LA FILOSOFÍA ESPÍRITA DE LA FE RAZONADA
Por Luiz Sígnate
Las relaciones entre la fe y la razón desde el principio forman parte del debate filosófico espirita, con la creación por Allan Kardec del concepto fe razonada. Desde un punto de vista conceptual, se establece una contradicción aparentemente insuperable, por cuanto la fe se fundamenta en la convicción y la razón, en la duda; resulta, entonces, que ambos se contradicen. Ahora como creer o dudar son prácticas antagónicas por definición, el concepto de “fe razonada”, sería por eso un evidente contrasentido.
En Kardec, ese concepto es presentado dentro de un cuadro argumentativo construido para negar otra noción, atribuida por el profesor lionés las religiones dogmáticas: la “fe ciega”. En ese sentido, la fe razonada sería algo próximo a la “fe fundamentada”, esto es, el adjetivo referente al raciocinio daría al sujeto el significado de un estado, y no de un proceso. O sea, la fe razonada no sería propiamente una “fe razonada” y si una fe que ya razonó antes, para constituirse. Tal interpretación consigue parcialmente satisfacer el cuadro lógico de separación entre fe y razón: habría primero el movimiento del raciocinio y, solamente después, se constituiría la fe.
Ese punto de vista, entretanto, no es satisfactorio, bajo el prisma kardeciano. Aun en las menciones que hace sobre la cuestión de la fe, el codificador publicó en “El Evangelio Según el Espiritismo” un axioma que se tornó famoso en los medios doctrinarios espíritas. “Fe inalterable es aquella que puede encarar la razón, cara a cara, en todas las épocas de la Humanidad”. En esa proposición, Allan Kardec nos remite a una percepción histórica, procesual, del fenómeno de la creencia, delimitando, con el rigor que le era propio, la característica especial y profundamente innovadora de la fe espírita.
En ese contexto, la fe razonada – cualidad que la torna inatacable- sería no apenas aquella que se constituyese por un movimiento de decisión racional, mas, también, la que se mantuviese en régimen de racionalidad continua, incluso esa exigencia en el ejercicio de la propia fe. La conciliación necesaria, en ese caso, entre los conceptos de fe y razón, sería hecha por el cambio de un raciocinio lógico para un raciocinio dialéctico: los contrarios, en vez de excluirse, se complementan, se conjugan, en la explicación de la realidad.
Dentro de ese modo de pensar, la fe espírita forma un par dialéctico inseparable con la razón espírita. Tal idea significa que la creencia espírita es básicamente una fe que admite duda y con ella convive, durante todo el tiempo. se trata, pues, de una fe abierta, dialogal, dispuesta a modificar las propias opiniones u el objeto de su manifestación como creencia, desde que satisfechas las condiciones del libre ejercicio de la razón. En contrapartida, la razón espírita constituye una duda que se basa en la fe, capaz de hacer emerger las desconfianzas naturales de la racionalidad sin una pretensión ética o científica, y que, sobretodo, está dispuesta a admitir la creencia y la confianza en aquellos contenidos sobre los cuales la razón aun no asumió una postura de conocimiento y verificación. Tal composición resulta en lo que Herculano Pires denominó, muy apropiadamente, “fideísmo crítico”.
El uso de la razón es la admisión de la duda, la cual, en el Espiritismo, se funda en el principio filosófico de la imperfección espiritual (hemos preferido denominarla incompleta, para retirar el sentido peyorativo del término “imperfección” como algo “errado, estragado, con defecto”) lo que hace de la jornada espiritual la continua y necesaria posibilidad del cambio. Por esta vía, el Espiritismo funda un nuevo iluminismo, cuya formulación acredita en la racionalidad como fundamento de la fe humana y, por tal razón, confía en el perfeccionamiento de las posibilidades de la razón como generatriz del perfeccionamiento de la fe.
Hechas tales consideraciones, de orden filosófico, conviene reflexionar pragmáticamente. No todos los espíritas en la actualidad comprenden lo que significa esa dimensión del concepto de la fe raciocinada. No es raro, imaginan que raciocinar sea lo mismo que racionalizar, esto es, referirse a la razón como pretexto para justificar el dogma, lo que transforma el argumento racional en argumento ideológico (en el sentido negativo, como falsa concepción de la realidad, apoyada solamente en criterios de identidad religiosa), actitud que de modo alguno puede ser justificado en la propuesta de Kardec. Fe raciocinada, por tanto no es lo mismo que fe racionalizada (hasta porque todas las formas de fe pueden encuadrarse en este ultimo tipo)
Dentro de las diversas concepciones de racionalidad válidas en la filosofía, acreditamos que la noción de “razón comunicativa” o “razón consensual”, del filósofo alemán Jurgen Habermas, es la que mejor se adapta al concepto de fe raciocinada, en Kardec. Para aquel pensador, hay racionalidad siempre que hubiere diálogo donde se instauren consensos entre los interlocutores, siendo que la verificación práctica del consenso sería propia demostración de hubo racionalidad. En otras palabras: razón es el diálogo que da cierto.
En Kardec, la fe raciocinada es la fe que permanece en constante contacto con la razón, esto es, busca siempre un saber más amplio, argumenta y se cuestiona. Para eso, la fe espírita ha de ser permanentemente reconstruida en el diálogo con los diversos saberes, especialmente en la interacción entre el saber humano, de vertiente científica. Es por tanto, bajo la formulación espírita, la razón comunicativa, un movimiento de construcción de la creencia erigido sobre el diálogo y, por eso, capaz de “enfrentar la razón, cara a cara, en cualquier época de la Humanidad”.
Los espíritas, por eso, no pueden abandonar en ningún momento la posibilidad del diálogo, no apenas con los espíritus, a partir de los cuales el conocimiento asume la forma de “revelación”, en definición kardeciana mas también con los variados saberes humanos, especialmente el filósofo y el científico. La fe espírita ha de ser una fe en constante actualización, una fe siempre renovada, siempre reconstruida. O recaerá lamentablemente en un nuevo tipo de fe ciega: la que se contenta en apenas fingir que ve.
Texto traducido por M.C.R.
Excelente. Gracias.
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ResponderEliminarQuisiera pensar que el propósito de esta definición personal aislada, que el Espiritismo no se hace responsable, Es para defender la fe razonada. No veo ninguna consideración al libre albedrío del individuo, enseñanza fundamental del Espiritismo. Una fe ciega no tiene raíz donde afianzarse, y es por eso que acude a dogmas o creencias religiosas, donde se descansa en que la fe debería ser absoluta, sin lugar a ninguna otra circunstancia. La fe Razonada espírita, tiene y debe basarse en la lógica de las enseñanzas que sostienen el Espiritismo. Para que se logre alcanzar el éxito y el fin de una fe razonada, dependerá de lo que sí se puede y lo que no se puede lograr de acuerdo a las leyes naturales que existen el universo. Si la fe razonada se basa en una suposición de razón, el resultado se obtendrá por la ley de causa y efecto. Pero si la fe razonada propone creer en algo que ya tiene raíz en las leyes naturales, creadas por Dios, el que procura esa fe razonada, deberá entender que es posible y que no lo es, pero basado en las enseñanzas del Espiritismo . Nada se puede lograr si no existe la comprensión de que todo acontecimiento será gobernado por las intenciones y acciones de los individuos que son los que provocaran un resultado por su propias acciones e intenciones. La lógica y la razón será aquella que se cita a las leyes naturales que harán que se logren los resultados esperados. Uno que razona y entiende las enseñanzas del Espiritismo, no se extraviar a en este tema de fe razonada que asigna responsabilidades en las intenciones y las acciones de los individuos. Entonces la diferencia recae en la raíz de la fe. La fe Razonada da lugar a que el libre albedrío y sus acciones e intensiones, logren que las leyes naturales se cumplan. En lo que se refiere a las curaciones, que no son nada de milagrosas, son sostenidas por la acción de los fluidos cósmicos universales y Vitales que que te rodean, que están impregnados de la presencia de Dios [ítem 20 - 30, Capítulo II, Libro de Génesis], y según explicado en el capítulo XIV, LIBRO DE GENESIS, artículo 31. También lo explica el ítem 131, libro de los Médiums.
ResponderEliminarLo que diferencia la fe ciega de la razonada es su raíz, y la fe ciega no tiene raíz, pero la fe razonada sí tiene raíz, en el libre albedrío del individuo, en las leyes naturales ya creadas por Dios y la ley de causa y efectos y las acciones e intenciones del individuo. Olvídate de la razón de Sócrates y Platón, mira lo espiritual.
Nada justifica actualización en las creencias del Espiritismo que se constituyen en una verdad eterna, que no cambia y que es absoluta en términos Espirituales. El Espiritismo no se puede alejar ni anular sus creencias, para ajustarse al raciocinio aquí expresado, sino mantenerse firme en sus creencias establecidas por escrito en los libros codificados. Usted no puede llamarse Espiritista Verdadero si esta pensando en cambiar o actualizar el Espiritismo y menos insinuar que Allan Kardec se equivocó. Allan Kardec no era el sistematizador, sino el secretario y codificador del Espiritismo. Todos los contenidos de los libros codificados son inspiración de Dios a la humanidad, no de Allan Kardec (Génesis, capítulo I, ítem #10). Los racionalistas del Espiritismo, se refieren a Kardec como el sistematizados, dando lugar a que se podía equivocar y dar lugar a la actualización de la información codificada. Ningún contenido espiritual ya asentados en los libros codificados, puede ser modificado o actualizado, fueron una inspiración divina, no del hombre. (Capítulo I, libro de Génesis ítem #10).