EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



sábado, 27 de abril de 2013

EL IMPULSO DIVINO Y EL UNIVERSO
por
F A B I E N N E T O U Z E T

EL CIELO Y LA TIERRA
DE AYER A HOY


DE ARISTÓTELES (-384, -322) A COPÉRNICO (1473 -
1543)

La imagen que prevalece entonces desde hace dos mil
años, es la del filósofo Aristóteles para quien la Tierra era
el centro inmutable del Universo. Los hombres pensaban
que vivían sobre una plataforma estable y que las estrellas
y el cielo giraban por encima de ellos.
Ningún cambio puede producirse en el cielo. La Tierra
es el mundo sublunar, mundo del cambio, de la vida, de
la muerte, el reino de la evolución. El cielo (o cosmos)
es la eternidad. Es un mundo perfecto e inmutable
cuyos constituyentes (Luna, Sol, Planetas, Estrellas)
están cada uno sobre esferas concéntricas, centradas
sobre la Tierra y que giran alrededor de ésta. El círculo
representa un movimiento fundamental y perfecto. Los
objetos más cercanos a la Tierra (la Luna y el Sol) giran
rápidamente. Los más alejados (las estrellas fijas) son
las más ideales, las más perfectas. Están en el origen de
todos los movimientos y no se desplazan. La Tierra está
en el centro, luego vienen la Luna, Mercurio, Venus, el Sol,
Marte, Júpiter y Saturno.
En su obra De la Física (350 a.C.), Aristóteles da esta
descripción del mundo, que ya había sido sugerida por
la escuela más antigua de los Pitagóricos y, al contrario
de la ciencia moderna, es fundamentalmente “intuitiva”.
Lo que le dará en parte su fuerza y su perennidad por
un período tan largo, es que se beneficia también de la
descripción precisa y cuantificada del movimiento de los
astros hecha por Ptolomeo, en su Almagesto conocido
bajo el nombre de La gran síntesis. Se trata de una teoría
matemática del movimiento de los cuerpos celestes,
basada en una combinación de movimientos circulares.
Así, utilizando combinaciones de círculos, Ptolomeo
consigue reproducir con una precisión bastante buena
para la época, los movimientos de los planetas en el cielo.
Este sistema permitía asimismo prever los eclipses de
Luna y de Sol, las conjunciones, etc., era pues globalmente
satisfactorio y muy útil para los astrólogos. Ello explica
por qué hasta Copérnico, el sistema de Ptolomeo fue
intensamente utilizado y estudiado.
La Iglesia adoptó la visión de Aristóteles pues establece
una clara separación entre el creador y la creación. El
cielo es el mundo donde reside la divinidad, y la Tierra
es el mundo de los hombres sometidos a la tentación.
Pero he aquí que un científico viene a declarar que eso
es falso y que en realidad, se vive sobre un pequeño
peñasco que gira alrededor de una estrella de fuego. En
su libro, Copérnico postula que el Sol está en el centro del
Universo y que los otros planetas giran alrededor de él
en este orden: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y
Saturno. Pero, él no va a ser el único perturbador en este
campo.
Estamos en 1543 y Nicolás Copérnico, canónigo y astrónomo polaco, muere. En los siglos que siguen, su libro De las
revoluciones cambiará la concepción de la visión del Universo. La ciencia moderna está en marcha y la feroz batalla
que la Iglesia le dedicará apenas comienza.

TYCHO BRAHE (1546 - 1601)
En Dinamarca, Tycho Brahe, un joven de la alta nobleza,
apasionado por la obra de Copérnico, decide consagrar su
vida a la astronomía.
En 1572, observa en un cielo que se considera que no
cambia, un evento que contradice la cosmología de
Aristóteles: una estrella desconocida brilla intensamente
en la base de la bóveda celeste. Pide pues a un artesano
que le construya un nuevo instrumento que le permita
observar este fenómeno. Es para él un verdadero milagro
y cree asistir entonces al nacimiento de una estrella
en la constelación de Casiopea. En Europa del Norte,
mayoritariamente protestante, más abierta al saber y
a la ciencia, el rey de Dinamarca Federico II se interesa
vivamente por el descubrimiento de su Stella Nova (o
estrella nueva) y le regala a Tycho Brahe la pequeña isla de
Ven, situada en el estrecho que separa Dinamarca de Suecia.
Éste hace construir un observatorio, el palacio de los cielos
(Uraniborg), donde invitará a colegas experimentados
para establecer la nueva cartografía del cielo. Aunque el
telescopio y el lente astronómico no se han inventado,
logra obtener resultados de una precisión inigualada
para la época y puede crear un catálogo de estrellas que
será referencia por mucho tiempo. El palacio de los cielos
se convertirá en la primera facultad de investigación en
Europa.
Las tablas de posiciones de las estrellas y de los planetas
tenían dos mil años y nadie había soñado aún con hacer
otras observaciones. Él va a consignar meticulosamente
por escrito sus trabajos y ubicará sobre un globo gigante
la posición de mil estrellas. Inspirándose en las ideas
de Platón, que en la Edad Media competían con las de
Aristóteles, formula una nueva hipótesis, según la cual el
cielo y la Tierra no son dos mundos separados, sino que
forman un todo donde la divinidad es omnipresente, y los
científicos pueden descubrirla allí gracias a sus estudios
sobre la creación.
En 1577, asiste a otro evento: el cometa más grande
aparecido en el cielo cuya cola se extiende sobre un tercio
del firmamento. Pasa más allá de la Luna en el campo de
cristal. Pero, según Aristóteles, las estrellas y los planetas
se mantienen en su lugar por las esferas cristalinas cuya
materia transparente e impenetrable aprisiona a los astros.
Tycho Brahe llega a la conclusión de que Aristóteles,
Ptolomeo y los antiguos no tienen razón y que Copérnico
ha visto correctamente; añade que el espacio no es
entonces más que el espacio.
Hace construir otro palacio de las estrellas para efectuar
observaciones aún más precisas. Por años, sus asistentes
y él van a observar la posición de Marte y de las estrellas,
pero van a fracasar en demostrar que la Tierra está en
movimiento pues simplemente ignoran que la escala
planetaria es veinte veces superior a lo que se pensaba
entonces. Concluye finalmente que la Tierra no está en
movimiento (así está de acuerdo con la Biblia) y su teoría es
un compromiso entre la de los antiguos y la de Copérnico:
la Tierra es el centro del Universo alrededor de la cual giran
la Luna y el Sol, pero los otros planetas giran alrededor del
Sol como lo ha postulado Copérnico.

GIORDANO BRUNO (1548 - 1600)
El Renacimiento ve a la Iglesia católica dividirse en dos,
por un lado los protestantes y por el otro los católicos
romanos. Pero las dos corrientes están preocupadas al ver
que la palabra de Dios es vuelta a cuestionar por la nueva
ciencia. Roma se inquieta por otro perturbador, Giordano
Bruno. Ferviente admirador de Copérnico, recorre Europa
para dar a conocer la nueva visión del Universo. En su libro
El infinito, el universo y los mundos, que envía a Tycho Brahe
con una dedicatoria, postula que el Universo es infinito y
que comprende una multitud de Tierras y de Soles. Presenta
la hipótesis de que las estrellas no están todas atadas a la
envoltura extrema del Universo, que están esparcidas y
que evolucionan libremente en un mundo que parece
infinito. En 1592, es acusado de herejía y encarcelado en
el Castillo de Sant’Angelo en Roma. Allí permanecerá ocho
años y el 17 de febrero de 1600, después de una sesión de
torturas atroces, será quemado vivo en la hoguera.
Por su parte, después de la muerte de Federico II, Tycho
Brahe fue desterrado por su sucesor luterano Christian IV
que había suprimido los financiamientos necesarios para
sus investigaciones.
Llegado a Praga en 1599, bajo el reinado de Rodolfo II,
abierto y tolerante, conoce a Johannes Kepler, matemático
que ha huido de Austria a causa de las guerras de religión.
El joven está fascinado por Platón y por la idea de que
existiría un vínculo entre lo terrenal y la divinidad. Tycho le
propone que sea su asistente pero cae enfermo y muere el

JOHANNES KEPLER (1571 - 1630)

Kepler hereda entonces todos sus archivos y todos sus
análisis hechos a lo largo de veinte años. Gracias a ellos,
va a hacer un descubrimiento asombroso: las órbitas del
planeta Marte están en contradicción con la teoría de
los círculos perfectos. Para que sus cálculos funcionen,
necesita que las órbitas sean un poco achatadas. Descubre
que la única figura geométrica que permite conseguir eso
es la elipse. En 1609, publica en Astronomia Nova (Nueva
astronomía) su concepción del mundo, basada en tres
leyes matemáticas:
- 1 Los planetas orbitan alrededor del Sol en forma elíptica
- 2 Los planetas aceleran el movimiento al acercarse al sol
y lo reducen al alejarse
- 3 Los planetas exteriores orbitan más lentamente que los
planetas interiores.

GALILEO (1564 - 1642)
Por la época en la cual Kepler hace este descubrimiento
capital en Praga; en Italia, el astrónomo Galileo trabaja
en un nuevo invento. Es el primero a comprender la
importancia de lo que ve a través del telescopio y construye
su propio lente de observación. Ve lo que Tycho Brahe
nunca pudo ver: que la Vía Láctea no está constituida de
polvos centelleantes sino de una infinidad de estrellas;
que la esfera de la Luna no es perfecta; en su superficie
hay montañas y valles. En enero de 1610, descubre cuatro
lunas en órbita alrededor de Júpiter y comprende que en
el Universo hay otros centros además de la Tierra. Publica
sus descubrimientos en su obra El mensajero de las estrellas
que irrita al Papa. Es convocado por el cardenal Bellarmin, el
mismo que envió a la hoguera a Giordano Bruno, y su libro
es prohibido pues contradice a Aristóteles y las Escrituras.
A pesar de la advertencia, en 1632 publica Diálogo sobre los
dos grandes sistemas del mundo, que termina por provocar
hacia él las iras de la Inquisición. Acusado de herejía, es
confinado en su residencia en Florencia y obligado a
abjurar. Nos queda en la memoria su célebre frase “E pur si
muove!” (Y sin embargo, se mueve).
La guerra de los treinta años, que ha devastado a Europa,
oponiendo a católicos y protestantes, termina en 1648 y
parece que un viento de tolerancia se expande a través
del continente. Galileo, siempre confinado en Florencia,
continúa sus investigaciones y para comprender por qué
los planetas se mueven, estudia el comportamiento de
las balas de cañón. Muere en 1642, sin haber resuelto el
enigma de la fuerza que provoca el movimiento hacia
abajo
.
ISAAC NEWTON (1642 - 1727) y EDMOND HALLEY
(1656 - 1742)

En ese mismo año, viene al mundo en Inglaterra Isaac
Newton. Llegará a ser profesor de matemáticas en
Cambridge, y como Galileo, deseará encontrar la explicación
del movimiento de los planetas. Para él, Dios está
permanentemente en los mínimos aspectos del Universo
y la cuestión es saber si una fuerza oculta puede actuar en
el cielo y sobre la Tierra. Como todos lo hemos aprendido,
¡Newton descubrió la gravedad debajo de un manzano!
En 1655, de regreso a su casa para escapar de la peste, le
ocurrió esto: “Estaba sentado en mi jardín, cuenta él, vi caer
una manzana y una idea repentina surgió en mi cabeza, ¡la
fuerza que ha hecho caer la manzana al suelo es la misma que
hace girar la Tierra alrededor del Sol!” Newton comprendió
entonces el secreto del movimiento de los planetas. Dos
fuerzas están en juego, y pudo combinar su descubrimiento
de la gravedad con la fuerza de inercia de Galileo: todo
cuerpo no sometido a una fuerza externa está animado por
un movimiento rectilíneo uniforme. Es la combinación de
los dos movimientos lo que genera la órbita.
Es por la insistencia de Edmond Halley que pone por
escrito las leyes del movimiento de los planetas: la fuerza
que explica ese movimiento es inversamente proporcional
al cuadrado de la distancia entre los planetas y el Sol.
En 1687, publica finalmente su Principio matemático de
filosofía natural. Después de años de guerra en Inglaterra,
el país es mayoritariamente protestante y los teólogos,
que son más tolerantes, adoptan poco a poco las nuevas
teorías de Newton diciendo de él: “Ha sido enviado por
Dios para iluminar a la humanidad”. Newton y Halley han
seguido estudiando juntos las viejas tablas astronómicas y
es así como en 1681, Halley predijo que el cometa, que en
adelante llevará su nombre, reaparecería setenta y cinco
años más tarde, lo cual se confirmó. Más recientemente,
reapareció en 1986 y regresará en 2061.
Mucho tiempo después de Newton, su ley de la inversa
del cuadrado continúa demostrando su capacidad de
producir previsiones exactas. En 1781, los astrónomos
descubren un nuevo planeta: Urano. Pero su trayectoria
es irregular. La ley de la inversa del cuadrado muestra que
la desviación es debida al movimiento de otro planeta:
será Neptuno. La clave del éxito de Newton reside en el
hecho de que demuestra que hay una misma fuerza entre
todas las partículas del Universo. Termina así los trabajos
comenzados por Tycho Brahe, Johannes Kepler y Galileo.
“Si he podido ver más lejos, dirá, es porque he podido mirar
por encima de los hombros de estos gigantes”.
Pero, si la teoría de Copérnico es también autoridad, nadie
ha podido demostrar todavía en la práctica que la Tierra
gira perfectamente alrededor del Sol. Habrá que esperar
hasta el siglo XIX para obtener las medidas de su órbita
anual y de su rotación sobre sí misma y poder apreciar
verdaderamente las distancias que separan las estrellas
y los planetas. El Vaticano terminará por retirar la obra
de Copérnico del Índice pero habrá que esperar hasta
1982 para que el Papa Juan Pablo II presente a Galileo las
excusas en su nombre.

DE CAMILLE FLAMMARION (1842 - 1925) A NUESTROS
DÍAS

Al hablar del siglo XIX, no se puede no recordar al célebre
astrónomo Camille Flammarion quien es reconocido, aún
hoy, como el mayor promotor francés en este campo
(por eso es condecorado con la Legión de Honor en
1912). Su observatorio de Juvisy se ha convertido en un
lugar privilegiado de la investigación científica. Recibe
esta propiedad en 1882 de un generoso admirador,
e instala allí una cúpula de cinco metros de diámetro
para alojar la segunda lente de aficionado de la época.
Camille Flammarion crea una biblioteca de más de diez
mil volúmenes, rica en libros de historia de las ciencias
y escritos por sus predecesores de quienes ya hablamos
antes, Copérnico, Tycho Brahe, Kepler, Galileo, Newton,
pero también de Leibniz, Laplace o hasta Delambre.
Contribuye a la difusión de la astronomía en todos los
estratos de la sociedad y desarrolla la astrofotografía. “He
tenido la gran fortuna de ver nacer el análisis espectral de los
cuerpos celestes, la fotografía del Sol, de los planetas, de los
cometas, de las estrellas, de las nebulosas y todos los métodos
que, desde hace medio siglo, han sustituido a la antigua y
letárgica astronomía matemática por la viviente astronomía
física”. (Las Memorias de un astrónomo, p.204)
Se ha dicho, en ciertos artículos, que su conexión con la
causa espírita le valió el rechazo de la comunidad científica.
Entonces, aquí no podemos menos que rendirle homenaje,
por cuanto su espíritu se ha manifestado en el seno de
nuestro Círculo, aportándonos todo su conocimiento en
un campo que él se tomaba tan a pecho, y especialmente
la idea de la pluralidad de los mundos habitados. También
había comprendido la presencia de Dios en la naturaleza.
Como hemos podido ver, en el espacio de dos siglos, un
puñado de científicos ha trastornado nuestra concepción
del Universo. Hoy, los astrónomos utilizan poderosos
telescopios y es así como han podido rectificar los escritos
de sus antecesores.
- Tycho Brahe no había asistido al nacimiento de una
estrella sino a una supernova, explosión muy luminosa
que marca el fin de la vida de una estrella.
- Galileo había podido ver cuatro lunas alrededor de
Júpiter con un telescopio primitivo; hoy son sesenta lunas
las que se observan en órbita alrededor de este planeta.
- Giordano Bruno fue quemado vivo, ¡y sin embargo
tenía razón! A años luz de la Tierra existe una multitud de
Tierras y de Soles que se pueden observar. Igualmente
se han señalado planetas semejantes al nuestro que
giran alrededor de esos otros Soles, llamados por ello,
exoplanetas.
He aquí el extracto de un artículo encontrado en Internet:
“Desde 1995, han sido descubiertos cerca de ochocientos
cuarenta y seis exoplanetas. Hasta ahora, todos tenían una
masa superior a la de la Tierra. Un exoplaneta descubierto
por el telescopio Kepler en noviembre de 2012 y bautizado
HD40307G muy bien podría ser habitable, pues se halla
en una zona propicia, (a la misma distancia de su Sol, que
nosotros del nuestro y gira alrededor de él en doscientos
días). Entonces el agua puede permanecer en su superficie
en estado líquido. Varias condiciones, como la insolación y
las temperaturas serían compatibles con la existencia de la
vida. Los astrónomos están pues optimistas: perfectamente
podría albergar un entorno semejante al de la Tierra”. Este
exoplaneta formaría parte del número limitado de ellos,
descubiertos hasta hoy, que sería habitable, es decir cinco
o seis.
En 2007, Gliese 581c era identificado como el primer
planeta casi semejante a la Tierra, que hace su revolución
en trece días alrededor de una estrella situada a sólo
veinte años-luz de nosotros (aun a bordo de los artefactos
espaciales más rápidos, nos llevaría trescientos cincuenta
mil años llegar a él). ¡HD40307G está situado a cuarenta y
dos años-luz!
Sería una lástima que se necesitaran dos mil años más
para descubrir que no es necesario que las condiciones
sean las mismas que sobre la Tierra para que la vida exista
en otra parte…

En los últimos decenios, el mundo científico ha
hecho considerables descubrimientos que permiten
identificar la materia, ya se trate de los elementos
o de los organismos vivientes. Desde las partículas
fundamentales, del átomo al quark, la física moderna
ha puesto en evidencia la existencia de lo infinitamente
pequeño. Sin embargo, respecto al origen de esta
materia desde un punto de vista filosófico, no estamos
muy alejados de los “granos indivisibles de materia”
evocados por los antiguos griegos.
¿De dónde proviene la materia? ¿Cómo se mueven sus
células? ¿No somos más que un aglomerado de células?
¿Hay una fuerza suprema que anima nuestros cuerpos
físicos y todos los elementos de la creación, como ya
parecen entrever ciertos investigadores y físicos? Este
asunto ha preocupado a numerosos pensadores y
filósofos, a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Más allá de las corrientes religiosas que han basado
sus creencias en dogmas y han admitido sin discusión
la existencia de un Dios organizador y rector de los
destinos humanos, dos grandes corrientes filosóficas
se han enfrentado respecto a la cuestión del espíritu y
la materia: los monistas y los dualistas.
Para los primeros, el mundo no está constituido
sino por una sola sustancia, llamada materia por
los materialistas o espíritu por los espiritualistas. En
cambio, para los dualistas los fenómenos mentales o
psíquicos poseen características que escapan al campo
de la ciencia física. Estas ideas aparecen en los escritos
de Platón y Aristóteles, que afirman que la inteligencia
del hombre y sus facultades mentales no pueden ser
asimiladas ni explicadas por su cuerpo material. Esta
corriente de pensamiento fue formalizada por René
Descartes quien sostuvo la idea de un espíritu de
naturaleza inmaterial, asimilado a la conciencia, lo cual
lo distingue claramente del cerebro que, según él, no
es sino el soporte de la inteligencia.
REPRODUCIDO DE:
LE JOURNAL SPIRITE N° 89 JUILLET 2012
                                                               MAX PLANCK

EL IMPULSO DIVINO Y EL UNIVERSO
por
É T I E N N E B E RTHAUT

DE LA MATERIA A LO ESPIRITUAL:
¿UNA HISTORIA DE PARTÍCULAS

El “Modelo Estándar”
de las partículas
La hipótesis de la noción de átomo
está comprobada científicamente
desde el último tercio del siglo XIX
(aunque identificado desde 1805)
pero, no obstante, podemos remontarnos
a los filósofos griegos, cuatro
siglos antes de Jesucristo, para
que surja la idea de una materia
compuesta de partículas a través
de la doctrina filosófica llamada
del atomismo (Demócrito). Mucho
más cercanos a nosotros, están
los trabajos y descubrimientos de
ilustres sabios como H. Becquerel, los esposos Curie, M.
Planck, A. Einstein, E. Rutherford, N. Bohr, P. Langevin y J.
Rydberg, para citar sólo algunos, que sentaron las bases
de una visión moderna de la estructura de la materia a
principios del siglo pasado. Desde el electrón, la primera
partícula elemental descubierta en 1891, esta visión nunca
ha dejado de enriquecerse y complicarse a lo largo de los
últimos decenios.
Fue así como se imaginó a partir de los años ‘30, y se
estableció luego a principios de los años ‘70, lo que se ha
llamado el “Modelo Estándar”, teoría científica siempre
vigente que describe al mismo tiempo las propias partículas,
las fuerzas a las cuales están sometidas y los campos
(o mediadores) intercambiados entre esas partículas y a
través de los cuales se ejercen esas fuerzas. A partir de las
observaciones a nivel atómico que finalmente no representan
más que una primera puerta
sobre lo infinitamente pequeño,
hay todo un conjunto de partículas
elementales más o menos teóricas
que fueron inventadas así a lo largo
de todo el siglo veinte, para poder
responder a las complejas ecuaciones
matemáticas que rigen la
organización de la materia. Y todo
el reto fue entonces, sobre todo
desde los años 50-60, poner en
evidencia de manera experimental
la presencia, o la existencia, de
todas estas partículas más o menos
abstractas; la mayor preocupación
era la duración de su vida, extremadamente corta, cuando
se logra aislarlas. Esta búsqueda fundamental es actual
todavía hoy, a través de experimentos de colisión de partículas
realizados en los grandes aceleradores de partículas
del CERN (*) como el LHC,(**) por ejemplo, en la frontera franco-
suiza cerca de Ginebra. El último gran descubrimiento
con fecha es el de julio de 2012 de la partícula del boson de
Higgs, apodada la “partícula de Dios”, pues fue inasequible
desde hace decenios y es la que permitiría explicar por qué
ciertas partículas tienen una masa y otras no…
(*) Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire (Consejo Europeo
para la Investigación Nuclear) (N. del T.)
(**) Large Hadron Collider (Gran Colisionador de Hadrones) (N. del T.)
El “Modelo Estándar” se caracteriza por una clasificación de
las partículas según diversos criterios (partículas cargadas
eléctricamente o no, noción de masa, etc.) y en varias
El “Modelo Estándar”
de las partículas

La hipótesis de la noción de átomo
está comprobada científicamente
desde el último tercio del siglo XIX
(aunque identificado desde 1805)
pero, no obstante, podemos remontarnos
a los filósofos griegos, cuatro
siglos antes de Jesucristo, para
que surja la idea de una materia
compuesta de partículas a través
de la doctrina filosófica llamada
del atomismo (Demócrito). Mucho
más cercanos a nosotros, están
los trabajos y descubrimientos de
ilustres sabios como H. Becquerel, los esposos Curie, M.
Planck, A. Einstein, E. Rutherford, N. Bohr, P. Langevin y J.
Rydberg, para citar sólo algunos, que sentaron las bases
de una visión moderna de la estructura de la materia a
principios del siglo pasado. Desde el electrón, la primera
partícula elemental descubierta en 1891, esta visión nunca
ha dejado de enriquecerse y complicarse a lo largo de los
últimos decenios.
Fue así como se imaginó a partir de los años ‘30, y se
estableció luego a principios de los años ‘70, lo que se ha
llamado el “Modelo Estándar”, teoría científica siempre
vigente que describe al mismo tiempo las propias partículas,
las fuerzas a las cuales están sometidas y los campos
(o mediadores) intercambiados entre esas partículas y a
través de los cuales se ejercen esas fuerzas. A partir de las
observaciones a nivel atómico que finalmente no representan
más que una primera puerta
sobre lo infinitamente pequeño,
hay todo un conjunto de partículas
elementales más o menos teóricas
que fueron inventadas así a lo largo
de todo el siglo veinte, para poder
responder a las complejas ecuaciones
matemáticas que rigen la
organización de la materia. Y todo
el reto fue entonces, sobre todo
desde los años 50-60, poner en
evidencia de manera experimental
la presencia, o la existencia, de
todas estas partículas más o menos
abstractas; la mayor preocupación
era la duración de su vida, extremadamente corta, cuando
se logra aislarlas. Esta búsqueda fundamental es actual
todavía hoy, a través de experimentos de colisión de partículas
realizados en los grandes aceleradores de partículas
del CERN (*) como el LHC,(**) por ejemplo, en la frontera franco-
suiza cerca de Ginebra. El último gran descubrimiento
con fecha es el de julio de 2012 de la partícula del boson de
Higgs, apodada la “partícula de Dios”, pues fue inasequible
desde hace decenios y es la que permitiría explicar por qué
ciertas partículas tienen una masa y otras no…
(*) Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire (Consejo Europeo
para la Investigación Nuclear) (N. del T.)
(**) Large Hadron Collider (Gran Colisionador de Hadrones) (N. del T.)
El “Modelo Estándar” se caracteriza por una clasificación de
las partículas según diversos criterios (partículas cargadas
eléctricamente o no, noción de masa, etc.) y en varias
Si bien los cuestionamientos sobre la creación del Universo han sido principalmente el hilo conductor de los exploradores
de lo infinitamente grande a lo largo de los siglos, y en particular desde el comienzo del siglo XX, esa búsqueda
científica ha logrado reunir muy pronto a los observadores de lo infinitamente pequeño. En efecto, en forma concomitante,
desde fines del siglo XIX, la materia en su inmensidad sideral ha sido descortezada, y continúa siéndolo, con
la posibilidad de técnicas y medios nuevos, para conocer su organización íntima en sus más ínfimos recovecos. De
allí nació lo que se ha llamado la física de las partículas, partículas que se llaman igualmente quantas de materia,
cuando se comprobó que, de hecho, la materia estaba compuesta por un aglomerado de partículas elementales que
responden a propiedades muy definidas, y están sometidas a interacciones particulares unas con relación a las otras.
sub-categorías:
• Doce partículas elementales llamadas ligeras
clasificadas en tres grandes familias: la familia de
los leptones a la cual pertenecen el electrón y los
neutrinos, la familia de los quarks, y la familia de los
bosones vistos como soportes de las fuerzas entre
partículas y de la cual forman parte, por ejemplo, los
fotones de luz.
• Partículas más pesadas que aglomeran a estas partículas
elementales, más de una veintena catalogada
hasta hoy: es la familia de los hadrones a la cual
pertenecen, por ejemplo, los protones y neutrones
de los núcleos de los átomos.
Así, los protones y neutrones están compuestos cada
uno por tres quarks cuya cohesión está asegurada por los
bosones llamados con razón y poéticamente ¡gluones! (*)
Los electrones se asocian entonces con estos protones y
neutrones, que gravitan alrededor de ellos para formar la
estructura atómica en la gran diversidad de combinaciones
posibles. Luego estos átomos, idénticos o diferentes,
se aglutinan entre sí para formar moléculas o cadenas
de moléculas. Éstas pueden combinarse entonces para
formar estructuras más complejas. Y así sucesivamente...
(*) De glue, “pegamento” en inglés (N. del T.)
En cuanto a las fuerzas fundamentales del Universo que
hacen interactuar entre ellas a todas estas partículas (y
aglomerados), hay que precisar que se limitan simplemente
al número de cuatro, según la visión científica
actual:
• La fuerza de gravitación que se ejerce sobre todas las
partículas proporcionalmente a su masa
• La fuerza electromagnética que se ejerce sobre las
partículas cargadas eléctricamente
• La fuerza nuclear llamada débil que es responsable
de la radioactividad
• La fuerza nuclear llamada fuerte que se ejerce entre
los quarks y que asegura la cohesión del núcleo
atómico. A semejanza, infelizmente, de la bomba
atómica, es esta fuerza la que puede liberar una
energía inconmensurable por medio de la fisión.
Lejos de ser la palabra final, y a veces criticado por defectos
manifiestos, este famoso “Modelo Estándar”, representa sin
embargo al día de hoy, la descripción íntima más “satisfactoria”
de la materia dentro de la visión materialista de la
ciencia llamada moderna. Ha permitido explicar los resultados
de numerosos experimentos y predecir con exactitud
una gran variedad de fenómenos. Las extensiones
más recientes del “Modelo Estándar” vienen a completarlo
hoy con algunas teorías tan audaces como inverificables,
como la teoría de las súper-cuerdas cuyo fin último es la
búsqueda, desde hace treinta y cinco años, de una armonización
en un gran “todo” de las teorías existentes, principalmente
la relatividad general y la mecánica cuántica,
que siempre ha costado trabajo conciliar para explicar
al mismo tiempo lo infinitamente pequeño y lo infinitamente
grande. La teoría de las súper-cuerdas prevé, entre
otras cosas, que las partículas elementales habrían surgido
de las vibraciones de cuerdas microscópicas; más adelante
veremos que esta hipótesis puede adquirir una resonancia
particular respecto a una reflexión que deriva de las palabras
de los espíritus.
¡Todo eso está muy bien! ¡Claro! Sí, pero, ¿y qué más? Pero,
¿dónde se esconde el espíritu entonces? ¿Dónde está lo
espiritual, dentro de este hermoso y oscuro conjunto de
ladrillos, partículas y fuerzas diversas? ¿Y si la solución a los
problemas fundamentales de los científicos, mayoritariamente
sustentados en el seno de la ciencia materialista,
residiera justamente en la consideración de otra “fuerza”,
la de lo espiritual, la de la divinidad, que asocia inteligencia
y sentimiento, en la definición de una suerte de “partícula”
pensante y activa que engendra esta organización tan
coherente y tan armoniosa, de la materia?
Sueño magnético de Max Planck
A mediados de los años ‘80, varios espíritus, físicos del más
allá, que habían estudiado la física en la Tierra y que siguen
trabajándola en el más allá, se manifestaron en nuestras
sesiones espíritas para aportar algunos elementos de
comprensión sobre la materia, justo a nuestro alcance de
profanos no científicos. A partir de nociones científicas
conocidas, han integrado la noción de lo espiritual dentro
de una reflexión ampliada, que desde ahora es la suya
en el más allá, gracias a su nuevo estatus como espíritus
liberados de la encarnación. ¿Cómo interactúa el espíritu?
¿Cuál es el papel de las partículas? ¿Cómo opera el vínculo
energético entre espíritu y materia, y de qué naturaleza
es? ¿Y qué consecuencias
morales y filosóficas se
extraen finalmente de esta
construcción armoniosa de
la materia? El físico alemán
Max Planck fue uno de ellos
y ha aquí cuáles fueron sus
palabras en un mensaje
recibido por sueño magnético
el 13 de octubre de
1986:
“Mi búsqueda es un poco
comparable a la música de
mi compatriota Schubert. Es
una sinfonía inacabada. Soy feliz porque ahora otros, en la
Tierra, han podido tomar el relevo de la física. Algunos meses
antes de mi muerte, yo había presentido las consecuencias de
esta búsqueda. Había supuesto que no podía conducir sino
a una sola conclusión, la de la realidad espiritual integrada
al Universo.
La investigación física ha consistido en definir la energía
radiante comparable a la materia, es decir de estructuras
discontinuas. La materia es el resultado de un aglomerado
atómico. La energía radiante es el resultado de un aglomerado
de granos energéticos. Lo que yo, físico, llamo energía
radiante, es comparable a la estructura de vuestro doble periespiritual,
este doble es un doble energético que irradia. Está
constituido por un aglomerado de granos energéticos. Cada
partícula que compone la estructura del conjunto periespiritual
es una partícula pensante y activa. Cuando en su tiempo,
en su Libro de los Espíritus, Allan Kardec hablaba del fluido
vital, ya había presentado en detalle todo lo que yo mismo y
otros, más tarde, intuiríamos en nuestro recorrido científico, a
saber, la existencia de una estructura infinita y organizada a
nivel de la materia etérea, a saber, la realidad de la energía.
La vida es el resultado de una explosión. Esta explosión
misma corresponde a una extraordinaria fuente de pensamiento.
Esta fuente de pensamiento comprende a la vez
la inteligencia y el sentimiento, inteligencia y sentimiento
universales, que el hombre intuye pero que no comprende.
Es lo que en general él denomina Dios. En efecto, este sentimiento
y esta inteligencia pueden asimilarse a una explosión
permanente. Esta explosión de naturaleza energética da
nacimiento inmediatamente a cientos de miles de millones
de partículas de energía. Si esas partículas son el resultado
de esta explosión inteligente y amorosa, contienen entonces
el pensamiento y el sentimiento por cada una de ellas. Sin
embargo, no son autónomas: es indispensable considerar la
partícula energética como que no puede expresarse en forma
autónoma. La partícula es llevada naturalmente a formar
un cuerpo completo. El quanta es comparable a la hormiga,
no puede tener existencia real y razonada sino a nivel del
conjunto. Sola no es nada, dentro del grupo se convierte en
todo. El grupo mismo se estructura inteligentemente, eso es
evidente pues su fuente es inteligente.
Es así como las energías del espacio no se dispersan al azar
sino que se estructuran. La ley de programación perpetua,
eterna, se multiplica al infinito. Entonces los cuerpos se afinan
y las energías se transforman, lo cual aún no ha sido probado
a nivel de la investigación física. El descubrimiento del
quark es de gran importancia pero no es suficiente, pues en
la subdivisión del estado de la materia, los hombres de hoy
no siempre han comprendido, sino admitido, la realidad
del comportamiento inteligente del electrón. La física de los
quantas no puede sino aportar al hombre la respuesta que
busca, quizás inconscientemente, es decir la de Dios, la de su
espíritu, la de su supervivencia. Lo que es necesario decir en
este mensaje, es que el periespíritu es un cuerpo energético
compuesto de miles de millones de partículas pensantes que
no pueden, a nivel de la unidad, pensar por sí mismas, pero
que se convierten en inteligencia dentro del aglomerado que
da nacimiento a ese mismo cuerpo.
No hay manifestación inteligente posible en el interior del
mundo físico sin la existencia de estos cuerpos energéticos,
tanto a nivel de la naturaleza humana como de la naturaleza
animal, vegetal y, añadiré, mineral. Muy ciertamente, en los
años por venir, la física cuántica va a encontrarse frente a este
problema fundamental de la esencia espiritual de toda manifestación
energética. He allí, una vez más, que la mentira
intervendrá, si no es que interviene ya, pero sucede también
que ciertos físicos, sinceros e inteligentes, tendrán el coraje de
tomar la palabra. Vosotros ya que sabéis, que habéis vislumbrado
estas cosas, estad allí para ayudarles, estad allí para
responderles, pero también para escucharles.
Desde el mundo de los Espíritus, somos numerosos, muy
numerosos, los que queremos influir sobre todos los hombres
que investigan en la Tierra actualmente. Nuestra influencia
es limitada. Se limita a la moral de los que investigan en el
planeta. Se limita a su propia libertad. Comparativamente
al extraordinario descubrimiento de la presencia del espíritu
en toda forma de materia, mi espíritu está inquieto por
la posible utilización de la energía radiante. ¿Sería posible
utilizar estas partículas para constituir, no periespíritus como
se constituyen ellos naturalmente, sino quizás bolas energéticas
capaces de destruir? Es lo que piensan ya algunos de mis
colegas todavía vivos en ese globo. Hasta luego”.
Materia viviente y materia inerte: un origen y una
estructura idénticos

M. Planck aborda ya la noción del doble energético muy
bien conocido en espiritismo para describir ese vínculo
entre el espíritu y la materia, entre el espíritu y la envoltura
física, y que Allan Kardec había llamado “periespíritu”.
Recordando que este doble tiene el carácter de una energía
(la que ya Allan Kardec había llamado fluido vital, pues
este periespíritu también es creado a partir de ese fluido
en tanto que energía radiante en el Universo), él afirma
que esta energía es de naturaleza semejante a la materia.
En eso, responde pues a las características y propiedades
de la materia dentro de una organización estructurada de
partículas llamadas energéticas. Entonces constatamos ya
una similitud, una coherencia, una armonía, en la composición
misma de lo que se refiere al mundo de la materia y
lo que se refiere al mundo de lo etéreo.
El espiritismo corrobora la existencia de una fuerza inconmensurable,
en el origen de todas las cosas, en un incesante
e infinito proceso creativo, y al que se denomina Dios. Esta
fuente creadora es una extraordinaria fuente de pensamiento,
definida por una inteligencia y un sentimiento
que generan esta explosión mencionada por M. Planck, en
todos los puntos, lugares y direcciones del Universo. Ahora
bien, los Espíritus siempre han afirmado el carácter vibratorio
y ondulatorio del pensamiento, cuando se transmite
y se exterioriza, eso es válido a nivel de lo humano para
el pensamiento emitido por el espíritu, y sin duda alguna
puede trasladar al pensamiento creador hasta el nivel de
la fuerza divina. Tenemos pues la situación de algo vibratorio,
el pensamiento, que crea las partículas, en este
caso energéticas: ¿osaríamos decir que, en otras palabras,
encontramos una manifiesta analogía con la famosa teoría
antes citada de las súper-cuerdas? Por supuesto, aún hay
mucho camino que andar para establecer el vínculo, pero
reconozcámoslo, ¡hay una asombrosa similitud!
Esta explosión energética impulsa sin cesar partículas
energéticas que llevan en sí los atributos de su creador, a
saber la inteligencia y el sentimiento. Por definición, esa
inteligencia y ese sentimiento llevarán a esas partículas a
estructurarse inteligentemente por medio de un proceso
de programación eterna para dar nacimiento a cuerpos
que llevarán en ellos la inteligencia y el sentimiento, es
decir finalmente, la vida.
Volvamos a esta estructura idéntica de las partículas
entre el mundo de la materia y el mundo de lo viviente.
Marie Curie, en un mensaje recibido en escritura el 22 de
octubre de 1985, deducía de ello la conclusión natural
de que la materia inerte tenía entonces la misma paternidad,
la misma fuente original y espiritual, en el origen
de la vida, que la materia energética, pues la organización
íntima y coherente de esas materias es idéntica: “La
materia viviente y la materia inerte responden a la misma
estructura, afirmo pues que el mineral está habitado por el
pensamiento creador, por el acto divino. Entre el polvo y la
roca, no hay ninguna diferencia de estructura, entre el polvo
y el hombre, tampoco. La materia nace de lo que el espíritu
ha querido que ella llegue a ser. En el plano espiritual, cada
ser humano es consecuencia de una voluntad divina, en su
historia espiritual y en su génesis cósmica, cada ser humano
es una emanación del pensamiento divino. Al principio, el
individuo no existía como tal. Nacido de un pensamiento, se
volvió un átomo espiritual para convertirse finalmente en un
espíritu. Para emprender un proceso evolutivo, el espíritu no
podía permanecer solo en el espacio, penetró pues el fluido
universal para dar nacimiento a la materia periespiritual,
herramienta indispensable para la encarnación”. Todo lo que
compone lo visible y lo invisible, lo material o lo etéreo, a
nuestro nivel y en la infinidad del Universo, proviene de
un impulso divino, porta en su esencia la inteligencia y el
sentimiento de ese soplo original, y se estructura dentro
de lo infinitamente pequeño en una organización coherente
de partículas.
Nada al azar
Las consecuencias de esta similitud son de un alcance
extraordinario para aquel que acepte los caminos hacia
los que su reflexión y su análisis pueden llevarlo, a saber,
el físico en particular y más en general el científico. Le
conviene admitir que nada ha podido hacerse por azar, que
la vida misma no ha venido de la suerte de un improbable
ensamblaje molecular; que todo, tanto la materia que
nos rodea, nuestros cuerpos, como también el Universo
entero, nuestra conciencia, el espíritu mismo que transmite
la vida al cuerpo por medio de la energía periespiritual,
es de origen espiritual y divino. Eso significa también,
para este científico, que la vida no puede venir de la sola
materia inerte y, si sabe estudiar sus estados más íntimos
a nivel de las partículas que la componen, no puede sino
deducir de ello una construcción consciente e inteligente.
Y entonces, esta investigación fundamental debe terminar
naturalmente en la demostración del espíritu que insufla la
vida en su manifestación tangible más íntima a nivel de la
materia. Aun sin darse cuenta, parece pues que finalmente
el físico puede, o podría, llegar al espíritu en sus peregrinaciones
cuánticas. Es lo que nos aseveraba el matemático y
físico sueco Janne Rydberg en un mensaje recibido el 21
de enero de 1984 por incorporación: “No existe diferencia
fundamental entre el estado de la materia y el estado del
espíritu. La vibración particular en estos estados simplemente
acentúa la apariencia de diferencia; lo que se ha convenido
en llamar materia sigue siendo el espíritu detenido. Allí, se
debe establecer el conocimiento de la materia corpuscular.
El hombre debe conocer la llamada materia en sus estados
más ínfimos, los más sutiles, los más etéreos. Es allí a donde
el físico dirige sabiamente
su investigación, es allí
donde no puede concluir
en la inercia de la llamada
materia, es allí donde en
su reflexión no puede sino
considerar la elaboración
progresiva, consciente,
inteligente y sutil, de las
partículas en la participación
del nacimiento de los
órganos constituidos”. Uno
de los mayores misterios
del conocimiento humano actual, el del origen de la vida,
encuentra así su resolución dentro de una explicación y un
origen de orden espiritual.
El espíritu a nivel de las partículas
Partiendo de la comprobación de una fuente y una
presencia de lo espiritual al nivel más íntimo de la materia,
ya sea ésta de naturaleza inerte o de naturaleza viviente,
etérea o energética; la cuestión que se plantea entonces
es saber cuál puede ser el papel de las partículas y por
cuál intervención se opera la acción de lo espiritual, del
pensamiento, sobre esas mismas partículas. El mensaje de
M. Planck ya nos ilustra un poco sobre este punto, cuando
sostiene el comportamiento inteligente del electrón. Otras
palabras de los Espíritus nos habían recordado la afirmación
de que el electrón parecía tener un lugar particular
dentro del fenómeno, que permite al espíritu actuar sobre
la materia a través del periespíritu. Gabriel Delanne, que
aportó mucho al espiritismo dentro de su enfoque científico,
nos dio también la siguiente reflexión en un mensaje
recibido en incorporación el 25 de marzo de 1992: “En
cuanto al electrón, con el cual fantasea al científico, es cierto
que animado, penetrado por la energía periespiritual, el electrón
no puede responder sino a un solo comando, a una sola
dirección, la del espíritu que habita el cuerpo, que equilibra el
cuerpo, que estructura el cuerpo; la del espíritu sin el cual no
existiría el cuerpo, sin el cual no existiría el electrón”.
La pregunta sobre el papel de las
partículas más conocidas, a saber,
los neutrones, los protones, los
electrones y los quarks, en el interior
del átomo, fue planteada de
manera más explícita a los Espíritus.
Al respecto, Paul Langevin aporta
la siguiente respuesta (mensaje en
escritura del 3 de junio de 1985): “El
papel de los protones, los electrones y los quarks es conducir
la energía del fluido universal dentro de los componentes de
la materia. La materia, en su apariencia viva y tangible, se
subdivide según esos mismos elementos que, sin embargo, no
conocerían el movimiento si no existiera el fluido vital y, en su
origen, el espíritu. Por consiguiente, cada partícula de materia
está animada por el espíritu, y si bien, no se puede decir que
el espíritu exista a nivel de estas partículas, sin embargo sí
puede decirse que su proyección, su emanación, existe a nivel
de cada célula. La materia inerte vive según este mismo principio.
Sus moléculas de base están penetradas por la energía
del pensamiento. El físico no puede comprender totalmente
el comportamiento vibratorio de los neutrones, protones,
electrones y quarks si no admite una presencia energética de
naturaleza espiritual en esos mismos elementos”.
Las partículas aquí citadas son pues agentes mediadores
por medio de los cuales la energía vital surgida de un
pensamiento espiritual actúa y vibra sobre la materia.
Las características físicas de las partículas, sus formas de
vibración, sus interacciones de unas respecto a las otras,
no son pues sino la trasposición, o manifestación, del
pensamiento al nivel más íntimo de la estructura de la
materia. Y esa trasposición puede impregnar las partículas,
los átomos, las moléculas y los órganos constituidos,
del mismo pensamiento que ha estado en su origen: el
recuerdo y el reflejo de ese pensamiento espiritual, se
inscriben entonces para siempre en la materia. La extensión
de esta reflexión da una explicación, por ejemplo,
al carácter preservador de la materia inerte, que puede
descubrirse por medio de la facultad de la psicometría.
Así, la historia de un objeto puede revelarse a una persona
que posea esa facultad de clarividencia sobre la materia
por el hecho de que ese objeto habrá sido penetrado por
los fluidos cercanos, las vibraciones ambientales en las que
se haya sumergido, registrando así situaciones, eventos,
o ambientes. El “Modelo Estándar” de los científicos nos
habla de la existencia de los bosones, estas partículas,
que son los agentes, los soportes o los mediadores de los
campos de fuerzas, que hacen actuar a unas partículas con
relación a otras. Formulemos una hipótesis: ¿sería posible
afirmar aquí que, sin saberlo, algunos de estos bosones
pudieran aparecer como las partículas del pensamiento o,
dicho de otra manera, que si el pensamiento pudiera ser
objetivado por una partícula, entraría entonces fácilmente
en la familia de los bosones?
Vibración de un pensamiento creador que crea partículas,
vibración del pensamiento que impregna con su
energía las partículas de materia
inerte; es interesante precisar que
en física siempre ha existido esta
dualidad, incluso rivalidad, entre
las nociones de vibración y de
onda y las nociones de partícula
o de corpúsculo. Esta dualidad
onda-corpúsculo es un principio
admitido definitivamente en la
ciencia, que a nivel microscópico, todos los elementos
presentan simultáneamente propiedades de ondas y
de partículas, aunque a veces esos caracteres aparezcan
como antinómicos. Por otra parte, este concepto forma
parte de los fundamentos de la mecánica cuántica. Así, a
título de ejemplo, desde los trabajos de Einstein se admite
comúnmente que la luz ostenta todas las características de
una onda vibratoria, pero que está compuesta de fotones
que son partículas muy definidas.
El porvenir de la física de las partículas
Sea como sea, probablemente a despecho de respuestas
aún incompletas, se comprueba que todavía hay muchas
investigaciones que hacer, muchas reflexiones que
producir, muchas hipótesis que formular y resultados
por conseguir, para ir hasta el final del conocimiento del
Universo en un sentido amplio, tanto en su manifestación
material como en su manifestación espiritual. Para ello, es
preciso ir hasta lo más recóndito de la materia para llegar al
punto de convergencia o de contacto, al nivel más ínfimo
donde ocurre la interacción entre las partículas elementales
y las partículas energéticas de carácter espiritual. Pero
también se comprueba que, finalmente, el mundo científico
no está demasiado lejos de ello.
Analogía entre las súper-cuerdas y la vibración del
pensamiento que crea partículas energéticas, partículas
pensantes y activas, de comportamiento semejante al de
los bosones: comprobamos que el poco camino recorrido
por nuestra reflexión, a partir de los conocimientos científicos
actuales por una parte, y las enseñanzas aportadas
por el más allá por la otra, nos hace converger siempre en
la misma dirección.
Así es probable que los descubrimientos actuales ingresen
ya, sin saberlo y sin formular la noción de espíritu o de
estas partículas energéticas vinculadas con lo espiritual: en
el “Modelo Estándar”, las partículas sin masa y sin realidad
material aparente, pero cuyas demostraciones implican su
existencia, se conviven con las partículas materiales más
conocidas que componen la materia inerte. Así, todas
estas teorías parecen venir a rozar de cerca una consideración
natural y evidente de lo espiritual y del espíritu sin
nombrarlo. ¿Basta entonces con abrir los ojos?
Es evidente que, para que la investigación progrese, los
científicos y los físicos deben salir ya del corsé de una visión
atea y materialista que les imponen su formación universitaria
y los organismos en que trabajan. Una apertura y una
reflexión hacia la espiritualidad que se abriera al corazón y
la razón, podría por una parte revolucionar la manera de
abordar estos temas y por otra obtener resultados absolutamente
benéficos para el porvenir de los hombres. Es
un asunto de estado de ánimo, un asunto de conciencia,
de aceptación, de coraje y también de humildad, todo a la
vez. No obstante, parece que aquí o allá comienza progresivamente
a hacerse una extrapolación espiritualista de
la ciencia, para considerar lo presumible y que ya nosotros,
como espíritas, damos por sentado: la existencia del
espíritu. Por ejemplo, ciertos astrofísicos conocidos hoy,
ante la armonía del Universo, su coherencia, su perfección
y también su belleza, no se esconden para abordar
la idea de un origen extra-normal, como es la noción de
una suerte de Gran Arquitecto, luego de afirmar ciertas
convicciones de orden espiritual a título más personal.
Trinh Xuan Thuan, renombrado astrofísico vietnamita, y
también budista, aparece como uno de ellos. Salimos allí
de las probetas y las ecuaciones para ir al terreno de lo
filosófico y lo metafísico, pero sin que ello interfiera en la
investigación fundamental oficial y sus complicadas consideraciones
matemáticas. “Las matemáticas son el lenguaje
de Dios” había dicho Isaac Newton…
Citemos también, en particular, a cierto Emmanuel Ransford,
epistemólogo francés y especialista en física cuántica,
todavía poco conocido pero que desde hace años se
interroga sobre los vínculos entre conciencia y materia.
Propone el término holomateria (que también denomina
psicomateria), síntesis que añade a la materia ordinaria que
la ciencia cree inerte y pasiva, un componente inmaterial,
una dimensión invisible —pero de efectos perfectamente
localizables—. A partir de esta idea de holomateria, y
apoyándose en recientes descubrimientos relativos al
quanta y al electrón, reinterpreta las muy extrañas propiedades
de las partículas, llegando a proponer un nuevo
modo de abordar y comprender el cerebro consciente y
los misterios de la psique. He aquí sus palabras: “El mundo
de los objetos palpables no está hecho sólo de materia.
Contiene una dimensión invisible pero esencial, que actúa en
él y encierra varios secretos que escapan aún a la ciencia: el
de la naturaleza del electrón, el de la naturaleza del espíritu
y el del más allá”. ¡Es interesantísimo! a la luz de nuestros
mensajes espíritas, recibidos hace ya cerca de treinta años.
Él ha escrito muchas obras como La Nueva Física del espíritu,
Las Raíces Físicas del Espíritu y los Quanta, Lo Invisible y
el Más Allá, que acaba de salir.
Cuando la ciencia llegue al espíritu
Entonces hay una cierta esperanza de un vínculo entre
la ciencia y el espíritu, esperanza estimulada por los Espíritus
del más allá, físicos de ayer que han participado en
todo eso y que tratan de influenciar a estos investigadores
encarnados de hoy, para que vayan en el sentido
del tan esperado reconocimiento del espíritu a nivel de
la estructura atómica de la materia. Y en las tentativas de
estos Espíritus esa esperanza siempre está relacionada con
una preocupación de orden humanista, que no puede
separarse de lo espiritual en la medida en que esa investigación
debe saber aliar la sabiduría, la razón y también
la prudencia, en la dirección a seguir. Esto a fin de respetar
al hombre y a la vida, para desarrollar siempre una ciencia
que esté al servicio del hombre, y más generalmente
dentro del sentido de la paz y la fraternidad, para beneficio
de la humanidad entera. P. Langevin o A. Einstein ya lo
habían comprendido muy bien cuando vivían, por ciertos
compromisos humanistas, tal como estas palabras de
Einstein: “El problema hoy no es la energía atómica, sino el
corazón de los hombres”.
Para ilustrar esta esperanza, dejemos concluir al espíritu
J. Rydberg: “Quiero ser para ustedes una infinita fuente de
conocimiento, la suma de la ciencia y el espíritu, la fuerza
desencarnada que debe establecer la síntesis entre la materia
y el espíritu. El físico, en la Tierra, realiza progresos gigantescos.
Su perpetua investigación del estado más ínfimo
de la partícula, lo lleva a una reflexión diferente, nueva,
cercana a la reflexión del cristiano. Descubrir la idea de Dios
en la energía de la vida, en su movimiento, en sus diferentes
formas, se convertirá en el propósito futuro de los físicos. Ya
han vislumbrado la presencia de una fuerza creadora, fuente
de organización y de construcción armoniosa en la conducta
de los elementos que ellos observan. Pronto la idea del quark
será superada. Cada vez más lejos, el físico podrá observar el
comportamiento de la naturaleza doble, quiero decir de la
energía preexistente a la materia organizada, quiero decir
de la energía periespiritual. El difuso vínculo entre el espíritu
y el estado más ínfimo de la estructura física de los átomos
será descubierto. Puesto al día su mecanismo, imagino ya los
evidentes conflictos por surgir entre las escuelas del porvenir,
que entrarán progresivamente en la reflexión metafísica y
las del pasado de las conciencias detenidas que en teoría
rechazan la sola idea del espíritu.
La materia recibe en forma directa la orden del pensamiento
y del sentimiento, atributo esencial del espíritu. La investigación
y el estudio del estado más íntimo llevan al descubrimiento
del estado más íntimo. El que estudia la materia con
frecuencia estudia el espíritu sin siquiera darse cuenta. El que
siga afincado en esa misma investigación descubrirá la existencia
del espíritu. ¿Será afirmada por el hombre de ciencia la
amorosa sutileza de la vibración etérica, en correlación con
la naturaleza de sus espíritus? He aquí nuestra aspiración,
he aquí nuestro deseo. Que el físico pueda realizar progresivamente
el indispensable estudio para poder establecer la
certeza tan buscada, tan solicitada por la naturaleza misma
del hombre, que de manera consciente o inconsciente aspira
al sentido mismo de su eternidad. Ciencia, te convertirás en
fuente de libertad pues te convertirás en la demostración
misma del espíritu”.
En 2002 habrían sido descubiertos trabajos inéditos de A.
Einstein, en una de sus antiguas
residencias norteamericanas.
Puestos al día
y siempre pendientes de
estudio, estos documentos
contendrían especialmente
un ensayo de unas sesenta
páginas que demuestran la
existencia de Dios desde un
punto de vista matemático.
¿Para cuándo la reconciliación
entre la ciencia y lo
espiritual?

jueves, 25 de abril de 2013




ABRIL / JUNY 2013 FLAMA ESPIRITA -3-
FILOSOFÍA
Doctrina Kardecista
Modelo Conceptual (reescribiendo el modelo espirita), de Jaci Regis
David Santamaría
dsantamaria@cbce.info
(Comentarios iniciados en F.E. 137 y siguientes)

2ª. Parte – Bases de un nuevo modelo
Capítulo V – DE LA ÉTICA Y DE LA MORAL

3. La moral (sigue de F.E. 147)
DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) – “En el nivel animal, el principio inteligente es
compelido a luchar por la sobrevivencia; enfrenta la muerte, el miedo; desenvuelve la sagacidad,
el oportunismo. Aprende las lecciones básicas de la convivencia grupal, una especie de
solidaridad. Ahí, no existe el elemento moral. O sea, un depredador al atacar a su víctima no
expide un juicio moral, puesto que al destruir a su presa satisfaciendo su necesidad él no siente
culpa.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) – Además, cuando el depredador ataca a su
presa no es sólo que no sienta culpa, es que, además, no tiene culpa alguna. Los animales no tienen libre
albedrío, por lo tanto no tienen ningún tipo de responsabilidad de sus actos5. Sin embargo, los animales
sufren y no siendo, no pudiendo ser de ninguna manera un sufrimiento derivado de actuaciones negativas
del pasado, dicho sufrimiento nos plantea la paradoja de un dolor inmerecido y, aparentemente, inútil para
los seres del mundo animal. A pesar de ello, con toda seguridad, ese sufrimiento ha de devenir en un
progreso para ellos, probablemente en: el aprendizaje y la automatización de los procesos biológicos, en la
aparición y consolidación de los instintos, y en la aparición y cristalización de las emociones y de los
sentimientos
.
D.K. – “En el período humano, la ética y la moral se expresan, inicialmente, con el surgimiento de
los tabúes, de los miedos delante de los factores naturales, en los misterios del nacimiento y de
la muerte, y la invocación a fuerzas sobrenaturales a los fines de la preservación personal y
grupal
.
F.E. – Transitamos desde el miedo, que nos acompaña en todo el proceso como emoción básica facilitadora
del progreso, hasta la comprensión, cada vez más profunda, de nuestro papel en el escenario evolutivo.
Venimos (desde antiguo y hasta tiempos muy recientes) desde lo maravilloso y lo sobrenatural hacia una fe
razonada, que nos conduce a una convicción firme de la permanente evolución del Espíritu.

D.K. – “Así como las fuerzas del universo energético siguen un curso aparentemente al acaso,
pero permanecen dentro del flujo orientador de la Ley, el ser inteligente también parece seguir
una forma anárquica, sin limitaciones. Mientras tanto, a través de los mecanismos de la Ley
instalados por la experiencia en la mente del Espíritu, el equilibrio se hace invariable, pero no
inmediato.
En la dinámica del proceso, el acaso, es decir, aquello que dentro de la visión sensorial sugiere el
caos, en verdad se mueve hacia la búsqueda del equilibrio. La cuestión, en esa visión sensorial,
se complica por la variable del tiempo, cronológico o sensible.

F.E. – Si revisamos las definiciones de la palabra caos, encontramos las siguientes acepciones6 (los
resaltados son nuestros):
1. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.
5 Remitimos a los lectores al artículo inserto en nuestra página web (sección “Archivo”) titulado: “Del animal… al ser humano.”;
artículo publicado originalmente en Flama Espirita núm. 64 (noviembre/diciembre 1991).
6 Definición de la Real Academia Española de la Lengua
2. Confusión, desorden.
3. Fis. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos
sistemas dinámicos, aunque su formulación matemática sea en principio determinista.
Desde una perspectiva evolucionista el caos, como confusión y desorden permanentes, no existe realmente.
Todo tiende hacia un determinismo; es decir, hacia un fin determinado por las condiciones iniciales del
proceso. En Espiritismo no hay ni caos, ni fatalidad; sino que todo obedece a un determinismo que,
partiendo de unas situaciones de inicio7, va modulándose con los subsiguientes pasos, hasta desembocar en
un fin inevitable, que es el aprendizaje, que es el progreso.
En cuanto a la complicación del tiempo “cronológico o sensible”, evidentemente es éste un factor, una
variable, de gran importancia. No sabríamos decir -por la sucinta exposición del autor- que entendía él por
“tiempo sensible”. Podríamos suponer que tal vez se refería a la sensación del paso del tiempo en el plano
extra-físico. A través de las comunicaciones de los Espíritus, especialmente de los Espíritus sencillos,
normales8, nos apercibimos que su manera de “sentir” el paso del tiempo es muy diferente a la nuestra; es
como sí no “notaran” como nosotros el fluir del tiempo. Ello es más acusado todavía en las comunicaciones
de Espíritus desorientados y turbados; para bastantes de ellos los decenios, los siglos, parecen discurrir a un
ritmo distorsionado; así, pues, en ocasiones al interrogar a algunos Espíritus, desencarnados hace muchos
decenios, éstos no parecen ser conscientes de que ha transcurrido ese largo lapso de tiempo, aunque,
también es verdad que otros muchos de ellos viven la sensación contraria; es decir, del transcurrir del
tiempo con gran lentitud, como si sus penas y dificultades debieran ser eternas. Ciertamente esa diferente
manera de vivir el paso del tiempo, puede producir situaciones de incomprensión entre ambos planos de
vida.

D.K. – “La culpa será desarrollada en el nivel hominal. Disponiendo de la capacidad de analizar,
comparar y decidir, la persona ejercerá o sufrirá la acción recíproca del acto y de la respuesta.
Pero, sobre todo, descubrirá al otro. Es en ese descubrimiento y en esa relación conflictiva y al
mismo tiempo esencial que ella desenvuelve el sentido moral, discrimina entre lo correcto y lo
errado, entre el bien y el mal, que, por eso mismo, son relativos al grado evolutivo
.
F.E. – La culpa es una de nuestras más fieles y fecundas compañeras, a lo largo del camino evolutivo. En la
resolución de conflictos, en la asunción de las culpas reales, en la lucha con las culpas imaginarias,… se
fundamenta una buena parte de nuestro crecimiento.

D.K. – “Esa moral es establecida por la autoridad, dentro de patrones creados por las
necesidades de mantener un equilibrio relativo en las relaciones humanas, dentro del círculo en
que se desenvuelven y también para garantizar el poder.
“Ahí nacen las nociones sobre el poder sobrenatural, la delegación de poderes a misioneros y
profetas, que actuando como legisladores establecen las nociones de la culpa y del castigo.
“Aunque esos sean elementos históricamente encontrados en las civilizaciones de todos los
tiempos, constituyen una moral relativamente mutable, adaptable.

F.E. – Muy ilustrativa es, a este respecto, la relación que Kardec realiza en su artículo “Las Aristocracias”9,
sobre las diferentes fases por las que pasa el ejercicio del poder: desde las sociedades patriarcales hasta el
futuro ejercicio de la autoridad por parte de la aristocracia intelecto-moral10, aquella que aunará los
beneficios de la mejor intelectualidad con la más acrisolada moral. A lo largo de la historia de la humanidad,
ciertamente la noción de moralidad se adapta a las condiciones comprensivas mostradas por la población del
momento.

D.K. – “No se puede confundir la reciprocidad de la ley de causa y efecto, con la polarización
entre culpa y castigo, que en una serie infinita limitaría drásticamente el desenvolvimiento del
ser inteligente, perdido en la circularidad permanente.
“Solamente esa perspectiva podrá disolver la aparente contradicción entre el libre arbitrio, como
instrumento de expansión y evolución del ser inteligente y la Ley. Esto es, no existen límites
morales en la Ley. Los límites no están fuera, sino más bien delineados y funcionan
inevitablemente dentro del universo personal, en los mecanismos de los condicionamientos y
choque de valores como el miedo, el poder y todos los demás procesos de vivencia y conflicto
que el Espíritu enfrenta.
7 Definidas por: las inevitables consecuencias del pasado, por las necesidades del aprendizaje y, evidentemente, por nuestro obrar
en las diferentes fases que vamos atravesando.
8 Por Espíritus sencillos, normales, entendemos que son aquellos de no mucha evolución, como somos la mayoría de los que
estamos encarnados en este planeta.
9 En “Obras Póstumas”.
10 De la que, sin duda, aún estamos lejos de que aparezca en las élites dirigentes de nuestra sociedad.

F.E. – Excelente exposición sintética, por parte del Dr. Regis, sobre la imprescindible diferenciación de los
dos binomios: culpa-castigo y causa-efecto.
La culpa y el castigo son la expresión de sociedades represoras, que manifiestan su control sobre las masas
a través de la potenciación de esos dos elementos. Elementos que, como bien matiza el autor, acabarían por
maniatar el desenvolvimiento de las personas. Sin embargo, la causa y el efecto no tienen, no deberían
tener, esas connotaciones: el efecto no es un castigo; el efecto es una consecuencia natural de los hechos
acaecidos. En cuanto a la causa, ésta puede ser, en múltiples ocasiones, hija de la ignorancia que no de la
malevolencia. El contraste entre ambos binomios es claro. Cuando la humanidad adapte sus leyes y normas
de convivencia a la acción del segundo de ellos (causa-efecto), la preponderancia de los sentimientos
culpables y de los efectos sólo represores del castigo desparecerán por completo, y las personas
cambiaremos la represión de la culpa por la comprensión de la relatividad evolutiva de cada cual y la
aceptación inevitable de las consecuencias de nuestros actos.
4. Culpa y pecado

D.K. – “Es preciso separar el entendimiento sobre la cuestión de la culpa que se produce como
consecuencia de las desviaciones morales de la institución del pecado.
“De modo general las iglesias fundamentaron la moral como una acción directa de la divinidad,
dentro de escalas diferentes. Introdujeron el pecado como acto de transgresión de la ley divina,
y, por lo tanto, sujeto al juicio y al castigo, también divinos.

F.E. – Este ha sido el “quid” de la cuestión. Al asimilar el pecado como siendo una ofensa a la Divinidad, la
culpa, y especialmente el castigo, quedaban dominados por el contexto religioso imperante en cada época y
región. Por lo tanto, el acompañante natural de esa situación era el miedo cerval, ya que se había ofendido
a Dios. En cambio, transformado el “pecado” en responsabilidad -por parte del Espiritismo-, el miedo pasa a
convertirse en la aceptación de la consecuencia negativa derivada de la responsabilidad. Al no haber
ninguna “ofensa a Dios”, la situación revierte en un esfuerzo, tan grande como sea necesario -al alcance de
todo el mundo, con determinación y voluntad- por enmendar esos yerros del pasado.

D.K. – “El pecado original justifica el enjuiciamiento a priori de la naturaleza moral de la persona
y de sus actitudes. Esa predisposición inherente al alma, crea el conflicto de las realidades de
cada criatura y las exigencias de la moral.

F.E. – Ciertamente la noción del “pecado original” atenta contra la concepción correcta de la Divinidad y,
como indica el autor, deviene en conflictos entre el ser humano y la moral. El pecado original es inadmisible
desde la perspectiva de la existencia de una “Inteligencia Suprema, Causa Primera de todas las cosas”11;
esa Inteligencia no podría condenarnos, antes de tener oportunidad de equivocarnos por nosotros mismos,
no podría condenarnos -repetimos- a una carga culpable inicial, culpa perpetrada por no se sabe bien quién
(la figura de Adán no pasa de ser, probablemente, un simbolismo). Siendo Dios Equidad, Justicia y Amor, la
noción de pecado original queda totalmente fuera de lugar.

D.K. – “La moral, entretanto, no siempre en armonía con la Ley Natural, es una construcción
social, teológica o comunitaria, que establece reglas, hábitos, modos de pensar y de juzgar.
“Errar es humano se dice, pero en general promueve el castigo como respuesta. Ese castigo, en
la visión dinámica, representa la necesidad de restablecer el equilibrio que la acción provocó, sea
en sí mismo, sea en la relación con el otro.
“Ya el pecado, en sus diversos grados, es un acto contra Dios. Uno es el sentimiento mutable de
la culpa como consecuencia de haberse infringido los valores que fueron elegidos personal o
colectivamente, otro es la transgresión del mandato divino.
“El modelo de la Doctrina Kardecista rechaza totalmente esa visión, como es evidente. Porque la
Ley Natural no es moral. El universo no tiene propósitos restringidos o punitivos. Aunque no haya
posibilidad de entender todos los matices de la vida, nada en la naturaleza autoriza el modelo de
pecado y castigo.

F.E. – En estos párrafos anteriores, el Dr. Regis abunda con mucho acierto en los conceptos ya expresados
en los anteriores parágrafos. Sin embargo es de resaltar la siguiente frase: “la Ley Natural no es moral”.
De entrada, no parece factible deslindar los conceptos de ley natural, de ley divina y de ley moral (véase al
respecto el cap. I, del Libro III de “El Libro de los Espíritus”: “Ley divina o natural”). Sin embargo, el Dr.
Regis ya expresaba12:
11 “El Libro de los Espíritus”, pregunta núm. 1.
12 Ver el capítulo I de este opúsculo: “Dios y la ley natural”.

“La Ley Natural expresa la sabiduría divina, con mecanismos extremadamente competentes, estableciendo
el ritmo y la sucesión de los factores con el fin de ecuacionar, en el universo energético, tanto cuanto en el
universo inteligente, el principio del equilibrio, actuando a través de la ley de causa y efecto o de
acción y reacción, herramienta de búsqueda del equilibrio, a través de la reciprocidad de los factores” (el
resaltado es nuestro).
Ciertamente, la ley de causa y efecto, o de acción y reacción (a través de la cual actúa la Ley Natural, como
expresa el autor), es eminentemente una ley de moral aplicada. ¿Qué podría querer manifestar, pues, el Dr.
Regis con esa afirmación de que la Ley Natural no es moral? Tal vez, quería expresar que, hasta cierto
punto, la Ley Natural es neutra: a una acción, del signo que sea, corresponde una reacción del mismo signo,
de una manera cuasi mecánica, sin que en todo ello deba intervenir ningún censor moral; sería, pues, una
Ley en el marco de la cual los Espíritus transitamos, aprendiendo, evolucionando, amparados siempre por la
actuación automática de la Ley Natural (actuante a través de la Ley de Causa y Efecto); Ley totalmente
alejada de los conceptos de pecado y de castigo.
5. El Salvador

D.K. – “La Teología cristiana exige la presencia de un salvador, porque la humanidad está, según
ella, naturalmente condenada.
“La transferencia de la fragilidad humana hacia dioses sobrenaturales es parte de las
civilizaciones. La creencia cristiana, además de Dios, designó a Jesús de Nazaret como el
Salvador. Históricamente quienes buscaban un salvador, un mesías, eran los judíos. La
transferencia de la cultura judaica como base de la teología cristiana trajo también el mito del
mesías.
“Por eso, la Iglesia formó el embrollo de la santísima trinidad, como escape para los problemas
de la divinidad, concibiendo la teoría de la unidad en la triplicidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, donde la figura de Jesús ocupa el lugar del hijo y del padre.
“Jesús de Nazaret, líder judío fue transformado en el mesías, o sea en Jesucristo, parte de la
santísima trinidad. El principio y el fin.
“En “El Libro de los Espíritus” encontramos:
“625 – ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ofreció al hombre para servirle de guía y modelo?
“Ved a Jesús.
“Allan Kardec coloca un comentario consecuente con la cultura cristiana afirmando que Jesús es
para el hombre el tipo de perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la Tierra.
“Basados en esa simple expresión, los religiosos que se unieron al Espiritismo, incluyendo a los
espíritus desencarnados comprometidos secularmente con la Iglesia, no percibieron que la
respuesta coloca a Jesús en el nivel humano y lo retira del nivel divino. Sin embargo, la presión
de los residuos cristianos en las mentes, distorsionó el rumbo de las cosas y el Nazareno fue
introducido como “Nuestro Señor Jesucristo” entre los espíritas, de la misma forma como es
entendido en las iglesias cristianas.
“En la visión evolucionista de este modelo, no hay lugar para un Salvador. Pero, positivamente
hay lugar para las lecciones de Jesús de Nazaret. En sus lecciones Allan Kardec buscó la directriz
segura para el desenvolvimiento ético y moral que el Espiritismo propone
.
F.E. – Evidentemente, en el Espiritismo no cabe de ninguna manera la idea de un Salvador. En primer lugar,
porque no hay nadie que necesite ser “salvado”, ya que no hay nadie que esté “perdido”. Siempre estamos
bajo la tutela de la Ley Natural, Ley que no puede admitir la noción de “pecado original” o la noción de que
alguien pueda estar al margen del progreso universal. Además, sería absurdo pensar que para Dios alguna
de sus criaturas pudiera estar “perdida”, si no mediara la actuación de un hipotético Salvador.
Por otra parte, hay que reivindicar el auténtico papel de Jesús. Jesús es un Espíritu Superior, probablemente
vinculado al equipo directivo de este planeta; pero, no es un ser especial (el unigénito del Padre, como le
llaman algunos), sino un ser que ha evolucionado como nosotros mismos hacemos. Aquellos que insisten en
colocar un halo divino a Jesús, lo que realmente hacen es alejarlo de la humanidad: a un Jesús-Dios no
podemos verlo con cercanía y además no podríamos tomarlo como ejemplo; en cambio, a un Jesús-hombre
podemos verlo como a uno de los nuestros, evidentemente más inteligente y más bondadoso que nosotros,
pero humano como nosotros, y digno de ser observado como ejemplo a seguir. ◙

miércoles, 24 de abril de 2013

Cristianismo x Espiritismo
Eugenio Lara*
eugenlara@hotmail.com
Extraído de “Opinião” num. 203, dicbre. 2012
Órgano de divulgación del CCEPA, Porto Alegre (Brasil)
Traducción: Pura Argelich

Correlaciones entre Cristianismo y Espiritismo siempre provocan controversias
históricas. Hasta hoy, espiritistas cristianos, religiosos no se entienden con espiritistas laicos,
librepensadores. Ahora bien, imaginaba Kardec los conflictos, escisiones y el desorden que
habría entre los espiritistas en función de esas controversias? ¿Cuáles fueron los motivos que
lo llevaron a interpretar el Cristianismo?
En la Revue Spirite, Kadec reafirma el carácter científico y experimental de la Doctrina,
según la definición en Qué es el Espiritismo (1859), bien aplicada en El Libro de los Médiums
(1861). Sin embargo, a partir de El Evangelio según el Espiritismo (1864), se dedica a la
hermenéutica, a la exégesis de los evangelios y vincula el Espiritismo a la teología
judeocristiana como la Tercera Revelación, el Consolador prometido por el Cristo. Kardec
llega a admitir, sutilmente, que el Espíritu de Verdad sería Jesús, contrariando lo que afirmara
en Instrucción Práctica sobre las Manifestaciones Espíritas (1858), cuando reveló que ese
espíritu fuera un gran filósofo de la Antigüedad1.
No se puede negar la vinculación al Cristianismo, empezando por la terminología
adoptada en la obra kardecista. La tal “cuestión religiosa” nace con Roustaing y es reafirmada
por Kardec debido a la adhesión al Cristianismo, a pesar de haber negado varias veces que el
Espiritismo fuera religión.
Muchas son las interpretaciones de esa postura de Kardec. Hay quien imagina que él
fundó un neocristianismo. Para otros, hizo concesión a la Iglesia al escribir obras
interpretativas de la teología cristiana. Para muchos, el Espiritismo es el Cristianismo redivivo,
su reviviscencia.
Ahora bien, no hubo concesión alguna al Cristianismo, a la Iglesia, pues de ser así el
comportamiento de Kardec hubiese sido otro. Él no era un sujeto débil, inseguro. Basta ver la
polémica que estableció con Chesnel. Por otro lado, es equivocada la tesis de que Kardec
deseara hacer del Espiritismo una forma sofisticada de Cristianismo, de que él, sin querer,
pero queriendo, fundara una nueva religión cristiana. Esa lectura es correcta en relación al
roustainguismo o a la Iglesia Mormona, pero nunca en relación a la Doctrina. Y además, el
Espiritismo no adopta la Biblia como texto originario. Este hecho, por sí solo, lo excluye del rol
de las religiones cristianas. El Espiritismo no es un Cristianismo.
Es preciso contextualizar esa cuestión. La actitud de Kardec representa la respuesta a
la demanda social y cultural de su tiempo. A partir de 1860, sale de París y viaja por toda
Francia, Bélgica, Suiza, con el fin de atender las peticiones de los nuevos grupos espiritistas
que nacían. En su ciudad natal, Lyon, polo industrial similar a nuestro actual ABC2, Kardec s
encontró cara a cara con muchos obreros, gente simple, con las manos curtidas, semianalfabetos. Eso debió ser algo
inusitado y que le marcó mucho, incluso sorprendente para alguien acostumbrado a un público con otro perfil, más elitista y
sofisticado.
La Sociedad Parisiense de Estudios Espiritas estaba compuesta por miembros de la élite, de la flor y nata de la
sociedad. Los nuevos grupos periféricos, a su vez, poseían un perfil más modesto, con otras particularidades y con la tenaz
influencia del Cristianismo, pues estaban constituidos por adeptos recién salidos de la Iglesia o que aún la frecuentaban. A
propósito de ello, para Kardec, se podía ser espiritista sin rechazar el catolicismo, sin dejar de tener alguna religión. Tal
orientación no es gratuita.
Los libros que escribió, a partir de El Evangelio, pretenden atender la necesidad de vislumbrar, en el propio
Cristianismo, elementos interpretativos de la Doctrina, no solamente de la experimentación, del empirismo mediúmnico,
sino también de su filosofía y teoría de valores. Él entendía, inclusive, que el Espiritismo tendría la misión de ofrecer a la
Iglesia la sustentación de sus dogmas, además de funcionar como “punto de unión” entre ciencia y religión.
Es oportuno recordar que en el siglo XIX, debido al avance económico, de la ciencia y de las costumbres, las
religiones pierden terreno, adeptos y el poder que siempre tuvieron, porque son enemigas de la modernidad, del progreso.
El Espiritismo, pues, nace, justamente, en pleno surgimiento de la modernidad, en medio de la crisis de las religiones e
intenta dar respuesta a cuestiones donde ellas fracasaron, especialmente la cristiana. De ahí el esfuerzo de Kardec en
escribir obras que atendiesen a esa demanda, constatada en su recorrido doctrinario. No fue ningún tipo de concesión, ni
hubo intención de fundar una nueva religión cristiana o instituir “La Religión”.
Otro aspecto es el hecho de que el Espiritismo, a pesar de ser definido como filosofía espiritualista, no dialoga con
buena parte de la tradición filosófica occidental. O sea, la conexión directa no es con Platón, Aristóteles, Spinoza, Kant,
Hegel, etc., en cambio sí con el humanismo iluminista, el espiritualismo en general, con el Spiritualism norteamericano e
inglés, con el espiritualismo filosófico (Leroux, Reynaud, Lessing), los utópicos (Fourier, Cabert, Saint-Simon) e, inclusive,
con la cultura celta: gala y bretona.
La búsqueda del diálogo con el judaísmo cristiano surge de la necesidad cultural, religiosa en la Francia del siglo
XIX. Allí el Cristianismo no tenía la misma fuerza que en España (véase el Auto de Fe de Barcelona), pero era la religión
hegemónica. Si Kardec no hubiese sido un hombre de prestigio, amigo de Napoleón III y otros masones, de miembros
influyentes de la élite francesa, la Iglesia hubiese aplastado el Espiritismo, que habría abortado desde su inicio.
Kardec sabía que habría divergencias, escisiones, por eso redactó el Proyecto 1868 y delineó rumbos seguros para
la organización del Espiritismo como movimiento social. El Período Religioso, imaginado por él en su prospección
cartesiana de la propagación espiritista, no tiene el sentido de lazo, de eslabón, de comunión entre los espiritistas. Ahí, lo
religioso lo es en el sentido religioso mismo, sin juego de palabras. Es religioso con significado de culto3. En caso contrario,
según la acepción que aplicaba al término religión, él debería denominar ese período de Religionario4, usándolo en el
sentido de lazo (religión). Kardec vislumbró que después de ese Período Religioso, impregnado por el Cristianismo, habría
otro, de transición, hasta asumir el Espiritismo integralmente su vocación natural de “influencia sobre el orden social”, en el
Período de Regeneración Social.
Como se ve, la conexión entre Cristianismo y Espiritismo es un tema complejo, exige conocimiento histórico, de
filosofía, teología, antropología y de muchas otras áreas. No basta solamente conocer la vertiente Kardecista, es preciso
situarla en su contexto histórico. Muchas polémicas y divergencias podrían ser amainadas si los espiritistas se dedicasen a
ese tipo de lectura, al revés de permanecer rebuscando en el Kardecismo, aquí y allí, palabras de Kardec acerca de esa
cuestión.
Eugenio Lara; arquitecto y diseñador gráfico.
Editor de la web PENSE – Pensamento Social Espírita (www.viasantos.com/pense).
Miembro fundador del Centro de Investigación y Documentación Espírita (CPDoc).
Autor del libro “Ensayo Sobre el Humanismo Espírita”.
1 Capítulo II, apartado “Manifestaciones espontáneas”.
2 Región tradicionalmente industrial ubicada en el área metropolitana del estado de São Paulo, Brasil.
3 Sin embargo, no hemos sabido encontrar en toda la obra de Kardec, ninguna referencia al culto religioso tal y como se entiende
estrictamente esta palabra (“Conjunto de ritos y ceremonias litúrgicas con que se tributa homenaje – R.A.E.). Por ello, pensamos,
que a pesar de que Kardec no matizara claramente la relación espiritismo-cristianismo, pensamos -repetimos- que no se debería
adjudicarle ni siquiera la más mínima aproximación a un posible “culto religioso espiritista”.
4 La palabra “religionario” significa, en castellano (diccionario de la R.A.E.): “Persona que sigue el protestantismo”. Sin
embargo, el sentido de la palabra portuguesa “religionário” es sensiblemente diferente: “Sectario de una religión.
EXTRAÍDO DE:  FLAMA ESPÍRITA
                             Nº. 148– ANY XXXIII
                             ABRIL/JUNY 2013

                             WWW.CBCE.INFO

martes, 23 de abril de 2013

por
J A C Q U E S P E C C AT T E
E D I TO R I A L
SIEMPRE ES POSIBLE
EL PROGRESO
LE JOURNAL SPIRITE N° 92 AVRIL 2013




Nuestros contemporáneos más pesimistas dicen con
frecuencia que los progresos de la humanidad son
ínfimos, incluso nulos, a nivel de algunos siglos; es
su forma de decir que moralmente no somos muy
diferentes de nuestros antepasados respecto a la guerra,
la tortura, la esclavitud, la explotación, las dictaduras,
etc. Habiendo dicho eso, ¿habría entonces que ceder a la
resignación y la desesperanza? ¿No hay extraordinarios
progresos que destacar, en primer lugar en los planos
de la salud, la higiene, los descubrimientos y tecnologías
que permiten mejorar la condición humana? Y luego, si
se quiere hablar de ética, es necesario recordar también
las experiencias democráticas y los progresos realizados
con relación a las cuestiones sociales, aun cuando por
otra parte los males se perpetúen sobre un fondo de
crisis.
A la escala de la historia humana, ha habido una
considerable intensificación desde hace unos cincuenta
años, por lo menos en nuestros países occidentales,
respecto a temas como la igualdad de derechos,
las libertades individuales, la condición femenina
y la evolución de las costumbres. Si bien es preciso
subrayar un inmovilismo moral dentro de la ausencia de
voluntad para corregir al mismo tiempo las estructuras
económicas y financieras, no es menos cierto que en
algunos decenios, las cuestiones sociales han sido
objeto de importantes progresos. Por lo tanto, desde
luego, no se atacan los problemas fundamentales
planteados por un sistema financiero que genera las
crisis. Algunos dirán que las cuestiones sociales, tipo
matrimonio gay, no son sino argucias que permiten
ocultar provisionalmente los problemas de fondo. Pero,
si se puede avanzar sobre estos asuntos, esto al menos
es prueba de que las mentalidades no están petrificadas,
y se podría esperar entonces una madurez que permita
abordar los problemas más difíciles y complejos respecto
a la metamorfosis de nuestros sistemas.
En el plano de los avances democráticos en Francia, fue
en particular a partir de la Revolución francesa cuando
se cambió de orientación, si bien hizo falta luego un siglo
de sobresaltos (Revoluciones, Imperios, Restauración),
para sentar las repúblicas y hacer avanzar la democracia.
A partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, a partir igualmente de la Declaración de
Independencia norteamericana (1776) y otros avances
democráticos en diferentes países, nuestro universo
occidental había vuelto la espalda progresivamente
a las monarquías y teocracias. El derecho al voto
se convirtió en sufragio universal masculino, y más
tardíamente sería otorgado a las mujeres. Sobre este
punto preciso, observemos que las mujeres han tenido
derecho al sufragio desde 1893 en Nueva Zelanda, 1902
en Australia, 1919 en los Estados Unidos, en Alemania,
Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, sin contar algunos
otros territorios que desde el siglo XVIII, reconocieron
temporalmente ese derecho, tales como Nueva Jersey
de 1776 a 1807 o Quebec de 1791 a 1849. Mientras
que en Francia, debimos esperar la Liberación con la
Ordenanza del 5 de octubre de 1944.
Y luego, en los Estados Unidos, fue la abolición de la
esclavitud obtenida por Abraham Lincoln, luego de
una sangrienta guerra de secesión, declaración que no
encontró toda su verdadera dimensión sino un siglo más
tarde, con la lucha de Martin Luther King, que concluyó
con los derechos cívicos otorgados a los negros (1964).
Todo ello representa un largo recorrido de luchas
incesantes contra las opresiones y discriminaciones,
luchas que nunca terminan (si se piensa, por ejemplo,
en la pena de muerte en los Estados Unidos) y cuyos
resultados no son exportables, tan cierto es esto que los
modelos exitosos existentes en un país vecino sirven muy
poco. Y si prácticamente nos ha hecho falta un siglo para
estabilizar una verdadera democracia en Francia, no se
puede esperar ver una transformación radical de ciertos
sistemas tradicionales, que acabaría con la democracia
de la noche a la mañana. En el caso de las revoluciones
árabes, por ejemplo, habría sido muy ingenuo creer en
el advenimiento inmediato de democracias calcadas
sobre nuestros modelos occidentales. Se necesita
tiempo, controversias y resistencias diversas, hace falta
adquirir madurez contra las influencias culturales y
religiosas que representan todos los peligros, pero es
a ese precio que las sociedades avanzan. No existe una
solución milagrosa para pasar inmediatamente del
despotismo a la democracia.
Los avances sociales
Los progresos comprobados son aquellos que han
acompañado el desarrollo y la modernidad, a partir
de reflexiones filosóficas y de cuestionamientos éticos
respecto a la educación, la igualdad de derechos, la vida
democrática o los progresos científicos. Así, en Francia,
en 1789 fueron declarados los derechos del ciudadano,
así la instrucción pública para todos vio la luz en 1881,
así las mujeres accedieron progresivamente a la vida de
la ciudad, etc. Cuando se habla de evolución humana,
se piensa a veces que nada avanza y que el egoísmo
humano impedirá siempre un camino hacia la paz, y
sin embargo, la evolución en la organización de las
sociedades está allí para indicarnos que aún todo sigue
siendo posible, a partir de luchas libradas en diferentes
direcciones.
Respecto a los progresos de la ciencia, todavía hace falta
legislar sobre la eutanasia y la ingeniería genética, para
tratar de encontrar las justas modalidades de una ética
conveniente. En el campo de las costumbres, se han visto
progresos significativos desde hace más de cincuenta
años: la legalización del divorcio, la contracepción, la
igualdad profesional entre los sexos, la igualdad de los
cónyuges en la administración de los bienes, etc. Y a
partir de los años ‘70, se abordaron nuevos temas: el IVG
(*) con Simone Veil, la procreación médicamente asistida,
y más allá de la ciencia, las cuestiones de hoy referentes
a la homosexualidad, la transexualidad, el matrimonio
para todos y la adopción. Observamos simultáneamente
que estas cuestiones sociales han sido objeto de
legislaciones avanzadas en varios países de Europa y
de América, mientras que Francia titubea desde hace
años sobre numerosos puntos, no siendo ya un modelo
de progreso sino más bien un islote de resistencia
conservadora. ¿Habrán ido demasiado rápido los demás
países, sin haberse planteado suficientemente los
problemas éticos? Parecería que no, pues, por ejemplo,
para el matrimonio gay o la adopción, no se ve que
hayan surgido dificultades por las nuevas legislaciones,
convertidas en norma en algunos países.
(*) Interrupción Voluntaria del Embarazo (N. del T.)
Hemos estudiado todos estos asuntos desde un punto
de vista espírita, así como también a partir de preguntas
hechas a los Espíritus que han surgido de nuestras
propias reflexiones. Globalmente resalta de ello, que es
siempre el amor el que debe triunfar, cualesquiera que
sean las modalidades y las formas, y que los verdaderos
problemas planteados son los de un entorno cultural,
con sus usos y costumbres a menudo impregnados de
tradiciones religiosas. Para nosotros se trata igualmente
de considerar los principios espíritas: por ejemplo el
proceso de la encarnación cuando se trata del IVG o de la
ingeniería genética. Cuando se sabe que la encarnación
ocurre en el momento de la concepción, ese es un dato
a ser tomado en cuenta. Cuando se conoce la dificultad
de un espíritu para reencarnar, teniendo de nuevo una
determinada prisión de carne, ese es otro elemento
primordial en cuanto a la asesoría de este retorno dentro
del estado de ánimo de padres que pueden estar en
telepatía amorosa y tranquilizadora con él. Ya no estamos
dentro de los preceptos moralizadores o las rígidas leyes
que eran dictadas por los dogmas religiosos, sino dentro
de un estudio de las leyes y principios enseñados por el
más allá, y dentro de una reflexión ética a partir de esas
realidades universales.
Por ejemplo, cuando se habla de bioética, nosotros
como espíritas aportamos el conocimiento fundamental
de que el espíritu preexiste a la vida física, que se mezcla
y se despliega por su principio vital en su nueva vida;
es entonces él solo, por su presencia y su preexistencia,
el principio mismo de la vida. Y es a partir de estos
datos que uno puede reflexionar sobre todo lo que
concierne a las manipulaciones genéticas, la clonación,
la fecundación in vitro, etc.
Un paso hacia la libertad
Cuando muchos de nuestros conciudadanos desesperen
de todo y piensen que la Tierra será siempre un valle de
lágrimas donde nunca se vivirá en paz y armonía, es el
pesimismo fatalista el que se impone, como si ya no
hubiera ninguna vía que explorar para emancipar a la
humanidad. Y sin embargo, los progresos han existido,
y existen, frágiles sin duda, fragilizados en períodos
de crisis, pero por más que digan las Casandras, una
mirada sobre la historia reciente permite comprobar
que numerosos combates han tenido sus resultados:
citemos a Martin Luther King y la consecución de los
derechos cívicos en 1964, la lucha de Gandhi, truncada,
desde luego, pero que sigue siendo el ejemplo de la
resistencia no violenta, Nelson Mandela y el fin del
apartheid… Pensemos igualmente en los países
de Latinoamérica que se han liberado de un
dominio político y económico norteamericano
que había sostenido, incluso puesto, las dictaduras
pasadas… Cuántos otros ejemplos podríamos
invocar para mostrar que aun cuando la evolución
sigue siendo cambiante e incierta, existe sin
embargo en ciertos lugares, por las victorias que,
sin duda, nunca serán suficientes, pero que indican
el sentido de posibles progresos que es necesario
subrayar cuando existen. A la inversa, se pueden
poner en exergo todas las miserias del mundo,
todos los focos de conflictos guerreros, y decirse
que nada cambia. Eso entonces es olvidar todos
los avances logrados por medio de las luchas y
que muestran aquí y allá, el ejemplo de lo que es
realizable dentro de la relación de fuerzas.
En otros tiempos, ¿quién hubiera creído en la
caída del imperio soviético, el fin del apartheid,
y más recientemente el levantamiento de los
países árabes? Los más pesimistas de ustedes
dirán: “Ah, qué bueno… y a qué conduce todo
eso sino a nuevos conflictos…” Se dice eso porque
ingenuamente se quisiera creer en una solución
inmediata y milagrosa de todos los problemas,
olvidando que ninguna transformación puede
hacerse con un toque de varita mágica, que hace
falta el tiempo de las metamorfosis, el tiempo de
la madurez de los pueblos, cosas todas que no
pueden ocurrir de la noche a la mañana dentro
de la complejidad del peso de la historia, con sus
influencias culturales, religiosas, coloniales y otras.
La lucha por la libertad en un mundo solidario,
es una larga evolución que se gana por etapas
sucesivas, a través de crisis graves a ser superadas.
Esa es toda la historia de nuestra humanidad que
busca su camino, aún sujeta a sus costumbres y sus
contradicciones.
Como espíritas, tenemos la costumbre de decir que
todavía somos habitantes de un planeta inferior, lo
cual en sí no es una revelación, sino decir que en el
Universo existen mundos superiores y armoniosos,
y que el destino de la Tierra es convertirse a su vez
en un mundo de fraternidad y de paz. Ese es el
sentido de la evolución tal y como fue definido
ya en El Libro de los Espíritus. Es una noción
eminentemente kardecista y espírita, y es a la vez
una esperanza que todavía nos parece lejana,
que no puede satisfacer a los más pesimistas de
nosotros. La gran idea no son las predicciones
ingenuas que no tendrían ningún sentido, sino más
bien hacer expandir la conciencia de una mayoría
de humanos que, por los avances democráticos
que haya adquirido, un día sea capaz de llevar
a cabo las luchas indispensables para erradicar
todos los flagelos que la amenazan.