SEGUNDA ENTREGA
Capítulo II – De lo Sensorial a lo Energético
D.K. - “La sabiduría, la verdad y el análisis de los factores de la naturaleza fueron, durante siglos, puramente sensoriales.
Sensorialmente, la Tierra está parada y es el Sol el que parece circular en torno de ella. Esa sensación produjo la “revelación divina” defendida por la Iglesia de que había un cielo arriba y un infierno abajo. Y, en consecuencia, se pudo imaginar a Dios como una persona sentada en su trono.
Todo, durante siglos, fue concebido y vivido plácidamente, bajo ese horizonte limitado de los sentidos,
pero para entonces era satisfactorio.
El telescopio de Galileo Galilei mostró a la Tierra moviéndose y ese simple descubrimiento precipitó la investigación, la curiosidad y el saber humanos. De ahí en adelante, lo sensorial fue paulatinamente vencido por la experimentación. Mucho tiempo después Pasteur mostró el mundo microscópico, inexistente para el ojo, el tacto, el olfato, el oído y el paladar humanos.
En la era de la ciencia y de la tecnología, todo lo que era “sólido se disipa en el aire” y actualmente las investigaciones científicas derrumbaron el entendimiento de lo real, de la realidad y mostraron que vivimos en un universo energético, mutable y, no obstante, consolidado.
F.E. - Siempre le cabe -y le cabrá- a la Ciencia el papel de desentrañar los misterios de lo maravilloso y de lo sobrenatural, aspectos que nos han acompañado desde toda la historia de la humanidad, como hijos de la ignorancia. Al Espiritismo también le compete este cometido, aclarando y explicando la realidad mediúmnica, alejándola del oscurantismo y la incomprensión.
Probablemente será la Ciencia -con mayúsculas- la que demuestre, en el momento oportuno, la existencia del alma, como aspecto primordial de la comprensión de la realidad espiritual. Será la que acercará definitivamente al ser humano esos conceptos defendidos por el Espiritismo: la inmortalidad, la reencarnación, la comunicación con los espíritus,… Después se irán entendiendo los aspectos morales: la responsabilidad personal, la ley de causa y efecto, la ley de compensación moral,… Todo ello, sin duda, será consecuencia de un largo proceso de investigación física y psíquica.
Probablemente no será el Espiritismo, como tal, el que acompañe a la Ciencia en esta gran aventura. Sin embargo, sin duda alguna, las buenas ideas y las excelentes aportaciones de esta doctrina, persistirán y acompañarán ese proceso de descubrimiento, tal vez con otro ropaje. Hace ya muchos años (en 1895), Gabriel Delanne apuntaba esa posible realidad:
(“La Evolución Anímica”, cap. IV)
D.K. – “En 1857, Allan Kardec, con el lanzamiento de “El Libro de los Espíritus”, agitó el campo controvertido de la naturaleza del ser humano, su destino y su potencialidad, derrumbando la última barrera sensorial: la muerte.
En 1868, once años después de publicar “El Libro de los Espíritus”, afirmó:
“Es una revolución total que habrá de operarse en las ideas; revolución tanto mayor y poderosa ya que no está circunscripta a un pueblo o a una casta determinada, sino que abarca simultáneamente el alma de todas las clases, nacionalidades y cultos” (“La Génesis”, cap. 1, apartado 20).
F.E. - Es cierto que las ideas espiritistas -con ese u otro nombre- deberán ser uno de los motores de esa revolución. Cuando las personas aceptan los postulados inmortalistas y reencarnacionistas han de cambiar de manera indefectible de actitud ante la vida, lo que acabará acarreando, con su generalización, una auténtica revolución moral.
D.K. – “Y agregó Kardec en la misma obra:
“El hecho de poder establecer comunicación con los Seres del Mundo Espiritual trae consigo consecuencias de la mayor gravedad: es un mundo nuevo que se nos revela, un acontecimiento de la mayor importancia, puesto que ese mundo nos espera a todos, sin excepción. Este conocimiento al generalizarse, ocasionará profundas modificaciones en los hábitos, el carácter, las costumbres y las creencias, todo lo cual tiene una influencia enorme sobre las relaciones sociales.” (Ídem)
Como que el plano extrafísico es invisible a la mirada, se mantiene todavía la cultura sensorial. El instrumento para penetrar en ese plano es la mediumnidad y ella, por sus peculiaridades, es extremadamente vulnerable.
F.E. - “La mediumnidad es una planta delicada que para florecer necesita atentas precauciones y cuidados asiduos. Necesita método, paciencia, altas aspiraciones, sentimientos elevados. Necesita, sobre todo, la tierna solicitud del espíritu bueno que le prodiga su amor y le envuelve en sus fluidos vivificantes. Pero, casi siempre se le quiere hacer producir frutos prematuros, y desde aquel momento se desvía y se agosta bajo el soplo de los espíritus atrasados.”
Así enfatizaba Léon Denis (“En lo Invisible”, cap. V) esa vulnerabilidad de la facultad medianímica. Desde luego, fue el profesor Rivail quién comprendió la importancia de la dignificación de la mediumnidad, la cual pasa, sin duda, por un ejercicio noble y serio de la misma. Jon Aizpúrua en su “Tratado de Espiritismo” (cap. V) resalta las claves de una buena orientación de la mediumnidad:
“Conforme a las enseñanzas doctrinarias del Espiritismo, no se debe forzar la eclosión de la mediumnidad, pero sí debe ser orientada y disciplinada en tres vertientes fundamentales: moralización, culturización y tecnificación, todas las cuales propenden hacia un auténtico y pleno crecimiento espiritual del médium y de todos los participantes de las actividades mediúmnicas.”
Ojalá que esos buenos planteamientos de Kardec, Denis, Delanne, Aizpúrua y otros, pudiera ser una realidad en todas las agrupaciones espiritistas y en todos quienes sientan la sensibilidad mediúmnica. Siendo conscientes de que ello no es así, hay que esforzarse en una correcta divulgación de la teoría medianímica para favorecer esa adecuada comprensión.
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