INTRODUCCIÓN DEL ESPIRITISMO EN LAS ISLAS CANARIAS
19 noviembre 2013 por
idafe
Por: Oscar M. García Rodríguez
Canarias a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX
A lo largo de todo el siglo XIX se
producen en Canarias algunos importantes cambios, si bien no suponen
modificaciones radicales en la evolución histórica del Archipiélago.
Esta evolución es lenta y se aparta en ciertos aspectos de la que se
produce en el resto del territorio del Estado español, no afectando a
todas las islas por igual.
A comienzos de la segunda mitad del siglo
XIX, la situación social, política y económica de las Islas Canarias se
caracteriza por estar íntimamente ligada al mundo rural, situación que
se prolongará hasta la década de los 60 del siglo XX. La población
isleña se ocupa, en su inmensa mayoría, de las tareas agrícolas, siendo
el campo la fuente principal de obtención de riqueza.
Un sector minoritario de la población
detenta la propiedad y los medios de producción, concentrando en sus
manos grandes extensiones de tierras;
aunque, también aquí, hay diferencias entre unas islas y otras. Este
sector está integrado por la antigua nobleza y la nueva burguesía, cuyo
capital proviene de la propia agricultura, y entre los que hay no sólo
familias canarias, sino originarias del resto de España y del
extranjero. Son frecuentes los apellidos foráneos establecidos
especialmente en las dos islas principales, Gran Canaria y Tenerife: los
Miller, Hardisson, Ahlers, Reid, Head, Hamilton, Pavillard…, una
situación que ya se había venido dando desde siglos anteriores. Estos
extranjeros vienen atraídos por motivos sociales, políticos y económicos
– entre estos últimos estará la privilegiada situación de los puertos
canarios en las rutas comerciales de Europa con el occidente africano y
con América – llegando a ocupar un puesto importante en la realidad
social canaria. La economía de las islas estará en gran medida
mediatizada por estas familias y por los intereses de las compañías
extranjeras que representan, motivando un importante incremento en las
actividades en ciertos sectores como las navieras, consignatarias,
aprovisionamientos de carbón y aguas, créditos, finanzas, cambio de
moneda y los incipientes pasos del turismo. Destacan en esta importante
influencia los intereses ingleses, alemanes y franceses.
Los capitales extranjeros se invierten en
el mundo rural canario, fomentando una agricultura de exportación que
si bien produce un cierto auge económico da lugar, por otro lado, a una
gran fragilidad y dependencia de la economía canaria del exterior.
Tras el establecimiento en 1852 de los
puertos francos en Canarias, se propicia una situación coyuntural de
crecimiento en la economía, coincidente en el tiempo e impulsora de un
nuevo producto en el sector exportador: el cultivo de la cochinilla o
grana.
Este parásito de las nopaleras, chumberas
o tuneras, utilizado como colorante natural, había sido introducido en
Canarias entre 1824-25, años en los que se realizaron las primeras
tareas para su aclimatización. El extraordinario auge de su producción
vino motivado por diversas circunstancias favorecedoras en el plano
interior e internacional. La extensión de su cultivo se convirtió en una
fiebre que alcanzó su mayor producción en 1870, con grandes superávits.
Sin embargo esta expansión productiva coincidió con la depreciación de
la grana por la progresiva introducción de las anilinas químicas. A
partir de 1871 se inicia una caída irrecuperable de los precios que
determinará finalmente la ruina de la producción y la exportación,
alcanzando la crisis su punto álgido en 1884. Culminó así una fugaz
época de falso esplendor, de ilusiones e inversiones cuyas consecuencias
inmediatas fueron nefastas, por lo que significativamente se llamó a la
cochinilla o grana “espejuelo diabólico”.
En el plano social el amargo fruto de
esta crisis, una de las más graves de la historia económica de las
Canarias, no se hizo esperar, dando lugar a la salida de nuevos flujos
migratorios, tradicional “solución” a las periódicas crisis económicas
canarias. A partir de aquí se inician una serie de intentos encaminados a
buscar nuevos recambios económicos, entre los que estarán el fomento de
productos como el tabaco o el azúcar, que no encontraron los
suficientes apoyos en el poder central, desde el que Canarias se veía,
según el punto de vista administrativo, como una lejana colonia.
Tras la desamortización, el clero, al
objeto de mantener sus posiciones de privilegio e influencia, se asocia
descaradamente a la clase dominante, apartándose del pueblo llano,
aunque manteniendo su influencia en la sociedad canaria, especialmente
en el mundo rural. Y de ella se sirve para defender al sistema
establecido a través de los diversos medios de que dispone: el púlpito,
la enseñanza, la prensa y la influencia política.
El nivel cultural de la clase dominante
es alto, siendo, por el contrario, el analfabetismo preponderante entre
la mayoría de la población, lo que da lugar a profundas repercusiones
políticas.
Son frecuentes los viajes de formación de
los hijos de estas familias aristócratas y burguesas al extranjero –
Inglaterra o Francia, principalmente -, algo que ya venía dándose desde
finales del siglo XVIII, durante la Ilustración. El comportamiento de
este sector dominante es oligárquico, controlando todos los resortes del
poder. Ante esta situación de incultura, dependencia económica y la
permanente existencia de la válvula de escape que supone la emigración,
el campesinado, que ocupa casi las dos terceras partes de la población,
adopta una actitud conformista, salvo excepciones individuales.
En 1868 se abre un paréntesis en esta
realidad política canaria con la ampliación del sufragio universal
masculino, que era restringido desde 1832, fecha desde la cual se
accedía a los puestos políticos mediante elecciones, alcanzando su
momento culminante con la proclamación de la primera República, tras
cuya caída la situación vuelve prácticamente a su estado anterior.
En la situación política canaria cabe
destacar también las periódicas discusiones sobre la uniprovincialidad
del Archipiélago, cuya capitalidad correspondía a Santa Cruz de
Tenerife. Este recurrente conflicto queda ejemplarizado en los varios
intentos por lograr la división del Archipiélago en dos provincias,
fomentados por la clase política de Gran Canaria, quienes se sentían
perjudicados por las actuaciones de los políticos tinerfeños. Por esta
época hubo dos intentos en ese sentido, uno en 1854 y otro en 1868. Pero
lo que en realidad subyacía tras estas luchas, era la pugna por el
predominio de los respectivos bloques de poder de estas dos islas.
Con el panorama que hemos esbozado en los
párrafos anteriores, hemos querido proporcionar al lector una visión
panorámica a la vez que sintética, del estado de la sociedad canaria en
el momento en el que se estaba produciendo en otros lugares del mundo la
emergencia de un nuevo estudio y movimiento que cristalizando en el año
1857 con la publicación en París por Allan Kardec de El Libro de los Espíritus – obra
en la que se expusieron los principios y directrices básicas que dieron
forma a toda una ciencia, una filosofía y una moral – que bautizada con
el nombre de Espiritismo tendría un espectacular éxito y expansión en los años siguientes.
Canarias no quedó al margen de esta
marejada de ideas y bien pronto arribaron a estas islas los efluvios de
esas novedosas investigaciones, en lo que sin duda influyeron los
intensos contactos comerciales de las islas con Europa, en especial con
Inglaterra y Francia, de los que ya hemos hablado. No es nada
descabellado suponer, pues, que a las Islas Canarias llegaría muy poco
después de su publicación, algún ejemplar del Libro de los Espíritus,
antes incluso de que dicha obra fuese traducida al español, tarea ésta
que correría a cargo, entre 1860/61, de José María Fernández Colavida,
nominado justamente por su gran labor de impulso del Espiritismo en
nuestro país, el “Kardec español”.
El Espiritismo en Canarias: primeras noticias
En contactos que mantuvimos en su debido
momento con el historiador canario Manuel Perdomo Alfonso (1928-2002),
autor de un inapreciable artículo periodístico titulado “El Espiritismo en Canarias“, publicado en el diario tinerfeño La Tarde,
en su edición del 11 de diciembre de 1973, éste nos informó, entre
otros interesantísimos detalles, de que había podido recoger noticias de
la existencia en el Archipiélago de lo que él llamaba un primitivo “espiritismo canario“.
Según sus averiguaciones, tal consistía en la pervivencia de
antiquísimas tradiciones y prácticas que incluían la celebración de
determinadas reuniones ceremoniales nocturnas en ciertos lugares del
campo, en las que se realizaban ritos especiales y se hacían
invocaciones espirituales.
La información nos pareció muy
interesante pero, evidentemente, aquí tenemos una primera y radical
discrepancia con el, por otra parte, admirado estudioso del pasado de
nuestras Islas: Es incorrecto, histórica y filológicamente hablando,
designar tales prácticas como “espiritismo”, si tenemos en cuenta que
éste fue codificado, definido y fijado en sus bases científicas,
filosóficas y morales, a partir del trabajo investigador del pedagogo
francés Hippolyte León Denizard Rivail, más tarde conocido con el
pseudónimo de Allan Kardec; codificación y estudio que tiene como punto
de partida un hecho y una fecha claros: la ya citada publicación del Libro de los Espíritus
en París, en abril de 1857. En esta obra Kardec dejó perfectamente
anotado y definido, el vocablo que designaba a la nueva ciencia: ESPIRITISMO.
Luego, hablando con propiedad, antes de esta fecha no puede hablarse de
Espiritismo. En cambio, sí que puede hablarse de “mediumnismo”, pues
verdaderamente los fenómenos no los inventó el Espiritismo, lo que hizo
fue investigarlos y explicarlos.
Todo este tipo de falsos conceptos vienen
determinados por un error básico, cual es confundir el fenómeno con la
ciencia que los estudia. La multiplicidad de manifestaciones fenoménicas
son inmanentes a la naturaleza en sus múltiples y variadísimas
expresiones, regida por leyes a las que estos se sujetan, leyes
naturales. El ser humano para conocerlas ha estructurado una forma de
conocimiento a la que dotó de unas metodologías propias, precisas, con
base en el método experimental; es decir, creó la “Ciencia”. Los
fenómenos psíquicos y mediúmnicos estaban ahí desde siempre, alrededor
del ser humano, envueltos desde edades inmemoriales en las nieblas de
los mitos, las supersticiones y las creencias, a comienzos de la segunda
mitad del siglo XIX un sabio como Hypollite Leon Denizard Rivail –
Allan Karde c- aplicó a su estudio el método que era común a cualquier
ciencia logrando, tras un intenso y metódico trabajo, descifrar las
leyes a que obedecían aquellos “misteriosos” hechos.
Pero, además de ello, se dio cuenta de
que al aclararlos, al situarlos en el marco del conocimiento científico,
constituyendo esos fenómenos gran parte de la base sobre la que,
siguiendo sus peculiares interpretaciones, se sustentaban la mayor parte
de las ideologías religiosas, la nueva ciencia se veía
irremediablemente abocada a afectar los fundamentos filosóficos y
morales de muchísimas personas. En otras palabras, la nueva ciencia
tenía innegables implicaciones filosóficas que se proyectaban en
trascendentes consecuencias éticas. De ahí que se hable del triple
aspecto del Espiritismo: científico, filosófico y moral.
Lo que sí creemos ver en las noticias
recogidas por el Sr. Perdomo Alfonso, es el mantenimiento de
tradiciones, de conocimientos y de prácticas rituales antiquísimas, en
las que se usaba la mediumnidad y que suponen la supervivencia de parte
de aquellos ancestrales cultos y costumbres del mundo aborigen canario,
teñidas seguramente con la influencia de otras aportaciones de origen
exterior tras la incorporación de las Islas al Reino de España.
En el aludido artículo, Manuel Perdomo
Alfonso aporta datos únicos que nos informan sobre los primeros momentos
del Espiritismo en estas Islas: “Merced a los viajes de numerosos isleños a París – nos dice - y
de recibirse en estas islas algunas publicaciones de tal doctrina, ya
en 1860 puede decirse que en nuestro Archipiélago se desarrollaban
sesiones con mesas giratorias…”.
Y a continuación añade: “Hubo por
aquel tiempo una casa donde se reunían algunos practicantes de esta
‘comunicación con los espíritus’, entre Santa Cruz – Santa Cruz de Tenerife - y La Laguna, que recibía el nombre de ‘casa del espiritista’, misión que ejercía un catalán no sin cierta popularidad”.
Desde el punto de vista histórico, Santa
Cruz de Tenerife puede ser considerada la población canaria donde el
Espiritismo tuvo un mayor arraigo, dentro de los cánones que su
codificador marcó. En la por entonces capital de Canarias llegó a
fundarse más de un Centro Espiritista, alguno de los cuales contó con su
propio órgano informativo.
Hemos tenido la fortuna de poder rescatar
otro inapreciable documento que nos informa con cierto detalle de estos
primeros tiempos del Espiritismo en Canarias, particularmente en Santa
Cruz de Tenerife. Este es un artículo firmado por “M. M”. – es decir el
impresor Miguel Miranda y León, una de las figuras históricas más
destacadas del espiritismo en Canarias – que fuera publicado en las
páginas de la primera revista espiritista que viera la luz en estas
islas, La Caridad(1), de la que Miranda fue fundador, director y propietario. Helo aquí:
“El Espiritismo en Santa Cruz de Tenerife
En el año 1860 ocupaban
la atención de la mayor parte de los habitantes de esta cuidad las
noticias que distintos periódicos traían de hechos que causaban
admiración, y que en aquella época eran inexplicables, producidos por el
fluido magnético. Tal fue la impresión que esas noticias obraron en el
ánimo de estos naturales, que en casi todas las tertulias y reuniones
eran el objeto de su conversación, pasando luego a practicar
experimentos fluídicos en distintos cuerpos inanimados.
Poco después, en 1861, se intentó por
primera vez el ejercicio del trípode en una reunión de confianza,
obteniéndose por este medio algunas comunicaciones espirituales; pero
estos ejercicios que, por casi todas las personas que en ellos se
ocupaban, eran mirados como un entretenimiento para pasar las horas de
solaz, fueron muy pronto olvidados, contribuyendo a su decadencia la
falta de conocimiento para la aplicación de los fluidos magnéticos y la
ignorancia de todo lo que bajo la influencia de estos se podía operar.
La constancia llega a vencer grandes
dificultades; y esta verdad tuvimos ocasión de verla demostrada en el
tenaz empeño con que un corto número de personas se propusieron indagar
la causa que producía tales efectos. Un trabajo asiduo, sin
interrupción, les empleaba todas las horas que sus faenas diarias les
dejaba desocupadas; y a pesar de sus esfuerzos muy poco habían
adelantado hasta el año 1863, por ignorar los procedimientos y orden de
verificar los estudios que hablan de conducirlos al logro de sus deseos.
El desaliento quería ya apoderarse del
ánimo de estos incansables trabajadores, cuando llegó a ellos la feliz
noticia de los extensos conocimientos que del Espiritismo poseía el
digno Marqués de la Florida (q. e. p. d.); esta luz hizo revivir sus
decaídas esperanzas, y sin pérdida de tiempo se avistaron con dicho
señor y le suplicaron tuviese a bien darles algunas explicaciones
concernientes a los fenómenos espiritistas que por todas partes se
venían operando, especialmente en el extranjero, y de los cuales no
podían ellos darse explicación satisfactoria. Este buen señor, no solo
tuvo la amabilidad de facilitar a los suplicantes las más extensas
noticias del Espiritismo, sino que se brindó a instruirlos en la parte
experimental y en la manera de proceder con acierto en la provocación de
los fenómenos.
Todo esto, que por primera vez llegaba
a los oídos de las personas que componían el círculo a que venimos
refiriéndonos, despertó en ellos el deseo imperioso de llegar a una
verdad religiosa que, aceptada por la razón, trajese a sus corazones la
fé de que se hallaban desposeídos; entonces solicitaron y obtuvieron los
libros que contenían la filosofía y la moral espiritista, y empapándose
en ellos dieron gracias a Dios por haber encontrado el camino de la
ciencia y la verdad para ser impulsados a su regeneración por medio del
progreso; y emprendieron con mayor brío sus trabajos experimentales para
convencerse de la existencia del espíritu, de sus manifestaciones y de
sus relaciones con los encarnados.
Si satisfechos los dejó la parte
teórica, la práctica les trajo el convencimiento completo de la verdad
que deseaban conocer, pues dando principio a sus trabajos experimentales
en 1864, durante los primeros cuatro años de práctica obtuvieron un
crecidísimo número de pruebas por distintos médiums sonámbulos de ambos
sexos, entre ellos algunos que desconocían el alfabeto, no siendo esto
un obstáculo para dar comunicaciones y descripciones muy lúcidas.
En 1865 ya existían en esta capital
dos pequeños círculos en donde se verificaban estudios y trabajos de
alguna consideración; y aunque operaban separadamente y les estimulaba
el deseo de adelantar, guardaban entre ambos muy buenas relaciones y se
dispensaban la protección tan recomendada por la doctrina espiritista,
viniendo por último a refundirse en uno y a reglamentarse, tomando por
modelo uno de los centros espiritistas de la Península, lo cual tuvo
efecto en 1866.
Ya ordenado este Círculo, al cual
podía dársele el nombre de Sociedad, abrió un campo más extenso a sus
trabajos y estableció el desarrollo de médiums psicógrafos y videntes,
logrando ver premiados sus afanes pues en poco más de tres años obtuvo
un número considerable de comunicaciones psicográficas, de las que
algunas han visto ya la luz pública.
No fue un obstáculo para los
individuos que componían el «Círculo espiritista» de esta Capital, el
que, a causa de sus circunstancias, el saber humano les tuviese cerrado
el gran libro de las ciencias: sus buenos deseos y su indomable voluntad
les impulsaba al trabajo, y este les hacía adquirir por la práctica
algunos de los conocimientos que en los establecimientos de enseñanza no
podían alcanzar por la causa ya indicada. Así es que desde el momento
que indagaron la propiedad de los fluidos y conocieron sus efectos,
dedicaron sus trabajos al bien general; cabiéndoles hoy la satisfacción,
a estos pobres locos de quienes muchos pretendidos juiciosos se han
mofado a su placer, de haber contribuido al alivio de muchos hermanos
que sufrían horriblemente a consecuencia de enfermedades de difícil
curación, logrando sanarlos de esos males, lo mismo que a otros de
enfermedades que se creían incurables.
En los pocos años que cuenta de
ejercitar esta caridad, pues no se admite estipendio alguno, han sido
muchos los individuos de ambos sexos que han sanado de sus dolencias por
medio del fluido magnético. Esto no lo hacemos presente por gloriarnos
de ello: muy lejos de nosotros el orgullo, pues conocemos que nada
somos, que nada valemos y que únicamente cumplimos con nuestro deber.
Cuando llevamos a feliz término una de esas buenas obras, damos gracias a
Dios por habernos elegido como uno de sus muchos instrumentos para
realizar el bien, y quedamos satisfechos.
En 1875 hizo gestiones este Círculo
para establecerse en debida forma, con el objeto de dar publicidad a sus
actos, manifestar las enseñanzas espirituales recibidas de nuestros
hermanos de ultratumba y propagar las verdades del Espiritismo, a fin de
contribuir con su pequeño grano de arena a levantar el gran edificio de
la regeneración humana; pero desgraciadamente ha tocado con
inconvenientes que no le ha sido posible vencer.
En 1878 volvió a insistir en el mismo
pensamiento, unido al deseo de fundar una publicación periódica;
presentó su reglamento, acompañado de la correspondiente solicitud, a la
autoridad competente para su aprobación, y si bien entonces se le
hicieron concebir esperanzas, hasta hoy nada se ha resuelto sobre dicho
particular. No obstante, el Círculo ha seguido sus trabajos con una
constancia incansable, sin darles la publicidad que desea por tener que
verificarlos con carácter privado.
Hoy, a pesar de serle forzoso
constituirse en agrupaciones, cuenta con mayor número de médiums muy
adelantados en el desarrollo de sus facultades medianímicas; tales son,
además de los sonámbulos, los videntes, psicógrafos y parlantes,
llamando la atención las excelentes comunicaciones dadas con mucha
frecuencia por este último.
Ha sonado la hora de rasgar el oscuro
velo de la ignorancia y de las preocupaciones; y aun cuando sabemos que
en el progreso nada se opera bruscamente, observamos que la humanidad
marcha a pasos agigantados al impulso de esta ineludible ley de la
naturaleza, y lucha por arrancar de sus ojos la fatal venda del
oscurantismo, para que a sus pupilas penetre el rayo de luz que,
desprendido de lo alto, llegue a iluminar su inteligencia. ¡Luz!…
Mucha luz nos dan los elevados
espíritus que por sus méritos y virtudes se hallan en condiciones de
esparcirla entre los encarnados, para que estos puedan distinguir la
verdad y esta los conduzca progresivamente por carecer de taquígrafos
que las trasladaran al papel para darlas a la prensa, lo cual nos ha
causado un verdadero sentimiento.
Vivimos en un mundo material en donde
predominan los vicios y las pasiones como propiedades del mismo planeta,
así es que no extrañamos que el hombre rinda culto a la materia
descuidando más de lo que debiera sus deberes espirituales; pero en esto
obra sin cordura. La vida de la materia es la vida del presente, a ella
dedica el hombre todos sus cuidados; nada, o muy poco atiende al alma, a
la vida del porvenir que es la eterna; y como nada llega tarde en el
reloj de la eternidad, vendrá el momento en que con lágrimas
desconsoladoras llore el tiempo perdido, y su conciencia sufra de un
modo horrible por los extravíos de esa materia a quien tanto ha dedicado
sus desvelos y atenciones. Si, no lo dude el hombre: ha de llegar un
tiempo en que su materia, terminando la misión que tenia para llenar los
fines del espíritu, sea una cosa inútil; y entonces el alma se
encontrará sola, sin ese pesado vehículo, acompañada únicamente de su
conciencia; ¿y qué goces tendrá esa pobre alma cuando tan descuidada ha
sido en rodearse de virtudes, de buenas obras? ¿Qué encontrará en torno
suyo cuando todo el bienestar y lo que ha llamado felicidad lo ha
dedicado al cuerpo? Tristeza, dolor, desconsuelo y soledad, será lo que
encuentre al tender la vista a su alrededor el estado más lastimoso que
la imaginación pueda formarse será el de esa alma que tan poco se ha
cuidado de crearse un porvenir sonriente.
¡Cuántas risas burlonas habrán
provocado las comunicaciones espirituales! ¡Cuánta mofa habrá producido
en algunos hombres la afirmación de la existencia y subsistencia del
alma en la vida eterna! Pero ¡cuánto desconsuelo, cuánto dolor se
apoderará de sus espíritus cuando se hallen frente a frente de la verdad
que acercarlos a Dios, destruyendo a la vez los errores que entorpecen
su marcha y hacen que el hombre permanezca alejado de su Creador. Esa
luz que agradecidos recibimos, procuraremos hacerla ostensiva, en la
forma que nos sea posible, a nuestros hermanos.
Hace cerca de cuatro años que los
buenos espíritus no cesan de verter sus cristianas y moralizadoras ideas
entre nosotros, valiéndose para ello del médium parlante, acto que
verifican cuatro veces en la semana por medio de discursos lucidísimos,
sobre temas de gran importancia y dificultad. Pero estas enseñanzas no
las hemos podido recoger sino en la palabra…… y que ya no les será
posible negar!
Terminaremos diciendo que las
agrupaciones espiritistas de Santa Cruz de Tenerife descansan en la
pureza de su cristiana doctrina y en la satisfacción de su conciencia,
producida por la bondad de sus actos. Saben que serán combatidas
encarnizadamente por unos, vilipendiadas y mofadas por otros, pero nada
les hará retroceder en el cumplimiento de sus deberes. Su lema es:
«Hacia Dios por la caridad y la ciencia;» y Dios que todo lo ve y lo
juzga, sabrá apreciar sus actos y sus intenciones.
M. M.”
¿Por qué se desvirtuó el vocablo “Espiritismo” en la mentalidad popular?
Para otras islas del Archipiélago Canario
se carecen de informaciones tan precisas, aunque no tenemos duda de que
tuvieron que existir diferentes personas que recibían publicaciones de
la nueva doctrina – algunos de estos nombres ya los hemos detectado y
los iremos sacando a la luz en este blog-. Al margen de las ciudades
capitalinas, el arraigo se dio entre las clases medias. En ocasiones,
elementos parciales entresacados de su engranaje teórico-práctico
tendieron a mezclarse con otras ideas, formas y prácticas ajenas,
contribuyendo a su desnaturalización y creando manifestaciones
sincréticas, ya sin conexión alguna con el Espiritismo, aunque en la
mentalidad popular y en el mismo lenguaje ordinario, no se diferenciaba
una cosa de la otra. En este sentido, antiguamente – y no tan
antiguamente – en muchos de los pueblos de las islas decir “curandero” y
decir “espiritista” era considerado prácticamente lo mismo, sobre todo
cierto tipo de curanderismo en los que las manifestaciones mediúmnicas,
rodeadas de rituales de distinto origen – especialmente afrocaribeño -,
eran habituales.
Por otro lado, el sesgado y peyorativo uso del término Espiritismo
por los sacerdotes desde los púlpitos, siguiendo las directrices
marcadas por sus más altas jerarquías que lo equiparaban al “satanismo” o
a la “brujería”, contribuyó a crear una pesada losa en la conciencia
colectiva del pueblo sencillo, difícil de romper o sortear de manera
libre y sana. Recordemos en este sentido las intensas campañas que la
iglesia católica emprendió en contra del Espiritismo, dato que incluso
recoge Ramón Menéndez Pidal en su monumental obra Historia de España. Así, en el tomo intitulado “La Época del Romanticismo 1808-1874″, comenta: “La
revolución del 68 suscita una gran proliferación de prensa católica que
contraataca con periódicos y folletos incontables a la propaganda
librecultista, protestante o espiritista”.
En este clima antagónico promovido desde
la “creencia oficial”, en el que las más afamadas lumbreras del clero
católico no paraban de lanzar sus diatribas e insultos a la manera del
“último cura de misa y olla”, como decía la gran escritora espírita
Amalia Domingo Soler, surgieron títulos tan “ajustados a la verdad” como
La Magia disfrazada o sea el Espiritismo (1), y muchos otros del
mismo estilo, con los que se quería, alentando los viejos atavismos
cuidadosamente sembrados durante generaciones en las conciencias de los
creyentes, avivar las dudas y sobre todo los miedos ancestrales. Para
ello no se reparaba en métodos ni en formas, siendo el ajuste a la
verdad lo menos importante.
NOTAS:
1) Año II, Nº 28, 15 – Agosto – 1883.
2) Obra de Juan José Benítez Cantero, Madrid, 1886.
Otras libros en la misma línea fueron, por ejemplo: El Misterio satánico. Pensamientos religioso-filosóficos sobre las Causas, Fenómenos, Resultados y Reprobación del Espiritismo, de Buenaventura Álvarez Benito; o también – respiren hondo- este otro: El
Ministerio de la Iniquidad o Conjuración Satánico-Humana contra
Jesucristo, su Principio y Elaboración en Siglos anteriores, su
Desarrollo y Complemento por la Revolución protestante
filosófico-espiritista, y su pavorosa Terminación por el Anticristo y
sus Hordas ya formadas, escrito por el misionero franciscano Padre
Arribas. Este último título verdaderamente “da miedo” (perdón por la
ironía). Gracias a Dios que ya estamos en otros tiempos y este tipo de
cosas lo único que nos provoca es una sonrisa.
TOMADO DE: http://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2013/11/19/introduccion-del-espiritismo-en-las-islas-canarias/
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