EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



jueves, 21 de noviembre de 2013

JOSÉ PLÁCIDO SANSÓN Y GRANDY, ELPRIMER ESPIRITISTA CANARIO

Por: Oscar M. García Rodríguez

Retrato de José Placido Sansón y GrandySu vida
José Plácido Sansón y Grandy nació en Santa Cruz de Tenerife el 4 de Octubre de 1815. Su padre, José Sansón, era de ascendencia francesa y su madre, Juana Grandy, de estirpe italiana. Su padre fue don José Bernardo Sansón Díaz y Freire, regidor decano del ayuntamiento de Santa Cruz, quién ostentó la alcaldía primero accidentalmente en 1814, y más tarde al se electo para desempeñar dicho cargo en 1818 y 1827. Su madre se llamó Juana Grandy del Castillo.
Tras aprender a leer y escribir, continuó ilustrándose en su hogar con su padre, a causa del cierre de la escuela a que asistía. A los diez años comienza a estudiar latín, aprendiendo el francés sin maestro. A los doce se matricula en la universidad de La Laguna.
Sansón, desde pequeño, tuvo una enorme pasión por la lectura, leyendo todo lo que caía en sus manos, en especial historias y novelas de la literatura francesa e inglesa.
A los catorce años escribe su primera tragedia en verso, que tituló Anacaona, en cinco actos, obra que a lo largo de su vida reescribiría cuatro veces, según iban cambiando y madurando sus gustos y orientaciones estéticas. Por esta época comienzan sus amores con su prima segunda, María de la Concepción Sansón, con quien se casaría en 1834, al tiempo que inicia su labor de poeta lírico.
A causa de la clausura de la Universidad de La Laguna, al igual que todas las universidades estatales, en Diciembre de 1829, tiene que interrumpir sus estudios de jurisprudencia, que reanuda en 1834, mas no sólo como alumno, sino que incluso llegó a dar clases de Lógica y de Moral el año de su licenciatura, por enfermedad del catedrático Dr. don Valentín Torres.
Durante 1837 y 1838 colabora en el El Atlante, primer periódico no oficial que se publica en Santa Cruz de Tenerife, fundado por don Pedro Mariano Ramírez y Atenza (2). En este último año escribe Elvira, drama romántico en tres actos y en verso, que es estrenado en el teatro de Santa Cruz de Tenerife en Enero de 1839. Asimismo, edita la obra Ensayo Crítico de las Obras de doña María de las Mercedes Letona del Corral, poetisa uruguaya nacida en Montevideo en 1803, y fallecida en Santa Cruz de Tenerife en 1831.
Se casó en 1834, sin el consentimiento paterno, con su prima María de la Concepción Sansón y Plassón, con la que tuvo cuatro hijos. Dos de los varones se llamaron Plácido y el otro Andrés. Plácido Sansón y Sansón, el primero de este nombre, falleció a los diecinueve meses de su nacimiento en diciembre de 1835. Andrés murió de tuberculosis a los veinticuatro años de edad cuando estudiaba ingeniería. De la hija, a la que llamaban familiarmente Concha, no hemos podido encontrar datos.
En 1841, Sansón colabora en el periódico santacrucero El Daguerrotipo, de tendencia moderada, y publica sus Ensayos Literarios, en dos volúmenes, comprendiendo el primero “Poesías” y el segundo  tomo  “Tragedias”: Anacaona; Aben-Hamet y Atreo y Tieste. A estos volúmenes seguirían otros dos: el tercero con Poesías de 1839 a 1841 y el cuarto con Dramas.
En 1842 se licencia en Derecho en la Universidad de La Laguna, habiendo obtenido siempre la nota de “sobresaliente” y comienza a trabajar como abogado. En esta época se ve seriamente alterada su salud, al sentirse afectado por un fuerte ataque de reumatismo, complicado más tarde con otra afección, enfermedad de la que se recuperaría, pero no sin serio menoscabo de su proyección profesional y peculio. Escribe el drama en verso y en tres actos Hernán Peraza, por encargo de la Sociedad Dramática de Santa Cruz, que no pudo ser representado porque ciertas enemistades de Sansón lograron que fuera calificado por las autoridades de “subversivo”. En este año redacta también, junto a Rafael Calzadilla (3), la Revista Isleña.
En 1843 es nombrado coasesor de Rentas, y recibe encomiásticas consideraciones del conocido poeta Alberto Lista sobre sus Ensayos Literarios. Entre otras cosas le expresaba: “Estos versos me han electrizado; y, a pesar de mis 68 años, han renovado en mi, si no el genio, porque los muertos no resucitan, el placer de sentir y admirar. Usted será un gran poeta, amigo mío. Este pronóstico le dejo en herencia, ya próximo al sepulcro. No imite usted a Byron ni a Víctor Hugo, poetas de cabeza, corazones prosaicos. Escriba usted por sí mismo; imite el lenguaje de Rioja y Calderón; usted tendrá un lugar distinguido y merecido en nuestro Parnaso”.
En 1844 es nombrado Fiscal, y en 1845, Consejero de Provincias. Este mismo año aprende por su cuenta, sin profesor, las lenguas inglesa e italiana, traduciendo luego a Shakespeare, Milton, Lord Byron, Bulwer y Petrarca.
En 1847 y 1848 forma parte de la redacción de La Aurora, semanario de literatura y artes publicado en Santa Cruz de Tenerife – publicación más importante del romanticismo canario – junto a José Desiré Dugour, Ignacio de Negrín, Carlos Guigou, etc., en cuyas páginas aparecerán numerosos trabajos suyos: poesías, críticas literarias, leyendas, estudios biográficos y traducciones.
El 15 de Junio de 1850 se embarcó para la Península, instalándose en Madrid, en la Calle del Olivo, y después en las de San Antón y Vergara, no regresando ya más a Canarias, algo de lo que se arrepintió muchas veces a lo largo de su vida.
En la Villa y Corte, de la mano de su amigo, el periodista y autor dramático, natural de Gran Canaria, Andrés Avelino de Orihuela, entra en contacto con los más famosos escritores y personalidades políticas de la época: Ventura de la Vega, Núñez de Arce, Antonio García Gutiérrez, Agustín Príncipe, Suárez Bravo, Guerra y Orbe, Eugenio Hartzenbusch, Eulogio Florentino Sanz, Cañete, Cea, Orgaz, Rodríguez Rubí, Ruiz Aguilera, García de Quevedo, Cánovas del Castillo, el Marqués de Tabuérniga, etc.
Traba amistad con el poeta José Selgas Carrasco y juntos, en unión de otros escritores como Florentino Sanz y Antonio Trueba, se reúnen en animada tertulia todas las noches en los cafés “El Príncipe”, “La Iberia” o “El Suizo”.
En enero de 1853 entra a formar parte como Secretario de la recién constituida Sociedad de Agricultura, Industria y Comercio, cuyo objeto era contribuir a fomentar la riqueza pública y particular de España, por medio de la cría de la cochinilla y del gusano de seda, asociación cuyo primer presidente fue don Agustín de Perales, secretario de la real cámara y estampilla de S. M. la Reina.
En 1854 publica un libro de poesías que intituló La Familia, dedicado a la memoria de Alberto Lista. Envía ejemplares de esta obra a Antonio Trueba y a la famosa poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, recibiendo elogiosísimas cartas de ambos.
En 1860, José Plácido Sansón ingresa como redactor en el periódico madrileño Las Novedades, de tendencia progresista, del que llegaría a ser director en 1868. En 1862, colabora en la Revista de Telégrafos, dirigida por su paisano Juan Ravina. Y en 1864, publica la segunda edición de La Familia, prologada por su amigo José Selgas. Escribió también para la Revista de Telégrafos.
En 1865, Sansón y Felipe Picatoste, que ya habían sido compañeros en Las Novedades, fundan y redactan la Revista del Movimiento Intelectual de Europa. A esta publicación invitó Sansón a colaborar a Galdós.
Al año siguiente, colabora en el periódico de La Habana, Cuba, El Mencey,  mientras lo dirigió el tinerfeño Ignacio Negrín López, con artículos para la sección denominada “Revista de Madrid”.
En 1869 toma parte en la redacción del Diccionario Enciclopédico de la Lengua Española, editado por Gaspar y Roig, en cuya portada apareció el nombre de nuestro biografiado. Interviene en la traducción de la Historia Universal, de César Cantú, publicada por el mismo editor, encargándose de la traducción integral de los tomos sobre Literatura y Arqueología, siendo también de su autoría el Índice General de la obra. Por esta misma época, fue redactor del periódico madrileño La Atlántida.
También en este año es nombrado Oficial de segunda clase del Ministerio de Fomento y Secretario del Gobierno Civil de Madrid. En 1871 recibe el nombramiento de Inspector de Hacienda, y en 1872, es designado Gobernador Civil de Ciudad Real.
José Plácido Sansón murió en Madrid, el 26 de febrero de 1875.
Su obra
José Plácido Sansón y Grandy es un autor de transición entre el neoclasicismo del siglo XVIII y el romanticismo del XIX. Su formación literaria inicial fue neoclásica, como reconoce en su autobiografía inédita. Más tarde, la lectura de las obras de Francisco Martínez de la Rosa La Conjuración de Venecia y Aben-Humeya, y, sobre todo, Lucrecia Borgia, le deslumbra, rindiéndose incondicionalmente a las nuevas ideas literarias del romanticismo.
José Plácido Sansón es el iniciador, junto a Ricardo Murphy y Meade (1814-1840), del romanticismo en la literatura canaria, estando considerado el máximo exponente de esta corriente literaria, y uno de los escritores más interesantes de todo el siglo XIX en las Islas Canarias.
Sansón escribió las siguientes obras: Anacaona, tragedia en tres actos y en prosa; Aben-Hamet, tragedia en tres actos; Atreo y Tieste, tragedia en cinco actos; los dramas La Noche de San Bartolomé, Zahuca (1835), Rodrigo (1836), María (1837), Elvira (1838), obra que se considera la iniciadora del romanticismo en Canarias; Una Mujer, Hernán Peraza, Tarde y a Tiempo y Víctima y Juez; la comedia Pobre Ciego; la zarzuela Tres para Una; la ópera seria Elvira; Jimena y Amor Conyugal, cuadros lírico-dramáticos; los libros de versos Poesías (tomo I y III de sus Ensayos Literarios, 1841), La Familia (1853), Ecos del Teide (1871), Flores del Alma y Ecos de Ultratumba. También escribió la novela Herida en el Corazón (1872); Al Borde del Precipicio, comedia en prosa, y el estudio Ensayo Crítico de la Obras de doña María de la Mercedes Letona del Corral (1839). Además de refundiciones de algunas obras de otros autores, junto a las traducciones ya consignadas en esta biografía, tradujo del inglés Mary Eva, Maga de la Montaña e Hipatia y Calixta; y del francés Drama del 93 de Dumas, y parte de Los Miserables, de Víctor Hugo.
José Plácido Sansón y Grandy fue un apasionado del teatro y es considerado figura imprescindible a la hora de cualquier estudio del teatro canario del siglo XIX.
Su afiliación al Espiritismo
José Plácido Sansón y Grandy redactó en vida una autobiografía que permanece aún inédita – ya mencionada – en la cual deben encontrarse, sin duda, interesantes datos relativos a sus experiencias mediúmnicas e introducción en el Espiritismo, tal como se deja entrever en las palabras de uno de los máximos estudiosos de la poesía del siglo XIX en nuestras Islas, Sebastián Padrón Acosta, el cual tuvo la oportunidad de consultarla. Precisamente a datos extraídos de esa autobiografía se refiere este autor, cuando en su estudio titulado “Poetas Canarios del siglo XIX” (4), comenta lo siguiente: “José Plácido Retrato de Benigno Carballo Wangüemertse contagia de las doctrinas espiritistas y se dedica a experimentos de ésta, impulsado por la insistencia de Benigno Carballo, sujeto natural de Santa Cruz de La Palma, profesor de Economía Política y amigo de Sansón. José Plácido en Madrid, en 1851, en una sesión de espiritismo evoca el espíritu de Ricardo Murphy. Son interesantes las páginas en que se narra esta época de la vida de Sansón en la Capital de España”.
Resulta notable que Sebastián Padrón Acosta se refiera a esta afiliación espiritista de José Plácido Sansón y Grandy, siendo él sacerdote y sabiendo la opinión sostenida por la iglesia y sus jerarquías, salvo honrosas excepciones, sobre el Espiritismo, al que oficialmente habían catalogado de “doctrina satánica” y otras lindezas por el estilo. Este hecho viene a ser una palpable demostración de que tales convicciones constituían un elemento clave e imprescindible, para ubicar fielmente la vida y obra de este insigne poeta, dramaturgo y, en general, una de las figuras más destacadas de la vida intelectual canaria del siglo XIX, circunstancia que no se podía ignorar sin más.
Pero de todas formas, esa tendencia presente en numerosos estudiosos de la vida y obra de una serie de destacadas figuras de la historia, de soslayar intencionadamente la cercanía, sintonía o afiliación de esos personajes, a las ideas espiritistas, no está tampoco ausente en este autor, pues al consignar las obras escritas por Sansón se olvida, “curiosamente”, de incluir en su lista la obra poética espiritista Ecos de Ultratumba, recogida por Antonio Vizcaya Cárpenter en su excelente estudio Tipografía Canaria (5). ¿Será por falta de memoria o un acto más de “caridad cristiana” mal entendida? Por otra parte, el lenguaje empleado le delata: “(…) Se contagia de las doctrinas espiritistas…”. A pesar de que muchos lo quieran ver así, las ideas del Espiritismo no constituyen ninguna “enfermedad contagiosa”, peligrosa para la salud física y mental del ser humano, y sí, por el contrario, uno de los más grandes y trascendentales ideales de progreso, solidaridad y tolerancia gestados en el seno de la humanidad, portador de una enorme capacidad transformadora para el ser humano.
No disponemos de información para poder determinar de manera fehaciente la fecha de la redacción de Ecos de Ultratumba.
Según las informaciones de las que hasta el momento disponíamos, la corriente de interés en torno a los fenómenos psíquicos y mediúmnicos – que comenzó en los Estados Unidos de Norteamérica a raíz de la manifestaciones que tuvieron por escenario la casa de la familia Fox, en Hydesville, Nueva York, las que, subsiguientemente, se propagaron como un reguero de pólvora por todo el ámbito territorial de ese gran país, llegando a Europa de la mano de diferentes médiums norteamericanos que realizaron diversas “giras” por el “Viejo Continente” – había tenido su más temprano eco en España con la creación de un núcleo de estudios en la ciudad de Cádiz.
Esto lo documenta Jaume Casanova Abellán en su excelente trabajo “Desarrollo Histórico del Espiritismo en España. Figuras Relevantes en España: José Mª Fernández Colavida”, publicado en la revista Flama Espírita, editada por el “Centro Barcelonés de Cultura Espírita”. Así, en su número 7, correspondiente a los meses de Mayo y Junio de 1982, se dice: “La primera noticia que hemos encontrado en relación a una antigua Sociedad con este objeto – el estudio de la fenomenología mediúmnica, conocida entonces con el término general de “Nuevo Espiritualismo” -, es en Cádiz, en 1855, disuelta luego por la Autoridad Civil a petición de la eclesiástica, siendo la primera que publicó un libro de espiritismo antes de que se conociera este vocablo: “Luz y verdad del Espiritualismo, Opúsculo sobre la exposición verdadera del fenómeno, causas que la producen, presencia de los espíritus y su misión”. Su fecha data de febrero de 1857, dos meses antes de que se publicara “El Libro de los Espíritus” de Allan Kardec. Lo condenó el Prelado y ante su palacio se hizo el primer auto de fe con los ejemplares secuestrados. (El Criterio Espiritista -1869-, revista de la Sociedad Espiritista Española, dirigida por el Vizconde de Torres Solanot, lo reprodujo en sus columnas)”.
Pero es que incluso antes, en 1854, ya se publicaron en Cádiz dos pequeñas obras sobre el asunto, la primera llevó por título “Las Mesas Danzantes y Modo de Usarlas. Respuesta de los Espíritus a Preguntas que se le sometieron mediante la Tiptología”. En el prefacio del folleto se cuenta como se descubrió el fenómeno de las mesas parlantes y el modo de usarlas, y luego se transcriben una serie de comunicaciones de los espíritus obtenidas entre finales de 1853 y comienzos de 1854 en Cádiz por este medio.
Este folleto y los hechos que en ella se explican fueron comentados por Kardec en el número de abril de 1868 de  la Revue Spírite.
El segundo folleto, también impreso en Cádiz en 1854, que se publicó adjunto como apéndice  a la obra “Mancomunidad, vista sintética sobre la doctrina de Carlos Fourier”, de Hipólito Regnaud (Imprenta de la Revista Médica), llevaba por título “Explicación psicológica sobre las mesas parlantes. Confirmación de la teoría cosmogónica de Carlos Fourier y de su sistema de asociación sacada por medio de dichas mesas”, con el subtítulo: “Moral y Amor divino”.     
Ricardo Murphy y Meade 02Pero, tal como hemos recogido en párrafos anteriores, vemos que ya en 1851 existía en Madrid un núcleo donde se experimentaba la comunicación mediúmnica con los espíritus, núcleo al que asistía José Plácido Sansón, y donde en cierta ocasión se invocó el espíritu de su querido amigo y poeta Ricardo Murphy y Meade. Por lo tanto, ésta viene a ser la fecha más temprana documentada hasta el momento, de la introducción de los estudios mediúmnicos del Nuevo Espiritualismo, preludio inmediato de lo que luego serían los contenidos espiritistas, en España, dato desconocido hasta ahora.
El poeta Ricardo Murphy y Meade (1814-1840), muerto a muy temprana edad a causa de la tuberculosis, al igual que su hermano y también poeta Patricio, fue compañero de estudios y amigo inseparable de Sansón, unidos por sus ideales literarios y la amistad más cordial, que nunca se extinguió. A él dedicó Sansón el primer tomo de sus Ensayos Literarios, publicado en Santa Cruz de Tenerife en 1841, con las siguientes palabras: “Tú, joven poeta, a quien una enfermedad horrorosa ha arrebatado del mundo, tu viste nacer casi todas las composiciones de este primer volumen, tú las corregiste aplicando a su análisis el gusto delicado con que te dotó el cielo, si algún mérito encierran, a ti te lo deben; recibe, pues, donde quiera que te halles, el homenaje puro que te rinde, dedicándotelas, la amistad del que te llorará eternamente. José Plácido Sansón”.
Como referimos anteriormente, Sebastián Padrón Acosta expresa, siguiendo las informaciones recogidas en la citada “Autobiografía” inédita de Sansón, que fue la “insistencia de Benigno Carballo, sujeto natural de Santa Cruz de La Palma, profesor de Economía Política y amigo de Sansón”, lo que llevó a éste a iniciarse en las prácticas y estudios mediúmnicos. Padrón dice incorrectamente “espiritistas”, pues por entonces tal palabra no había sido creada ni dotada de contenido, labor que le correspondería a Hypollite León Denizard Rivail, más conocido, tras la publicación en 1857 del Libro de los Espíritus, con el pseudónimo de Allan Kardec. Fue este investigador quien codificó la Doctrina Espiritista y creó el vocablo que la identifica, dándole un definido carácter que es a menudo ignorado por multitud de comentaristas, aplicándolo no sólo inapropiadamente sino, lo que es más grave e injusto, en un sentido totalmente opuesto del que le dotó su creador.
Dejando a un lado algunas consideraciones que nos sugiere el lenguaje y el tono empleado por Sebastián Padrón Acosta en el anterior párrafo, a fuer de ser exactos hemos de decir que Benigno Carballo Wangüemert (1826-1864), había nacido en Los Llanos de Aridane, Isla de La Palma, y era licenciado en Jurisprudencia por la Universidad de Sevilla. En 1852 se doctora en Madrid, convirtiéndose en Catedrático de Economía Política de la Escuela de Comercio y del Real Instituto Industrial de Madrid, a la vez que se adhiere a la escuela económica en auge por aquel entonces: la librecambista.
Benigno Carballo era amigo de Sansón y si en ese momento estuvo interesado en las investigaciones psíquicas y la comunicación con los espíritus, derivadas del auge del Nuevo Espiritualismo, no creemos que conservara dicho interés posteriormente, o por lo menos no disponemos de ningún dato o indicio que nos lo haga suponer. De todas formas, resulta verdaderamente curioso que Carballo estuviese en París en Agosto de 1857 -a donde había viajado para estudiar la organización de la enseñanza en el país galo, especialmente las de naturaleza técnica, una de sus grandes preocupaciones-, coincidiendo con la marejada de interés suscitada tras la publicación de la primera edición de El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec en abril de ese mismo año, obra que se había convertido entonces en lo que hoy llamaríamos un “best-seller”. ¿Llegaría Benigno Carballo a conocer El Libro de los Espíritus durante su estancia en la capital francesa en el verano de 1857?.
Más tarde, esta amistad entre Sansón y Carballo se vería, en cierta forma, comprometida a causa de rivalidades políticas que mantenían al importante grupo de estudiantes canarios y más tarde notables intelectuales y políticos, residentes por aquel entonces en Madrid, en facciones divergentes, estando Sansón y Luis F. Benítez de Lugo, Marqués de la Florida, progresistas, en el sector opuesto al que se adhería Carballo, el liberal. Este conflicto tuvo su expresión más clara en la polémica desencadenada tras la retirada del Marqués de la Florida de la redacción de Las Canarias, revista dirigida por Carballo, aparecida en Abril de 1863.
Las convicciones espiritistas de José Plácido Sansón, se documentan también en la asidua correspondencia que mantuvo con el Marqués de La Florida. En sus cartas, se dirigía a él en estos términos: “Frère en spiritisme, adieu!”. Marcos Guimerá Peraza comenta que  por esta misma correspondencia “se conoce que Manuel Alonso Martínez, al que cita con frecuencia, era también espiritista” (6).
En un artículo del Vizconde Torres Solanot incluido en el Almanaque del Espiritismo para 1873, que publicó la revista madrileña El Criterio Espiritista, titulado  “Movimiento Espiritista en España”, se alude a José Plácido Sansón y a su obra poética de inspiración espiritista, cuando comenta las últimas producciones espiritistas que estaban saliendo a la luz en España: “…Y lejos de agotarse con esto el movimiento literario, prepáranse obras nuevas para ser muy pronto publicadas; y ya la poesía dramática, ya la lírica, en producciones de Hurtado y de Sansón; ya el estilo sencillo y ameno de los “Cuentos”, de Corchado, ya el correcto y grandilocuente de las obras que escriben los médiums Bassols y Suárez, ya, por fin, otros libros próximos a su terminación, aportan su contingente al Espiritismo, haciendo presagiar que en España, lo mismo que en el extranjero, seguirá en progresión creciente el movimiento Espiritista”.
El argentino Florentino Barrera, escritor e historiador del movimiento espiritista recoge en su folleto “Auto de Fe de Barcelona” (edición del autor. Buenos Aires, Argentina, 1980), lo que sigue en relación al protagonista de este artículo:
“Salvando de un injusto olvido, que por causas que ignoramos se encontraba sumido, rescatamos para los primeros puestos al poeta y escritor José Plácido Sansón, autor de “Poesías Espiritistas”, Madrid, 1865, al que Kardec hiciera referencia en la revista; también es el autor de “Andrés ” y “Apéndice a La Familia”, prologado por Joaquín Huelbes Temprado”.
Tenemos fundadas sospechas de que “Poesías Espiritistas”, obra a la  que alude   Florentino Barrera, y “Ecos de Ultratumba”, que mencionamos atrás, serían en realidad no dos distintas, sino una única obra; es decir, el primero de los títulos vendría a ser realmente el subtítulo de la segunda. Por tanto, si nos atenemos a este dato, esta obra vio la luz en 1865.
Lo cierto es que ya en la segunda edición del poemario “La Familia” (Madrid, 1864) se incluyen un conjunto de poemas de nítida vinculación al ideario espiritista. Ocurre así en poesías como Esposa y Madre, El Espíritu de Luisa, ¡Ruega Dios!, ¡No me ames tanto!, ¡Intercede por mí!, El Ángel Custodio, Simpatías de Ultratumba, Misterio, Lo Invisible, Por qué no Muero, Éxtasis, Fortitudo o El Amigo Invisible.
José Plácido Sansón y Grandy, notable poeta romántico, apasionado dramaturgo, figura destacadísima de la intelectualidad canaria del siglo XIX y pionero del Espiritismo en España y en las Islas Canarias: personalidades de tal valía intelectual y moral engrandecen el ideal que representan y son expresión del tipo humano que contribuye a crear el ideario, la ética y la práctica de la Doctrina Espírita.
NOTAS
1) La familia Sansón se había establecdo en la isla de Tenerife a comienzos del siglo XVIII en la persona del alférez de milicias Cristóbal Plácido Sansón, hijo de Olivier Sansón y Marguerite Legoux, ambos originario del puerto bretón de Saint Malo
2) Pedro Mariano Ramírez y Atenza nació en Murcia en 1799. Había llegado a Santa Cruz de Tenerife en 1831, como Oficial del Gobierno político de la provincia de Canarias. En 1841 fue Síndico segundo del Ayuntamiento de Santa Cruz, cargo en que cesó por haber sido elegido Diputado provincial por la Isla de La Palma en ese mismo año. En 1842 salió elegido Diputado a Cortes por Canarias. Fue Académico de la de Bellas Artes de Santa Cruz, al menos desde 1850; Secretario (en 1837) y Director (en 1866) de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife; vocal por la Orotava de la Junta de Agricultura y vicepresidente de ella en 1854. En 1872 fue Gobernador Civil de Canarias. En 1882 fue nombrado hijo adoptivo de Santa Cruz. Murió en esa capital en 1886.
Fue también el fundador y dueño hasta 1857, de la Imprenta Isleña, la más importante establecida en Canarias en el siglo XIX.
3) Notario, político republicano y destacado masón, nacido en Santa Cruz de La Palma en 1846.
4) Colecc. Biblioteca Isleña, vol. III. Ed. Aula de Cultura de Tenerife, con el concurso del Instituto de Estudios Canarios. Santa Cruz de Tenerife, 1966.
5) Tipografía canaria, de Antonio Vizcaya Cárpenter, Colección Bibliografías Canarias, Nº 2, editado por el Instituto de Estudios Canarios, 1964.
6) Esta información no es exacta, lo que es disculpable porque es muy fácil caer en esta confusión. Manuel Alonso Martínez (Madrid, 1827 – Burgos, 1891), al que se refiere el historiador canario, inició su actuación política en el Partido Progresista. Durante el reinado de Isabel II ocupó, en diversos gobiernos, las carteras de Fomento, de Gracia y Justicia y de Hacienda. Sin embargo, su labor de gobierno realmente importante, que le da la talla de eficaz legislador, se produce a partir de 1874, cuando vuelve a ser titular del Ministerio de Gracia y Justicia. Presidió la comisión encargada de redactar la Constitución de 1876. Reorganizó el Partido Liberal, dando origen al Fusionista. Con Vega de Armijo constituyó el grupo parlamentario llamada “del reloj”, porque sus miembros ocupaban los sitios debajo del reloj que hay en la sala de sesiones, grupo caracterizado por su decidida oposición a Cánovas. Nuevamente Ministro de Gracia y Justicia en el Gabinete Sagasta (1881), volvió a serlo en el primer gobierno de la regencia de doña María Cristina. Su gestión en el ministerio dio como resultado la promulgación del Código Civil, la Ley de la Imprenta, el establecimiento del juicio oral y público en las causas criminales, la fundación de tres laboratorios de medicina legal -Madrid, Barcelona, Sevilla-, como instrumentos auxiliares de la investigación judicial; estableció las separaciones de las jurisdicciones civil y criminal en las Audiencias de Madrid y Barcelona y presentó a las Cortes los proyectos de la Ley del Jurado, de Reforma del Código Penal y de Implantación del Matrimonio Civil. Fue presidente de la Academia de Legislación y Jurisprudencia y miembro de la de Ciencias Morales y Políticas.
Digo que es fácil caer en esta confusión porque el espiritista era otro “Alonso Martínez”, un poco menos famoso, nos referimos a su hermano Ángel,  pintor y fotógrafo, reconcido como uno de los grandes introductores de la fotografía en España, que fuera miembro de la Sociedad Espiritista Española de Madrid, fundada por Alverico Perón (Enrique Pastor y Bedoya), y muerto cuando era Vicepresidente de la misma en 1868.
7) Tingüaro fue un notable guerrero guanche, hermano del “mencey” (rey) aborigen Bencomo, del territorio de Taoro, en la isla de Tenerife, que se destacó en la defensa de su tierra contra los conquistadores españoles, siendo uno de los principales artífices de la mayor derrota que estos sufrieron en todo el proceso de conquista de las Islas Canarias, en la famosa batalla del Barranco de Acentejo, dada el 31 de Mayo 1494.
TOMADO DE:  http://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2013/11/21/jose-placido-sanson-y-grandy-elprimer-espiritista-canario/

miércoles, 20 de noviembre de 2013


INTRODUCCIÓN DEL ESPIRITISMO EN LAS ISLAS CANARIAS

Por: Oscar M. García Rodríguez

Situación Islas Canarias
Canarias a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX
A lo largo de todo el siglo XIX se producen en Canarias algunos importantes cambios, si bien no suponen modificaciones radicales en la evolución histórica del Archipiélago. Esta evolución es lenta y se aparta en ciertos aspectos de la que se produce en el resto del territorio del Estado español, no afectando a todas las islas por igual.
A comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, la situación social, política y económica de las Islas Canarias se caracteriza por estar íntimamente ligada al mundo rural, situación que se prolongará hasta la década de los 60 del siglo XX. La población isleña se ocupa, en su inmensa mayoría, de las tareas agrícolas, siendo el campo la fuente principal de obtención de riqueza.
Un sector minoritario de la población detenta la propiedad y los medios de producción, concentrando en sus manos grandes extensiones de tierras; aunque, también aquí, hay diferencias entre unas islas y otras. Este sector está integrado por la antigua nobleza y la nueva burguesía, cuyo capital proviene de la propia agricultura, y entre los que hay no sólo familias canarias, sino originarias del resto de España y del extranjero. Son frecuentes los apellidos foráneos establecidos especialmente en las dos islas principales, Gran Canaria y Tenerife: los Miller, Hardisson, Ahlers, Reid, Head, Hamilton, Pavillard…, una situación que ya se había venido dando desde siglos anteriores. Estos extranjeros vienen atraídos por motivos sociales, políticos y económicos – entre estos últimos estará la privilegiada situación de los puertos canarios en las rutas comerciales de Europa con el occidente africano y con América – llegando a ocupar un puesto importante en la realidad social canaria. La economía de las islas estará en gran medida mediatizada por estas familias y por los intereses de las compañías extranjeras que representan, motivando un importante incremento en las actividades en ciertos sectores como las navieras, consignatarias, aprovisionamientos de carbón y aguas, créditos, finanzas, cambio de moneda y los incipientes pasos del turismo. Destacan en esta importante influencia los intereses ingleses, alemanes y franceses.
Los capitales extranjeros se invierten en el mundo rural canario, fomentando una agricultura de exportación que si bien produce un cierto auge económico da lugar, por otro lado, a una gran fragilidad y dependencia de la economía canaria del exterior.
Tras el establecimiento en 1852 de los puertos francos en Canarias, se propicia una situación coyuntural de crecimiento en la economía, coincidente en el tiempo e impulsora de un nuevo producto en el sector exportador: el cultivo de la cochinilla o grana.
Este parásito de las nopaleras, chumberas o tuneras, utilizado como colorante natural, había sido introducido en Canarias entre 1824-25, años en los que se realizaron las primeras tareas para su aclimatización. El extraordinario auge de su producción vino motivado por diversas circunstancias favorecedoras en el plano interior e internacional. La extensión de su cultivo se convirtió en una fiebre que alcanzó su mayor producción en 1870, con grandes superávits. Sin embargo esta expansión productiva coincidió con la depreciación de la grana por la progresiva introducción de las anilinas químicas. A partir de 1871 se inicia una caída irrecuperable de los precios que determinará finalmente la ruina de la producción y la exportación, alcanzando la crisis su punto álgido en 1884. Culminó así una fugaz época de falso esplendor, de ilusiones e inversiones cuyas consecuencias inmediatas fueron nefastas, por lo que significativamente se llamó a la cochinilla o grana “espejuelo diabólico”.
En el plano social el amargo fruto de esta crisis, una de las más graves de la historia económica de las Canarias, no se hizo esperar, dando lugar a la salida de nuevos flujos migratorios, tradicional “solución” a las periódicas crisis económicas canarias. A partir de aquí se inician una serie de intentos encaminados a buscar nuevos recambios económicos, entre los que estarán el fomento de productos como el tabaco o el azúcar, que no encontraron los suficientes apoyos en el poder central, desde el que Canarias se veía, según el punto de vista administrativo, como una lejana colonia.
Tras la desamortización, el clero, al objeto de mantener sus posiciones de privilegio e influencia, se asocia descaradamente a la clase dominante, apartándose del pueblo llano, aunque manteniendo su influencia en la sociedad canaria, especialmente en el mundo rural. Y de ella se sirve para defender al sistema establecido a través de los diversos medios de que dispone: el púlpito, la enseñanza, la prensa y la influencia política.
El nivel cultural de la clase dominante es alto, siendo, por el contrario, el analfabetismo preponderante entre la mayoría de la población, lo que da lugar a profundas repercusiones políticas.
Son frecuentes los viajes de formación de los hijos de estas familias aristócratas y burguesas al extranjero – Inglaterra o Francia, principalmente -, algo que ya venía dándose desde finales del siglo XVIII, durante la Ilustración. El comportamiento de este sector dominante es oligárquico, controlando todos los resortes del poder. Ante esta situación de incultura, dependencia económica y la permanente existencia de la válvula de escape que supone la emigración, el campesinado, que ocupa casi las dos terceras partes de la población, adopta una actitud conformista, salvo excepciones individuales.
En 1868 se abre un paréntesis en esta realidad política canaria con la ampliación del sufragio universal masculino, que era restringido desde 1832, fecha desde la cual se accedía a los puestos políticos mediante elecciones, alcanzando su momento culminante con la proclamación de la primera República, tras cuya caída la situación vuelve prácticamente a su estado anterior.
En la situación política canaria cabe destacar también las periódicas discusiones sobre la uniprovincialidad del Archipiélago, cuya capitalidad correspondía a Santa Cruz de Tenerife. Este recurrente conflicto queda ejemplarizado en los varios intentos por lograr la división del Archipiélago en dos provincias, fomentados por la clase política de Gran Canaria, quienes se sentían perjudicados por las actuaciones de los políticos tinerfeños. Por esta época hubo dos intentos en ese sentido, uno en 1854 y otro en 1868. Pero lo que en realidad subyacía tras estas luchas, era la pugna por el predominio de los respectivos bloques de poder de estas dos islas.
Con el panorama que hemos esbozado en los párrafos anteriores, hemos querido proporcionar al lector una visión panorámica a la vez que sintética, del estado de la sociedad canaria en el momento en el que se estaba produciendo en otros lugares del mundo la emergencia de un nuevo estudio y movimiento que cristalizando en el año 1857 con la publicación en París por Allan Kardec de El Libro de los Espíritus – obra en la que se expusieron los principios y directrices básicas que dieron forma a toda una ciencia, una filosofía y una moral – que bautizada con el nombre de Espiritismo tendría un espectacular éxito y expansión en los años siguientes.
Canarias no quedó al margen de esta marejada de ideas y bien pronto arribaron a estas islas los efluvios de esas novedosas investigaciones, en lo que sin duda influyeron los intensos contactos comerciales de las islas con Europa, en especial con Inglaterra y Francia, de los que ya hemos hablado. No es nada descabellado suponer, pues, que a las Islas Canarias llegaría muy poco después de su publicación, algún ejemplar del Libro de los Espíritus, antes incluso de que dicha obra fuese traducida al español, tarea ésta que correría a cargo, entre 1860/61, de José María Fernández Colavida, nominado justamente por su gran labor de impulso del Espiritismo en nuestro país, el “Kardec español”.
Manuel Perdomo AlfonsoEl Espiritismo en Canarias: primeras noticias
En contactos que mantuvimos en su debido momento con el historiador canario Manuel Perdomo Alfonso (1928-2002), autor de un inapreciable artículo periodístico titulado “El Espiritismo en Canarias“, publicado en el diario tinerfeño La Tarde, en su edición del 11 de diciembre de 1973, éste nos informó, entre otros interesantísimos detalles, de que había podido recoger noticias de la existencia en el Archipiélago de lo que él llamaba un primitivo “espiritismo canario“. Según sus averiguaciones, tal consistía en la pervivencia de antiquísimas tradiciones y prácticas que incluían la celebración de determinadas reuniones ceremoniales nocturnas en ciertos lugares del campo, en las que se realizaban ritos especiales y se hacían invocaciones espirituales.
La información nos pareció muy interesante pero, evidentemente, aquí tenemos una primera y radical discrepancia con el, por otra parte, admirado estudioso del pasado de nuestras Islas: Es incorrecto, histórica y filológicamente hablando, designar tales prácticas como “espiritismo”, si tenemos en cuenta que éste fue codificado, definido y fijado en sus bases científicas, filosóficas y morales, a partir del trabajo investigador del pedagogo francés Hippolyte León Denizard Rivail, más tarde conocido con el pseudónimo de Allan Kardec; codificación y estudio que tiene como punto de partida un hecho y una fecha claros: la ya citada publicación del Libro de los Espíritus en París, en abril de 1857. En esta obra Kardec dejó perfectamente anotado y definido, el vocablo que designaba a la nueva ciencia: ESPIRITISMO. Luego, hablando con propiedad, antes de esta fecha no puede hablarse de Espiritismo. En cambio, sí que puede hablarse de “mediumnismo”, pues verdaderamente los fenómenos no los inventó el Espiritismo, lo que hizo fue investigarlos y explicarlos.
Todo este tipo de falsos conceptos vienen determinados por un error básico, cual es confundir el fenómeno con la ciencia que los estudia. La multiplicidad de manifestaciones fenoménicas son inmanentes a la naturaleza en sus múltiples y variadísimas expresiones, regida por leyes a las que estos se sujetan, leyes naturales. El ser humano para conocerlas ha estructurado una forma de conocimiento a la que dotó de unas metodologías propias, precisas, con base en el método experimental; es decir, creó la “Ciencia”. Los fenómenos psíquicos y mediúmnicos estaban ahí desde siempre, alrededor del ser humano, envueltos desde edades inmemoriales en las nieblas de los mitos, las supersticiones y las creencias, a comienzos de la segunda mitad  del siglo XIX un sabio como Hypollite Leon Denizard Rivail – Allan Karde c- aplicó a su estudio el método que era común a cualquier ciencia logrando, tras un intenso y metódico trabajo, descifrar las leyes a que obedecían aquellos “misteriosos” hechos.
Pero, además de ello, se dio cuenta de que al aclararlos, al situarlos en el marco del conocimiento científico, constituyendo esos fenómenos gran parte de la base sobre la que, siguiendo sus peculiares interpretaciones, se sustentaban la mayor parte de las ideologías religiosas, la nueva ciencia se veía irremediablemente abocada a afectar los fundamentos filosóficos y morales de muchísimas personas. En otras palabras, la nueva ciencia tenía innegables implicaciones filosóficas que se proyectaban en trascendentes consecuencias éticas. De ahí que se hable del triple aspecto del Espiritismo: científico, filosófico y moral.
Lo que sí creemos ver en las noticias recogidas por el Sr. Perdomo Alfonso, es el mantenimiento de tradiciones, de conocimientos y de prácticas rituales antiquísimas, en las que se usaba la mediumnidad y que suponen la supervivencia de parte de aquellos ancestrales cultos y costumbres del mundo aborigen canario, teñidas seguramente con la influencia de otras aportaciones de origen exterior tras la incorporación de las Islas al Reino de España.
En el aludido artículo, Manuel Perdomo Alfonso aporta datos únicos que nos informan sobre los primeros momentos del Espiritismo en estas Islas: “Merced a los viajes de numerosos isleños a París – nos dice - y de recibirse en estas islas algunas publicaciones de tal doctrina, ya en 1860 puede decirse que en nuestro Archipiélago se desarrollaban sesiones con mesas giratorias…”.
Y a continuación añade: “Hubo por aquel tiempo una casa donde se reunían algunos practicantes de esta ‘comunicación con los espíritus’, entre Santa Cruz – Santa Cruz de Tenerife - y La Laguna, que recibía el nombre de ‘casa del espiritista’, misión que ejercía un catalán no sin cierta popularidad”.
Desde el punto de vista histórico, Santa Cruz de Tenerife puede ser considerada la población canaria donde el Espiritismo tuvo un mayor arraigo, dentro de los cánones que su codificador marcó. En la por entonces capital de Canarias llegó a fundarse más de un Centro Espiritista, alguno de los cuales contó con su propio órgano informativo.
Hemos tenido la fortuna de poder rescatar otro inapreciable documento que nos informa con cierto detalle de estos primeros tiempos del Espiritismo en Canarias, particularmente en Santa Cruz de Tenerife. Este es un artículo firmado por “M. M”. – es decir el impresor Miguel Miranda y León, una de las figuras  históricas más destacadas del espiritismo en Canarias – que fuera publicado en las páginas de la primera revista espiritista que viera la luz en estas islas, La Caridad(1), de la que Miranda fue fundador, director y propietario. Helo aquí:
“El Espiritismo en Santa Cruz de Tenerife
En el año 1860 ocupaban la atención de la mayor parte de los habitantes de esta cuidad las noticias que distintos periódicos traían de hechos que causaban admiración, y que en aquella época eran inexplicables, producidos por el fluido magnético. Tal fue la impresión que esas noticias obraron en el ánimo de estos naturales, que en casi todas las tertulias y reuniones eran el objeto de su conversación, pasando luego a practicar experimentos fluídicos en distintos cuerpos inanimados.
Poco después, en 1861, se intentó por primera vez el ejercicio del trípode en una reunión de confianza, obteniéndose por este medio algunas comunicaciones espirituales; pero estos ejercicios que, por casi todas las personas que en ellos se ocupaban, eran mirados como un entretenimiento para pasar las horas de solaz, fueron muy pronto olvidados, contribuyendo a su decadencia la falta de conocimiento para la aplicación de los fluidos magnéticos y la ignorancia de todo lo que bajo la influencia de estos se podía operar.
La constancia llega a vencer grandes dificultades; y esta verdad tuvimos ocasión de verla demostrada en el tenaz empeño con que un corto número de personas se propusieron indagar la causa que producía tales efectos. Un trabajo asiduo, sin interrupción, les empleaba todas las horas que sus faenas diarias les dejaba desocupadas; y a pesar de sus esfuerzos muy poco habían adelantado hasta el año 1863, por ignorar los procedimientos y orden de verificar los estudios que hablan de conducirlos al logro de sus deseos.
El desaliento quería ya apoderarse del ánimo de estos incansables trabajadores, cuando llegó a ellos la feliz noticia de los extensos conocimientos que del Espiritismo poseía el digno Marqués de la Florida (q. e. p. d.); esta luz hizo revivir sus decaídas esperanzas, y sin pérdida de tiempo se avistaron con dicho señor y le suplicaron tuviese a bien darles algunas explicaciones concernientes a los fenómenos espiritistas que por todas partes se venían operando, especialmente en el extranjero, y de los cuales no podían ellos darse explicación satisfactoria. Este buen señor, no solo tuvo la amabilidad de facilitar a los suplicantes las más extensas noticias del Espiritismo, sino que se brindó a instruirlos en la parte experimental y en la manera de proceder con acierto en la provocación de los fenómenos.
Todo esto, que por primera vez llegaba a los oídos de las personas que componían el círculo a que venimos refiriéndonos, despertó en ellos el deseo imperioso de llegar a una verdad religiosa que, aceptada por la razón, trajese a sus corazones la fé de que se hallaban desposeídos; entonces solicitaron y obtuvieron los libros que contenían la filosofía y la moral espiritista, y empapándose en ellos dieron gracias a Dios por haber encontrado el camino de la ciencia y la verdad para ser impulsados a su regeneración por medio del progreso; y emprendieron con mayor brío sus trabajos experimentales para convencerse de la existencia del espíritu, de sus manifestaciones y de sus relaciones con los encarnados. 
Si satisfechos los dejó la parte teórica, la práctica les trajo el convencimiento completo de la verdad que deseaban conocer, pues dando principio a sus trabajos experimentales en 1864, durante los primeros cuatro años de práctica obtuvieron un crecidísimo número de pruebas por distintos médiums sonámbulos de ambos sexos, entre ellos algunos que desconocían el alfabeto, no siendo esto un obstáculo para dar comunicaciones y descripciones muy lúcidas.
En 1865 ya existían en esta capital dos pequeños círculos en donde se verificaban estudios y trabajos de alguna consideración; y aunque operaban separadamente y les estimulaba el deseo de adelantar, guardaban entre ambos muy buenas relaciones y se dispensaban la protección tan recomendada por la doctrina espiritista, viniendo por último a refundirse en uno y a reglamentarse, tomando por modelo uno de los centros espiritistas de la Península, lo cual tuvo efecto en 1866.
Ya ordenado este Círculo, al cual podía dársele el nombre de Sociedad, abrió un campo más extenso a sus trabajos y estableció el desarrollo de médiums psicógrafos y videntes, logrando ver premiados sus afanes pues en poco más de tres años obtuvo un número considerable de comunicaciones psicográficas, de las que algunas han visto ya la luz pública.
No fue un obstáculo para los individuos que componían el «Círculo espiritista» de esta Capital, el que, a causa de sus circunstancias, el saber humano les tuviese cerrado el gran libro de las ciencias: sus buenos deseos y su indomable voluntad les impulsaba al trabajo, y este les hacía adquirir por la práctica algunos de los conocimientos que en los establecimientos de enseñanza no podían alcanzar por la causa ya indicada. Así es que desde el momento que indagaron la propiedad de los fluidos y conocieron sus efectos, dedicaron sus trabajos al bien general; cabiéndoles hoy la satisfacción, a estos pobres locos de quienes muchos pretendidos juiciosos se han mofado a su placer, de haber contribuido al alivio de muchos hermanos que sufrían horriblemente a consecuencia de enfermedades de difícil curación, logrando sanarlos de esos males, lo mismo que a otros de enfermedades que se creían incurables.
En los pocos años que cuenta de ejercitar esta caridad, pues no se admite estipendio alguno, han sido muchos los individuos de ambos sexos que han sanado de sus dolencias por medio del fluido magnético. Esto no lo hacemos presente por gloriarnos de ello: muy lejos de nosotros el orgullo, pues conocemos que nada somos, que nada valemos y que únicamente cumplimos con nuestro deber. Cuando llevamos a feliz término una de esas buenas obras, damos gracias a Dios por habernos elegido como uno de sus muchos instrumentos para realizar el bien, y quedamos satisfechos.
En 1875 hizo gestiones este Círculo para establecerse en debida forma, con el objeto de dar publicidad a sus actos, manifestar las enseñanzas espirituales recibidas de nuestros hermanos de ultratumba y propagar las verdades del Espiritismo, a fin de contribuir con su pequeño grano de arena a levantar el gran edificio de la regeneración humana; pero desgraciadamente ha tocado con inconvenientes que no le ha sido posible vencer.
En 1878 volvió a insistir en el mismo pensamiento, unido al deseo de fundar una publicación periódica; presentó su reglamento, acompañado de la correspondiente solicitud, a la autoridad competente para su aprobación, y si bien entonces se le hicieron concebir esperanzas, hasta hoy nada se ha resuelto sobre dicho particular. No obstante, el Círculo ha seguido sus trabajos con una constancia incansable, sin darles la publicidad que desea por tener que verificarlos con carácter privado.
Hoy, a pesar de serle forzoso constituirse en agrupaciones, cuenta con mayor número de médiums muy adelantados en el desarrollo de sus facultades medianímicas; tales son, además de los sonámbulos, los videntes, psicógrafos y parlantes, llamando la atención las excelentes comunicaciones dadas con mucha frecuencia por este último.
Ha sonado la hora de rasgar el oscuro velo de la ignorancia y de las preocupaciones; y aun cuando sabemos que en el progreso nada se opera bruscamente, observamos que la humanidad marcha a pasos agigantados al impulso de esta ineludible ley de la naturaleza, y lucha por arrancar de sus ojos la fatal venda del oscurantismo, para que a sus pupilas penetre el rayo de luz que, desprendido de lo alto, llegue a iluminar su inteligencia. ¡Luz!…
Mucha luz nos dan los elevados espíritus que por sus méritos y virtudes se hallan en condiciones de esparcirla entre los encarnados, para que estos puedan distinguir la verdad y esta los conduzca progresivamente por carecer de taquígrafos que las trasladaran al papel para darlas a la prensa, lo cual nos ha causado un verdadero sentimiento.
Vivimos en un mundo material en donde predominan los vicios y las pasiones como propiedades del mismo planeta, así es que no extrañamos que el hombre rinda culto a la materia descuidando más de lo que debiera sus deberes espirituales; pero en esto obra sin cordura. La vida de la materia es la vida del presente, a ella dedica el hombre todos sus cuidados; nada, o muy poco atiende al alma, a la vida del porvenir que es la eterna; y como nada llega tarde en el reloj de la eternidad, vendrá el momento en que con lágrimas desconsoladoras llore el tiempo perdido, y su conciencia sufra de un modo horrible por los extravíos de esa materia a quien tanto ha dedicado sus desvelos y atenciones. Si, no lo dude el hombre: ha de llegar un tiempo en que su materia, terminando la misión que tenia para llenar los fines del espíritu, sea una cosa inútil; y entonces el alma se encontrará sola, sin ese pesado vehículo, acompañada únicamente de su conciencia; ¿y qué goces tendrá esa pobre alma cuando tan descuidada ha sido en rodearse de virtudes, de buenas obras? ¿Qué encontrará en torno suyo cuando todo el bienestar y lo que ha llamado felicidad lo ha dedicado al cuerpo? Tristeza, dolor, desconsuelo y soledad, será lo que encuentre al tender la vista a su alrededor el estado más lastimoso que la imaginación pueda formarse será el de esa alma que tan poco se ha cuidado de crearse un porvenir sonriente.
¡Cuántas risas burlonas habrán provocado las comunicaciones espirituales! ¡Cuánta mofa habrá producido en algunos hombres la afirmación de la existencia y subsistencia del alma en la vida eterna! Pero ¡cuánto desconsuelo, cuánto dolor se apoderará de sus espíritus cuando se hallen frente a frente de la verdad que acercarlos a Dios, destruyendo a la vez los errores que entorpecen su marcha y hacen que el hombre permanezca alejado de su Creador. Esa luz que agradecidos recibimos, procuraremos hacerla ostensiva, en la forma que nos sea posible, a  nuestros hermanos.
Hace cerca de cuatro años que los buenos espíritus no cesan de verter sus cristianas y moralizadoras ideas entre nosotros, valiéndose para ello del médium parlante, acto que verifican cuatro veces en la semana por medio de discursos lucidísimos, sobre temas de gran importancia y dificultad. Pero estas enseñanzas no las hemos podido recoger sino en la palabra…… y que ya no les será posible negar!
Terminaremos diciendo que las agrupaciones espiritistas de Santa Cruz de Tenerife descansan en la pureza de su cristiana doctrina y en la satisfacción de su conciencia, producida por la bondad de sus actos. Saben que serán combatidas encarnizadamente por unos, vilipendiadas y mofadas por otros, pero nada les hará retroceder en el cumplimiento de sus deberes. Su lema es: «Hacia Dios por la caridad y la ciencia;» y Dios que todo lo ve y lo juzga, sabrá apreciar sus actos y sus intenciones.
M. M.”
¿Por qué se desvirtuó el vocablo “Espiritismo” en la mentalidad popular?
Para otras islas del Archipiélago Canario se carecen de informaciones tan precisas, aunque no tenemos duda de que tuvieron que existir diferentes personas que recibían publicaciones de la nueva doctrina – algunos de estos nombres ya los hemos detectado y los iremos sacando a la luz en este blog-. Al margen de las ciudades capitalinas, el arraigo se dio entre las clases medias. En ocasiones, elementos parciales entresacados de su engranaje teórico-práctico tendieron a mezclarse con otras ideas, formas y prácticas ajenas, contribuyendo a su desnaturalización y creando manifestaciones sincréticas, ya sin conexión alguna con el Espiritismo, aunque en la mentalidad popular y en el mismo lenguaje ordinario, no se diferenciaba una cosa de la otra. En este sentido, antiguamente – y no tan antiguamente – en muchos de los pueblos de las islas decir “curandero” y decir “espiritista” era considerado prácticamente lo mismo, sobre todo cierto tipo de curanderismo en los que las manifestaciones mediúmnicas, rodeadas de rituales de distinto origen – especialmente afrocaribeño -, eran habituales.
Por otro lado, el sesgado y peyorativo uso del término Espiritismo por los sacerdotes desde los púlpitos, siguiendo las directrices marcadas por sus más altas jerarquías que lo equiparaban al “satanismo” o a la “brujería”, contribuyó a crear una pesada losa en la conciencia colectiva del pueblo sencillo, difícil de romper o sortear de manera libre y sana. Recordemos en este sentido las intensas campañas que la iglesia católica emprendió en contra del Espiritismo, dato que incluso recoge Ramón Menéndez Pidal en su monumental obra Historia de España. Así, en el tomo intitulado “La Época del Romanticismo 1808-1874″, comenta: “La revolución del 68 suscita una gran proliferación de prensa católica que contraataca con periódicos y folletos incontables a la propaganda librecultista, protestante o espiritista”.
En este clima antagónico promovido desde la “creencia oficial”, en el que las más afamadas lumbreras del clero católico no paraban de lanzar sus diatribas e insultos a la manera del “último cura de misa y olla”, como decía la gran escritora espírita Amalia Domingo Soler, surgieron títulos tan “ajustados a la verdad” como La Magia disfrazada o sea el Espiritismo (1), y muchos otros del mismo estilo, con los que se quería, alentando los viejos atavismos cuidadosamente sembrados durante generaciones en las conciencias de los creyentes, avivar las dudas y sobre todo los miedos ancestrales. Para ello no se reparaba en métodos ni en formas, siendo el ajuste a la verdad lo menos importante.
NOTAS:
1) Año II, Nº 28, 15 – Agosto – 1883.
2) Obra de Juan José Benítez Cantero, Madrid, 1886.
Otras libros en la misma línea fueron, por ejemplo: El Misterio satánico. Pensamientos religioso-filosóficos sobre las Causas, Fenómenos, Resultados y Reprobación del Espiritismo, de Buenaventura Álvarez Benito; o también – respiren hondo- este otro: El Ministerio de la Iniquidad o Conjuración Satánico-Humana contra Jesucristo, su Principio y Elaboración en Siglos anteriores, su Desarrollo y Complemento por la Revolución protestante filosófico-espiritista, y su pavorosa Terminación por el Anticristo y sus Hordas ya formadas, escrito por el misionero franciscano Padre Arribas. Este último título verdaderamente “da miedo” (perdón por la ironía). Gracias a Dios que ya estamos en otros tiempos y este tipo de cosas lo único que nos provoca es una sonrisa.        
TOMADO DE: http://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2013/11/19/introduccion-del-espiritismo-en-las-islas-canarias/

lunes, 18 de noviembre de 2013

 

METEMPSICOSIS Y ESPIRITISMO: RECUERDO DE UNA POLÉMICA ENTRE EL “PROFESOR ASMARA” Y PÍO BAROJA

El notable escrito que reproducimos a continuación, del que es autor el Profesor Asmara (Eduardo Anaya Mena), presidente por muchos años de la Federación Espiritista Española y a partir de 1934 de la Federación Espiritista Internacional, apareció en el periódico El Heraldo de Madrid, en dos entregas, en las ediciones del 6 y el 8 de febrero de 1935, bajo el título PÍO BAROJA. RETADO A SINGULAR COMBATE POR EL PROFESOR ASMARA. Interesante réplica del ilustre definidor espiritista a un artículo publicado en “Ahora”, del eximio literato”.

Es este un acabado ejemplo del tono educado y la calidad intelectual, filosófica y moral con que los polemistas espíritas afrontaban los insultos, las maledicencias, las denigraciones y juicios interesados que sobre la escuela que sustentamos periódicamente aparecían en la prensa y en otros foros públicos.

Desconocemos si Pío Baroja (1872-1956), una de las figuras literarias más destacadas de la Generación del 98 recogió el guante y si la polémica siguió adelante, pero estas líneas son por sí mismas un prototipo de por dónde deben ir y la actitud a tomar por quienes nos declaramos espíritas. Nos sobran las razones, nos sobran los argumentos para saber encarar con altura las confrontaciones que nos quieran proponer sin caer en las redes tramposas del insulto y el menosprecio de los que no piensan como nosotros. El mismo derecho que reclamamos para proclamar unas ideas que nos parecen sólidamente sustentadas en hechos experimentales, filosóficamente fundamentadas y éticamente elevadas, respetamos para los que discrepan argumentadamente, con consideración y buena voluntad.

Llamo la atención al lector sobre las conclusiones del Congreso Espiritista Internacional de Barcelona de 1934 que se reproducen en el artículo como sustento de la postura netamente espiritista que el Profesor Asmara representa. Nunca antes y posiblemente tampoco después, en ningún Congreso Espiritista, fueron mejor definidos los fundamentos, objetivos y alcances de la ciencia, la filosofía y la ética espiritistas. Quizá lo único que precisaríamos más es aquello que en el texto llama “sentimiento religioso”: concordamos con el espíritu de la letra, aún así si se substituyera por la expresión “sentimiento espiritual”, el argumento no perdería nada y sin embargo ganaría mucho.

Profesor Asmara
 METEMPSICOSIS Y ESPIRITISMO
Carta abierta a don Pío Baroja.
Leo en «Ahora» su artículo del domingo sobre «… Metempsicosis y otras fantasías», y me pregunto, un tanto perplejo, quién ha podido decir a usted que los espiritistas creen en la metempsicosis. ¿Ha sido quizá la Enciclopedia Espasa?
Para no agraviar a la verdad ha debido escribirse «palingenesia», o sea la definición moderna y cabal de la reencarnación progresiva, única que juega en la concepción evolucionista que admite el espiritismo, cuyo lema es éste: «Semper ascendens».
En su consecuencia, no hay para qué hablar del gallo de Madagascar. En eso no creen ya ni las porteras medianamente ilustradas. Y es deplorable, mi admirado amigo, que el pobre cretino de las sesiones espiritistas resulte en ese punto mejor informado que un prócer de la pluma. Por algo dice nuestra doctrina: «Nadie tan sabio que no tenga cosas que aprender, ni nadie tan ignorante que no tenga alguna que enseñar».
Pío BarojaAdmitido desde luego que hay porteras que creen haber sido Cleopatras, o carboneros que aseguran haber sido faraones. Por esa parte está mejor fundada su información; pero yo le diré que esa portera y ese carbonero no son espiritistas en serio. Como no son católicos, por ejemplo, esas beatas que, en fuerza de extravíos y de ignorancias, deforman por completo su devoción. Como no será nada, en ningún sistema, todo el que se fanatiza o cae en una aberración.
Y añado a renglón seguido, sin ánimo de decirle nada nuevo, que la crítica serena no puede combatir al catolicismo por las beatas, sino discutiendo con teólogos, filósofos y santos padres. O fustigará al fanático en su propio extravío, distinguiendo las cosas que están en los hombres de aquellas que están en las doctrinas.
Por último, es muy del caso advertir que cuando el espiritismo sitúa a la reencarnación, no a la metempsicosis, como instrumento de la ley de evolución, como explicación plausible de las cualidades innatas o de la precocidad y como el mejor exponente de la justicia distributiva y retributiva, se funda en conclusiones científicas y filosóficas que merecen, cuando menos, ser conocidas antes que vituperadas.
Pruebe usted, si quiere, a refutarlas y ya veremos de medir las armas. Advirtiéndole que si usted nos vence, el espiritismo en masa le agradecerá el esfuerzo hecho para sacarnos del error.
Porque hasta el símil del hombre afeminado y de la mujer hombruna que usted esgrime con mal disimulada ironía, es posible que tengan en este sistema, como una aberración o accidente de las leyes de herencia psicológica y fisiología, una explicación científica y plausible que acaso no encontrará usted en la ciencia positiva materialista. Y éste sería otro punto por paradoja en el cual el cretino de marras pudiera codearse con las eminencias.
¿Ha leído usted algo moderno y solvente sobre espiritismo? Los prejuicios que fluyen de su bien cortada pluma dan a entender que no. O, lo que es peor todavía, que sólo ha leído lo malo; la exudación oral o literaria de sujetos audaces o aprovechados, la extravagancia de quien se llama espiritista como pudiera llamarse musulmán.
Conviene al caso decir además que en orden al espiritismo, a su fenomenología y a sus postulados nos encontramos hoy como en aquellos tiempos gloriosos para la Astronomía que han inmortalizado a Galileo. Gran parte de la masa vive aferrada a la ciencia de Ptolomeo. La Tierra es plana y es fija; los astros giran a nuestro alrededor rindiéndonos pleitesía.
Y por cierto que los hechos, muchos hechos consagrados por la ciencia positiva de aquel tiempo, se ofrecían a la contemplación de los sentidos como si realmente fuera plano e inmóvil nuestro pequeño mundo, confirmando los errores del geocentrismo.
Pero, entretanto, ese mundo seguía navegando por el piélago. Copérnico tenía razón, aunque no se le entendía, porque su verdad chocaba contra la fe religiosa o la fe científica de la masa. Y surgieron la conmoción y los ataques personales, la persecución y la injuria. Como en los tiempos de Cristo, el vulgo propende a crucificar a los redentores.
Es que el movimiento de la Tierra no implica un simple problema de mecánica celeste, sino la caída vertical de todo un sistema; y no todo el mundo tiene preparación o agilidad mental para resistir estas conmociones.
Tenemos la pretensión de creer que estamos frente a una colisión semejante, ante dos corrientes de ideas que huyen respectivamente del materialismo y del espiritualismo. Si usted quiere, de la interpretación materialista o espiritualista de la Historia, una de esas corrientes se aferra a lo que pudiéramos llamar ciencia de Ptolomeo y, naturalmente, no ve, ni siente los hechos y las razones, que son solamente comprensibles en los nuevos horizontes abiertos por Galileo.
Transportando la imagen a nuestro tiempo y al meridiano de Zaragoza, para seguir a usted en su misino razonamiento, ¿qué duda cabe que se han tenido que decir muchas tonterías, como usted indica, al interpretar el caso paranormal del supuesto duende? Como habrían dicho de un meteoro o de un cometa en tiempos de Ptolomeo.
Cuando no estaremos tan de acuerdo es al elucidar las que lo son y las que no lo son. Dónde están las que realmente han sido dignas de Zululandia, aunque no lo parezcan.
Y cuáles otras, en fin, recuerdan la anécdota de aquel otro prócer que, indignado ante lo incomprendido, gritaba airadamente en la Academia Francesa, cuando la primera demostración del gramófono: ¡Superchería…! ¡Superchería…!
Tonterías aparte, usted convendrá conmigo en que el nódulo de la cuestión estriba en saber si ese meteoro es una realidad o una ilusión de los sentidos. Si explica su mecanismo la teoría ptolomeica o la de Galileo.
Y, en definitiva, supuesto que por falta de tiempo o de medios se nos ha escapado la manifestación del fenómeno, si tenemos la evidencia de «su posibilidad», lo que vale tanto como su «realidad» en esos casos desdichados, como el de Zaragoza1, en que los astrónomos nos quedamos sin prueba ni garantía momentáneamente.
Sí, mi buen amigo. No se resuelven los problemas que usted ataca estableciendo con criterio simplista que la paciencia es el genio para el avance maravilloso de la ciencia. Lo que importa aclarar es si la paciencia sirve para algo sin el concurso del conocimiento. Y si lo uno y lo otro, el complejo de la inteligencia y el de la conciencia, como el complejo vital, son un producto natural de la materia, secreción del cerebro, resultado de la sinergia de la células, o si, contrariamente, esos complejos son instrumentos de una entidad distinta, foco energético e inteligente, anterior y posterior al hombre, y en función directiva y activa en nosotros durante nuestra vida orgánica.
A fin de que podamos entendernos, si usted lo quiere, partiendo de una base concreta en la discusión, soy yo el obligado a decirle qué es en rigor el espiritismo, según sus más altos definidores. Para ello nada más adecuado que ofrecerle las conclusiones que nos acaba de dar el Congreso Espirita Internacional celebrado en Barcelona durante la primera decena de septiembre último.
Helas aquí;
«Esta doctrina se propone hacer luz en el misterio del ser y del destino, situando racionalmente los problemas que atañen a la naturaleza del hombre y a su posición relativa en el Universo. ¿Qué somos? ¿Por qué vivimos? ¿De dónde venimos y a dónde vamos?
¿Qué es la vida y qué la muerte ? ¿Qué el Universo como escenario de la Vida?
¿Qué principio ordenador, qué causas o qué poderes han formado ese Universo? ¿Qué leyes lo rigen, y hacia qué fines lo conducen?
El espiritismo pretende, en fin, establecer un orden de verdades sobre todas aquellas cuestiones
Y partiendo de ese orden propugna que los hombres se impongan conscientemente un Código moral, una ley social, económica o política, que se inspire en los «valores universales», científicos y filosóficos, que estas verdades contengan.»
«Como instrumento para llegar a esas verdades, el espiritismo es, en primer término, una ciencia integral que abarca:
El estudio del alma y de sus facultades normales y paranormales.
El de la relación posible, y desde luego cierta, del mundo visible con el invisible; de los seres que viven en la carne y los que viven separados de ella, después de la transición que se llama muerte.
El de la posibilidad y la realidad de que todo lo que existe, desde los átomos hasta los soles, esté regido o formado por la actividad de focos energéticos o inteligentes; en definitiva, por fuerzas espirituales más o menos complejas y en grado mayor o menor de evolución.
Pero el espiritismo es, también por razón de sus fines, una ciencia de lo universal, enciclopédica, en cuanto necesita aceptar, discutir o depurar, mediante procesos estrictamente científicos, los conocimientos conquistados por toda otra ciencia conexa, para formar de concierto con ellas, la constelación de VERDADES DE FACTO2, madre de nuestra Filosofía.»
«Porque, subiendo de grado, el espiritismo es, por propia naturaleza, una filosofía que arranca unas veces de los hechos y otras do los fueros de la razón para establecer nuestras VERDADES DE RATIO3
Y es, también, necesariamente, ecléctica por las mismas razones que se dieron para la ciencia a todo lo ancho y a todo lo largo de la Historia de la Filosofía, constituyendo, por lo tanto, una Epistemología.»
Por último, el Espiritismo tiene la clave de la verdad intuitiva y del sentimiento religioso innato en el hombre: de esos frutos criptestésicos, subconscientes, que toman su parte en los problemas del conocimiento, con determinación específica en nuestro modo de sentir, de pensar o de querer.
Esa es NUESTRA VERDAD DE FIDE4 y esa es la fuente escondida de donde fluye la religión natural: la que no necesita de templos; ni santos, ni rito, ni clero para poner a cada uno en, consonancia con lo superior, con la Mente Suprema, incomprensible, que es nuestro Dios.»
Dicho cuanto antecede, le importa al Congreso consignar que el espiritismo sitúa al hombre como ningún otro sistema sobre las rutas gloriosas del conocimiento. Más cerca que ninguno de las facultades maravillosas del espíritu, única entidad que conoce, y más cerca también de los mecanismos somático-psicológicos que regulan la función subalterna de conocer, marcándole vías naturales a la experiencia, a la razón o a la fe.
Esos mecanismos, en fin, que determinan en cada uno su ecuación personal, «su modo de conocer». Que nadie es escéptico o crédulo, místico o crítico, genio u obtuso, porque él lo quiera o lo haya aprendido, sino por los fueros del espíritu y de su momento evolutivo.»
«El espiritismo ofrece solamente verdades relativas, sólidas y bien fundadas para cada tiempo, aunque mutables y perfectibles en el tiempo, FACTO, RATIO y FIDE dan en esencia verdades complementarias entre sí, que a lo largo de la función de conocimiento se perfeccionan necesariamente.
«Semper ascendens». Ni dogmas ni verdades transmitidas «personalmente» por los dioses. Nuestra revelación no es en ese concepto divina, sino humana. Porque aunque Dios está revelando eternamente su Verdad; aunque vivimos sumergidos en ella y «somos» a causa de ella, solo podemos tener de ella una noción finita, limitada a nuestra posibilidad de cada tiempo, necesariamente antropolátrica, o sea captada y digerida a través de los medios humanos, aunque estos medios hayan correspondido a hombres cumbres, faros de la Humanidad; pero, en definitiva, hombres, por muy altos, que se contemplen en el mundo de la Ciencia, de la Filosofía o de la Moral.
El Congreso subraya esta declaración para combatir desde ahora la sugestión, el fanatismo o el extravío que crea en las almas sencillas el mal uso dé las llamadas «verdades divinas ».
Y ofrece, en cambio, a la consideración del mundo profano, el estímulo de verdades humanas perfectibles, que nos brindan cada día motivos para una superación, acercándose cada vez más a la auténtica verdad por nuestro propio esfuerzo.»
Puede que le parezca a usted ese plan una utopía, sobre todo si nos tasa el tiempo para su realización. Como puede que le parezca equivocado; pero no podrá negar que es generoso. Y que los hombres que son capaces de sentir y de servir ese ideal no pueden ser confundidos con la gente irregular, inmoral o extraviada. Le ruego, pues, que nos reintegre a la consideración de personas decentes.
No es que nos apeste la compañía de esos desdichados, criminales, invertidos y prostitutas, aunque no frecuentamos su trato. Antes al contrario: si queremos redimir a alguien o servir para algo en bien de la Humanidad no hay otro remedio que empezar por los ignorantes y los pecadores, entre los cuales se suele encontrar tantas veces, por ironías del destino, gente sana espiritualmente hablando; como no es raro encontrar gente degradada espiritualmente entre los sabios y los virtuosos.
Y, dentro del mismo orden de ideas, resulta a lo mejor que entre esa gente que usted considera degradada y creyendo en fantasías, no siempre encuentra el humanista o el buen psicólogo al individuo decadente y execrable, sino a elementos que tienen inquietud espiritual: la intuición de que más allá del horizonte sensible de la vida, en sus horizontes racionales, hay, como presentía Hamlet, algo más de lo que puede pesar y medir la ciencia positiva, cuyos fueros defiende usted, sin que el espiritismo se los niegue, ya que los admite complacido en lo que valen.
Lo que no es científico ni caritativo es suponer que todo sea patología y corrupción en esos bajos fondos ni que deban despreciarse sólo por ser bajos, con criterio de egoísta, de escéptico o de miope.
Vamos a discurrir sobre todo eso, si a usted le interesa, supuesto que el objetivo de su artículo habrá sido poner en carne viva los problemas involucrados en su diatriba. En cualquier caso, yo espero que ayudará usted a corregirlos participando con su cultura en las altas funciones de la educación popular, como diría el maestro Altamira.
Prof. ASMARA, presidente de la Federación Espirita Internacional. París, 25 de Enero de 1935
NOTAS:
1. Se alude aquí a un famoso hecho que sucedió en una casa de Zaragoza entre mediados del mes de septiembre y noviembre de 1934, conocido como el “Duende Zaragoza”. En un edificio situado en el nº 2 de la calle Gastón de Gotor habitado por la familia Grijalba y una criada llamada Pascuala Alcocer, comienza a manifestarse una voz que sale del hornillo de la cocina. La voz llamaba a la criada por su nombre, emitía risas, luego insultos y llegó a establecer dialogo con los presentes, incluida la policía que terminó por acercarse a la casa a la vista de la dimensión pública que fue cobrando el caso. Estos enigmáticos hechos fueron incluso reflejados en la prensa extranjera.
Los jueces llegaron a dictaminar que  El “duende” se debía a un fenómeno psíquico que se producía tan solo en determinadas ocasiones. Todo estaba aclarado según el juez, sin embargo, el problema aún seguía en pie, ya que no por ello el “duende” se marchó. Sin embargo, el caso debía ser cerrado rápidamente para “devolver el orden” a la ciudad.
El informe forense apuntó a Pascuala Alcocer como responsable de la voz que salía de la hornilla, a pesar de que ésta también se manifestase incluso cuando ella no estaba en casa. Aún así Pascuala fue desterrada a su ciudad natal.
Finalmente en diciembre de 1934, el “duende” desapareció no sin antes proferir una inquietante amenaza: “¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa, cobardes!”
Este tipo de fenómenos los explica perfectamente el Espiritismo como producidos por entidades espirituales que por su escasa conciencia quedan apegadas al plano físico y que encontrando alguien que les proporciona la energía intermediaria necesaria –alguna forma de ectoplasma- por ser médiums inconsciente –muy probablemente Pascuala Alcocer lo era-, pueden afectar a los medios físicos y producir fenómenos como movimientos de objetos, golpes y raps y hasta, como en el caso que nos ocupa, la voz directa.
2.  “De facto” (de hecho) es aquello que tiene existencia en la práctica o en la realidad sin que se ajuste a una normativa. Por tanto las realidades que se definen o se derivan de los mismos hechos.
3. “Ratio” es un vocablo latino que se utiliza como sinónimo de razón. Por tanto, es lo que es por su misma racionalidad intrínseca.
4. “De fide”, literalmente y según su significado latino, aquellas que tienen que ver con la fe, en este caso con una fe racional no basada en creencias sino en convicciones fundamentadas y sentidas.
TOMADO DE:  http://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2013/11/18/metempsicosis-y-espiritismo-recuerdo-de-una-polemica-entre-el-profesor-asmara-y-pio-baroja/