto de encarnados como de desencarnados, genera constantemente pensamientos, atrayendo a otras entidades de acuerdo con la calidad moral de que se revisten los mismos y sintonizando con aquellas otras mentes que se mueven de la misma frecuencia y franja vibratoria, uniéndose dichos pensamientos, tanto si son buenos o malos, con aquellos otros pensamientos de las mismas características, que refuerzan y fortalecen, de esta forma, la psicoesfera mental de cada uno de nosotros.
Cualquier pensamiento, cualquier deseo, cualquier acción nuestra, por muy
rápido que se produzca, siempre ha sido primero elaborado por nuestra mente. Es decir, cuando realizamos cualquier acto, no hacemos sino confirmar aquello que ya existe mentalmente en cada uno de nosotros, por lo que se puede afirmar que el pensamiento expresa la propia esencia de la persona.
En definitiva: somos lo que pensamos y respiramos el clima psíquico que nosotros mismo vamos formando. Haciendo un paralelismo con el conocido refrán que dice: “dime con quién andas y te diré quién eres”, se podría decir también desde el conocimiento espírita “dime lo que piensas y te diré que compañías espirituales tienes”.
Como consecuencia, tenemos que ser conscientes y asumir que los espíritus nos rodean por todas partes nos influencian de múltiples maneras, de modo que podemos encontrar en esta influencia desde la actuación beneficiosa y saludable de los buenos espíritus que nos ayudan y aconsejan, hasta entidades espirituales que nos pueden hacer daño y perjudicarnos. Así, pues, cuando estas influencias adquieren ese carácter negativo al punto de condicionar y modificar la vida de las personas influenciadas, estamos hablando de obsesión espiritual.
Por lo tanto, podemos definir la obsesión como “la influencia o acción negativa que un espíritu ejerce sobre otro”.
Esta realidad ha sido conocida, dentro de su propia modalidad cultural, en muchos pueblos, del mundo y en todas las épocas. Incluso entre los primitivos habitantes de las Islas Canarias se hablaba de los “xaxos arrimados” (espíritus obsesores) que en ocasiones se pegaban a sus víctimas “como lapa a laja”(1) , alterando su comportamiento incluso de manera dramática.
Buen ejemplo de este conocimiento es el relato que seguidamente les presentamos, recogido por el pintor y explorador de origen ruso Nicolás Roerich en uno de sus notables viajes por Asia Central, en los años veinte del pasado siglo.
NOTA: 1.- Para más detalles, ver el artículo "Fenómenos psíquicos entre los guanches, los primitivos habitantes de las Islas Canarias", publicado en este mismo blog.

Cabecera tema Obsesión

 

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Nicolás Roerich (1874-1947)

 — "Todavía no puedo creer lo que me cuentas sobre las obsesiones. Puede que sólo sean un reflejo de la mente subconsciente. Pues, ¿acaso todos nosotros no oímos, leemos y vemos todo tipo de cosas durante nuestras vidas? Luego las olvidamos; pero las fisuras de nuestro cerebro retienen de alguna manera estos hechos y luego, más tarde, las revelan inesperadamente. Entonces nos parecen completamente extrañas."

Así me habló un amigo en Urga. El, siendo un funcionario, ve el escepticismo como el signo supremo de la dignidad.

Uno jamás debe insistir, ni siquiera tratar de convencer. Con frecuencia, sólo es necesario atraer la atención de otro hacia un leve incidente, y a esta señal del semáforo, toda la tendencia de la vida puede cambiar su curso. Por ello, sin insistir, nuestro amigo se enteró de algunos otros acontecimientos, cuyo tema implícito era la obsesión. Le hablaron acerca de la "rollang" tibetana: la resurrección de los muertos. Pero, por supuesto, el escéptico simplemente se encogió de hombros; no se dignó a hablar de ello.

Le hablamos acerca de un incidente en los Estados Unidos, donde una persona de gran inteligencia sostenía que su novio muerto había tomado posesión de ella, controlando toda su vida; le ofrecía consejo y le daba órdenes. De hecho, el hombre que la obsesionaba demostraba tal diferencia de su propia conciencia, que le causaba no sólo una indisposición espiritual sino también dolor físico.

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Yurtas mongolas en una pintura de Nicolás Roerich

Nuestro escéptico respondió que tales personas "obsesionadas" probablemente podrían engrosar en gran cantidad nuestros manicomios, y que a la luz de la ley estos incidentes de la conciencia irresponsable eran bien conocidos. Sin embargo, esto no lo convencía en absoluto. Entonces le dijimos que, según los chinos, el Tao-tai de Khotán se había obsesionado con el Titai que él mismo había matado. Y que los chinos revelan que el asesino ha adoptado ciertos hábitos característicos del muerto y que hasta el rostro del asesino ha cambiado de forma muy peculiar en un corto período de tiempo.

El escéptico volvió a encogerse de hombros.

Pasaron varios días. Entonces, una tarde nuestro escéptico vino a visitarnos, con un aspecto algo extraño. Al parecer, algo le había dejado perplejo y estaba buscando una oportunidad para hablar de ello. Por fin, exclamó:

— "Uno escucha vuestros relatos y luego comienzan a sucederse todo tipo de extrañezas. Tras la última conversación que tuvimos con respecto a las gentes «obsesionadas», como las llamáis, fui a ver al fotógrafo chino. Está casado con una mujer buriata, muy simple e ignorante. Los conozco desde hace mucho tiempo. Noté que el chino estaba algo triste, muy cambiado, de modo que le pregunté si estaba enfermo.

— «No — me respondió —. Estoy bien, pero se trata de mi mujer. Es algo malo. No sé cómo curarla. Hace poco comenzó a hablar de las cosas más extrañas. Dice que alguien ha tomado posesión de ella, no una sola persona, sino dos simultáneamente. Sabe Dios de dónde saca esas palabras extrañas. Al parecer, una de ellas se ahogó. La otra murió por exceso de bebida. Sé que cosas como ésas suceden, porque solíamos tener muchos casos como éste en China.»

Le pedí que llamara a su mujer. Y ella vino. Siempre había sido pequeña y delgada, pero ahora se veía aún mucho más flaca. Sabéis, es una buriata muy simple, completamente analfabeta. Cuando entró, su marido abandonó la habitación. Le pregunté: «¿No vas a tomar té conmigo, tú también?»

— «No — respondió —, él me prohibe tomar té contigo porque no crees y deseas hacerme daño.»

—»¿Quién te lo prohibe? — le pregunté.»

— «Oh, siempre es él, el alemán.»

— «¿Qué alemán? Dime de dónde viene.»

— «Bueno — continuó ella —, uno es Adolph; el otro es Félix. ¡Están en mí desde hace tres semanas!»

—»¿Y de dónde vienen? — pregunté.»

— «Hace algún tiempo — comenzó —, un hombre vino a ver a mi marido para que le hiciera una fotografía. Era un alemán gordo, quizá lo hayas visto por la calle; tiene algún tipo de negocio. Adolph y Félix estaban con él. Cuando el alemán se fue, los dos se quedaron y se aferraron a mí. Uno de ellos, Adolph, se había convertido en culí después de la guerra de Vladivostok. Se ahogó cuando salió de un bote. Tuvieron una pelea. El otro, Félix, es también alemán, y siempre está borracho y maldice espantosamente.»

Chamana mongola
Chamana mongola

Y así siguió contándome lo que le mandaban hacer; cómo la obligaban a comer mucha carne, especialmente cruda, porque les gustaba con sangre. También le sugirieron que bebiera vino, ya que tanto les gustaba. Uno de ellos, el borracho, le susurraba todo el tiempo que se colgara o que se cortara el cuello, y que entonces podrían ayudarla a lograr cualquier cosa.

La mujer buriata me contó la clase de cosas que le decían los hombres. Al parecer, viajaron mucho en barco, en especial uno de ellos, pues debe de haber sido marino. Y es que, pensad en ello, me dio los nombres y descripciones de ciudades de las cuales no podía tener la más mínima noticia. Luego habló de barcos y usó términos tan técnicos que sólo una persona completamente familiarizada con el arte de la navegación podría conocer. No pudo explicar muchos de tales términos cuando le seguí haciendo preguntas, pero insistió en que se los había oído a los hombres. Debo confesar que dejé al chino bastante confundido. Esta era la primera vez que oigo cosas semejantes con mis propios oídos y todo ello enlaza con los temas que habéis estado contando.

Debo confesar que tenía un deseo insaciable de ir a ver a mis amigos de nuevo, de modo que fui por segunda vez. Cuando pregunté al chino acerca de su mujer, simplemente meneó las manos desesperado y dijo que las cosas se habían puesto peor. Luego le dije que si podía volver a verla, ella misma entró en la habitación.

— «No puedo quedarme aquí contigo — me dijo —. Ellos me lo prohíben; dicen que quieres hacerme daño. Quieren que sea feliz y tú puedes echarlo todo a perder. Porque tú conoces a alguien que puede alejarlos.»

Luego, abandonó el cuarto y su marido, volviendo a menear las manos, murmuró:

— «Malo, muy malo, sin duda. Nuestro hogar se destruirá.»

Veréis, yo soy un hombre de leyes y, por lo tanto, me gusta que todo sea auténtico. Confieso que no creí los cuentos que me contasteis la última vez, pues nada parecido me había sucedido anteriormente en la vida. Pero como he oído y he visto esto por mí mismo, ya no puedo ponerlo en duda, puesto que he conocido a aquella mujer durante mucho tiempo y ahora tengo de ella una impresión absolutamente distinta.

No es que simplemente hable o diga tonterías, como sucede en casos de parálisis o patológicos como los que he visto muchas veces en mi trabajo. No, en este caso, puedo ver con toda claridad algo ajeno, que no es de ella, con una psicología decidida y característica. Pues cuando repite las frases que le ha dicho el marino, uno puede identificar con claridad las palabras de un hombre de mar de los días próximos a la preguerra. Lo mismo sucede cuando habla el otro hombre, el borracho; se trata precisamente de uno de los vagos que la guerra arrojó a las lejanas tierras de Siberia.

A propósito — preguntó de repente el confundido escéptico —, ¿cómo se procede para desterrar estas obsesiones? Porque, cuando ella se refirió a la gente que conozco, me di cuenta enseguida de que hablaba de vosotros."

Riendo, dije al escéptico que parecía que hubiéramos cambiado los papeles, y que probablemente se reiría si yo le dijera que en estos casos de obsesión se colocan sobre la mesa trozos de carne cruda sangrante y luego se echan por todo el cuarto intoxicantes de fuerte olor. Luego todos deben abandonar la casa, y la persona obsesionada no debe regresar jamás a ella. Por supuesto, pueden utilizarse otros métodos.

El asunto me recordó un curioso episodio que sucedió en América, en el que tuve un grave desacuerdo con los espíritus. Me pidieron que viera algunas pinturas que supuestamente había hecho una mujer obsesionada. Hasta aquel momento, la mujer no sabía nada sobre arte y jamás había tocado un pincel. Vi una serie de pinturas extrañas, obviamente pintadas con diversas técnicas y por manos diferentes.

En un mismo lienzo, se podía ver la técnica característica de un impresionista francés y junto a ella, una técnica japonesa igualmente clara. Aquí también había templos egipcios con un toque romántico decididamente alemán. Por consiguiente, hice notar a la artista que me parecía raro que estilos tan variados estuvieran juntos en un solo lienzo, sin absolutamente ninguna coordinación. Pero la artista declaró que la pintura no había sido hecha de esta manera en forma accidental, pues los espíritus que la guiaban eran, en efecto, de diversas nacionalidades. Entonces observé que esta mezcolanza técnica no contribuía a una integridad de la obra. La artista reflexionó durante un largo rato y luego dijo con brusquedad:

— "¡Encuentran que así está muy bien!"

Mantuve mi opinión, y los espíritus, de una manera brusca y agitada, persistieron en su propio deseo de que la pintura se quedara como estaba. A ello siguió una discusión con los espíritus que continuó con algún vigor...

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Caballos en las estepas mongolas

— "Yo no sé nada de tu episodio americano — interrumpió el escéptico —. Pero después de todo lo que he visto y oído, considero que es absolutamente posible. Sin embargo, no me gustaría dejar a la mujer buriata en su actual situación. Creo que debería volver allí e intentar tomar algunas medidas."

Intenté explicar al escéptico que con su completa ignorancia del tema, sólo haría daño a la mujer, y que podría fácilmente llevarla al suicidio o a que tomara otras medidas extremas. Finalmente, intercambiamos los papeles por completo. Intenté disuadir a mi amigo de que dejara sus visitas al chino, mientras él, como un borracho que huele a vino, comenzó ingeniosamente a inventar toda clase de excusas para continuar con esta aventura... Era extraño ver cómo el viejo abogado, tan formal hasta hacía bien poco, intentaba ahora encontrar cualquier pretexto decentemente posible para justificarse v demostrar lo necesario que eran sus visitas al chino. Naturalmente, no descuidó a la pobre ciencia: debía continuar con sus excursiones en nombre de ésta. Y de nuevo, sería en nombre de la ciencia que habría que advertir a la humanidad. Sin embargo, detrás de todas estas importantes consideraciones, se revelaba con claridad un instinto que despierta de repente al conocimiento de mundos invisibles.

La mujer del escéptico, que también estaba presente y que previamente me había defendido, ahora insistía en que disuadiera como pudiera a su marido de la excursión, pues durante los últimos días sólo había hablado de la mujer buriata y los alemanes. Finalmente, el antes escéptico dio su palabra de abandonar el asunto, después de asegurarle que si miraba a su alrededor vería muchas cosas mucho más significativas.

Al irse, de repente me sugirió que le acompañara sólo una vez para ver a una bruja mongol.

— "Sabes, es la misma mujer que predijo a Ungarn (Probablemente este "Ungarn" podría ser Ungern von Stenberg, el llamado "dios de la guerra", émulo de Gengis Khan, que con su División Asiática de Caballería ruso-mongola combatiera por igual a los chinos y a los bolcheviques durante la "guerra blanca" contra la «revolución roja» de Rusia - N. del E.) el día de su muerte y todo su futuro inmediato, lo cual le había cumplido al pie de la letra. Ahora vive cerca de aquí."

Me negué a visitar a la hechicera, pero me pregunto si el escéptico no iría a verla por sí mismo.

Como sucede siempre, una conversación inusual no termina de repente. Apenas se hubo ido el escéptico de nuestra casa, llegaron otros dos visitantes. Uno de ellos, un mongol local, era muy educado y había vivido en el exterior. El otro, un ex oficial, había servido durante la guerra. La conversación comenzó con algunos temas sin relación alguna. El mongol hablaba de la riqueza natural de Mongolia, donde el petróleo mineral fluye en forma de arroyos surcando el desierto y donde los ríos acarrean un oro inagotable. Luego, al describir las regiones del oro, añadió en el mismo tono narrativo tranquilo:

— "Y aquellos chinos asesinados no nos permitieron dormir durante todo el tiempo que nos quedamos en las minas."

—¿Pero cómo podían los muertos perturbar su sueño?

— "Aquéllos eran los chinos asesinados durante los levantamientos, después de la guerra y la revolución."

— Veamos un momento, ¿cómo gente, a la que han matado hace tanto tiempo, podría impedirles dormir?

— "Exactamente paseándose por allí, hablando, vaciando las cenizas de sus pipas y armando un estrépito con los cacharros."

— Con toda certeza, está usted bromeando.

— "No — fue la seria respuesta —. No podíamos verlos pero los oímos durante toda la noche. Muchos de ellos habían muerto allí y, como dice la gente, fueron asesinados por sorpresa. Se fueron a dormir aquella noche, sin sospechar un ataque. Siempre sucede de esta manera; la gente que es asesinada inesperadamente no puede abandonar sus hábitos cotidianos. Los chinos son especialmente así. Aman su tierra y sus casas. Y cuando las personas están apegadas a sus posesiones terrenales, siempre les resulta difícil dejarlas atrás." (Con esta seriedad habló el mongol.)

El oficial que hasta entonces había permanecido en silencio, añadió:

— "Sí, con los chinos esto pasa con frecuencia. En Mukden hay una vieja casa en la que nadie quiere vivir.

Un chino fue asesinado allí y no deja que nadie viva en paz. Cada noche grita como si lo estuvieran matando otra vez. Una vez quisimos verificar este rumor y fuimos allí para quedarnos toda la noche. Pero a eso de la una, notamos una brillante esfera azul que descendía de la planta alta por la baranda de la escalera. Fue suficiente para nosotros, lo admito, de modo que nos largamos.

Pero ahora recuerdo otro caso que sucedió durante la guerra cerca de la frontera prusiana. Todo el efectivo se había detenido a pasar la noche en una pequeña cabaña. A la medianoche, de repente, todos nos despertamos al mismo tiempo, cada uno gritando algo acerca de caballos. Un hombre gritó:

— «¿¡Quién trajo los caballos aquí adentro!?»

Otro rugió:

— «¡Mirad cómo escapan los caballos!»

También yo me desperté, y en la oscuridad, cerca de mí, vi pasar algunos caballos, como en un destello; relinchaban como si estuvieran aterrorizados. Los guardias apostados afuera no habían oído nada. Pero por la mañana descubrimos que nuestra manada de caballos había sido volada por una bomba."

De allí en adelante el mongol se mostró más animado y confirmó lo anterior:

— "También yo he oído algo sobre animales invisibles. Fue en la yurta de nuestro chamán-hechicero. El chamán invocó a los poderes inferiores de los elementos, y todos pudimos oír el galope y los relinchos de manadas enteras de caballos; pudimos oír el vuelo de bandadas enteras de águilas y el silbido de innumerables serpientes dentro de la yurta... Debería usted hablar con nuestro ministro de la Guerra. Predice el futuro y podría contarle numerosas cosas insospechadas."

— ¿Pero por qué piensa que son insospechadas?

— "Bueno, me he acostumbrado a pensar que todos los extranjeros consideran que nuestros habituales incidentes son extremadamente extraños..."

                                       Ulan Bator Khoto, 1927.

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