Un desafío a las religiones
por
JACQUES PECCATTE
Por supuesto los espíritas no son los primeros en haber vuelto a poner en tela de juicio las creencias religiosas, pues ya el materialismo filosófico y científico se había posicionado en la historia del pensamiento humano desde hace varios siglos, y sobre todo de manera más insistente a partir de Diderot, seguido más tarde por Karl Marx y otros filósofos ateos
La oposición materialista ha tenido el mérito de ser clara, en la medida en que su demostración filosófica no tenía ambigüedades.
En cambio, no sucede igual con el espiritismo que se encuentra en la situación incómoda de ser una filosofía que desarrolla conceptos espiritualistas, los mismos de la religión, pero de manera diferente. La existencia de Dios, sí, ¿pero se trata del mismo Dios?
La reencarnación, sí, pero no ya dentro de una visión orientalista del karma y el nirvana final, incluso a veces de la metempsicosis. Los fenómenos que desafían las leyes naturales admitidas, sí, pero no los milagros… La comunicación con otros seres, sí, pero no los ángeles o los demonios Y se podría proseguir la larga lista de todo lo que pertenece a la vez a lo religioso y al espiritismo, pero bajo formas diferentes.
Allan Kardec aclaró todos estos puntos, definiendo precisamente las diferencias a partir de la revelación espírita. Se desmarcó del fenómeno religioso, dándole a la palabra “religioso” un sentido más amplio dentro de la trascendencia de todas las creencias reunidas y reinterpretadas a la luz de la enseñanza de los espíritus.
¿Se trataba simplemente de una cuestión de términos, de semántica? ¿Era necesario abandonar la palabra religioso? Las posiciones fueron diversas en la historia del espiritismo, unos que hacen de la doctrina espírita una nueva religión, otros que asumen un carácter no confesional y por lo tanto laico, y es esta última noción la que nosotros hemos adoptado para evitar todo menosprecio.
En forma general, la religión corresponde a una fe, a partir de una verdad revelada que los seres humanos han acondicionado a su gusto. El espiritismo corresponde más bien a un conocimiento, consecuencia de múltiples experiencias que convergen en resultados idénticos, un conocimiento que se ha formado a partir de la comunicación con el otro mundo y a partir de una reflexión filosófica sobre las enseñanzas del más allá.
Así pues, el espiritismo perpetúa su diferencia esencial dentro de un enfoque metafísico que no debe nada a lo religioso, y es probable que el abismo siga profundizándose, sobre todo frente a las religiones devenidas en integristas, dentro de las desviaciones que evidenciamos, las de los evangélicos derivadas del protestantismo y las del fundamentalismo musulmán.
Sin duda hay menos problemas con el catolicismo que ya no se opone sistemáticamente a la manifestación de los espíritus de los difuntos…
Y luego, al margen de los fenómenos religiosos, podemos incluir el desarrollo de las nuevas espiritualidades derivadas del esoterismo, y allí, la oposición sigue siendo fuerte en la medida en que nos encontramos frente a modelos de pensamiento
El espiritismo ante a la ciencia
El espiritismo está en la incómoda situación de asumir su carácter científico, sin responder a ciertos criterios requeridos por las ciencias duras, como por ejemplo la capacidad de reproducir un fenómeno a discreción. Ya existe desde hace mucho tiempo una oposición entre las ciencias duras y las ciencias psicológicas o sociales, lo que equivale prácticamente a la oposición entre ciencias materialistas y ciencias que aceptan integrar un factor espiritual. ¿Sería necesario entonces que la inteligencia humana sea desconectada de la ciencia aun cuando es gracias a esa inteligencia que se abordan los temas científicos? ¿Será necesario entonces que el sentimiento y la moral sean desconectados de todo enfoque científico con el pretexto de que el estudio de los fenómenos de la naturaleza puede prescindir de toda apreciación y juicio de valor?
El materialista debe disociar todavía dos órdenes de cosas, por un lado una verdad científica y por el otro una pertenencia religiosa o filosófica desconectada de las experiencias científicas, dicho de otra manera, una convicción compartida en el plano del estudio de los fenómenos naturales y otra no compartida sobre las opciones religiosas o filosóficas de cada uno.
En el momento en que algunos vuelven a poner en tela de juicio los principios mismos de la ciencia clásica a partir de un nuevo enfoque, el de la física cuántica, es preciso volver a exponer en detalle todos los paradigmas antiguos para definir de allí los nuevos. Se sabe que a nivel de la materia en sus estados más ínfimos, no hay más que energía. Se sabe igualmente que en ciertas experiencias esa energía reacciona ante la presencia humana. Se llega a poner en evidencia una fuerza espiritual que interacciona sobre la materia para hacer científicamente la pregunta de Dios. Quizás estemos en el alba de una nueva visión donde será necesario establecer la indispensable unión entre ciencia y espiritualidad…
Adaptación: Oswaldo E. Porras D.
Desde Venezuela
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