lunes 31 de enero de 2011
La verdadera universalidad
También me explicaron que mis ideas eran afines a las de la CEPA y que en su grupo tales ideas no eran bien acogidas. Ok, lo acepto. Al fin y al cabo cada uno aplica las reglas que quiere en su propio grupo. Pero no por ello deja de extrañarme tan súbita reacción ante ciertas ideas de otra facción del espiritismo...
No quisiera que se entendiera esta entrada de hoy como un ataque en contra de esta lista de discusión, ni con ningún grupo de espiritismo cristiano; no tengo nada en contra de ésta ni otras listas de idéntica temática. Ni siquiera tengo nada en contra de los que quieren seguir el camino cristiano. Siempre he opinado que cada cual debe llevar su vida como mejor le parezca, siguiendo las creencias que sienta son las que van más acorde con su propia personalidad. Solo intento compartir con vosotros estos sucesos a modo de reflexión.
Después de anunciarles mi marcha del grupo ante la falta de libertad de expresión, trataron de hacerme entender sus reglas. Yo, obviamente, les doy mis puntos de vista y entonces es cuando intentan hacerme ver que el espiritismo cristiano ya es universal, y lo que yo necesito es aceptar a Jesús. Esta noción de universalidad es algo que yo no entiendo, y es que he de reconocer que a veces soy un tanto corto de mente para entender ciertas cosas.
Para ayudarme a entender este concepto de universalidad me aconsejan que estudie los libros de Chico Xavier y Andre Luiz. Y es que en estos momentos no sé si tendré tiempo para leer tanto, pero permitidme mientras tanto que os deje con un mensaje que refleja perfectamente el concepto de universalidad que tengo hoy día. Son unos extractos de los discurso de bienvenida y despedida que pronunció Swami Vivekananda, maestro de Vedanta, en el Parlamento Mundial de las Religiones que se celebró en Chicago en 1893, y que causó una profunda impresión en toda la asamblea. En sus discursos de bienvenida y despedida del congreso pronunció las siguientes palabras:
[Extracto del discurso de bienvenida]
La presente convención, que es una de las asambleas más majestuosas jamás celebrada, es en sí misma una vindicación, una declaración para el mundo de la maravillosa doctrina predicada en el Gita: “Quien venga a mi, de cualquier forma, Yo le alcanzo; todos los hombres se esfuerzan por caminos que al final llevan a mi”. El sectarismo, la intolerancia, y su horrible descendiente, el fanatismo, han poseído esta maravillosa tierra durante mucho tiempo. Han llenado la Tierra de violencia, la han empapado una y otra vez de sangre humana, destruido la civilización y enviado naciones enteras a la desesperación. De no haber sido por estos demonios, la sociedad humana estaría bastante más avanzada de lo que lo está ahora. Pero su tiempo ha llegado; y yo espero fervientemente que la campana que sonó esta mañana en honor a esta convención pueda ser la sentencia de muerte de todo fanatismo, de toda persecución con la espada o con la pluma, y de todo sentimiento poco compasivo entre las personas que dirigen su camino hacia el mismo objetivo.
[Extracto del discurso de despedida]
Mucho se ha dicho de la base común de la unidad religiosa. No voy ahora a aventurar mi propia teoría. Pero si alguien aquí espera que esta unidad venga con el triunfo de una de las religiones y de la destrucción de otras, a él le digo, “Hermano, la tuya es una esperanza imposible.” ¿Deseo que el cristiano se convierta en hinduista? Dios no lo quiera. ¿Deseo que el hinduista o budista se convierta en cristiano? Dios no lo quiera.
La semilla se pone en el suelo, y la tierra, el aire y el agua se colocan a su alrededor. ¿Se convierte la semilla en tierra, aire o agua? No. Se convierte en planta. Se desarrolla según la ley de su propio crecimiento, asimila el agua, la tierra y el agua y los convierte en la sustancia de la planta, y se convierte en una planta.
El caso de la religión es similar. El cristiano no debe convertirse en hinduista o en budista, ni un hindú o un budista debe convertirse en cristiano. Sino que cada uno debe asimilar el espíritu de los otros y al mismo tiempo preservar su individualidad y crecer según su propia ley de crecimiento.
Si el Parlamento de las Religiones ha demostrado algo al mundo es ésto: Ha probado al mundo que la santidad, la pureza y la caridad no son posesiones exclusivas de ninguna iglesia del mundo, y que cada sistema ha producido hombres y mujeres de los más excelsos caracteres. En vista de esta evidencia, si alguien sueña con la supervivencia exclusiva de su propia religión y la destrucción de las otras, me entristezco por él desde lo más profundo de mi corazón, y le señalo que sobre el estandarte de cada religión pronto se escribirá a pesar de la resistencia: “Ayuda y no lucha”, “Asimilación y no Destrucción”, “Armonía y Paz y no disensión”.
(*) Traducción del inglés por José M. López.
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