EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



miércoles, 2 de septiembre de 2015

Entrada nueva en Grupo Espírita de La Palma

“MANIFIESTO DE LA SUPERVIVENCIA”: LAS SABIAS PALABRAS DEL JEFE SEATTLE, UN PROFUNDO MENSAJE DE RESPETO A LA VIDA

by idafe
Planeta calavera
INTROITO

Seattle es hoy la ciudad más grande del Estado de Washington, en el noroeste de los estados Unidos de Norteamerica. La ciudad toma su nombre de Noah Sealth, jefe de las tribus duwamish y suquamish, mejor conocido como Jefe Seattle. David Swinson ("Doc") Maynard, uno de los fundadores de la ciudad, fue el principal promotor de nombrar la ciudad en honor al Jefe Seattle.

El jefe Seattle nació alrededor de 1786 en Blake Island, Washington, y murió el 7 de junio de 1866, en la reserva suquamish de Port Madison, Washington.

Seattle, de joven, se ganó su reputación como líder y guerrero. Era muy alto, midiendo casi 1,82 m de altura. También era un conocido orador, y su voz se dice que llegaba hasta media milla o más de distancia cuando se dirigía a una audiencia.

En 1854 el Jefe Seattle respondió con un mensaje escrito al entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Franklin Pierce, en medio de las negociaciones sobre los territorios gobernados por su pueblo hasta entonces. Se las conoce como Respuesta del Jefe Seattle y también como el "MANIFIESTO DE LA SUPERVIVENCIA".

Hoy, cuando la Vida está en peligro sobre el planeta a causa de la inconsciencia del ser humano y de un mal orientado progreso; cuando las tierras, las aguas y el aire son sistemáticamente envenenados por los desechos de la civilización del consumismo, incapaz de mirar más allá de sus inmediatos y mezquinos intereses, se hace evidente la necesidad de un replanteamiento integral del papel que los seres humanos deben desempeñar en el escenario de la Creación, a fin de conseguir una relación armoniosa con los demás reinos de la Naturaleza.

Por eso, hoy en día tienen más vigencia que en cualquier otro tiempo, las palabras de viejo jefe piel roja. Ellas constituyen una profunda y urgente llamada a nuestra conciencia, a la de cada uno de los seres humanos de este planeta, pero de manera especial a las de los habitantes de los países "desarrollados". Han sido reproducidas innumerables veces, pero aún así continúan siendo pocas; ellas son un recordatorio permanente de la responsabilidad que cabe al género humano respecto al planeta Tierra y a todas las especies vivas que habitan én el.

Es posible que ideas semejantes hayan sido dichas con mayor erudición y abundancia de datos, pero difícilmente encontraremos otras que rezumen tan elevado grado de autenticidad, de sensibilidad y de sabiduría.

                                                                                Idafe


"MANIFIESTO DE LA SUPERVIVENCIA"

Por el Jefe "Seattle"

chief-seattle-01El Jefe Seattle, en una conocida foto, ya como anciano

"¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.

Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los oscuros bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y, asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprarnos nuestras tierras, dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello, consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua sino que también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y por lo tanto deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas por cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena la vista del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprenda nada.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar como se abren las hojas de los árboles en primavera ni como aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido sólo parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿para qué sirve al vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque?. Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento, la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días en insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar hasta donde el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.
Por ello, consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré una condición: El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería el hombre sin los animales?. Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con la vida de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurre a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: Nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar que Él les pertenece, lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus. Contaminan sus lechos y un día perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminarán hacia la destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que, por algún designio especial, les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Este destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se extermina a los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia".