LE JOURNAL SPIRITE N° 89 JUILLET 2012
D O S S I E R
TELEPATÍA Y FUERZA DEL PENSAMIENTO
por
MICHÈLE BOURGEOIS
LA FUERZA DEL PENSAMIENTO
Los científicos han escrito “guardémonos de confundir
el órgano con la función”. También se puede leer “no
es posible afirmar que el pensamiento esté siempre en
armonía con la integridad del cerebro, pues no es producido
por el cerebro”.
Si bien la filosofía o la ciencia tratan de aportar ciertas
definiciones, los espíritus nos enseñan que el pensamiento
es una energía, una fuerza por la cual el espíritu
puede actuar sobre la materia que nos rodea. De
allí ciertas facultades para el espíritu, de allí ciertas
acciones, conscientes o inconscientes, sobre el cuerpo
físico, sobre la materia, y hasta sobre nuestro entorno
y más allá.
¿Qué definición
podemos dar al pensamiento?
Desde la más remota Antigüedad, las investigaciones
de los filósofos han tenido por objeto al hombre, su
naturaleza física e intelectual. Ellos se imaginaban
que el hombre estaba compuesto por dos elementos
distintos, el alma y el cuerpo y todas las deducciones de
la filosofía estaban basadas en esa dualidad. Sócrates
establecía la existencia del alma y Platón admitía “el
mundo de las ideas” distintas de los seres materiales
evocando igualmente la noción de las peregrinaciones
de las almas…
Según la definición del diccionario, el pensamiento
es un conjunto de procesos mediante los cuales el ser
humano en contacto con la realidad material y social
elabora conceptos, los relaciona entre sí y adquiere
nuevos conocimientos.
El pensamiento es presentado como una expresión
íntima del individuo con implicaciones de orden
moral, en una comunicación humana que presenta
todos los aspectos de los sentimientos, el amor y el
odio pasando por la indiferencia.
Sin embargo, se enfrentan dos concepciones una
materialista, la otra espiritualista y en los dos casos, se
opone el pensamiento a la materia. Cuando Descartes
dice “pienso luego existo”, separa la sustancia inteligente
(el pensamiento) de la sustancia corporal (la materia).
La concepción materialista
Todo es materia, cada molécula tiene propiedades,
en virtud de las cuales se ha formado el universo con
los seres que contiene. Esta materia se gobierna por
sí misma, por leyes físicas y mecánicas. Los materialistas
se interrogan entonces sobre ese pensamiento
que es invisible, sin peso, ni forma, ni color, y se
preguntan cómo puede el cerebro, que es una cosa
material, engendrar una acción inmaterial como es
el pensamiento. Ese pensamiento, atributo del alma,
que corresponde al conjunto de nuestras facultades
intelectuales, nuestra conciencia, nuestros gustos y
nuestra sensibilidad, no es sin embargo, más que un
funcionamiento del organismo, una secreción del
cerebro. Así pues, desaparece con la muerte.
La concepción religiosa y mística
Los religiosos creen que el alma corresponde a una
sustancia que no puede ser disociada de la materia,
ni de la Creación de Dios. La concepción espiritualista
es decir que la naturaleza fundamental del hombre
es ante todo espiritual. La individualidad continúa
existiendo después de la muerte y para las religiones
reencarnacionistas, preexiste a la vida física.
La concepción espírita
Los espíritus definen el pensamiento como una energía
utilizada permanentemente, en forma consciente o
inconsciente, como medio de intercambio y comunicación
más allá del mundo físico. Esta energía es transmitida
por “el fluido” como el sonido lo es por el aire. En
el mundo de los espíritus, el pensamiento se exterioriza,
vibra y se transmite de manera instantánea hacia
su objetivo sin la desviación de un lenguaje, de una
forma de expresión que en este mundo nos permite
comunicar, y a menudo disfrazar, la verdad profunda
del ser. Pero en realidad, encarnados o desencarnados,
todos vivimos en un mundo vibratorio de intercambio
de pensamientos.
En su libro El Espiritismo
ante la Ciencia Gabriel
Delanne analiza si los
argumentos esgrimidos
por los materialistas
tienen todo el valor que
se les atribuye. Muestra
que el estudio de los
hechos aporta la certeza
de que existe un principio
pensante, independiente
de la materia, no
sometido a las transformaciones
de la vida y en
el cual reside el recuerdo:
“Se ve pues que, cualquiera que sea el procedimiento
de análisis que se emplee, es imposible suponer que el
pensamiento se deba a una emanación del cerebro,
tampoco a secreciones o vibraciones de la materia cerebral,
uno no puede admitir los sistemas materialistas sin
encontrarse en oposición formal con los hechos y con la
razón, y si comprobamos en el cerebro una serie de actos
que preceden, acompañan o siguen al pensamiento, es
absolutamente ilógico atribuirles su producción.
Una de las facultades del alma que más ha llamado la
atención de los filósofos es indiscutiblemente la memoria.
Facultad misteriosa que examina y conserva los accidentes,
las formas y modificaciones del pensamiento, del
espacio y del tiempo; en ausencia de los sentidos y lejos
de la impresión de los agentes externos, representa la
sucesión de ideas, imágenes y eventos, ya idos, ya caídos
en la nada; los resucita espiritualmente, y tal como el
cerebro los sintió y la consciencia los percibió y los formó.
Para explicar su mecanismo, Aristóteles admite que las
impresiones externas se graban en el espíritu, más o
menos como uno reproduce una letra poniendo un sello
sobre cera. Descartes cree también que esta facultad
procede de vestigios que dejan en nosotros las impresiones
de los sentidos, o de las modificaciones del pensamiento”.
La verdadera naturaleza del ser
La naturaleza fundamental del hombre es ante todo
espiritual, en la medida en que la individualidad
preexiste a la naturaleza física y sobrevive después de
la muerte, prosiguiendo su evolución hasta el estado
de perfección. Esta naturaleza es triple, a saber, porque
está constituida por el cuerpo físico, el espíritu y el
periespíritu. La definición del periespíritu es esencial
para comprender los fenómenos vinculados a la fuerza
del pensamiento. El periespíritu es el calco del cuerpo
físico. Es un doble energético, una envoltura semi
material, impalpable e invisible, pero que en ciertas
condiciones puede despedir una fuerte luminosidad,
que se produce en los casos de apariciones. Acompaña
al espíritu después de la muerte y permite la acción del
espíritu sobre la materia.
El periespíritu acompaña al espíritu en todas sus vidas
sucesivas. Percibe el conjunto de nuestras sensaciones,
las transmite al espíritu y posee capacidad de memorizar.
Unido al cuerpo carnal durante la existencia
terrestre, conserva sin embargo cierta independencia
que le permite exteriorizarse.
El psiquismo humano
Un mensaje de Alexis
Carrel nos da una
definición precisa del
psiquismo humano:
“A menudo se plantea
la pregunta y queda sin
respuesta en el discurso
oficial de la ciencia. ¿Qué
es entonces el psiquismo
humano, componente
fundamental que no
puede subdividirse ni
compartirse? El psiquismo
humano es una reacción a los pensamientos, a las
imágenes, a todos los sentidos que podéis conocer en
vuestra materialidad, más una reacción profundamente
espiritual. Los estados de consciencia del hombre han
sido definidos y son numerosos. Estos estados de consciencia
responden de un modo cierto a lo que denominaré
la imaginación. La imaginación es la fuerza esencial
en todos vuestros actos de pensamiento. Tenéis toda la
fuerza de la imaginación y tenéis todo el poder de pensar
imágenes, de construir situaciones que pueden permitiros
establecer reacciones carnales.
El psiquismo es pues ponerse directamente en relación
con nuestro estado de ánimo o con nuestro modo de
pensar. En efecto, en el ser humano, el pensamiento
sigue siendo el atributo esencial, un formidable medio de
libertad, de reflexión, de intercambios y de creaciones”.
El entorno vibratorio
Este mensaje de José
Arigó completa nuestro
conocimiento:
“Es tiempo de que el
hombre comprenda por
fin que vive en el interior
de un mundo vibratorio.
Vuestras carnes vibran
según el ritmo de vuestro
pensamiento. El fluido
es ante todo resultado
de vuestro pensamiento.
Pensáis el bien y obtenéis
un buen fluido. Pensáis el mal y obtenéis un mal fluido.
El fluido creado por vuestro pensamiento va a realizar
una salida extra corporal. Se va a separar, progresivamente
se liberará de vuestro cuerpo físico. Desde que el
pensamiento, desde que el fluido se extirpa del cuerpo
físico, entonces ya no se trata de hablar de fluidos sino de
vibraciones. El pensamiento exteriorizado se convierte en
una vibración. El carácter de esta vibración es la forma
ondulatoria. La forma ondulatoria, tal como un trazo
en forma de curva, que también se va a prolongar en el
espacio, a partir de lo que hayáis pensado, a partir de
vuestra reflexión espiritual. Cuando la vibración alcance
a aquel, o aquellos, o a los elementos hacia los que se ha
dirigido, entonces se convertirá en un efluvio”.
La encarnación
La primera acción del
pensamiento es la que
corresponde a nuestra
encarnación. Este
mensaje del Doctor
Liébault nos lo explica:
“Antes de regresar al
mundo, antes de reencarnar,
erais espíritus,
estabais en el más allá. El
proceso de la fecundación
pudo hacer de vosotros,
una vez más, espíritus
encarnados, es decir, espíritus que transportan su doble
etérico de naturaleza plástica al interior de todas las
condiciones de la materialidad.
Que lo hayáis pensado o no, el resultado de todo este
proceso es que habéis conformado más o menos conscientemente
vuestros cuerpos nuevos, vuestros cuerpos
presentes. Por haberlos conformado, sois sus autores…”
Es gracias al periespíritu que el espíritu que regresa va
a transmitir a la célula su voluntad de crear un cuerpo
físico.
Durante la encarnación, el entorno de la mamá
que porta al bebé y su estado de ánimo, tienen una
influencia cierta en el fenómeno, que es una etapa
difícil para el espíritu que reencarna. La mamá y el bebé
pueden establecer entre ellos vínculos telepáticos.
¿Es el cerebro la sede del pensamiento?
Hace varios años, el espíritu William Lang respondió a
esta pregunta:
“El mundo de la biología enseña que la materia cerebral
es el agente esencial
de la manifestación de la
conciencia y yo apruebo
completamente esa definición,
una definición sin
embargo limitada y relativa
a la historia de una
medicina de orden materialista.
Hubo un tiempo,
en el siglo XIX, en que los
médicos e investigadores
afirmaban que el cerebro
podía subdividirse en
varias zonas, esas zonas
correspondían a facultades inherentes a vuestro espíritu
y vuestro pensamiento. Es así como fueron localizadas
una tras otra, la zona de la memoria, la zona del
sentimiento, la zona de la moral, la zona del dolor y así
sucesivamente.
Nosotros no aceptamos este esquema y nos inquieta
ver en la ciencia contemporánea de los hombres, que
esta misma idea toma de nuevo forma, fuerza y vigor.
No es preciso localizar las manifestaciones del pensa-
miento en el interior de la materia cerebral. Sin embargo, la
materia cerebral es un agente bioquímico que interviene
en sumo grado en la manifestación de esta reflexión.
La materia cerebral es la prueba de la existencia del
espíritu, es la que responde a los impulsos de nuestra
voluntad consciente o subconsciente. Pero el espíritu no
es la materia, el pensamiento no es el cerebro y querer
limitar el espíritu a esta forma de materia contenida en la
cavidad craneana, es por supuesto un error fundamental.
El cerebro es el agente esencial de vuestra manifestación
inteligente y sentimental. Es preciso mantener la estrecha
relación entre el espíritu y la biología donde éste se
encarna. La diferencia entre el espírita, o el espiritualista,
y el materialista consiste justamente en querer manifestar
su conciencia fuera de toda forma física y de toda forma
material, pues, por supuesto, el materialista limita el espíritu
a los intercambios bioquímicos de vuestras naturalezas
cerebrales. El biólogo acepta la actividad eléctrica
de las neuronas, el biólogo acepta la actividad física de los
intercambios a nivel de vuestras células, pero no acepta la
presencia subjetiva, no acepta la presencia trascendente,
no acepta la presencia abstracta e invisible de vuestro
amor y de vuestra inteligencia.
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