ALLAN KARDEC
El mayor obstáculo para aceptar la realidad del espíritu no proviene de la carencia de pruebas, sino más bien de la creencia de que es imposible su existencia. Numerosos y eminentes investigadores psíquicos han llamado la atención sobre este fenómeno de orden psicológico y, con gran desconcierto por su parte, se han percatado de que ellos mismos lo reproducen.
El caso del profesor CHARLES RICHET, que como sabemos, fue un reputado fisiólogo galardonado con el premio Nobel, y que se distinguió como un agudo, escéptico y persistente investigador de los hechos supranormales y mediúmnicos, ilustra el clásico ejemplo de un comportamiento prejuiciado y altamente condicionado por las opiniones de sus colegas. Después de haber realizado una serie de meticulosas sesiones con la médium EUSAPIA PALADINO, escribió lo siguiente:
"Pero en este punto se hizo notar un curioso fenómeno psicológico. Noten que nos las vemos ahora con hechos observados pero que a pesar de todo, son absurdos, que están en contradicción con hechos de observación cotidiana y que son negados, no sólo por la ciencia, sino también por toda la humanidad; hechos que son rápidos y fugaces, que tienen lugar en la semioscuridad, y casi por sorpresa, sin más pruebas que el testimonio de nuestros sentidos, y sabemos que éstos a menudo son falibles. Después de haber presenciado tales hechos, todo coadyuva a que dudemos de ellos. Ahora bien, cuando estos hechos tienen lugar nos parecen ciertos y estamos dispuestos a proclamarlos, pero cuando recapacitamos, cuando todos nuestros amigos se ríen de nuestra credulidad, nos sentimos casi desarmados y empezamos a dudar. ¿No pudo haber sido todo una ilusión? ¿No habré sido embaucado? Y entonces, cuando el momento del experimento se hace más remoto, ese experimento que antes parecía tan concluyente se hace cada vez más incierto, y acabamos por dejarnos persuadir de haber sido víctimas de un truco." (1)
(1) Traité de Métapsychique.Ob. cit.p. 651.
La creencia en la imposibilidad de los fenómenos psíquicos de orden supranormal se forjó sobre todo como consecuencia de los éxitos obtenidos en el siglo XIX en las ciencias fisicoquímicas, tomando como base las leyes del movimiento establecidas por ISAAC NEWTON (1642-1727). Uno de los más destacados logros científicos del siglo fue la predicción de la existencia del planeta Neptuno, en base a sus efectos gravitatorios, antes de que fuera descubierto con los telescopios. La ciencia llegó a comprender una amplia variedad de fenómenos naturales al integrar en una teoría, aparentemente universal, del mundo físico un gran número de campos hasta entonces separados, tales como el calor, la luz, la electricidad y el magnetismo. Las atractivas ecuaciones expuestas por JAMES CLERK MAXWELL (1831-1879) proporcionaron la explicación acerca de la propagación del campo electromagnético que conduciría posteriormente a la invención de la radio. En sus aplicaciones tecnológicas, el creciente uso que hacía el hombre de sus conocimientos en la construcción de puentes, buques, fábricas y ferrocarriles, demostró también la firme base de su dominio sobre la naturaleza. Ya para finales del siglo XIX, algunos científicos llegaron a decir que su único temor era que parecía haber pocas, por no decir ninguna, lagunas de ignorancia todavía por explorar...
En este clima de opinión, las personas más informadas creían que espacio, tiempo, masa, átomo, energía y otras nociones eran ya diáfanas y estaban ya bajo el pleno control de la ciencia. En último extremo, todo cuerpo estaba formado por unos átomos duros, similares a bolas de billar. Correspondía describir sus coordenadas espaciales y, al introducir el tiempo newtoniano, su velocidad podía expresarse con toda exactitud. La materia era indestructible: su forma podía cambiar de sólido a líquido o a gas, pero nunca podía desaparecer. También la energía era indestructible, aunque también ella podía cambiar de forma.
Parecía también como si las funciones vitales de las plantas y de los animales pudieran reducirse en último término a procesos físicos y químicos. Y también el hombre empezaba a ser comprendido dentro de esos parámetros reduccionistas. Los fisiólogos y los neurólogos afirmaban la relación directa entre la mente y el cerebro. Las deficiencias en la personalidad o en las funciones mentales causadas por lesiones cerebrales de diversas clases llevaron a creer incluso que el concepto de "mente" era superfluo. Cada vez más los investigadores se adherían al "epifenomenismo", es decir, a la tesis que afirma que los procesos mentales eran apenas un efecto secundario de la actividad del cerebro, de modo que bastaba con entender la fisiología cerebral para comprender las funciones psíquicas o mentales.
Y por lo que se refiere al espíritu, se rechazaba ese concepto tildándolo de anacrónico o anticientífico. Formalmente, se continuaba acatando la tradición religiosa en cuanto a la existencia del alma, pero la muerte era considerada como la extinción definitiva de la vida.
No es de extrañarse, entonces, que en un ambiente de euforia materialista, los supuestos fenómenos estudiados por los espiritistas e investigadores psíquicos no encontraran lugar ni atención. Telepatía, clarividencia, precognición, psicocinesia, y otras expresiones de la paranormalidad resultaban inexplicables de acuerdo con el modelo del mundo vigente durante el siglo XIX. ¿Y qué decir de espíritus, comunicaciones a través de los médiums o reencarnación? Todas esas cosas eran imposibles según el saber oficial, y en su gran mayoría los científicos las ignoraban o las desdeñaban con generalizaciones en las que alegaban informes erróneos o fraudes, o bien las atribuían a la credulidad humana.
Esa atmósfera escéptica y condenatoria va a mantenerse durante varias décadas y comienza a experimentar cambios significativos siguiendo un proceso acumulativo y sin solución de continuidad a lo largo del siglo veinte, que fue conduciendo a la ciencia a liberarse de la tutela mecanicista. Como bien ha comentado FRITJOF CAPRA, investigador de la Universidad de Berkeley, California, en El Punto de Mutación:
"Una de las principales lecciones que los físicos tuvieron que aprender en este siglo fue el hecho de que todos los conceptos y teorías que usamos para describir la naturaleza son limitados"
Y es sorprendentemente hermoso que las declaraciones de los físicos acerca de la naturaleza de la realidad y del mundo sensorial se parecen cada vez más a las nociones sostenidas en las más diversas tradiciones esotéricas y espiritualistas. Unas pocas citas serían suficientes para confirmar esto:
ARTHUR EDDINGTON (1882-1944), astrónomo inglés, expresó:
"La materia del Universo es materia mental"
LOUIS DE BROGLIE (1892-1987), físico francés, creador de la
mecánica ondulatoria, premio Nobel de física en 1929, dijo: "En el espacio-tiempo
todo lo que para uno de nosotros constituye el pasado, el presente y el futuro, aparece
en un bloque".
JEAN CHARON, físico moderno, señala en el prefacio de su brillante obra El Espíritu,
este desconocido: "Para percibir de un modo completo y satisfactorio la estructura y las
propiedades de ciertas partículas elementales, es necesario hacer intervenir un espacio-tiempo
particular, presentando todas las características de un espacio-tiempo del Espíritu, acompañado
de la materia bruta"
En estrecha relación con los físicos cuánticos, los nuevos psicólogos nos están invitando a un cambio de actitud para que abramos nuestras mentes a otras realidades. Probablemente, KARL GUSTAV JUNG representa para el mundo de la psicología la misma experiencia revolucionaria que significaron PLANCK y EINSTEIN en la física, cuando colocó las bases para una interpretación espiritualista del hombre que privilegiase su naturaleza trascendente. Le seguirán, ABRAHAM MASLOW con su propuesta humanista; ROBERTO ASSAGIOLI fundando la psicosíntesis; STANISLAV GROF desarrollando las técnicas de la respiración holotrópica; CHARLES TART, KEN WILBER, DANIEL COLEMAN, ROBERT ORNSTEIN, pioneros de la psicología transpersonal; RAYMOND MOODY, MORRIS NETHERTON, EDITH FIORE, HELEN WAMBACH, abriendo paso con sus experiencias cercanas a la muerte y las regresiones a otras vidas.
En esta nueva visión de la realidad, que muestra una nueva imagen del Universo y del hombre, ya no parece imposible que el mundo del espíritu pueda reconciliarse con la ciencia. Observando atentamente la evolución de los acontecimientos en la historia, es evidente que la civilización se encuentra hoy ante la presencia de nuevos paradigmas científicos que señalan al hombre perspectivas y horizontes diferentes.
Paradigma es un término acuñado por el historiador y filósofo de la ciencia norteamericano THOMAS KUHN (1922-1996) en su obra La estructura de las revoluciones científicas, que alude a los sistemas conceptuales que dominan el pensamiento de las comunidades científicas durante períodos determinados de la evolución de la ciencia. Así, se podrían mencionar como ejemplos de paradigmas antiguos y modernos, la lógica aristotélica, la teoría heliocéntrica, el dualismo cartesiano, el evolucionismo darwiniano, la mecánica newtoniana, la relatividad einsteniana, etc. KUHN propuso la división de la ciencia en normal, elaborada por la comunidad científica y fundada en un paradigma que sirve de base a los avances posteriores, y anormal, que se produce como consecuencia del derrumbe del paradigma vigente, debido a la aparición de anomalías que no son satisfactoriamente explicadas. Esta situación de crisis finalmente se resuelve con la sustitución de un paradigma por otro nuevo.
Y el Espiritismo la escuela de pensamiento que aborda de un modo más completo el estudio del espíritu y facilita el entendimiento de los principios y leyes que lo dirigen. Habiendo tenido su fundador y codificador en ALLAN KARDEC, hombre de ciencia y pensador profundo, que asumió plenamente su misión histórica y espiritual, se puede afirmar con toda naturalidad que el Espiritismo es un auténtico paradigma científico. La cultura y la pedagogía de KARDEC se muestran de cuerpo completo en toda su obra, para hacer del paradigma espírita un modelo admirablemente coherente y compatible con los desarrollos de la ciencia, ante los cuales, el Espiritismo se coloca en una actitud abierta para incorporar sus nuevos descubrimientos.
Conforme a la visión kuhniana, el Espiritismo ha identificado problemas científicos legítimos, relacionados con "el estudio del origen, la naturaleza y el destino del espíritu y de sus relaciones con el mundo corporal"; presenta una metodología que permite llevar a cabo los experimentos científicos, apoyada en el intercambio mediúmnico con los espíritus y en una vasta fenomenología psíquica: y expone los más adecuados criterios para evaluar los datos obtenidos, guiándose por el análisis lógico y racional.
Las aproximaciones hacia el conocimiento de la realidad espiritual que se consiguen desde la física cuántica, la psicología transpersonal, la parapsicología y las escuelas esotéricas, son valiosas e importantes, pero seguirán incompletas hasta que se sumen al paradigma kardeciano, que es la base natural y legítima de la Ciencia del Espíritu.
Con el definitivo reconocimiento de los principios espíritas, culminará el proceso de sustitución del antiguo paradigma mecanicista-materialista y dogmático-religioso que dominó durante dos milenios de nuestra historia, y el mundo se abrirá al nuevo paradigma científico-espiritualista, que ya se otea en el horizonte del tercer milenio. Un paradigma que reúne ciencia y conciencia; que brilla por su disposición ecológica hacia el respeto y la preservación de la vida y de la naturaleza; por su visión holística, en la cual se concibe al hombre como una entidad dinámica e integrada de corte bio-psico-socio-espiritual. y por el impulso que brinda al comportamiento altruista, solidario y fraterno, dirigido a la edificación de un mundo hermoso, libre, justo, igualitario y amoroso, como el que han pensado y han soñado los seres que con su luz, con su ejemplo y con su esfuerzo han promovido la transformación de nuestra humanidad.
¡Cuando esto acontezca, se habrá cumplido la misión del Espiritismo!
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