EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



jueves, 9 de julio de 2015



¿FILOSOFÍA O RELIGIÓN? 
 por CATHERINE COURTIOL
LE JOURNAL SPIRITE N° 94 OCTOBRE 2013

Como toda filosofía, el espiritismo marcha sobre terrenos comunes con la religión (la cuestión del bien y el mal, el sentido de la vida…) y se encuentra en una posición delicada: expresar ideas nuevas a partir de términos antiguos, apreciados de diferente manera y a menudo caricaturizados. Y si bien es cierto que a veces la literatura espírita “clásica” puede revestirse con atavíos religiosos, es cuestión de ubicarla en su contexto histó- rico; una particularidad de la comunicación espírita es que el espíritu que se manifiesta obtiene sus medios de expresión del medio en el seno del cual se manifiesta. Las relaciones ambiguas que han existido entre filosofía y religión en el transcurso de la historia, plantean el tema del posicionamiento espírita y remiten a la difícil cuestión de su definición, siempre imprecisa. No obstante parece que se puede distinguir a primera vista, por un lado la filosofía, disciplina que impulsa al individuo a pensar por sí mismo, de la religión que impone dogmas, afirmaciones que no necesitan ser justificadas. Pero entonces, ¿por qué el espiritismo es asociado con la religión? La sociología nos da elementos de respuesta. En efecto, a pesar de la diversidad de sus teorías, todos los padres fundadores de la sociología, Weber, Durkheim, Simmel o Marx han otorgado un lugar central a la religión y han coincidido en un punto: el rechazo a la religión como factor determinante en la construcción de nuestra modernidad. Ese rechazo, acompañado por el desarrollo de la racionalidad instrumental, de las ciencias y de las técnicas, el “desencantamiento del mundo”, según la fórmula consagrada por Max Weber, es un factor cultural que ha forjado para alguna parte nuestras estructuras mentales. Las sociedades modernas, luchando contra la opresión religiosa, han optado naturalmente por una visión materialista y atea, sin por eso haber considerado plenamente esa opción. Esta postura combativa, necesaria en un tiempo ha inducido y propagado un sistema binario de reflexión, origen de oposiciones simplificadoras y de atajos caricaturescos que tienen más que ver con el ámbito de la opinión que con la filosofía. En este contexto actual de confusión entre lo espiritual y lo religioso, donde creer en Dios o en la existencia de los espíritus sería necesariamente renunciar a la razón, se comprende fácilmente la amalgama que puede hacerse entre espiritismo y religión.

LOS POSIBLES PUNTOS DE CONFUSIÓN ENTRE ESPIRITISMO Y RELIGIÓN

La trascendencia

La trascendencia es uno de los puntos comunes a todas las religiones. Generalmente se entiende por trascendente lo que es exterior, más allá del mundo, en oposición a inmanente, que es lo que está en el mundo. Esta distinción es utilizada principalmente para marcar la diferencia entre lo que depende del hombre y lo que no depende de él. Ahora bien, la cuestión de un Dios trascendente, así como la del más allá, son enviadas hoy por los medios intelectuales a una franja de la teología que se detiene en una interpretación literal de los textos, y es abordada a través del prisma estrecho y singular que ella representa. Es así que la existencia de un Dios nos despojaría de nuestra libertad de actuar y de juzgar. Sin embargo la postura trascendente del espiritismo, si bien excluye a un Dios inmanente que se confundiría con la naturaleza, no excluye por ello la inmanencia. El saber no proviene de una fuente externa, el hombre es responsable de sus actos y encuentra en sí mismo la capacidad de razonar y superarse. Además, el más allá ya no está aparte en la creación, fuera del mundo; está aquí y ahora interactuando sin cesar con el mundo visible. Allí, el espiritismo rompe en parte la oposición entre lo trascendente y lo inmanente. El Tratado de ateología de Michel Onfray, uno de los representantes actuales del ateísmo en Francia, es un muy buen ejemplo de la forma en que se trata el tema. Su argumentación para probar la inexistencia de Dios, reposa únicamente en las desviaciones teológicas de los monoteísmos y sus ingenuas interpretaciones del mundo. En el mismo orden de razonamiento, en el medio científico, se elimina la idea de Dios recordando los dos principales conflictos que tuvieron lugar entre ciencia y religión: los casos Galileo y Darwin. Pero, rechazar la hipótesis divina, so pretexto de que los sistemas de explicación del mundo propuestos por la teología son incoherentes, no es sino una simplificación que permite deshacerse de una comprobación incómoda. La Historia nos enseña que la visión de una ciencia atea que hace retroceder a la religión es un mito: Galileo, así como Giordano Bruno, era creyente, Lavoisier y Newton, padres de la química y de la física moderna respectivamente, eran alquimistas. Einstein y otros eminentes científicos más cercanos a nosotros son la prueba de que Dios y la razón se entienden perfectamente. Ellos nos demuestran que se puede creer en Dios en forma laica, sin renunciar por ello a la razón. El ateísmo de los padres fundadores de la ciencia moderna residía únicamente en su rechazo a la teología. Respecto a Darwin, el espiritismo reconocía la ley de la evolución aun antes de que fuera admitida por el conjunto de la comunidad científica. A. Russell Wallace, que descubrió la ley de la evolución al mismo tiempo que Darwin, era espírita y agregamos que el proceso de evolución, y más ampliamente, de creciente complejidad de lo viviente, comprobado por las ciencias de la naturaleza, está en total contradicción con la idea según la cual la vida no tendría sentido, pues en un plano filosófico la idea misma de evolución implica que hay un sentido, una dirección. Ese sentido, esa fuerza de atracción, ese punto de convergencia es la única idea que podamos hacernos actualmente de ese Dios trascendente. Estamos lejos del Dios de las religiones, cuyas proyecciones finalmente nos informan más sobre la naturaleza humana que sobre la naturaleza divina. Él no tiene principio ni fin, no se le puede encerrar en nuestras definiciones. Es un Dios laico sobre el que no hacemos proyecciones. El espiritismo se apoya en los hechos; en ciencia filosófica, no acepta una verdad si no encuentra una justificación teórica. La trascendencia espírita no se opone a la razón pero extrae consecuencias de nuestras observaciones. Observaciones que nos llevan a los límites de la razón.

La fe

Si para la religión la fe no necesita ser explicada, en el espiritismo nace de la observación y de la reflexión. Es una convicción y se puede entender en el sentido etimológico del término: fides, confianza, confianza en nuestro razonamiento. Kant enseña en su Crítica de la razón pura que la razón es limitada y que la fe no está necesariamente más acá de la razón sino que puede estar más allá. Si el espiritismo puede acercarse a la religión, es a la religión natural, movimiento de pensamiento que sigue a la revolución científica. El hecho de que el mundo esté regulado matemáticamente ha sido visto, en primer lugar, como prueba de la existencia de una fuerza causal, y no únicamente por los religiosos. Pero finalmente fue la idea de Hume la que tomó la delantera; el mundo no está tan bien hecho, pues los animales están obligados a matarse entre ellos para sobrevivir; los hombres se matan igualmente entre ellos… una visión pesimista del mundo, carente de fe.
La existencia de una vida después de la muerte

Este es otro punto común entre las religiones. Lo que se reprocha a esta realidad es haber sido aprovechada con fines políticos por Constantino, en primer lugar en lo que concierne a la religión católica, para hacerles aceptar a los hombres las malas condiciones de vida, prometiéndoles una vida mejor en el más allá. Pero, ¿no es esta realidad incompatible con la filosofía? Vamos a hacer un recorrido por la Grecia antigua, cuna de la filosofía occidental. Después de haber reflexionado mucho tiempo sobre el significado del oráculo de la pitonisa que respondió a Querefonte que no había nadie más sabio que él, Sócrates partió al encuentro de los que pasaban por ser sabios. Con su práctica de la refutación, demostró a los sabios que no lo eran. La sabiduría de Sócrates: “Yo sé que no sé nada” fue confirmada. “Aun si me diera cuenta, no sin pesadumbre ni temor, de que me hacía de enemigos, así y todo me creería obligado a poner por encima de todo la tarea en la cual me hubiera involucrado Dios”. Paralelamente al hecho de que, en La Apología de Platón, el origen de su práctica filosófica es un mensaje del más allá, Sócrates menciona regularmente su dáimon, su voz daimónica: “Los comienzos de ello se remontan a mi infancia: es una voz que se hace escuchar por mí, y que, cada vez que llega, me aparta de lo que eventualmente estoy a punto de hacer”. (En lenguaje espírita, se diría que era clariaudiente). Sócrates hablaba también del Hades: “Si lo que se cuenta es cierto, a saber justamente que allá habitan todos los que han muerto… lo más interesante es que, conversando con ellos, yo podría someter a las gentes de allá al examen y la investigación a los que someto a las gentes de este mundo, para descubrir quien, entre ellos, sabe alguna cosa y quien no sabe nada, imaginándose que sabe algo”. Es aquí donde aparece la ruptura entre filosofía y religión y es la postura que adoptará Allan Kardec al descubrir la posibilidad de comunicarse con el más allá. Esta actitud implica que la comprensión de las cosas no puede venir de una autoridad exterior. El hecho de comunicarse con los espíritus no nos releva en nada del deber de reflexionar por nosotros mismos, el hombre es devuelto a su propia capacidad de pensar. Si aceptamos a ciertos espíritus como guías, es porque les reconocemos cierta sabiduría. Éstos nos orientan hacia un camino pero no pueden, ni quieren, emprender el camino en nuestro lugar. En lo que concierne al materialismo antiguo, animado por su rebeldía contra la religión que inocula el temor a los dioses que pueden montar en cólera y el temor a un castigo eterno, citemos al propio Epicuro, padre fundador a quien apelaron todos los filósofos materialistas, en su carta a Heródoto: “Los dioses existen, puesto que el conocimiento que se tiene ha sido evidente”. Aun cuando rechaza que se pueda tener intercambios con ellos, acepta la existencia de los dioses y estima que es necesario servirse de la idea que uno se hace de ellos para tratar de ser bienaventurado también. Un examen más atento de la filosofía de Epicuro, muestra que él basa los criterios de verdad en la experiencia y las nociones, afines a las ideas de Platón, que él no necesita demostrar…

La idea de revelación

La idea de revelación es admitida igualmente por el espiritismo pues se quiere ser la tercera revelación. En religión, la verdad es revelada por una autoridad externa y no puede ser cuestionada. La revelación espírita fue hecha posible por Allan Kardec quien, dentro de una trayectoria científica, es decir metódica, “levantó el velo”, con sus observaciones y su razonamiento. Esta revelación puede ser verificada y cuestionada por otros en un procedimiento igualmente racional. El espiritismo se ubica en la continuidad de la moral evangélica Y este punto también contribuye considerablemente a mezclar las pistas. La moral espírita nada tiene que ver con una moral patriarcal y reaccionaria, que difunde relaciones urdidas desde el neolítico entre el poder y lo sagrado; es una moral emancipadora. Los sociólogos de las religiones consideran a la religión cristiana como “un cohete que ha permitido la puesta en órbita de valores que llevaban en sí mismos los gérmenes de la secularización”. Dicho de otra manera, el alejamiento de la sociedad de las normas y los hábitos teológicos ha sido permitido gracias a los valores defendidos por Jesús, de los que, desgraciadamente, se han apropiado las instituciones eclesiales. Según Max Weber o hasta Marcel Gauchet, ellos contienen en parte los gérmenes del progreso que fundaron nuestra modernidad. Muchas de nuestras concepciones actuales, como la idea de igualdad, extraña a los griegos, a los indios o a los chinos, y que llevó más tarde al advenimiento de la democracia, han sido permitidas por la idea de un Dios único. El mensaje de Jesús de fraternidad, de justicia y de compartir, de libertad de elección, de emancipación, en el cual se inspiraron los pensadores del Renacimiento y de las Luces, no era religioso sino más bien filosófico y su contenido ha permitido a nuestras sociedades deshacerse de la religión y progresar en materia de derechos del Hombre. Los progresos que contiene no han terminado.

Conclusión

Al contrario de la religión, el espiritismo no hace proyecciones sobre el más allá: él lo estudia y muestra que es imposible hacerse una representación petrificada. Esta representación inmutable de lo absoluto y del más allá, presentada por las religiones, implica una cristalización del pensamiento que incluye a los espíritus. Es fuente de numerosos conflictos pasados y actuales. El espiritismo está inscrito dentro de un pensamiento dinámico que se profundiza en la medida que evolucionan el conocimiento y la reflexión. Nunca podrá ser dogmático pues esta evolución no tiene fin. El Libro de los Espíritus nos dice en su comienzo que la mayoría de nuestros problemas humanos viene de nuestra incapacidad para ponernos de acuerdo sobre el sentido de las palabras. Ese llamado parece ir a la por de la necesidad de una actividad filosófica y de la necesidad de diálogo, diálogo que sin embargo seguirá siendo difícil, mientras la racionalidad y la objetividad permanezcan circunscritas a la ideología materialista. Un punto positivo: a fines de los años ‘60, los sociólogos de la religión se enteraron de que, aunque la práctica católica disminuía intensamente, la sociedad en su conjunto siempre era creyente y ellos aportaron nuevas definiciones de la religión. Fue así como extendieron la creencia hacia ámbitos que hasta entonces no tenían nada que ver con la religión: la política, el arte, el deporte o hasta la ciencia en sus variantes cientificistas o positivistas, ofreciendo así nuevos elementos de reflexión.

martes, 7 de julio de 2015

JACQUES PECCATTE EDITORIAL PSICOLOGÍA Y ESPIRITISMO
JACQUES PECCATTE 
LE JOURNAL SPIRITE N° 94 OCTOBRE 201


                                                  CARL JUNG

A la luz del espiritismo, las particularidades de la psicología ya no se limitan a las nociones clásicas habituales basadas en el estudio de la personalidad de una sola vida que comienza con el nacimiento. Según la definición espírita, la individualidad es un todo indisociable dentro de la continuidad evolutiva de las vidas sucesivas del espíritu. Si bien los condicionamientos educativos y culturales tienen toda su importancia, es preciso enlazarlos también con la naturaleza de un espíritu preexistente que ya tiene su bagaje de experiencias vividas en las existencias anteriores. Marcado y perfilado por sus anterioridades, tiene su personalidad propia, una personalidad que será remodelada o al menos influenciada y acondicionada por su nuevo medio de vida. Hay entonces dos aspectos importantes en la psicología individual: por una parte la naturaleza espiritual preexistente de un espíritu que se ha construido una individualidad en el transcurso de las vidas, y por otra parte la impregnación educativa y cultural de la vida actual. Respecto a esta influencia del medio en la vida de hoy, ésta es recibida de manera diferente según la naturaleza propia del espíritu: una misma educación para los hermanos y hermanas no tendrá necesariamente los mismos efectos. Eso demuestra que cada individuo es único en sus rasgos de carácter que se han forjado con el correr de las anterioridades. Un niño podrá ser dócil ante las influencias parentales mientras que otro tendrá una actitud contestataria que muestra que no soporta esas influencias. La psicología moderna, que define las complejidades de la personalidad, nace de diversas corrientes, especialmente a partir de los trabajos de Freud y de Jung. Con relación a los desórdenes del comportamiento, éstos son atribuidos a las relaciones afectivas entre padres e hijos, relaciones armoniosas, alteradas o inexistentes según los casos. Es lo que permite analizar todo lo que conduce a los conceptos definidos en psicología como el complejo, la neurosis, la psicosis, la paranoia o la esquizofrenia. Apreciados de manera distinta por los precursores de la psicología, estos conceptos se apoyan sobre diferentes tesis según que uno se refiera a Freud, Jung, Adler, Lacan, Françoise Dolto, etc. Es bien sabido que Freud tuvo tendencia a reducir todo a impulsos sexuales, lo cual Jung refutó en parte, ampliando las sutilezas de la psicología con otras nociones. Si bien Freud se ha convertido en la referencia más conocida, sus conceptos han hecho escuela sobre todo entre los materialistas. Por su parte, Jung se ha vinculado más a la noción de espíritu, dentro de una visión más espiritualista que no oculta su eventual supervivencia, incluso su preexistencia. De niño, asistía a sesiones espíritas junto a su madre que era médium. Aun cuando explícitamente no hace mención de ello en sus teorías, se discierne allí muy bien que, en su investigación le ha conducido a una visión más amplia del inconsciente personal y del inconsciente colectivo. Abre horizontes que sobrepasan con mucho las limitaciones que quiso darse Freud. por Fuera de las escuelas oficiales de psicología clásica, sobre todo la freudiana, y en menor medida la jungiana, los conceptos menos representativos han nacido del desarrollo de espiritualidades tipo New Age, haciendo intervenir métodos nuevos a partir de la meditación y otras formas de prácticas que, se considera, producen equilibrio y resolución de problemas psicológicos. Es toda esta escuela llamada de desarrollo personal la que, dentro de una concepción psicológica paralela, ha dado diversas recetas basadas en la confianza en sí mismo, a fin de encontrar un mejor equilibrio. Estos son, de hecho, métodos que recurren a la autosugestión positiva que, a veces, permite controlar superficialmente los problemas, pero que no resuelve los verdaderos problemas de fondo cuando las personas están atadas a traumatismos inconscientes relativos a esta misma vida o incluso a una vida anterior. Y es extendiendo el inconsciente hasta las vidas pasadas, que se entra en otra problemática cuyas claves no son fáciles de encontrar. Si bien, en conjunto, la mayoría de los desórdenes psicológicos hay que buscarla en las inhibiciones de esta vida desde la infancia, existe en un telón de fondo una influencia más lejana relativa a las anterioridades, influencia constituida igualmente por inhibiciones sucesivas que forman parte de la personalidad total, es decir del espíritu en la suma de sus vidas desde su origen. A eso es preciso añadir de manera más concreta, las relaciones que se perpetúan de vida en vida: muy a menudo uno reencarna cerca de personas o familias que ya han sido parte de nuestro pasado, ya sea en relaciones armoniosas, o en relaciones conflictivas no resueltas. Esto también forma parte del bagaje psico-afectivo de cada uno, y aún tiene resonancia en la vida de hoy. Y desde este punto de vista, eso cambia muchas cosas en el modo en que abordaremos la psicología. No es que haya que olvidar los principios de la psicología clásica, pero a veces es necesario añadirle la impronta de las vidas pasadas, para comprender mejor las relaciones interpersonales que pueden perdurar desde hace varias vidas.

 ¿Qué sucede con la obsesión? 
Respecto al enfoque espírita, hemos visto, y vemos todavía, un cierto número de interpretaciones abusivas sobre las cuales debemos volver. En una visión simplificadora, numerosos espíritas y grupos espíritas se han focalizado sobre el fenómeno de la obsesión para explicar cierto número de comportamientos que habitualmente conciernen a la psicología clásica. Allí donde una persona manifiesta un desequilibrio compensado por una adicción (alcoholismo, tabaquismo, dependencia de la droga) se ha encontrado una explicación que se resume más o menos así: esta persona está bajo la influencia obsesiva de un espíritu turbado que satisface sus vicios a través de su víctima. Hay allí una extrapolación que nosotros no podemos suscribir. Si  efectivamente hay una relación sutil entre el mundo de los desencarnados y el de los encarnados, ¿es preciso por eso ver allí un dominio del más allá que produce una influencia tal que los humanos serían sistemáticamente juguetes de espíritus viciosos? Esta tesis no tiene en cuenta lo suficiente las fragilidades humanas que son suficientes, por sí mismas, para explicar los desórdenes conductuales. A partir de un simple análisis de la historia de las personas, de su trayectoria educativa, afectiva, familiar y social, se pueden poner en evidencia las inhibiciones y traumatismos que han conducido a diversos estados psíquicos alterados. Allí están los conocimientos de la psicología clásica que son ampliamente suficientes para explicar los desórdenes psíquicos y eventualmente para resolverlos a partir de una psicoterapia adaptada. Si bien a veces puede existir la obsesión, nosotros conocemos sus manifestaciones que por lo general son resultado de tentativas de comunicación espírita que han terminado mal, y los síntomas observados son pérdida de identidad y comportamientos desordenados o anacrónicos de una persona que ya no se reconoce como era antes. Es el psiquismo del sujeto que se encuentra alterado por una influencia externa a sí mismo, lo cual nada tiene que ver con adicciones o comportamientos destructores, inherentes a debilidades personales, y entonces no se necesita recurrir a la obsesión para explicar simplemente fragilidades psico-afectivas. Si se lleva más lejos el razonamiento, ¿habría que decir igualmente que los grandes criminales están bajo la influencia de malos Espíritus? Eso sería ignorar entonces que los malos Espíritus no son sólo desencarnados, puesto que ellos mismos han estado encarnados anteriormente, habiendo realizado sus propias fechorías. Luego, si un humano vicioso puede atraer a su entorno Espíritus que se le parecen, no es sino la ley de las afinidades: quien se parece se junta. Pero, no es que el criminal actúe bajo el impulso de una presencia obsesora; él actúa, en primer lugar, en función de sus propios impulsos y a lo sumo el espíritu desencarnado malsano aportará su parte de sutil influencia, que no es en sí misma el elemento determinante del crimen. En ningún caso podemos reducir o minimizar la parte de responsabilidad humana a través de la cual se comprueban todos los escollos del egoísmo y del orgullo. Sucede también que en materia de psicología, es preciso referirse a los valores morales que pueden dar ciertas orientaciones. Y lo esencial del mensaje espírita es que coloca en perspectiva una moral universal que puede ayudar a las personas que tienen graves desequilibrios. Una filosofía que da sentido, que permite comprender el sentido de la vida a la luz de la reencarnación, es a veces una solución inesperada, psicológicamente, para las personas afectadas que pueden recobrar el gusto por la vida y el sentido de los valores, aun cuando los traumatismos o inhibiciones no hayan sido controlados en profundidad.