oscura en el laboratorio de fisiología de la Facultad de
Ciencias, según las indicaciones de la Sra. Bisson. En esta
sala (2,6 m. x 2,5 m., altura 3,3 m.) se colocó un techo de
madera ennegrecida a 2,4 m. del suelo, en un ángulo, y
sobre una varilla se colgaron dos cortinas negras, a fin de
delimitar un gabinete de 1,2 m. por 1,1 m., donde pudiera
colocarse la butaca de la médium. Una bombilla roja, de
encendido exterior, se colgó en este gabinete, con objeto de
poder iluminarla débilmente si era necesario. En el exterior
se colocó, en el techo de la habitación, un dispositivo de
iluminación con reflector y difusor, un poco delante de la
vertical del ángulo anterior de la cabina, para no iluminar
la parte superior del cuerpo de la médium, y además, por
pedido de la Sra. Bisson, se colgó en este ángulo anterior
una cortina fija que bajaba 1,2 m., donde se juntaban las
dos cortinas móviles sobre las varillas, unidas por una pinza,
eso para evitar que un poco de luz pudiera filtrarse por la
hendidura. Dos reóstatos conjugados, situados en el circuito
de la lámpara, permitían graduar, en límites muy amplios, la
iluminación de la sala, que la Sra. Bisson regulaba ella misma,
manejando los reóstatos. Todas las paredes de la sala estaban
ennegrecidas, y hasta se pegó papel negro sobre los cristales
de un armario para evitar fenómenos de reflexión luminosa.
Con la iluminación adoptada habitualmente, la agudeza
visual en el exterior de la cabina era
alrededor de la mitad de lo normal. A
nivel de la cabeza de la médium, dentro
de la cabina, con las cortinas abiertas,
reinaba una semi-oscuridad, la agudeza
visual estaba reducida a un décimo, por
lo que era muy débil el poder de visión
directa, y el único color perceptible
era el rojo saturado. Finalmente, en el
interior de las cortinas la oscuridad era
grande, la visibilidad implicaba una
agudeza inferior a un quincuagésimo,
y ningún color, ni siquiera saturado,
podía ser percibido. Desde el punto
de vista del control, encontramos
satisfactorias las propuestas de la Sra.
Bisson que siempre dirigió su esfuerzo
hacia el rigor científico.
La médium se desnudaba
completamente delante de uno de
nosotros, en un gabinete situado frente
a la sala de experimentos, al otro lado
de un pasillo, y se vestía con un jersey
negro de una sola pieza, abrochado en
la espalda, que no dejaba al descubierto
sino las manos, el cuello y la cabeza,
jersey previamente examinado y
conservado en el laboratorio. Luego la
nariz y la garganta eran examinadas,
los cabellos soltados y examinados. Luego, la médium, vuelta
a peinar rudimentariamente, entregaba sus dos manos a
un controlador que la llevaba a la sala de experimentos,
donde se instalaba en su butaca. Allí, la Sra. Bisson la dormía
tomándole los pulgares y sujetándolos por algunos segundos
[nota: probablemente hipnosis], luego pasaba las manos a los
controladores. Las cortinas eran cerradas entonces con una
pinza, a un metro del suelo, las manos y piernas de la médium
quedaban en el exterior y permanecían visibles. Las manos
eran sostenidas, ya fueran las dos por un solo operador, o cada
una por un controlador diferente, y no eran soltadas nunca
a lo largo de todo el transcurso de la sesión, descansado,
o sobre las rodillas de la médium, o sobre las rodillas de los
controladores. Además, a partir de la sexta sesión, de acuerdo
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