EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG
Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS
ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".
jueves, 25 de abril de 2013
ABRIL / JUNY 2013 FLAMA ESPIRITA -3-
FILOSOFÍA
Doctrina Kardecista
Modelo Conceptual (reescribiendo el modelo espirita), de Jaci Regis
David Santamaría
dsantamaria@cbce.info
(Comentarios iniciados en F.E. 137 y siguientes)
2ª. Parte – Bases de un nuevo modelo
Capítulo V – DE LA ÉTICA Y DE LA MORAL
3. La moral (sigue de F.E. 147)
DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) – “En el nivel animal, el principio inteligente es
compelido a luchar por la sobrevivencia; enfrenta la muerte, el miedo; desenvuelve la sagacidad,
el oportunismo. Aprende las lecciones básicas de la convivencia grupal, una especie de
solidaridad. Ahí, no existe el elemento moral. O sea, un depredador al atacar a su víctima no
expide un juicio moral, puesto que al destruir a su presa satisfaciendo su necesidad él no siente
culpa.
COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) – Además, cuando el depredador ataca a su
presa no es sólo que no sienta culpa, es que, además, no tiene culpa alguna. Los animales no tienen libre
albedrío, por lo tanto no tienen ningún tipo de responsabilidad de sus actos5. Sin embargo, los animales
sufren y no siendo, no pudiendo ser de ninguna manera un sufrimiento derivado de actuaciones negativas
del pasado, dicho sufrimiento nos plantea la paradoja de un dolor inmerecido y, aparentemente, inútil para
los seres del mundo animal. A pesar de ello, con toda seguridad, ese sufrimiento ha de devenir en un
progreso para ellos, probablemente en: el aprendizaje y la automatización de los procesos biológicos, en la
aparición y consolidación de los instintos, y en la aparición y cristalización de las emociones y de los
sentimientos.
D.K. – “En el período humano, la ética y la moral se expresan, inicialmente, con el surgimiento de
los tabúes, de los miedos delante de los factores naturales, en los misterios del nacimiento y de
la muerte, y la invocación a fuerzas sobrenaturales a los fines de la preservación personal y
grupal.
F.E. – Transitamos desde el miedo, que nos acompaña en todo el proceso como emoción básica facilitadora
del progreso, hasta la comprensión, cada vez más profunda, de nuestro papel en el escenario evolutivo.
Venimos (desde antiguo y hasta tiempos muy recientes) desde lo maravilloso y lo sobrenatural hacia una fe
razonada, que nos conduce a una convicción firme de la permanente evolución del Espíritu.
D.K. – “Así como las fuerzas del universo energético siguen un curso aparentemente al acaso,
pero permanecen dentro del flujo orientador de la Ley, el ser inteligente también parece seguir
una forma anárquica, sin limitaciones. Mientras tanto, a través de los mecanismos de la Ley
instalados por la experiencia en la mente del Espíritu, el equilibrio se hace invariable, pero no
inmediato.
En la dinámica del proceso, el acaso, es decir, aquello que dentro de la visión sensorial sugiere el
caos, en verdad se mueve hacia la búsqueda del equilibrio. La cuestión, en esa visión sensorial,
se complica por la variable del tiempo, cronológico o sensible.
F.E. – Si revisamos las definiciones de la palabra caos, encontramos las siguientes acepciones6 (los
resaltados son nuestros):
1. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.
5 Remitimos a los lectores al artículo inserto en nuestra página web (sección “Archivo”) titulado: “Del animal… al ser humano.”;
artículo publicado originalmente en Flama Espirita núm. 64 (noviembre/diciembre 1991).
6 Definición de la Real Academia Española de la Lengua
2. Confusión, desorden.
3. Fis. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos
sistemas dinámicos, aunque su formulación matemática sea en principio determinista.
Desde una perspectiva evolucionista el caos, como confusión y desorden permanentes, no existe realmente.
Todo tiende hacia un determinismo; es decir, hacia un fin determinado por las condiciones iniciales del
proceso. En Espiritismo no hay ni caos, ni fatalidad; sino que todo obedece a un determinismo que,
partiendo de unas situaciones de inicio7, va modulándose con los subsiguientes pasos, hasta desembocar en
un fin inevitable, que es el aprendizaje, que es el progreso.
En cuanto a la complicación del tiempo “cronológico o sensible”, evidentemente es éste un factor, una
variable, de gran importancia. No sabríamos decir -por la sucinta exposición del autor- que entendía él por
“tiempo sensible”. Podríamos suponer que tal vez se refería a la sensación del paso del tiempo en el plano
extra-físico. A través de las comunicaciones de los Espíritus, especialmente de los Espíritus sencillos,
normales8, nos apercibimos que su manera de “sentir” el paso del tiempo es muy diferente a la nuestra; es
como sí no “notaran” como nosotros el fluir del tiempo. Ello es más acusado todavía en las comunicaciones
de Espíritus desorientados y turbados; para bastantes de ellos los decenios, los siglos, parecen discurrir a un
ritmo distorsionado; así, pues, en ocasiones al interrogar a algunos Espíritus, desencarnados hace muchos
decenios, éstos no parecen ser conscientes de que ha transcurrido ese largo lapso de tiempo, aunque,
también es verdad que otros muchos de ellos viven la sensación contraria; es decir, del transcurrir del
tiempo con gran lentitud, como si sus penas y dificultades debieran ser eternas. Ciertamente esa diferente
manera de vivir el paso del tiempo, puede producir situaciones de incomprensión entre ambos planos de
vida.
D.K. – “La culpa será desarrollada en el nivel hominal. Disponiendo de la capacidad de analizar,
comparar y decidir, la persona ejercerá o sufrirá la acción recíproca del acto y de la respuesta.
Pero, sobre todo, descubrirá al otro. Es en ese descubrimiento y en esa relación conflictiva y al
mismo tiempo esencial que ella desenvuelve el sentido moral, discrimina entre lo correcto y lo
errado, entre el bien y el mal, que, por eso mismo, son relativos al grado evolutivo.
F.E. – La culpa es una de nuestras más fieles y fecundas compañeras, a lo largo del camino evolutivo. En la
resolución de conflictos, en la asunción de las culpas reales, en la lucha con las culpas imaginarias,… se
fundamenta una buena parte de nuestro crecimiento.
D.K. – “Esa moral es establecida por la autoridad, dentro de patrones creados por las
necesidades de mantener un equilibrio relativo en las relaciones humanas, dentro del círculo en
que se desenvuelven y también para garantizar el poder.
“Ahí nacen las nociones sobre el poder sobrenatural, la delegación de poderes a misioneros y
profetas, que actuando como legisladores establecen las nociones de la culpa y del castigo.
“Aunque esos sean elementos históricamente encontrados en las civilizaciones de todos los
tiempos, constituyen una moral relativamente mutable, adaptable.
F.E. – Muy ilustrativa es, a este respecto, la relación que Kardec realiza en su artículo “Las Aristocracias”9,
sobre las diferentes fases por las que pasa el ejercicio del poder: desde las sociedades patriarcales hasta el
futuro ejercicio de la autoridad por parte de la aristocracia intelecto-moral10, aquella que aunará los
beneficios de la mejor intelectualidad con la más acrisolada moral. A lo largo de la historia de la humanidad,
ciertamente la noción de moralidad se adapta a las condiciones comprensivas mostradas por la población del
momento.
D.K. – “No se puede confundir la reciprocidad de la ley de causa y efecto, con la polarización
entre culpa y castigo, que en una serie infinita limitaría drásticamente el desenvolvimiento del
ser inteligente, perdido en la circularidad permanente.
“Solamente esa perspectiva podrá disolver la aparente contradicción entre el libre arbitrio, como
instrumento de expansión y evolución del ser inteligente y la Ley. Esto es, no existen límites
morales en la Ley. Los límites no están fuera, sino más bien delineados y funcionan
inevitablemente dentro del universo personal, en los mecanismos de los condicionamientos y
choque de valores como el miedo, el poder y todos los demás procesos de vivencia y conflicto
que el Espíritu enfrenta.
7 Definidas por: las inevitables consecuencias del pasado, por las necesidades del aprendizaje y, evidentemente, por nuestro obrar
en las diferentes fases que vamos atravesando.
8 Por Espíritus sencillos, normales, entendemos que son aquellos de no mucha evolución, como somos la mayoría de los que
estamos encarnados en este planeta.
9 En “Obras Póstumas”.
10 De la que, sin duda, aún estamos lejos de que aparezca en las élites dirigentes de nuestra sociedad.
F.E. – Excelente exposición sintética, por parte del Dr. Regis, sobre la imprescindible diferenciación de los
dos binomios: culpa-castigo y causa-efecto.
La culpa y el castigo son la expresión de sociedades represoras, que manifiestan su control sobre las masas
a través de la potenciación de esos dos elementos. Elementos que, como bien matiza el autor, acabarían por
maniatar el desenvolvimiento de las personas. Sin embargo, la causa y el efecto no tienen, no deberían
tener, esas connotaciones: el efecto no es un castigo; el efecto es una consecuencia natural de los hechos
acaecidos. En cuanto a la causa, ésta puede ser, en múltiples ocasiones, hija de la ignorancia que no de la
malevolencia. El contraste entre ambos binomios es claro. Cuando la humanidad adapte sus leyes y normas
de convivencia a la acción del segundo de ellos (causa-efecto), la preponderancia de los sentimientos
culpables y de los efectos sólo represores del castigo desparecerán por completo, y las personas
cambiaremos la represión de la culpa por la comprensión de la relatividad evolutiva de cada cual y la
aceptación inevitable de las consecuencias de nuestros actos.
4. Culpa y pecado
D.K. – “Es preciso separar el entendimiento sobre la cuestión de la culpa que se produce como
consecuencia de las desviaciones morales de la institución del pecado.
“De modo general las iglesias fundamentaron la moral como una acción directa de la divinidad,
dentro de escalas diferentes. Introdujeron el pecado como acto de transgresión de la ley divina,
y, por lo tanto, sujeto al juicio y al castigo, también divinos.
F.E. – Este ha sido el “quid” de la cuestión. Al asimilar el pecado como siendo una ofensa a la Divinidad, la
culpa, y especialmente el castigo, quedaban dominados por el contexto religioso imperante en cada época y
región. Por lo tanto, el acompañante natural de esa situación era el miedo cerval, ya que se había ofendido
a Dios. En cambio, transformado el “pecado” en responsabilidad -por parte del Espiritismo-, el miedo pasa a
convertirse en la aceptación de la consecuencia negativa derivada de la responsabilidad. Al no haber
ninguna “ofensa a Dios”, la situación revierte en un esfuerzo, tan grande como sea necesario -al alcance de
todo el mundo, con determinación y voluntad- por enmendar esos yerros del pasado.
D.K. – “El pecado original justifica el enjuiciamiento a priori de la naturaleza moral de la persona
y de sus actitudes. Esa predisposición inherente al alma, crea el conflicto de las realidades de
cada criatura y las exigencias de la moral.
F.E. – Ciertamente la noción del “pecado original” atenta contra la concepción correcta de la Divinidad y,
como indica el autor, deviene en conflictos entre el ser humano y la moral. El pecado original es inadmisible
desde la perspectiva de la existencia de una “Inteligencia Suprema, Causa Primera de todas las cosas”11;
esa Inteligencia no podría condenarnos, antes de tener oportunidad de equivocarnos por nosotros mismos,
no podría condenarnos -repetimos- a una carga culpable inicial, culpa perpetrada por no se sabe bien quién
(la figura de Adán no pasa de ser, probablemente, un simbolismo). Siendo Dios Equidad, Justicia y Amor, la
noción de pecado original queda totalmente fuera de lugar.
D.K. – “La moral, entretanto, no siempre en armonía con la Ley Natural, es una construcción
social, teológica o comunitaria, que establece reglas, hábitos, modos de pensar y de juzgar.
“Errar es humano se dice, pero en general promueve el castigo como respuesta. Ese castigo, en
la visión dinámica, representa la necesidad de restablecer el equilibrio que la acción provocó, sea
en sí mismo, sea en la relación con el otro.
“Ya el pecado, en sus diversos grados, es un acto contra Dios. Uno es el sentimiento mutable de
la culpa como consecuencia de haberse infringido los valores que fueron elegidos personal o
colectivamente, otro es la transgresión del mandato divino.
“El modelo de la Doctrina Kardecista rechaza totalmente esa visión, como es evidente. Porque la
Ley Natural no es moral. El universo no tiene propósitos restringidos o punitivos. Aunque no haya
posibilidad de entender todos los matices de la vida, nada en la naturaleza autoriza el modelo de
pecado y castigo.
F.E. – En estos párrafos anteriores, el Dr. Regis abunda con mucho acierto en los conceptos ya expresados
en los anteriores parágrafos. Sin embargo es de resaltar la siguiente frase: “la Ley Natural no es moral”.
De entrada, no parece factible deslindar los conceptos de ley natural, de ley divina y de ley moral (véase al
respecto el cap. I, del Libro III de “El Libro de los Espíritus”: “Ley divina o natural”). Sin embargo, el Dr.
Regis ya expresaba12:
11 “El Libro de los Espíritus”, pregunta núm. 1.
12 Ver el capítulo I de este opúsculo: “Dios y la ley natural”.
“La Ley Natural expresa la sabiduría divina, con mecanismos extremadamente competentes, estableciendo
el ritmo y la sucesión de los factores con el fin de ecuacionar, en el universo energético, tanto cuanto en el
universo inteligente, el principio del equilibrio, actuando a través de la ley de causa y efecto o de
acción y reacción, herramienta de búsqueda del equilibrio, a través de la reciprocidad de los factores” (el
resaltado es nuestro).
Ciertamente, la ley de causa y efecto, o de acción y reacción (a través de la cual actúa la Ley Natural, como
expresa el autor), es eminentemente una ley de moral aplicada. ¿Qué podría querer manifestar, pues, el Dr.
Regis con esa afirmación de que la Ley Natural no es moral? Tal vez, quería expresar que, hasta cierto
punto, la Ley Natural es neutra: a una acción, del signo que sea, corresponde una reacción del mismo signo,
de una manera cuasi mecánica, sin que en todo ello deba intervenir ningún censor moral; sería, pues, una
Ley en el marco de la cual los Espíritus transitamos, aprendiendo, evolucionando, amparados siempre por la
actuación automática de la Ley Natural (actuante a través de la Ley de Causa y Efecto); Ley totalmente
alejada de los conceptos de pecado y de castigo.
5. El Salvador
D.K. – “La Teología cristiana exige la presencia de un salvador, porque la humanidad está, según
ella, naturalmente condenada.
“La transferencia de la fragilidad humana hacia dioses sobrenaturales es parte de las
civilizaciones. La creencia cristiana, además de Dios, designó a Jesús de Nazaret como el
Salvador. Históricamente quienes buscaban un salvador, un mesías, eran los judíos. La
transferencia de la cultura judaica como base de la teología cristiana trajo también el mito del
mesías.
“Por eso, la Iglesia formó el embrollo de la santísima trinidad, como escape para los problemas
de la divinidad, concibiendo la teoría de la unidad en la triplicidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, donde la figura de Jesús ocupa el lugar del hijo y del padre.
“Jesús de Nazaret, líder judío fue transformado en el mesías, o sea en Jesucristo, parte de la
santísima trinidad. El principio y el fin.
“En “El Libro de los Espíritus” encontramos:
“625 – ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ofreció al hombre para servirle de guía y modelo?
“Ved a Jesús.
“Allan Kardec coloca un comentario consecuente con la cultura cristiana afirmando que Jesús es
para el hombre el tipo de perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la Tierra.
“Basados en esa simple expresión, los religiosos que se unieron al Espiritismo, incluyendo a los
espíritus desencarnados comprometidos secularmente con la Iglesia, no percibieron que la
respuesta coloca a Jesús en el nivel humano y lo retira del nivel divino. Sin embargo, la presión
de los residuos cristianos en las mentes, distorsionó el rumbo de las cosas y el Nazareno fue
introducido como “Nuestro Señor Jesucristo” entre los espíritas, de la misma forma como es
entendido en las iglesias cristianas.
“En la visión evolucionista de este modelo, no hay lugar para un Salvador. Pero, positivamente
hay lugar para las lecciones de Jesús de Nazaret. En sus lecciones Allan Kardec buscó la directriz
segura para el desenvolvimiento ético y moral que el Espiritismo propone.
F.E. – Evidentemente, en el Espiritismo no cabe de ninguna manera la idea de un Salvador. En primer lugar,
porque no hay nadie que necesite ser “salvado”, ya que no hay nadie que esté “perdido”. Siempre estamos
bajo la tutela de la Ley Natural, Ley que no puede admitir la noción de “pecado original” o la noción de que
alguien pueda estar al margen del progreso universal. Además, sería absurdo pensar que para Dios alguna
de sus criaturas pudiera estar “perdida”, si no mediara la actuación de un hipotético Salvador.
Por otra parte, hay que reivindicar el auténtico papel de Jesús. Jesús es un Espíritu Superior, probablemente
vinculado al equipo directivo de este planeta; pero, no es un ser especial (el unigénito del Padre, como le
llaman algunos), sino un ser que ha evolucionado como nosotros mismos hacemos. Aquellos que insisten en
colocar un halo divino a Jesús, lo que realmente hacen es alejarlo de la humanidad: a un Jesús-Dios no
podemos verlo con cercanía y además no podríamos tomarlo como ejemplo; en cambio, a un Jesús-hombre
podemos verlo como a uno de los nuestros, evidentemente más inteligente y más bondadoso que nosotros,
pero humano como nosotros, y digno de ser observado como ejemplo a seguir. ◙
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