EL POR QUÉ DE UN NUEVO BLOG

Después de abrir y mantener actualizado el blog: CENTRO VIRTUAL DE ESTUDIOS

ESPIRITISTAS Y AFINES, para la formación doctrinaria dentro de los postulados eminentemente racionalistas y laicos de la filosofía espírita codificada por el Maestro Allan Kardec que exhibe la Confederación Espírita Panamericana, a la cual nos adherimos, creímos conveniente abrir un nuevo Blog de un formato más ágil y que mostrase artículos de opinión de lectura rápida, sin perder por ello consistencia, así como noticias y eventos en el ámbito espírita promovidos por la CEPA, a modo de actualizar al lector.
Esa ha sido la razón que nos mueve y otra vez nos embarcamos en un nuevo viaje en el cual esperamos contar con la benevolencia de nuestros pacientes y amables lectores y vernos favorecidos con su interés por seguirnos en la lectura.
Reciban todos vosotros un fraternal abrazo.
René Dayre Abella y Norberto Prieto
Centro Virtual de Estudios Espiritistas y Afines "Manuel S. Porteiro".



sábado, 18 de enero de 2014




J A C Q U E S P E C C AT T E
E D I TO R I A L
LOS ESCOLLOS DE LO PARANORMAL
LE JOURNAL SPIRITE N° 95 janvier 2014

En los medios espiritualistas de la videncia o de la New
Age, existen efectos de moda que se suceden a partir
de diferentes conceptos extraídos de antiguas creencias,
y que acaban por confundir a todo el mundo. Y
entre estas ideas que están en boga, recordemos una
que es propagada por videntes, médiums o curanderos,
la de una supuesta influencia de los Espíritus
y que se resume más o menos así: “Ustedes están
perturbados, deprimidos, tienen la piel enferma… Pues
bien, son Espíritus parásitos que se pegan a ustedes y les
sacan toda su energía”.
Por supuesto, la información habrá sido dada por
un vidente o médium patentado que no duda en
afirmar a su consultor que está bajo la influencia
de varios Espíritus perturbadores, por lo general
en número de cuatro, cinco o seis. Eso significaría
entonces en lenguaje espírita, que estas personas
serían víctimas de la obsesión de muchas entidades,
sin que se puedan determinar las razones. Nos
sucede que encontramos a estas personas supuestamente
víctimas de obsesiones plurales y después
del análisis, a menudo comprobamos la existencia
de desórdenes psíquicos, perfectamente identificables
en cuanto se conoce bien la trayectoria de vida
de la persona. Y fuera de verdaderas perturbaciones
con efectos físicos (Poltergeist, raps o apariciones
fantasmales) con la mayor frecuencia se ven verdaderos
problemas psico-afectivos que se traducen
en desagradables sensaciones o malestares físicos.
Sin contar con que el entusiasmo por lo paranormal
puede inducir a las personas frágiles a imaginar que
sufren de persecuciones espirituales, y condicionarse
así a una forma inconsciente de autosugestión; lo cual
puede conducir a sensaciones o visiones totalmente
subjetivas. El papel del espírita “cazador de fantasmas”
es entonces separar el desorden psíquico de la manifestación
obsesiva, lo que a veces parece complejo
en el primer intento. De todas maneras, el desconocimiento
del sujeto dentro de la mala interpretación
que se hace, conduce a muchos desórdenes psíquicos,
donde se esperarían manifestaciones más objetivas.
No obstante, en algunos casos estas últimas existen,
allí donde muy a menudo hay efectos físicos externos
a la persona y que igualmente son comprobados
por el entorno. Puede tratarse entonces de manifestaciones
provocadas por el espíritu de un antiguo
arrendatario o propietario, que no comprende o no
soporta, la presencia de nuevos habitantes en los
lugares a los cuales se ha quedado apegado y que
sigue frecuentando. Ocurre igualmente, que los fenómenos
se desencadenan después de una tentativa
de comunicación con el más allá, que ha atraído a un
espíritu perturbador. Y si a veces hay obsesión de una
influencia que subyuga a la persona involucrada, eso
se manifiesta por desórdenes de la personalidad y el
comportamiento.
Cuando se trata de picor, hormigueo en todo el
cuerpo, zumbidos y silbidos en los oídos o sentir como
una presión sobre un lugar del cuerpo, una opresión,
etc., es preciso ser más cauteloso en la medida en que
estos no son propiamente los signos distintivos de
una obsesión. La mayoría de los testimonios toma
en cuenta todos estos tipos de sensaciones que, en
general, no son acompañados por desórdenes de la
personalidad. Entonces el único inconveniente es el
temor que engendra, luego de un condicionamiento
auto sugestivo que puede provocar diversas sensaciones
(subjetivas en cuanto a su origen).

Los malos consejeros

El problema en esta circunstancia, es que los llamados
videntes o médiums, solicitados por las personas
perturbadas, tienen para cada una el mismo discurso,
para una conclusión fácil: “Si están perturbados, es
porque son médiums y los Espíritus están pegados a
ustedes”. Por supuesto, no se trata de una información
recibida sino de una deducción apresurada que
se acompaña de algunos consejos como las tradicionales
protecciones con agua bendita, sal u otros
amuletos. O bien otros consejos más turbadores:
“Déjense ir a la escritura automática y pregunten al
espíritu lo que quiere”. En cuyo caso, si la persona tiene
cierta sensibilidad, se arriesga a abrir la puerta a una
presencia importuna que ya estaba allí… o que no
estaba. Y cuando se conoce la realidad de los Espíritus
en turbación o mal intencionados, ellos son incapaces
de la menor coherencia en sus palabras pudiendo
arrastrar al intermediario humano a falsas interpretaciones.
Además, no es tratando de comunicarse con
un espíritu que se consigue su liberación, y no se hace
sino atraerlo más sin saber qué hacer con él. Es obvio
lo que ciertos videntes y médiums ignoran, incitando
a los que consultan a lanzarse en la boca del lobo
sin darles la solución, pero agravando el problema.
He aquí la situación para una persona sensible que
realmente haya vivido los fenómenos o sufrido una
obsesión.
Y luego, hay los casos de personas cuyas perturbaciones
son únicamente psicológicas, a quienes se
les dice que tienen varios Espíritus pegados a ellas. Y
este error de diagnóstico agrava aún más la situación,
pues el miedo a los Espíritus conllevará una amplificación
de los desórdenes psíquicos.
Detengámonos un instante en esta palabra “pegado”
que se ha convertido en común. ¿Habría que imaginar
entonces que los Espíritus, varios, estarían prendidos
de alguna manera a una persona como sanguijuelas
o vampiros que se nutren con la energía vital de su
víctima? Con lo que se ha sugerido, uno se aproxima,
con una imagen chocante que tiene con qué desestabilizar
a las personas frágiles, pues al oír la palabra
“pegado”, la gente genera naturalmente una terrible
angustia, igual que lo haría el anuncio de una enfermedad
irremediable.
Sería pues deseable que los profesionales de la
videncia asumieran sus responsabilidades a partir de
un verdadero conocimiento de los principios espíritas.
Y puesto que han aceptado un papel, que éste
sea por lo menos el de tranquilizar antes que asustar,
que sea una ayuda que ofrecer a las personas desamparadas
y no decirles que son médiums perturbados
por entidades, sino dando muestras de un espíritu de
análisis, y luego hacerse cargo si realmente hay un
problema.

Los escollos del elitismo

Dentro de la complejidad de estos asuntos, también
se ha visto surgir otro tipo de problema. Personas
atraídas por lo paranormal, o a quienes se les hecho
creer en una sensibilidad mediúmnica, muy a menudo
desean que las cosas no se detengan allí y que una
perturbación pasajera pueda abrir otras posibilidades
de contactos más tranquilos con los Espíritus. Y allí,
nuestros consejos espíritas de prudencia son muy mal
aceptados. Nuestro principio de precaución consiste
en indicarles no intentar el contacto, o suspenderlo
si ya se ha entablado. Se observa entonces una rebelión
por parte de las personas que, persuadidas de su
mediumnidad, ante todo no quieren abandonarla,
deseando sólo que se venga en su ayuda para quitarles
los Espíritus que las perturban. Estas mediumnidades,
reales o supuestas, son como regalos del cielo que
habría que preservar a toda costa. Se ve entonces a
personas “pegadas” (no ya en el sentido anterior) sino
aferradas a lo que les daría una función particular,
singularizándolas respecto a las demás. “Tener un
don”, eso se convierte entonces en sentirse portador
de una misión especial, eso se convierte en parte integrante
de una nueva personalidad que se le da, es una
aptitud que no puede ser abandonada. Y entonces,
cuando aconsejamos detener todo, tenemos la
impresión de que se despoja a la gente de lo que le
es más precioso. Se entra allí en una fase psicológica
que se explica muy simplemente: singularizarse por
una facultad, es darse una personalidad diferente, es
alcanzar lo que parecía inaccesible, y al final es muy a
menudo señal de un complejo de inferioridad que se
transforma en complejo de superioridad, lo que más
sencillamente se llama el orgullo del que finalmente
puede decirse: “¡Yo existo!”.
Pero existir como médium, es muy diferente, es la
aceptación de lo bueno y de lo menos bueno, y es
también una pesada carga que debe ser acompañada
por otros y controlada en el seno de un grupo
espírita. Ahora bien, los candidatos a médiums, a
quienes algunos han hecho creer que tienen grandes
posibilidades, mayormente no quieren ser objeto
de análisis ni control dentro de un grupo, sino que
quieren bastarse a sí mismos con la certeza de que,
por sus propias sensaciones e intuiciones, la verdad
se liberará por sí misma. Estamos frente a una desviación
que, desde luego, no data de ayer sino que, a
través de varios médiums o pseudo-médiums, ha
dado lugar a toda una literatura en la que un espírita
ya no puede reconocerse.
En todo eso se han olvidado los principios básicos que
fueron definidos por el fundador del espiritismo. Allan
Kardec insistía en el conocimiento de la filosofía espírita
antes de todo otro paso. Ponía el acento sobre la
formación de los espíritas, significando con ello que se
necesitaban espíritas instruidos, conscientes, reflexivos
y comprometidos con una causa a ser defendida. Y si
había mediumnidad que desarrollar, era necesario
de antemano que las personas involucradas fueran
ya verdaderos espíritas. Y es allí donde duele, cuando
nuestros contemporáneos desinformados se imaginan
que primero hay que convertirse en médium para
asegurar mejor su avance espiritual. He aquí todavía
un concepto que desnaturaliza completamente el
sentido de una verdadera espiritualidad. ¿Habría
pues que ser médium para sentirse evolucionar? Por
consiguiente, ¿habría entonces que suponer que si no
se es médium, la evolución se nos escapa? Tenemos
que descartar esta idea turbadora que revela insidiosamente
una forma de elitismo espiritual a partir de
facultades. Los principios espíritas son los mismos para
todo el mundo, médium o no médium; son humildad,
don de sí, compartir, sin que se tenga que venerar a
un médium que desempeñaría el papel de guía de
pensamiento. Las mediumnidades, en su diversidad,
son particularidades inherentes a las sensibilidades
humanas. Pueden corresponder a misiones elegidas
antes de la encarnación pero, de todas maneras, deben
inscribirse dentro de un marco colectivo adecuado, a
saber, el marco espírita, no conocemos otro.
Por supuesto podemos excusar a las personas que,
ingenuamente, imaginan que la mediumnidad les
haría hacer un gran bien en la evolución, en la medida
en que eso se dice y se escribe en todas partes en
palabras espiritualistas influenciadas por diferentes
modelos: son las altas espiritualidades de la canalización,
son las creencias en una evolución rápida
y artificial para llegar más pronto a las puertas del
Nirvana. No, la evolución no será el fruto de un método
personal para llegar más rápido a la serenidad. Muy por
el contrario (y, además, no se trata de serenidad) la ley
de la evolución universal enseñada por el más allá, es
el camino áspero y difícil de la lucha en la humanidad y
por la humanidad. Es volver a poner los pies bien sobre
la Tierra, aunque se mantenga la cabeza en las estrellas,
a fin de participar en el avance de una idea esencial.
Hay allí un principio espírita de fondo que no tiene
que ser pervertido por la influencia de espiritualidades
elitistas y personales. Y para volver a los médiums, pero
“los verdaderos”, evidentemente su función forma
parte de su evolución, de su camino elegido en esta
vida para esa función. Lo que no significa que eso sea
la calle real para alcanzar el absoluto divino más pronto
que los demás. No hay calle real para nadie, sino la
de un progreso lento y difícil para todo el mundo,
que se realiza de vida en vida. Realizarse en esta vida
haciendo lo que se debe, es una etapa importante para
el progreso de cada uno, pero esa no es la realización
total y trascendente de la pureza del espíritu.

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