AMIGOS LECTORES EN LA ACTUALIDAD ME ENCUENTRO EN EL PROCESO DE EDICIÓN DE UN NUEVO LIBRO DE RELATOS TESTIMONIALES DONDE NARRO UNA LARGA SERIE DE EXPERIENCIAS QUE HE VIVIDO EN EL ÁMBITO DE LA PARANORMALIDAD Y HE QUERIDO COMPARTIR CON VOSOTROS ESTE BREVE RELATO:
UN GLYMPSE O VISTAZO
A UNA DIMENSIÓN DESCONOCIDA
Residiendo
en el viejo apartamento de la calle San Marino, en la ciudad de Los Ángeles,
California, tuve el privilegio de ser testigo de un curioso fenómeno del cual
no tenía la más remota idea, hasta que ojeando un libro sobre fenómenos
pararormales en idioma inglés di con este término y ahora estoy tratando de
buscarle una traducción más apropiada en nuestro idioma.
El término glympse se traduce como un
vistazo breve a determinada situación, el artículo que leí versaba sobre
ciertos fenómenos muy raros donde un sujeto de manera espontánea tiene un glympse,
yo lo traduzco con mayor precisión como un asomo a una situación que escapa a
nuestra realidad sensorial, o sea un brevísimo vistazo a otra realidad.
La situación fue la siguiente; teníamos
como vecinos a un antiguo compañero de trabajo y a su madre. Una vez que nos
reencontramos les visitamos en su nuevo apartamento y nos gustó el lugar y nos
mudamos al mismo edificio para continuar con nuestra amistad.
La señora se llamaba Delia Cabrera y su
hijo, mi antiguo compañero de labores, Jorge López Cabrera, ambos residen en
estos momentos en Miami, Florida.
Delia había recibido unas fotos desde Cuba
en copia, no le enviaron los negativos y en lugar de llevar esas fotos a un
estudio fotográfico donde le hubiesen hecho unas reproducciones de manera
profesional, prefirió comprar una cámara Kodak muy populares en aquella época,
que sólo admitían usarse una vez y luego se llevaba a revelar a un estudio y
allí mismo tiraban la “cámara” que no era más que la caja.
Recuerdo que una mañana visitando a mis
amigos y ahora vecinos me encontré con la señora Delia colocando las fotos que
le habían enviado de Cuba en un sofá y haciéndoles una toma. Después me dijo
que si le podía tomar las fotos que les quedaba al rollo, -- no recuerdo el
número exacto de exposiciones-- a una pequeña niña hija de vietnamitas que ella
cuidaba en su hogar. Luego subimos a la casa de la niña en el segundo piso y
allí agotamos el rollo. De inmediato Doña Delia se fue a un estudio fotográfico
en una plaza en la calle Vermont y le dijeron que en menos de dos horas fuese
por las fotos y por los negativos.
Yo mismo la acompañé y cuál no sería
nuestra sorpresa cuando al ver las fotos no encontramos la foto de aquel sofá
que mostraría las fotos de sus nietos que le habían enviado desde Cuba y al
contar las fotos y ver el negativo vimos una foto del apartamento que ella y su
hijo ocupaban, pero con otro mobiliario, centrando nuestra atención en una mesa
de centro o coffee table que mostraba una foto enmarcada de una pareja y una
pequeña niña que sonreía a la cámara.
La señora se irritó y les reclamó a los
empleados del estudio que le habían colocado en el sobre una foto que
evidentemente ella no había tomado, los empleados para calmarla le mostraron
los negativos que curiosamente ellos no habían cortado sino enrollado y
acompañaba a las copias. Yo mismo le expliqué a la señora que ellos tenían toda
la razón, pues el rollo con los negativos no había sido cortado como es costumbre
cuando se trata de otro formato, por ejemplo, 35mm.
La señora continuó alegando y no se dejaba
convencer. Cuando llegamos a su casa le pedí que me prestara la foto de la
“discordia”—como la mítica manzana—y se la llevé sin dar explicaciones al gerente
de los apartamentos un tal Pedro. Cuando vio la foto me preguntó que si yo
había conocido a ese matrimonio y a su hijita. Al responderle de manera
negativa me preguntó entonces quien me había dado esa foto pues según él ese
matrimonio con la niña había ocupado ese mismo apartamento y se habían mudado a
Texas hacía más de diez años, mucho antes de que mis amigos Delia y Jorge se
mudasen al mismo.
Nunca le pude encontrar una explicación
racional a este fenómeno, incluso visto desde la óptica de la casuística
paranormal, salvo que se trate de lo que los ocultistas llaman la luz astral
donde todo queda indeleblemente grabado. Por último, supe después que ese
matrimonio, así como su pequeña hija vivían en Texas, tal y como me dijo el
señor Pedro y que no habían fallecido, por lo que no se trata de espíritus,
simplemente, considero con la mayor humildad, ya que mis conocimientos sobre
todos estos fenómenos son muy escasos y limitados, que se trató de un glympse o
atisbo a una dimensión todavía desconocida.
©René Dayre Abella
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