J A C Q U E S P E C C AT T E
E D I TO R I A L
SIEMPRE ES POSIBLE
EL PROGRESO
LE JOURNAL SPIRITE N° 92 AVRIL 2013
Nuestros contemporáneos más pesimistas dicen con
frecuencia que los progresos de la humanidad son
ínfimos, incluso nulos, a nivel de algunos siglos; es
su forma de decir que moralmente no somos muy
diferentes de nuestros antepasados respecto a la guerra,
la tortura, la esclavitud, la explotación, las dictaduras,
etc. Habiendo dicho eso, ¿habría entonces que ceder a la
resignación y la desesperanza? ¿No hay extraordinarios
progresos que destacar, en primer lugar en los planos
de la salud, la higiene, los descubrimientos y tecnologías
que permiten mejorar la condición humana? Y luego, si
se quiere hablar de ética, es necesario recordar también
las experiencias democráticas y los progresos realizados
con relación a las cuestiones sociales, aun cuando por
otra parte los males se perpetúen sobre un fondo de
crisis.
A la escala de la historia humana, ha habido una
considerable intensificación desde hace unos cincuenta
años, por lo menos en nuestros países occidentales,
respecto a temas como la igualdad de derechos,
las libertades individuales, la condición femenina
y la evolución de las costumbres. Si bien es preciso
subrayar un inmovilismo moral dentro de la ausencia de
voluntad para corregir al mismo tiempo las estructuras
económicas y financieras, no es menos cierto que en
algunos decenios, las cuestiones sociales han sido
objeto de importantes progresos. Por lo tanto, desde
luego, no se atacan los problemas fundamentales
planteados por un sistema financiero que genera las
crisis. Algunos dirán que las cuestiones sociales, tipo
matrimonio gay, no son sino argucias que permiten
ocultar provisionalmente los problemas de fondo. Pero,
si se puede avanzar sobre estos asuntos, esto al menos
es prueba de que las mentalidades no están petrificadas,
y se podría esperar entonces una madurez que permita
abordar los problemas más difíciles y complejos respecto
a la metamorfosis de nuestros sistemas.
En el plano de los avances democráticos en Francia, fue
en particular a partir de la Revolución francesa cuando
se cambió de orientación, si bien hizo falta luego un siglo
de sobresaltos (Revoluciones, Imperios, Restauración),
para sentar las repúblicas y hacer avanzar la democracia.
A partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, a partir igualmente de la Declaración de
Independencia norteamericana (1776) y otros avances
democráticos en diferentes países, nuestro universo
occidental había vuelto la espalda progresivamente
a las monarquías y teocracias. El derecho al voto
se convirtió en sufragio universal masculino, y más
tardíamente sería otorgado a las mujeres. Sobre este
punto preciso, observemos que las mujeres han tenido
derecho al sufragio desde 1893 en Nueva Zelanda, 1902
en Australia, 1919 en los Estados Unidos, en Alemania,
Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, sin contar algunos
otros territorios que desde el siglo XVIII, reconocieron
temporalmente ese derecho, tales como Nueva Jersey
de 1776 a 1807 o Quebec de 1791 a 1849. Mientras
que en Francia, debimos esperar la Liberación con la
Ordenanza del 5 de octubre de 1944.
Y luego, en los Estados Unidos, fue la abolición de la
esclavitud obtenida por Abraham Lincoln, luego de
una sangrienta guerra de secesión, declaración que no
encontró toda su verdadera dimensión sino un siglo más
tarde, con la lucha de Martin Luther King, que concluyó
con los derechos cívicos otorgados a los negros (1964).
Todo ello representa un largo recorrido de luchas
incesantes contra las opresiones y discriminaciones,
luchas que nunca terminan (si se piensa, por ejemplo,
en la pena de muerte en los Estados Unidos) y cuyos
resultados no son exportables, tan cierto es esto que los
modelos exitosos existentes en un país vecino sirven muy
poco. Y si prácticamente nos ha hecho falta un siglo para
estabilizar una verdadera democracia en Francia, no se
puede esperar ver una transformación radical de ciertos
sistemas tradicionales, que acabaría con la democracia
de la noche a la mañana. En el caso de las revoluciones
árabes, por ejemplo, habría sido muy ingenuo creer en
el advenimiento inmediato de democracias calcadas
sobre nuestros modelos occidentales. Se necesita
tiempo, controversias y resistencias diversas, hace falta
adquirir madurez contra las influencias culturales y
religiosas que representan todos los peligros, pero es
a ese precio que las sociedades avanzan. No existe una
solución milagrosa para pasar inmediatamente del
despotismo a la democracia.
Los avances sociales
Los progresos comprobados son aquellos que han
acompañado el desarrollo y la modernidad, a partir
de reflexiones filosóficas y de cuestionamientos éticos
respecto a la educación, la igualdad de derechos, la vida
democrática o los progresos científicos. Así, en Francia,
en 1789 fueron declarados los derechos del ciudadano,
así la instrucción pública para todos vio la luz en 1881,
así las mujeres accedieron progresivamente a la vida de
la ciudad, etc. Cuando se habla de evolución humana,
se piensa a veces que nada avanza y que el egoísmo
humano impedirá siempre un camino hacia la paz, y
sin embargo, la evolución en la organización de las
sociedades está allí para indicarnos que aún todo sigue
siendo posible, a partir de luchas libradas en diferentes
direcciones.
Respecto a los progresos de la ciencia, todavía hace falta
legislar sobre la eutanasia y la ingeniería genética, para
tratar de encontrar las justas modalidades de una ética
conveniente. En el campo de las costumbres, se han visto
progresos significativos desde hace más de cincuenta
años: la legalización del divorcio, la contracepción, la
igualdad profesional entre los sexos, la igualdad de los
cónyuges en la administración de los bienes, etc. Y a
partir de los años ‘70, se abordaron nuevos temas: el IVG
(*) con Simone Veil, la procreación médicamente asistida,
y más allá de la ciencia, las cuestiones de hoy referentes
a la homosexualidad, la transexualidad, el matrimonio
para todos y la adopción. Observamos simultáneamente
que estas cuestiones sociales han sido objeto de
legislaciones avanzadas en varios países de Europa y
de América, mientras que Francia titubea desde hace
años sobre numerosos puntos, no siendo ya un modelo
de progreso sino más bien un islote de resistencia
conservadora. ¿Habrán ido demasiado rápido los demás
países, sin haberse planteado suficientemente los
problemas éticos? Parecería que no, pues, por ejemplo,
para el matrimonio gay o la adopción, no se ve que
hayan surgido dificultades por las nuevas legislaciones,
convertidas en norma en algunos países.
(*) Interrupción Voluntaria del Embarazo (N. del T.)
Hemos estudiado todos estos asuntos desde un punto
de vista espírita, así como también a partir de preguntas
hechas a los Espíritus que han surgido de nuestras
propias reflexiones. Globalmente resalta de ello, que es
siempre el amor el que debe triunfar, cualesquiera que
sean las modalidades y las formas, y que los verdaderos
problemas planteados son los de un entorno cultural,
con sus usos y costumbres a menudo impregnados de
tradiciones religiosas. Para nosotros se trata igualmente
de considerar los principios espíritas: por ejemplo el
proceso de la encarnación cuando se trata del IVG o de la
ingeniería genética. Cuando se sabe que la encarnación
ocurre en el momento de la concepción, ese es un dato
a ser tomado en cuenta. Cuando se conoce la dificultad
de un espíritu para reencarnar, teniendo de nuevo una
determinada prisión de carne, ese es otro elemento
primordial en cuanto a la asesoría de este retorno dentro
del estado de ánimo de padres que pueden estar en
telepatía amorosa y tranquilizadora con él. Ya no estamos
dentro de los preceptos moralizadores o las rígidas leyes
que eran dictadas por los dogmas religiosos, sino dentro
de un estudio de las leyes y principios enseñados por el
más allá, y dentro de una reflexión ética a partir de esas
realidades universales.
Por ejemplo, cuando se habla de bioética, nosotros
como espíritas aportamos el conocimiento fundamental
de que el espíritu preexiste a la vida física, que se mezcla
y se despliega por su principio vital en su nueva vida;
es entonces él solo, por su presencia y su preexistencia,
el principio mismo de la vida. Y es a partir de estos
datos que uno puede reflexionar sobre todo lo que
concierne a las manipulaciones genéticas, la clonación,
la fecundación in vitro, etc.
Un paso hacia la libertad
Cuando muchos de nuestros conciudadanos desesperen
de todo y piensen que la Tierra será siempre un valle de
lágrimas donde nunca se vivirá en paz y armonía, es el
pesimismo fatalista el que se impone, como si ya no
hubiera ninguna vía que explorar para emancipar a la
humanidad. Y sin embargo, los progresos han existido,
y existen, frágiles sin duda, fragilizados en períodos
de crisis, pero por más que digan las Casandras, una
mirada sobre la historia reciente permite comprobar
que numerosos combates han tenido sus resultados:
citemos a Martin Luther King y la consecución de los
derechos cívicos en 1964, la lucha de Gandhi, truncada,
desde luego, pero que sigue siendo el ejemplo de la
resistencia no violenta, Nelson Mandela y el fin del
apartheid… Pensemos igualmente en los países
de Latinoamérica que se han liberado de un
dominio político y económico norteamericano
que había sostenido, incluso puesto, las dictaduras
pasadas… Cuántos otros ejemplos podríamos
invocar para mostrar que aun cuando la evolución
sigue siendo cambiante e incierta, existe sin
embargo en ciertos lugares, por las victorias que,
sin duda, nunca serán suficientes, pero que indican
el sentido de posibles progresos que es necesario
subrayar cuando existen. A la inversa, se pueden
poner en exergo todas las miserias del mundo,
todos los focos de conflictos guerreros, y decirse
que nada cambia. Eso entonces es olvidar todos
los avances logrados por medio de las luchas y
que muestran aquí y allá, el ejemplo de lo que es
realizable dentro de la relación de fuerzas.
En otros tiempos, ¿quién hubiera creído en la
caída del imperio soviético, el fin del apartheid,
y más recientemente el levantamiento de los
países árabes? Los más pesimistas de ustedes
dirán: “Ah, qué bueno… y a qué conduce todo
eso sino a nuevos conflictos…” Se dice eso porque
ingenuamente se quisiera creer en una solución
inmediata y milagrosa de todos los problemas,
olvidando que ninguna transformación puede
hacerse con un toque de varita mágica, que hace
falta el tiempo de las metamorfosis, el tiempo de
la madurez de los pueblos, cosas todas que no
pueden ocurrir de la noche a la mañana dentro
de la complejidad del peso de la historia, con sus
influencias culturales, religiosas, coloniales y otras.
La lucha por la libertad en un mundo solidario,
es una larga evolución que se gana por etapas
sucesivas, a través de crisis graves a ser superadas.
Esa es toda la historia de nuestra humanidad que
busca su camino, aún sujeta a sus costumbres y sus
contradicciones.
Como espíritas, tenemos la costumbre de decir que
todavía somos habitantes de un planeta inferior, lo
cual en sí no es una revelación, sino decir que en el
Universo existen mundos superiores y armoniosos,
y que el destino de la Tierra es convertirse a su vez
en un mundo de fraternidad y de paz. Ese es el
sentido de la evolución tal y como fue definido
ya en El Libro de los Espíritus. Es una noción
eminentemente kardecista y espírita, y es a la vez
una esperanza que todavía nos parece lejana,
que no puede satisfacer a los más pesimistas de
nosotros. La gran idea no son las predicciones
ingenuas que no tendrían ningún sentido, sino más
bien hacer expandir la conciencia de una mayoría
de humanos que, por los avances democráticos
que haya adquirido, un día sea capaz de llevar
a cabo las luchas indispensables para erradicar
todos los flagelos que la amenazan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario