EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



jueves, 24 de noviembre de 2011


UNA CONTRIBUCIÓN ESPÍRITA PARA LA BIOÉTICA[1]


                  Quiero iniciar saludando a todos ustedes presentes en este Vigésimo Congreso de la CEPA y, en especial, hacer un agradecimiento a los espíritas puertorriqueños y a la Comisión Organizadora en nombre de mi compañero de profesión y de ideal espírita, Dr. Pablo Serrano. Tengo una relación especial con el  tema de la bioética, que tomo como uno de los objetos de investigación y pesquisa en mi actividad como médico y profesor universitario. Voy a intentar presentar algunas reflexiones acerca de la Bioética y Espiritismo, áreas del conocimiento que se aproximan en la medida que cuestiones relativas a la bioética tratan con la expresión material de la vida, pero también con sus relaciones con el Espíritu. Por eso, acredito que es posible producir una contribución a partir de la filosofía espírita para las llamadas cuestiones de vida, que han sido objeto de estudio de esta nueva ciencia intitulada bioética, que surgió desde hace 30 años y estudia las dimensiones morales de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, utilizando una variedad de metodologías éticas en un contexto multidisciplinar.
            Los avances tecnológicos en ese campo traen verdaderas inquietudes porque manipulan la propia vida. Avanzan en una velocidad sorprendente y provocan muchas dudas y nuevos dilemas éticos, movilizando intereses económicos, trayendo el riesgo de estigmatización y nos obligan a enfrentar situaciones que no tienen legislaciones específicas.
Voy a intentar reflexionar, a la luz de la filosofía espírita, acerca de algunos principios que orientan la Bioética y discutir, aún, cuestiones que se ponen en la dimensión del Espíritu y su relación con la materia. Un desafío inicial es establecer los límites y definir hasta donde avanzar en las investigaciones, que tratan de dos cuestiones extremamente intrigantes: a) los temas de los “límites” en sistemas complejos de realidad; b) endiosamiento/demonización de la ciencia.
La Bioética tuvo como marco inicial el Código de Nuremberg (1947) después la constatación de las experiencias nazistas que constituyeron el horror de la segunda guerra. La expresión Bioética fue utilizada por la primera vez en 1971 por Van Renselder Potter (oncologista), en su obra "Bioética: el puente para el futuro". La preocupación con la ética en las investigaciones en salud se intensificó a partir de la generación del “bebé de probeta”, ganando relevancia con las investigaciones genéticas.
Bioética puede ser definida como el “estudio sistemático de las dimensiones morales de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, utilizándose una variedad de metodologías éticas en un contexto multidisciplinar” (REICH 1995, p. 21).
Multidisciplinar porque las consecuencias de estas investigaciones envuelven varios aspectos de naturaleza política, económica, religiosa, antropológica, teológica y jurídica, entre otras, exigiendo una consciencia social de sus implicaciones y amplio debate social, teniendo en vista la definición de normas limitadoras de la investigación y tecnologías prejudiciales a la vida en su sentido amplio. Es, por lo tanto, una reflexión que envuelve todos los actores sociales. Se fundamenta en cuatro principios:
a) principio de la beneficencia: “el deber de hacer el bien”.
b) principio de la no-maleficencia: que exige prudencia a fin de no causar daño.
c) principio de la autonomía y  el consentimiento libre y  esclarecido: ¿quién debe decidir, el médico o el paciente? El consentimiento debe ser dado libre, conscientemente, sin ser obtenido por prácticas de coacción, o por medio de simulación o prácticas engañosas, libre de restricciones internas o externas, de forma manifesta y  voluntaria, con información.
d) el principio de la justicia: que ve la justicia como equidad e igualdad. Considera una obligación del Estado prestar asistencia a los más necesitados. El ser humano ha de ser siempre dignidad y  no precio.
Toda y cualquier investigación científica o tecnológica que implique en la alteración de las condiciones naturales de la vida, salud y  bien estar y  de la propia muerte de la persona, individual o socialmente considerada, entra en la esfera de la Bioética, exigiendo una administración responsable por la preservación de la vida humana, razón y  fin de la ciencia. La bioética no trata, como algunos piensan, sólo en los  temas límites de la vida. Hay también una bioética del cotidiano, a partir del   pensamiento producido en la América Latina, reflexionando acerca de cuestiones que envuelven también la salud como derecho social y  de ciudadanía. ¿Cómo garantizar el derecho a la vida del   enfermo terminal, delante de la posibilidad de la eutanasia, o el derecho a la vida de un ser que está siendo generado con perspectivas de enfermedades graves? Son problemas de la bioética. Pero garantizar el respeto a las desigualdades raciales, de género, color y  todas las demás formas de discriminación; promover justicia social; garantizar el acceso de la población pobre a los medios necesarios para promover y  recuperar su salud son también problemas bioéticos. ¿Cómo producir salud y  calidad de vida cuando la salud tiende a  constituirse en mercancía y  no un derecho de ciudadanía? Temas profundamente complejos. Sobre todo cuando los tribunales son cada vez más llamados a pronunciarse acerca de situaciones aún sin jurisprudencia. ¿Ya puede la ciencia establecer criterios de seguridad para diagnosticar la muerte encefálica para autorizar la retirada de órganos y  tejidos a ser trasplantados? ¿Puede el aborto ser autorizado? ¿En qué circunstancias? ¿Qué se debe entender por muerte digna? ¿Cuáles son los criterios para autorizarse la eutanasia? ¿Cuándo interrumpir un tratamiento ineficaz o paliativo? En la ausencia de capacidad financiera para tratar todas las personas, ¿cuáles son los criterios de prioridad?
En los más distintos campos donde la bioética se presenta, es obligación de los  médicos, demás profesionales de salud e investigadores informar al paciente sobre todo el tratamiento y  experiencias a que son sometidos, aclarándoles acerca de los riesgos para la vida y  la salud.  Ni siempre ese es el procedimiento adoptado y  los pacientes son sometidos a experiencias diversas y  criterios “técnicos” sin tener cualquier consciencia de que son objeto de experiencias y  tratamientos que podrán resultar en daños a la salud. Las cuestiones relacionadas a la bioética tienen que ser objeto de educación de la población, sean introducidas en las escuelas, para formación de consciencias y  tomada de posición. La sociedad no puede ver pacíficamente los acontecimientos, sin tener plena consciencia de cómo su vida puede ser afectada por los avances de la ciencia. Esta es, pues, una discusión de todos. Incluso de los  espíritas, motivo por el cual intentaré exponer algunas reflexiones sobre el tema a partir de la filosofía espírita.

 

La contribución espírita

Los principios que fundamentan la concepción de la bioética pueden ser respaldados, a partir de la concepción espírita, por estar en absoluta concordancia con las leyes naturales que rigen el universo y  que indican que el hombre debe hacer para ser feliz. Esa ley (divina o natural, segundo Kardec) está escrita en nuestra consciencia. El instrumento para distinguir el bien y  el mal, según la visión espírita, es el uso de la inteligencia, que permite el discernimiento, mediada por la voluntad que se incentiva en el sentido de hacer el bien, la máxima de amor capaz de establecer nuevos parámetros de relación entre los seres humanos e  imponer un nuevo status evolutivo para la humanidad.
Si efectivamente practicados y  perseguidos obstinadamente, la libertad, la fraternidad, la solidaridad y  la justicia social pueden propiciar una existencia productiva, que pone todo el potencial intelectivo del   hombre y  el direccionamiento de sus acciones a servicio del  desarrollo.
La gran contribución del Espiritismo en ese debate es la afirmación de la existencia del   Espíritu, la inmortalidad del alma y  la evolución infinita, al agregar la dimensión extracorpórea de las criaturas: el principio espiritual. El Espiritismo demuestra, a partir de los  hechos por la vía de la experimentación, la preexistencia, la existencia y  la sobrevivencia del alma, que conserva todas las facultades intelectuales, morales y  espirituales después de la desencarnación.  
La visión de mundo a partir de la filosofía espírita delega al hombre el papel de sujeto, de protagonista de su propia historia, responsable por lo que es y  por las circunstancias en que se encuentra. Pero: delega al propio hombre el papel de constructor de su destino y  de su futuro, tanto en una perspectiva individual como en sociedad.
Al tratar de temas como el origen, el dolor y  el sufrimiento, las enfermedades físicas y  psíquicas, la muerte y  el destino de los  seres, procura responder a la siguiente indagación – ¿Por qué y  para qué estamos en este planeta? – sin usar de expedientes sobrenaturales  ni de dogmas, en una apelación permanente para el uso de aquello que efectivamente diferencia a los humanos como especie: la capacidad de pensar. Nos permite vislumbrar, a partir de la perspectiva inmortalista y  evolucionista (no determinística, pero sí dialéctica), un nuevo comportamiento personal, familiar y  social en busca de la transformación de la sociedad a través de formas más fraternas y  justas de convivencia.
Requiere que estemos integrados con la vida, para que alcancemos la transformación que los nuevos tiempos requieren. Como afirma AIZPÚRUA “el Espiritismo no se reduce a la fría experimentación de laboratorio. El científico y  el filósofo se proyectan en lo  ético y en la moral...” Por eso la necesidad de establecer un permanente y  útil diálogo con todas las corrientes de expresión del   conocimiento humano.
A partir de esta visión filosófica es que se coloca la posibilidad de establecer un provechoso diálogo con los cuestionamientos traídos por la bioética. Para el Espiritismo la vida es un continuum entre planos interexistenciales absolutamente integrados. No empieza en la fecundación, en la nidación o en el momento de la concepción. La generación de un embrión, el desarrollo fetal y  la concepción de un recién nacido son etapas naturales del   proceso evolutivo de un Espíritu, así como el crecimiento del niño, la pubertad, el envejecimiento y  la muerte. La vida transciende esos momentos, pues lo que efectivamente somos (principio intelectual) sobrevive incluso a la desintegración del   cuerpo material utilizado en nuestra existencia corpórea. Por lo tanto, toda discusión ética que se establece sobre las investigaciones científicas que parte (y por veces se cierra) en la definición del   “momento” donde la vida se inicia o termina es hecha de forma infructífera y  dogmática.
Infelizmente hay una tendencia entre los espíritas del   segmento religioso en discutir la cuestión a partir de la imputación de acusación de asesinato a cualquier movimiento voluntario (consciente o inconsciente) que tenga como consecuencia la interrupción del embarazo y del nacimiento, así como de la manutención y  prolongamiento artificial y  doloroso de la vida, independientemente de las variables y  del   grado de complejidad envueltos en las situaciones particulares que se colocan frente a los acontecimientos.
La unión energética-mental del Espíritu que va a reencarnar, en la concepción espírita, se inicia desde el momento de la fecundación (por lo que se sabe, afectiva y  energéticamente, muchas veces antes de la misma fecundación). Eso no impide, entretanto, que por los más diferentes mecanismos, no pueda haber viabilidad para el desarrollo fetal, resultando en abortos naturales/espontáneos, en un proceso de selección natural de la especie. En esas circunstancias, el Espíritu que se preparaba para retornar al mundo material aguardará nueva oportunidad, que no dejará de ocurrir, temprano o tarde, dando continuidad al proceso evolutivo. Por otro lado, vale salientar, hasta mismo porque a partir de excepciones podemos fundamentar hipótesis, aprendemos con los espíritus y  con Kardec que hay fetos que jamás tuvieron un Espíritu designado para sus cuerpos. 
En el tocante al desligamiento del  espíritu del cuerpo físico, sabemos que eso ocurre cuando cesa la energía vital que mantiene el funcionamiento de los  órganos. El inadecuado  prolongamiento tecnológico de la actividad orgánica, cuando hay muerte cerebral o absoluta inviabilidad de actividad consciente, debe ser discutido bajo otro prisma. Entiendo que tenemos derecho a una muerte digna, protegidos del dolor y  del   sufrimiento innecesario, bajo el cariño y  amparo de nuestros amigos y  familiares. Y  que donar órganos que puedan salvar la vida de otras personas es un acto de amor y  de solidaridad. Sólo mentes enfermas o presas de una visión equivocada de la vida espiritual pueden temer que el espíritu en proceso de desencarnación pueda sufrir en esas circunstancias. Se trata de una postura contraria a la ley natural.
Por lo tanto, la visión espírita, se coloca en una perspectiva más amplia, sin el sectarismo religioso y  el inmediatismo de quien no consigue percibir la amplitud del proceso existencial del Espíritu (inmortal), puede traer una perspectiva esperanzadora, distante de la condenatoria culpa que cerca los seres que enfrentan el dilema de la interrupción del embarazo o de la propia vida por motivación terapéutica, selectiva o voluntaria.
Cuando Kardec preguntó a los Espíritus si el perfeccionamiento de las razas animales y  vegetales por la ciencia era contrario a la ley natural, por no permitir que las cosas sigan su curso natural, obtuvo como respuesta que todo debería ser hecho para alcanzar la perfección, y  que el propio hombre sería un instrumento del   cual Dios se serviría para alcanzar sus fines.
Estamos firmemente convencidos de que todo y cualquier beneficio efectivo, fruto de la intervención del   hombre sobre la naturaleza, que pueda ser incorporado por la humanidad y  que posibilite la satisfacción de nuestras necesidades, la mejoría de la calidad de vida, el alivio de nuestro sufrimientos, la búsqueda del   placer y  de la felicidad, desde que pautado por la serenidad, buen sentido, equilibrio, deseo de hacer el bien y  de no practicar el mal, sin daños efectivos para los demás individuos, para la naturaleza (y, en el caso de las investigaciones genéticas, para las generaciones futuras) y  que permita la universalización de esos beneficios para todas las personas, independiente de clases sociales u otras variables excluyentes, deben ser obstinadamente perseguidos por la ciencia y puestos a disposición de la sociedad.            La bioética permite, aún, poner en debate tesis que el Espiritismo viene sustentando desde su fundación. El Proyecto Genoma Humano, por ejemplo,  demostró que los hombres constituyen una única raza, la humana, sin distinción de credo, color, origen étnica, geográfica o de clase. Tenemos la misma naturaleza material. Y el Espiritismo añade que tenemos también la misma naturaleza espiritual. Compartimos un complejo espiritual/material que proviene de la misma naturaleza, pero que se individualiza para cada criatura, de tal forma que somos todos iguales y, al mismo tiempo, cada uno constituye una individualidad (genética y  espiritualmente).
Cuanto a la expectativa entre los cientistas de identificar y  explicar a través de factores genéticos comportamientos humanos y  otras condiciones complejas de vida, consolidando la tesis que defiende la programación genotípica de la dimensión intelectual y  cognitiva del   ser, creemos que el avance de las investigaciones tenderán, en parte, a corroborar la concepción que admite una dimensión en el material de la existencia. No creemos que la ciencia (en los moldes actuales) probará la existencia del   Espíritu. No es su papel, mucho menos el objeto de preocupación de la genética. Entretanto, en la medida en que se profundiza el conocimiento del   hombre y  que nuevas y  antiguas indagaciones se imponen, no ha como huir de la necesidad de profundizar la investigación sobre la perspectiva psíquica de las criaturas humanas.
Al revés de   que defienden o imaginan muchos espíritas, esa contaminación con ramos del   conocimiento humano que se destinan a estudiar la dimensión material de la vida es profundamente benéfica para las tesis espiritualistas e  inmortalistas. Es que nos olvidamos, casi siempre, que somos un complejo existencial mucho más unitario del dualismo clasificatorio con el cual denominamos el ser (Espíritu-materia), y  de una manera general acreditamos (y esperamos pasivamente) que sea desarrollada una tecnología o metodología “pura” para la comprobación del   Espíritu, que nos parece cada vez más imposible.
Al contrario, percibiremos cada vez más que la dimensión energética que se estructura mentalmente después de la desencarnación y  con la cual el Espíritu se presenta y  produce su forma, obedece a patrones fenotípicos muy evidentes. Ando muy tentado a desarrollar una teoría para el periespíritu, a partir del   fenotipo. ¿Sería posible, de la misma forma, extrapolar e  imaginar un patrón “genotípico” para el Espíritu? Es un tema que merece ser debatido entre los espíritas (y con los Espíritus).
Entiendo, también, que del   punto de vista espírita, no se puede admitir que la manipulación genética sea efectuada para mera satisfacción de la vanidad o de la mercantilización de la investigación científica. No hay justificación ética que sostenga tales finalidades. Pero no se puede obstaculizar el avance de tecnologías que sean puestas al servicio de la humanidad, como por ejemplo, la utilización del replicaje genético para la producción de órganos destinados a trasplantes o producción de terapias que recuperen la salud de millones de seres desengañados. La alegación de que no se puede impedir pruebas y  expiaciones determinadas por Dios para las criaturas es absurda y  dogmática, una inaceptable perspectiva fundamentalista de que el destino es trazado y  que el hombre no posee libre-albedrío para luchar, con todos los recursos y  energía disponibles, para superar los límites que la vida le impone (lo que no significa dejar de resignarse y  vivir con dignidad cuando esos límites no pueden ser ultrapasados o vencidos).
Estoy en contra de la realización, en el momento, del clonaje de seres humanos, por motivos éticos y  de consciencia. Las críticas de los  cientistas que se oponen al clonaje son bien fundamentadas. No se trata de un procedimiento común y  la sociedad tiene el derecho de contar con un grado de certeza mayor acerca del destino que está reservado y  a sus consecuencias técnicas y  éticas (lo que vale para cualquier nueva incorporación tecnológica y  científica que extrapole los límites del   que convencionamos – o contractamos – socialmente como ético).
Del punto de vista hipotético, el clonaje de seres humanos, que tanta confusión ha traído, en la perspectiva del   Espíritu, no sería un problema. Bajo la óptica espírita, a la semejanza del   que ocurre en gemelos idénticos, la individualidad espiritual que presidirá la criatura concebida a partir de la manipulación genética es absolutamente distinta de la que le fornece el patrimonio genético. Existía antes, independientemente, y  así continuará existiendo,  aunque la absoluta semejanza del   punto de vista corpóreo.
Sería, sin duda, más una demostración de que el genotipo es extremamente importante para explicar lo que somos (y como somos), pero incapaz de producir un clone que piense, sienta, actúe y  viva reproduciendo los patrones complejos de existencia de su padre o madre biológicos, consolidando la percepción de que aquello que nos efectivamente individualiza es el principio inteligente, el Espíritu inmortal.
Argumentos han sido utilizados, entre algunos espíritas, para rechazar no sólo el clonaje de seres humanos, como hasta la misma donación de órganos: el rechazo perispiritual. Consideramos una tesis absolutamente infundada, desprovista de coherencia conceptual y  con graves consecuencias humanitarias (en relación a la cuestión de la donación de órganos). Si el Espíritu es capaz de remodelar el cuerpo espiritual al patrón material/energético de cada nuevo mundo en que transita, ¿por qué no podría desarrollar un proceso adaptativo al recibir la donación de un complejo material biológico de naturaleza y  complexidad semejante al suyo?

¿Bioética y  ciencia: hasta dónde avanzar?

Las investigaciones biomédicas no son contrarias a las leyes naturales, a las leyes divinas. El hombre es el que tiene que valorar sus actos por el prisma de la solidaridad, de la fraternidad, de la igualdad, del respeto a las diferencias, alejándose del orgullo que lo impulsa a querer "jugar a Dios" sin cualquier consideración al ser humano, y  del egoísmo que le lleva a visar lucros en detrimento del   bienestar de la sociedad.
Los avances en los últimos 30 años ponen situaciones inimaginables. Algunos apuntan para evidente mejoría de la cualidad de vida por medio de la utilización de nuevos métodos de investigación, medicamentos descubiertos y  el control de enfermedades. Otros, una serie de contradicciones para la especie humana y  el futuro del   planeta. Estamos cada vez más próximos de dominar la tecnología de la creación de la vida, pero observamos la destrucción cotidiana del   medio ambiente y  sus funestas consecuencias.
Dominamos tecnologías de punta, pero la humanidad se ha demostrado incapaz de enfrentar el hambre, las epidemias y  la miseria generalizada. Los problemas estudiados por la bioética son formados por situaciones de lo   cotidiano y  otros que se colocan en la frontera de la vida, distantes de la realidad de la mayoría de las personas. Viejos y jóvenes problemas, en un mundo cada vez más complejo, marcado por la transición demográfica, por el fenómeno de la globalización y  el aumento de la concentración de renta. La incorporación creciente de tecnologías se da sin equidad, lo que impide la universalización de sus beneficios.
Se observa la consolidación de un nuevo perfil epidemiológico. Predominan las enfermedades crónico-degenerativas, los fenómenos dirigidos a la violencia (que ya se constituyen en la primera causa de muerte en la mayoría de las grandes ciudades de los  países en desarrollo, como mi país, o subdesarrollados). Surgen nuevas enfermedades y se observa el recrudecimiento de otras, controladas en el pasado, mismo sin el nivel de tecnología hoy disponible.
Cuando entramos en el campo de la bioética tratamos, tanto con los problemas cotidianos cuanto con los temas de los  “límites”, con sistemas complejos de realidad, distante de la ciencia clásica tradicional que disuelve la complejidad aparente de los  fenómenos y  se fija en la simplicidad de las leyes inmutables de la naturaleza.
Muchas finalidades prácticas son posibles a partir de los  avances científicos en el campo de la genética. La secuencia de DNA, a través de la impresión digital de DNA, ha sido utilizada como árbitro máximo de la identidad humana, empleada en las modernas investigaciones criminales, ayudando a desarrollar crímenes hediondos (del pasado y  del   presente), reuniendo familias dividas por raptos (ej. niños raptados por la dictadura Argentina), identificando cuerpos de personas desaparecidas, resolviendo pendencias que envuelven disputas por paternidad, descubriendo las raíces de civilizaciones antiguas y ofreciendo evidencias inequívocas de los orígenes humanos. El uso de la genética ha sido importante aliada para condenar culpables o perdonar inocentes que fueron erroneamente condenados, incluso a la penalidad de muerte (el llamado “patrón-oro de la inocencia”). Con eso, han sido estructurados bancos de impresión digital de DNA en el Reino Unido y  en los EE.UU. Permite aún la comprensión del origen y  del   patrón de migración global de las poblaciones humanas a lo largo de centenas de millares de años, a través de la utilización del DNA mitocondrial, emprendiendo toda una arqueología de la especie humana, retomando a su origen.
Por otro lado, diversos intereses están en juego. Algunas industrias apuestan en el desarrollo de paquetes para diagnóstico que predice las enfermedades. Otras invisten en la perspectiva de la terapia génica. Hay mucho interés en juego en el prolongamiento artificial y  desnecesario de la vida. ¿Imaginen el lucro potencial de la industria farmacéutica cuanto a la identificación, en las próximas décadas, de factores genéticos que causan la depresión, el disturbio del   déficit de atención, los vicios, la esquizofrenia, comportamientos violentos y  otras condiciones complejas? Corremos el riesgo de la absolutización de la genética, con el intento de identificar un DNA-dictador, el gen-egoísta, un gene-gay etc.
    Por otro lado, ¿qué pensar de la manipulación con la consecuente alteración genética de vegetales, los llamados alimentos transgénicos? ¿Hasta qué punto esos alimentos son sanos y  no perjudican la salud y  el medio ambiente? ¿Existen experiencias y  observaciones suficientes para garantizar su uso por la población? ¿Se puede utilizar los animales indiscriminadamente para cualquier tipo de experimentación? ¿Deben ser puestos límites al uso de materiales que polúen aguas, florestas y  atmósfera, amenazando la salud de las generaciones futuras? ¿Cuáles son los límites para patentar los genes y  explorar económicamente el   patrimonio genético de la humanidad?  ¿Se recomienda la fecundación asistida a una señora de 60 años?
El clonaje es otro problema bio-técnico-científico puesto para la sociedad. Se debe llevar en consideración, por un lado, los usos terapéuticos potenciales, por otro, las posibilidades perversas con que tal tecnología puede ser manipulada. Ya hay sectas exóticas, como las de los  raelianos asentada en las Bahamas, que por motivos esotéricos y  religiosos pasan a perseguir el clonaje de seres humanos como forma de transcendencia de la raza humana (¡por sólo doscientos mil dólares!). Esperanza para un portador de deficiencia que enfrenta las limitaciones y  discriminación, por un lado, y  patente y  busca desenfrenada por el lucro, por otro, son ejemplos que se contraponen objetivamente para la sociedad. Pero es también un instigante dilema de orden ético-espiritual.
Las investigaciones deben ser estimuladas, principalmente si tienen objetivos que traigan beneficios futuros a la sociedad y  al medio ambiente en que vivimos. Un descubrimiento científico no es ético o antiético. Se vuelve antiético cuando es utilizado de forma atentatoria a los valores que cultivamos, como respeto a la vida, a la individualidad, a la diferencia, comprensión y  solidaridad. No fue el descubrimiento del   cianuro que causó la muerte de millones de seres humanos, pero su deliberada utilización en campos de concentración nazis.
Otro problema central es el endiosamiento versus la demonización de la ciencia. La libertad científica es moralmente justificada en la medida en que las consecuencias de  su uso, además de ser benéficas para la humanidad, estén dentro de las fronteras de la ética. La ciencia no debe conducirse por sentimientos enamorados que puedan cegarla por la ausencia de crítica o por temores que puedan impedir su avance. El papel de la sociedad civil y  de los  espíritas en cuanto un movimiento social (en ella contenido) es lo de mantener vigilancia que garantiza la manutención de la inquietud y  de la libertad científica sin, todavía, provocar la emergencia de un terror que impida la reflexión y  la ponderación cuidadosas frente a los nuevos descubrimientos.
Según Einstein “debemos evitar superestimar la ciencia y  los métodos científicos cuando se trata de problemas humanos. No debemos presumir que los especialistas sean los únicos que tienen derecho de opinar sobre cuestiones que dicen respeto a la organización y  al futuro de la sociedad”.
Un ejemplo claro que estamos viviendo este momento en Brasil. El Supremo Tribunal Federal, la mayor corte jurídica del país, acaba de aprobar, en una votación muy justa (6 votos en contra 5), la realización, sin límites, de investigaciones con células tronco embrionarias. Fueron meses de debate público y  enorme movilización, promovida, por un lado, por cientistas y  asociaciones de portadores de patologías, y  de otro, por varias instituciones religiosas, lideradas por la Iglesia Católica, pero que contaron con expresivo apoyo de los  espíritas religiosos brasileños.
En verdad, dos cuestiones centrales se impusieron en ese debate: ¿qué es un individuo? ¿Cuándo/dónde comienza  la vida? Nosotros, espíritas laicos, organizados en torno de la CEPA, tomamos públicamente posición a favor de las investigaciones embrionarias. Entendemos que la gran contribución del   Espiritismo, en ese debate, es apuntar por la existencia del   Espíritu, la inmortalidad del alma y  la evolución infinita.
Siento orgullo de ser espírita al ver el posicionamiento público que la CEPA ha asumido frente a los problemas de la bioética. Nuestra participación en el Consejo Nacional de Salud, en defensa de la vida, aprobando la investigación con células tronco embrionarias, el posicionamiento público expreso por nuestro presidente Milton Medran en la gran empresa brasileña, demarcan una postura progresista, humanista, laica y  genuinamente kardecista.
Hoy por la tarde voy a presentar un trabajo desarrollado por jóvenes espíritas que investigaron las diferentes concepciones entre los espíritus religiosos y  laicos en Brasil. Voy a enseñar como la visión religiosa, partiendo del referencial kardecista, es capaz de resultar en una visión del mundo conservadora. Invito a los que tengan interés en el tema para compartir los resultados conmigo dentro de poco tiempo.
Muchos otros temas podrían aquí ser explorados. Es llegada la hora, entretanto, de terminar y  concluir mis observaciones, agradeciendo la atención de cada uno de ustedes aquí presentes. Reafirmo: la gran contribución del   Espiritismo en ese debate es la afirmación de la existencia del   Espíritu, de la inmortalidad del alma y  de la evolución infinita, al agregar la dimensión extracorpórea de las criaturas: el  principio espiritual.
El Espiritismo demuestra, a partir de los  hechos por la vía de la experimentación, la preexistencia, la existencia y  la sobrevivencia del alma, que conserva todas las facultades intelectuales, morales y  espirituales después de   la desencarnación. El Espiritismo solamente mantendrá su actualidad e importancia si consigue presentar esa contribución para el pensamiento humano. Y ese es un trabajo que depende de cada uno de nosotros.


(Muchas gracias por la atención.)



[1] Ademar Arthur Chioro dos  Reis (Santos-SP, Brasil)

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